terça-feira, 28 de abril de 2009

Lorenzo Milá

Temí estar espeso en este regreso. Le he entrevistado ex profeso. A él, que tanta admiración le profeso y que ha sido de fácil acceso. ¡Qué embeleso! Con su calidad, no había posibilidad de contrapeso.

Hablando de peso. Quizá esté más grueso. Yo sigo como un hueso.
Es un sabueso. Espero no haber parecido alguien sin seso.

Menos mal que llevaba la entrevista en un papel impreso. De mi guion he quedado preso. Al final he salido ileso, pero sin beso.
Lo confieso, he estado espeso, aunque no en exceso.


Nota: Ya que has llegado a este post, aunque no me conozcas, hazme saber de ti y anímate a dejarme un comentario. Muchísimas gracias.

segunda-feira, 27 de abril de 2009

Tírame del aire

¡Cómo odio que la gente silbe en los lugares públicos! La última vez que se ha despertado mi instinto asesino ha sido hace apenas una hora.
Vas al centro de salud, a horas intempestivas, en ayunas. Y te toca un cincuentañero inmediamente detrás con complejo de Piolín.

¿Me pareció oir un lindo... gilipollas? Siento su aire chocando contra mis orejas. Me caliento, intento respirar y pensar en otra cosa. No puedo, estoy en ayunas. Un arrebato me viene, pero al instante se me va, de girarme y preguntarle, ¿Qué, nos hemos levantado contentos hoy?

¿Pero qué canta? Afino el oído, pero no es ni el himno del Real Madrid, ni el de España, ni creo que ningún gran éxito de Marisol...
Sea lo que fuere, animo a estos creadores líricos, que me encuentro también en el metro, a que aprovechen esa creatividad en las duchas de sus casas o que me tiren del aire. Santa Paciencia.



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sábado, 25 de abril de 2009

Mala hostia

Ando yo buscando un motivo para no tirarme por la ventana (tranquis, es un primero) al verme como me veo.
En unos días dejaré de tener 30 años ¿31 es taitantos? Y aquí estoy, en casita, des-per-di-cian-do mis últimos días jóvenes. Segundo fin de semana, este muy primaveral, que sigo como un concursante de los buenos de Gran Hermano. De lo que ni nominan, ni expulsan.

No puedo hacer deporte y la edad se me echa encima. Así que aquí estoy desganao y de mala hostia.

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sexta-feira, 24 de abril de 2009

Desintegrarte

No entendéis nada, no puedo contar con vosotros para que me protejáis. Me soltáis vuestras opiniones sin fundamento porque no escucháis lo que realmente está pasando. No necesito opiniones, ni siquiera comprensión. Dejadme en paz.

Quiero pasar de esto:


A esto:

¿Tan difícil es?

Esta situación sólo me da pistas sobre una cosa: voy a dejar de decirle a la gente lo que tiene que hacer, lo que siente, lo que vive, cómo solucionar su vida porque a lo mejor eso es lo que a mí me están haciendo ahora y me machaca, me estrangula, me hace perder la fe en la solidaridad de las personas allegadas.

Es la única lección que puedo aprender de todo esto. Tu dolor difícilmente lo pueden sentir, comprender otras personas. La comprensión exige un abandono del ego, una escucha atenta, la confianza en la persona que te está hablando. Les pedía apoyo pero he encontrado incomprensión y egos exaltados. Me ningunean, ignoran lo que digo, lo que siento. Me lanzan reproches, ultimatums, me hacen chantaje emocional, simplifican, banalizan. Quieren que sienta lo que ellos decidan, porque es más sencillo, menos molesto.

No tengo que dar explicaciones, caí en el grave error de hacerlo vez tras vez, y al mismo tiempo que lo hacía, el mero hecho de contar lo que me pasaba me destrozaba un poquito más. No me esperaba la incomprensión, la cerrazón, la prepotencia, el orgullo de los demás, la manipulación a la que me quieren someter. ¿Qué les cuesta respetar por lo menos las decisiones que yo tome sobre lo que me concierne exclusivamente a mí? No puedo cambiar el pasado, y ni siquiera parece que puedo cambiar el presente porque todavía no ha terminado esta pesadilla.

Ahora lo que necesito es tranquilidad para sopesar por qué estas personas que me quieren, en el fondo me quieren un poquito menos de lo que yo pensaba porque no son capaces de ponerse en mi lugar. No importa, la vida es así, nadie dijo que era justa. Yo también soy egocéntrica, ignorante, imbécil mental. Me resulta imposible desintegrarme y ponerme totalmente en el lugar de la otra persona, siempre quiero llevar la razón y ayudarles a la velocidad de la luz cuando la vida de las personas transcurre a la velocidad del sonido.

