Éste ha sido un desenlace inesperado.
David Copperfield left the room with tears running down his cheeks. He cries often, such is his pain and life's rejection.
Es como si no tuviera protección ante los bandazos de la fortuna.
David Copperfield has left the room.
Me he convertido en una almendra tostada con cáscara. Entiendo difícilmente, transijo sin brillo, observo sin fuerzas, me escondo sin tregua
David Copperfield left a long time ago
but he has now come back
Este fin de semana voy a dedicarme a leer. ¿Qué tal Ana Karenina? Tengo que volver al joven al niño David Copperfield porque él y yo tenemos todo a flor de piel y no sabemos salir del paso airosamente. Tenemos sentimientos. ¿Para qué sirven los sentimientos? Para nada si te ilusionas y te borran del mapa.
David Copperfield left some time ago, he had to, he waited but had to go. It's obvious he waited, it's obvious he had to go. He left. He went. He had to.
Los recuerdos se te vuelven de papel estraza mientras pasan las horas y ella no te llama ni te llamará. Su número de teléfono se borra espontáneamente de tu móvil como alcohol de 90 grados vertido en tinta y papel secante. Las últimas cincuenta y pico horas han pasado como una manada de caballos broncos, percherones, jóvenes, descabelladamente. Apenas recuerdo lo que ha sucedido, por qué ha pasado, cuándo ha pasado y si ha pasado. ¿De verdad era yo ahí y mi circunstancia? ¿Caminando por Lavapiés a las diez PM sin haber dormido la noche anterior ni haber comido en todo el día, hablando, riendo e intentándo comunicarme? ¿Yo? Pero si ahora estoy postrada deshidratada en mi litera y no puedo ni moverme. Escapo del frío, deshidratada, consumida por los vapores de sudor que emanan de mi almohada.
David Copperfield looked away and said ... Said something but needed to think about it a little more so he stopped talking; it was fast, it was easy ...
Ella no va a llamar a mi puerta ni nadie va a entrar en la habitación de repente, al vuelo, para animarme y sacarme de aquí. Nadie sabe que estoy en este estado y no espero que lo sepan. Es una noche de viernes, ni siquiera una noche de sábado, y no es la noche de viernes que me imaginaba que fuera. Si estuviera en Londres llamaría a Jonny. Sí, Jonny de Jonathan no Jonny de John.
David Copperfield finally cried.
Ah! Bueno, por lo menos algo tiene sentido ahora porque de repente estoy llorando y por lo menos sé cómo me siento, ya me he dicho algo, ya sé que el respirar entre lágrimas, entre descarga y descarga de dolor, sin tequila ni sal ni golpe en la mesa ni cigarrillos, es una obviedad necesaria y al menos tiene sentido, porque llorar siempre tiene sentido. Lo demás no.
He finally did it. He left and did it, didn't he?
Y si hablase inglés, y si me marchara a alguna parte donde no tuviera que utilizar esta mente, estos últimos recuerdos, esta litera encharcada en sudor, este aire frío del que huyo escondida aquí bajo los edredones.
Si no tuviera sensibilidad en las piernas, si no pudiera levantarme, si no pudiera sentir nada cadera abajo o muslos abajo me resguardaría en escribir como estoy haciendo ahora. Como
Frida Kahlo durante los meses que permaneció en cama.
En vez de escuchar el rugido del mar tras mi ventana, lo que me asustaría igual que a mi Poquitos, mi bebé, nuestro bebé le asusta el bramido del agua al salir del grifo, le paraliza, le impide sonreír, yo me tranquilizo al escuchar el estertor del ventilador de mi portátil. Tengo las piernas cruzadas y no las siento. Los dedos cruzados y no los siento. No lo siento pero no sé lo que ha pasado, sigo tan confusa como hace cuarenta y ocho horas, sigo sin entender nada.
En estados más placenteros me vi ... que toda la vida es sueño ... y los sueños ... sueños son
Toda la vida es sueño, es un sueño, pero yo estoy intentando dormir y no puedo. He dormido tres horas pero he escamoteado casi dos noches de sueño así que no estamos empatadas. Se me han dormido las piernas y no me puedo mover. Tengo los muslos recauchutados como cuando me mantengo cinco o seis horas delante del ordenador sin moverme. Se me recauchuta el canal torácico también y se me cargan los hombros. Se me cae la oficina encima en vez del cielo encima. Si se me paralizaran las piernas no creo que fuese muy lejos, me quedaría aquí pero mis dedos se moverían más rápido sobre el teclado, adquiriría una destreza innata. Eso es lo que pasaría.
No tengo ni idea de lo que voy a hacer dentro de un minuto, in a minute's time, no idea.
¿Qué es la vida, un frenesí?
Todo el mundo se ha puesto de acuerdo, todo el mundo, este viernes por la tarde para dejarme en paz. Nadie me llama y estoy aquí rugiendo con el ventilador del portátil como única compañía y un incipiente dolor de cervicales. Me estoy rescatando de mi vida interior porque mi vida exterior no tiene ningún significado ni ningún sentido y lo que ella llama un encuentro no tiene ningún significado para mí porque los encuentros no son circunstanciales ni los abandonos ni las sorpresas ni los sofocones ni el encontrarse bien de repente ni el encontrar a alguien ni el irse con nadie, salir de la mano recorriendo la calle abajo como si fuera de las dos.
No estoy acostumbrada a salir de la mano calle abajo para darme de bruces con un callejón sin salida, con un muro emparedado, darme la vuelta y no encontrarla a ella detrás porque ha desaparecido y me ha dejado sola. Y la vida es un callejón sin salida, la realidad es un muro emparedado, las palabras que has soltado al aire en una conversación son tu sentencia de muerte, la realidad como no te la expliques a ti misma lo llevas claro. Lo llevas claro, chata.
