sábado, 29 de novembro de 2008

Perspectiva III

Hoy, sábado. ¿Qué me lleva pasando toda la semana?

Yo no sé muy bien lo que es tener resaca, pero estas Heineken y su simbología me han dejado el cuerpo hecho unos astrojos. Llevo todos los días de esta semana con dolores musculares tremendos, el estómago hecho unos zorros, teniendo pesadillas todas las noches. Me he levantado estos días como si hubiera sobrevivido mi asesinato y sin haber descansado. Se me ha metido el miedo en el cuerpo con tanta pesadilla y no creo haber pasado de la fase REM del sueño, así que no he tenido un sueño realmente reparador.

Conclusión: me he pasado toda la semana desde el miércoles más o menos hibernando. Bueno, quitemos el menos.

El frío ha llegado a Madrid como si nos hubieran cambiado la espina dorsal por una estalactita, y la gente se ha refugiado en sus casas. Al llegar yo a la mía he ido directamente al sofá y me he puesto a ver películas con una profusidad aberrante. Me he dedicado toda la semana a comer pan con queso y aceite, mi comfort food, de la que viví casi exclusivamente en Londres cuando necesitaba sentirme yo, depurarme, simplificarme, convertirme en la síntesis de mí misma. ¿Necesitaría las grasas después de tanta Heineken este finde?. Mi médico de cabecera me dijo que mis resultados hepáticos no eran normales porque se notaba que no probaba una gota de alcohol, y mi hígado no está acostumbrado a filtrar el agua del caldo de la cebada.

He sentido reumatismo en mis articulaciones y la muy concreta y precisa actitud de no querer hacer absolutamente nada. He confrontado estos días con gran estupor vital y creo que la cosa se consolidó el miércoles después de ver a Bizcochito. Me pasé por el herbolario después de pensármelo mucho porque no había recibido ningún mensaje de texto o esta boca es mía por su parte esta semana. No quería desaparecer del todo pero también me sentía mal por ser yo la que se tuviera que estrellar con las calabazas de frente. Cuando entré no supe qué pensar sobre su actitud. La vi muy nerviosa e intenté disimular. No logramos hablar mucho porque sentí que no iba a abrirse y contarme realmente lo que tenía en mente. La vi muy cabizbaja, frágil, y al final salí apresuradamente de allí, aunque la dejé con una sonrisa que decía algo así como: "Somos amigas, quiero que lo sepas por encima de todo ..." No me extraña que no quiera entablar contacto conmigo. El fin de semana pasado se acercó demasiado al fuego y creo que eso le ha hecho reflexionar. Mi avalancha de mensajes poéticos le habrán puesto sobre aviso. Creo que tiene el derecho de tener una relación con su novio sin que nadie se entrometa. Y también creo que mis sospechas desde que la conocí fueron, aunque intuitivas, fundadas: Bizcochito tiene mucho, mucho peligro.

Así que esta semana mi propio cuerpo me ha servido de centinela y me ha avisado de que debo cuidarme, porque mis escapadas al territorio complejo y desconcertante de las relaciones fluidas no sólo no dan fruto sino que me dejan baldada física y emocionalmente. Las horas transcurridas con estupor viendo cómo mi ropa sucia se acumulaba, los platos quedaban de nuevo sin lavar, la comida sin cocinarse y ni rastro de la peli me hicieron ver al final de estos cuatro días que esto debe acabarse. Es la segunda vez en un mes y pico que caigo sin red y esto no puede convertirse en una costumbre, no gano para sustos y tampoco racionalizo lo suficiente.

He estado observándome y todas estas noches galopantes, retorciéndome por el dolor muscular y de estómago que me ha promovido pesadillas me han hecho procesar mis emociones a un nivel interno muy profundo. He visto como los conatos de una posible depresión eran sofocados por mi matutino Lamictal, y cómo los petardos sin estallar de los pensamientos viles, decrépitos y desahuciantes de la ansiedad se han tenido que volver, ofuscados, por donde habían venido.

Sabes cuándo estás deprimida porque de repente te obsesionas con pensamientos macabros, y debe ser que esta situación con Bizcochito ha hecho que en mi mente vagara la dama desértica, pero gracias a Dios ahora tengo ángeles de la guarda que me protegen. No se ha llegado a materializar ninguna emoción negativa; he comprendido lo de Bizcochito incluso cuando estaba gestándose, y no he llorado casi. Desde el principio de esta crisis me he repetido aquéllo que realmente debería hacer: recomponerme, cuidar de que mis rutinas continúen, no dar tregua a los desengaños y no confiar en la magia exterior hasta que haya dado muestras de ser real.

Ayer terminé el trabajo a las cuatro y media, y desde las cinco y cuarto he estado tumbada en el sofá viendo películas y dormitando, así hasta hoy. No sin haberme ventilado cuatro madalenas y una bolsa de nachos (muy orgánicos pero con sabor a chile, y todavía me arde el estómago, maldito chile en polvo). Esas horas he tenido sueños alimenticios que me han resarcido algo de las pesadillas de la semana. Al final me he levantado como una Lázara y he visto con claridad que tenía que arreglar la casa, escribir, cocinar y volver a la única rutina que me hace sentirme bien, y que es la creativa. Después de eso todo viene rodado.

He tenido una buena, excelente noticia esta semana, y es que he negociado mi contrato en el trabajo y voy a trabajar de autónoma para mi cliente favorito. Esto va a ser un paso hacia adelante importantísimo, porque voy a intentar trabajar una media de cuatro horas diarias y ocupar el resto del tiempo en mis asuntos. No voy a tener que ir a oficinas deprimentes ni aguantar a clientes que te tratan como si fueras infecciosa por ser de la ETT... perdón, la empresa de servicios informáticos. Puedo dejar mi muesli y mi leche de avena en la nevera para desayunar cuando estoy ahí, y tengo mi chiringuito donde trabajo con vistas de décimo piso a Madrid. Además los días son variados y hago muchas cositas; estoy a mis anchas, me divierto y me río un montón con Marcos, me organizo el tiempo como quiero y la gente me respeta. Este año que viene voy a hacer lo que me dé la gana. Impresionante ¿verdad? Sin embargo no he podido procesar demasiado la buena noticia porque tenía el cuerpo asediado y la mente atenazada por la ansiedad que me ha generado la situación con Bizcochito. Supongo que los bipolares somos así.

La verdad es que a pesar de todo he sentido un trasfondo de optimismo y seguridad, aunque sabía que tenían que pasar unos días para poder volver a ser yo misma. Dentro de un ratito voy a meterme de cabeza de nuevo en la peli. Quiero subir los capítulos y dejarme de tonterías. Como siempre, hoy empieza todo.

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