Tendríamos que dejarnos un poco más en paz.

Desintegrarte

No entendéis nada, no puedo contar con vosotros para que me protejáis. Me soltáis vuestras opiniones sin fundamento porque no escucháis lo que realmente está pasando. No necesito opiniones, ni siquiera comprensión. Dejadme en paz.

Quiero pasar de esto:


A esto:

¿Tan difícil es?

Esta situación sólo me da pistas sobre una cosa: voy a dejar de decirle a la gente lo que tiene que hacer, lo que siente, lo que vive, cómo solucionar su vida porque a lo mejor eso es lo que a mí me están haciendo ahora y me machaca, me estrangula, me hace perder la fe en la solidaridad de las personas allegadas.

Es la única lección que puedo aprender de todo esto. Tu dolor difícilmente lo pueden sentir, comprender otras personas. La comprensión exige un abandono del ego, una escucha atenta, la confianza en la persona que te está hablando. Les pedía apoyo pero he encontrado incomprensión y egos exaltados. Me ningunean, ignoran lo que digo, lo que siento. Me lanzan reproches, ultimatums, me hacen chantaje emocional, simplifican, banalizan. Quieren que sienta lo que ellos decidan, porque es más sencillo, menos molesto.

No tengo que dar explicaciones, caí en el grave error de hacerlo vez tras vez, y al mismo tiempo que lo hacía, el mero hecho de contar lo que me pasaba me destrozaba un poquito más. No me esperaba la incomprensión, la cerrazón, la prepotencia, el orgullo de los demás, la manipulación a la que me quieren someter. ¿Qué les cuesta respetar por lo menos las decisiones que yo tome sobre lo que me concierne exclusivamente a mí? No puedo cambiar el pasado, y ni siquiera parece que puedo cambiar el presente porque todavía no ha terminado esta pesadilla.

Ahora lo que necesito es tranquilidad para sopesar por qué estas personas que me quieren, en el fondo me quieren un poquito menos de lo que yo pensaba porque no son capaces de ponerse en mi lugar. No importa, la vida es así, nadie dijo que era justa. Yo también soy egocéntrica, ignorante, imbécil mental. Me resulta imposible desintegrarme y ponerme totalmente en el lugar de la otra persona, siempre quiero llevar la razón y ayudarles a la velocidad de la luz cuando la vida de las personas transcurre a la velocidad del sonido.

Tendríamos que dejarnos un poco más en paz.

quarta-feira, 22 de abril de 2009

Ciudad del dolor

Entro en el Hospital Clínico. Me pasa una celadora vestida como una gobernanta. Finalmente encuentro el ascensor y me acuerdo que el de la derecha va más rápido. Una persona sube conmigo, tiene una bata de médico parecida a la que usaban mis padres, la que me dejó mi madre cuando yo estaba estudiando primero de medicina.

Al llegar a la segunda planta norte veo por los pasillos a la auxiliar de clínica del otro día. Es preciosa, simpática, dicharachera, lleva gafas de diseño de estilo danés.

Me acerco a su habitación después de tantear varios pasillos y mirar de reojo los quicios de las habitaciones y como van a asear a mi padre no puedeo entrar hasta dentro de unos veinte minutos. En vez de vagar por los pasillos y ver la gente paseando lentamente con sus máscaras de oxígeno y sondas, lo que no es lo que se dice la alegría de la huerta, decido bajar a la calle otra vez.

Cerca de la entrada se acumula la gente que fuma, e inmediatamente me recibe una nube de humo irrespirable. Las hileras de taxis se perfilan hasta el final de la cuesta, y en cada coche hay un hombre de semblante hosco, seguramente pensando en su matrimonio o sus nóminas o sus jornadas excesivas. Los residentes, la mayoría con gafas, chicos muy altos y chicas con cara de listas forman grupitos impenetrables en la calle. Bajo la cuestecilla y veo varias madres llevando niños y niñas de visita hacia el hospital . Una niña está vestida como Pollyana, y un niño arrastra un osito con chupete. Un hombre negro vestido de verde, con casco verde y mono verda corta el césped con una máquina ruidosa. En la calle dos niños chinos están jugando; uno de ellos senatado encima de lo que parece un monopatín y el otro empujándole. El señor de la trompeta sigue en su esquina, tocando de forma bastante decente. Me siento en la acera, a una distancia prudencial de él y tomo el sol escuchando la música.