Para colmo hoy he visto a M. Esto es increíble, esto es como un remolino de mujeres, un centrifugado femenino que se lanza contra mi tórax como un ladrillo dentro de un pañuelo y me lo fractura al desaparecer el pañuelo en el aire. Y no hay rescate, eso de que las mujeres son como ángeles, como ánimas, como hadas y te rescatan, te besan y te rescatan, pues no sé, es más bien que te besan y te encarcelan. M. vino al Hare Khrishna donde me llevó Bizcochito a comer, la niña del herbolario, y me besó en la mejilla dos veces bien besadas, porque ahora que es mi ex me besa en las mejillas como lo haria Gallardón, aunque más lentamente, porque para mí no tiene sentido que alguien que me besaba en la boca o me besaba una vez de repente me bese dos veces un beso de Judas.
Después M. no me dejó tranquila sino que quería hablar conmigo, algo breve, algo civilizado, no era buen momento, era momento de viernes libre donde al tener el fin de semana por delante te sientes como cuando eras pequeña y no sabías lo que era el futuro ni el hacerte mayor. Pero luego terminamos discutiendo ella de pie y yo sentada contra la pared, contra los colchones naranjas del templo de los Hare Khrisna mientras Bizcochito corría para quitarse de allí y llevarse las bandejas de comida enormes y excesivas.
M. no quería dejarme tranquila ahí con mis constantes vitales físicas y emocionales por debajo del nivel crítico, como cuando la batería de mi portátil apaga el ordenador, pero yo no me apagué y ella aprovechó que me encontraba en baja forma para reprocharme algo tras reprochárselo yo, porque sabía que ahí cabía una discusión, encajaba perfectamente, así tenía la oportunidad perfecta para decirle a su amiguita que esperaba fuera que soy una perfecta gilipollas y tiene todo el sentido del mundo el no quedar conmigo, el no responder a mis mensajes de texto, el proponerme quedar y luego desaparecer como toda la jodida gente que me arrincona, viene a buscarme, y luego me monta una bronca cuando estoy tirada en el suelo del Hare Khrishna y ellas están de pie con la amiguita fuera, diciéndome lo mal que hago las cosas, arrepintiéndose, pero diciéndolo igualmente, porque las mujeres se pueden arrepentir de todo lo que hacen pero lo hacen, lo hacen. Son sólidas, expeditivas, un golpe seco, mortal, touché y fuera de aquí, fuera de juego.
Así que ahora también estoy sentada, perdonen que no me levante, escupiendo palabras en la pantalla retráctil del ordenador escribiendo esto sin tener ni idea de lo que va a pasar dentro de un minuto.
Yo pensaba que iba a pasarme el fin de semana tirada con ella, descansando al fin de una semana con tres noches de sueño escaso y sensaciones fuertes. Pero como siempre me equivoqué, porque me equivoco demasiado a menudo, como cuando le conté muchas cosas de mí que no debería haberle contado ni a ella ni a nadie, como siempre que me equivoco y digo un porrón de cosas que salen por generación espontánea y que siempre me arrepiento de haber dicho aunque en ese momento no pudiera parar ni dejar de decirlas.
Y lo único real de nuestro encuentro, de lo que ella considera nuestro encuentro y yo considero como un espejismo en el espacio prieto de cuarenta y pico cincuenta y pico horas es que ahora no me va a llamar y aunque me lea se ha roto la magia porque era crónica de una muerte anunciada, aunque por supuesto yo no me entero de nada, sobre todo si todo sucede en una semana de emociones fuertes sin sueño sin celdas cerebrales donde aparcar tus ilusiones, donde planear las cosas con algo de cabeza. Este Madrid me mata. Demasiadas emociones fuertes. Yo soy de efecto retardado, lenta, lentísima y Madrid me mata.
Así que me voy a pasar otro fin de semana sola, de reflexión, escribiendo probablemente y trabajando en el corto como tantos otros, desmontando ordenadores y tal vez tomándome un baño, aunque creo que se ha estropeado la caldera o el grifo de la ducha, y no puedo ser como la mujer de la oficina de hoy, de esta mañana, que estaba desesperada y pilló al chico de servicio técnico de la caldera de la casa de su madre y departió con él al menos una hora y media hablándole de la caldera, de lo desesperada e infeliz que estaba con la caldera. Yo estoy desesperada e infeliz con mi caldera pero no me apetece lo más mínimo hablar con ningún fontanero que total me va a lanzar en la cara un pibón de recibo de mil euros más treinta por el famoso presupuesto de cuatro minutos y luego se va a marchar ceremonioso con el puto resguardo de la mierda del presupuesto que le ha hecho ganar treinta euros en menos tiempo de lo que me cuesta a mí el matar a una amante, el destruir un encuentro, el pelearme con mi ex novia, el decir una gilipollez tras otra gilipollez.
Menos mal que el lunes vuelvo a la oficina donde Marcos, mi cliente más encantador, y él me invitará a comer en el restaurante chino vegetariano, con un poco de suerte, tendré que persuadirle, hacerle chantaje emocional, porque él prefiere chopitos y chuletones argentinos. Y me contará cosas y yo podré enjuagarme en sus preciosos ojos azules y sin decirle nada refugiarme en su amistad, nadar como un delfín en el mar reflejado en sus preciosos ojos azules y olvidarme de la semana anterior porque no quiero volver a revivirla. Sigo sin entender nada y nunca he tenido la oportunidad de mirarme en los ojos de ella sin prisas ni dudas ni energías inciertas ni confusión. Todas las chicas que me besan en los coches son iguales, no tienen el coraje de besarme en la calle. Ni yo tampoco.
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