Tras unos pocos minutos decido volver a la planta. Me pesan las piernas, no estoy animada para ver a mi padre. Al llegar a la puerta G del hospital sigo a una mujer que exhala su última bocanada de su cigarro ya dentro del vestíbulo. Estoy detrás porque no hay mucho espacio, y me trago la bofetada de tabaco, qué asco.

Me lo encuentro sentado en la cama y lo primero que me pregunta es a qué hora se ha ido mamá de aquí. Mamá no ha estado ahí hoy y por lo tanto sé que se le ha difuminado la lucidez que ostentaba ayer a esta misma hora.

Tiene el desayuno a mano y se está tomando el café. No le tiembla la mano como otras veces, y me alegro de que la medicación que toma ahora no le produzca ese efecto secundario. Aún así se mueve muy lentamente. Le seco una lágrima de la comisura de su ojo.

Tras el desayuno, de repente me dice que tiene que hacer pis y yo no sé qué hacer, voy a llamar a la auxiliar pero el me azuza y grita: ¡deprisa, deprisa! y yo corro en varias direcciones sin saber muy bien qué hacer. Él está atado y débil y me dice que le traiga no sé qué con la cara estresada. Y caigo en que le tengo que ayudar con la bacinilla, Dios. La cojo del baño y se la paso, pero él no se puede contener en el último segundo y hay un escape que mancha las sábanas. Me pide con naturalidad que le ayude y yo lo hago, como si fuera yo mi madre. Es muy extraño y embarazoso verle el pene a mi padre, no lo he hecho en la vida, pero ya hemos pasado la barrera de lo embarazoso hace mucho, mucho tiempo. Me pregunto si el pis va a manchar la cama, pero ahora entiendo por qué la botella de cristal tiene esa forma abombada en la base, si se posa en una superficie plana hace que el líquido se contenga en una especie de burbuja y así no se sale. Me da la botella y yo voy a vaciarla al baño. Me doy cuenta de que su orina es muy oscura, con lo que deduzco que es la primera de la mañana, y eso significa que no está manchando la cama, me alegro porque si tiene algo de control no se sentirá tan mal.

- "Mamá, ¿dónde se ha ido?" Le digo que va a venir más tarde.

Hay un impás. Le paso la harmónica sin mucha esperanza de que le haga caso, pero parece que le apetece tocarla. Me preocupan sus labios secos y uso mi tubo de labios para humedecerlos y que resbale mejor la harmónica al pasarla de lado a lado. Se entretiene un poco y yo me empiezo a tranquilizar.

Me pide que use el mando para enderezarle la cama, yo lo cojo y me siento un poco insegura, no quiero catapultarle contra la pared, pero el movimiento es lento y le acomodo. Quiero ponerle bien la manta para que no le hagan daño los talones sobre el metal. Él es alto y las camas no son lo suficientemente largas. Le han hecho una podología y tiene mejor los callos que le producía el jugar al tenis, pero no le han tocado las uñas. Le pongo la bata con cierta dificultad por las amarras que le tienen atado a la cama, pero así tiene mucho mejor aspecto y sé que se sentirá mejor. Además, tiene las manos frías, y aunque nunca dice si tiene frío o calor, tengo que ser avezada y pensar en todo.

Me doy cuenta de que no me está resultando difícil ni caótico cuidarle. Sólo puedo hacerlo cuando está tranquilo y dócil. Por las tardes es imposible; es verme y comenzar a gritarme por todo, cuando no me echa directamente. Algunas mañanas cuando vengo con mi madre también está imposible.

Ahora está desorientado, hablándome como en sueños. Mientras él se echa una cabezada yo leo El País. Obama, Zapatero. Tras incorporarse con aspecto desvalido se espabila rápido y me habla con cierto sentido y yo siento que hoy no tendré que andar de puntillas para no despertar su ira. Le paso el periódico. No lo puede leer pero pasa las hojas y se fija en las caras izquierdas de las páginas.

Viene J.A., el viejillo que estaba antes con él en la habitación. Mi padre le habla con tranquilidad y con cordura. Le dice que está más gordo y que tiene mejor aspecto; es verdad. El hombre se queja de que tiene que estar ahí durante toda la Semana Santa, aunque no es cierto, porque le dan el alta un par de días después. Dice que lo único que hace ahí es comer, dormir y ver la TV entre dolorosas pruebas clínicas.

Se oyen todo el tiempo sonidos de muletas por los pasillos.

Ciudad del dolor

Entro en el Hospital Clínico. Me pasa una celadora vestida como una gobernanta. Finalmente encuentro el ascensor y me acuerdo que el de la derecha va más rápido. Una persona sube conmigo, tiene una bata de médico parecida a la que usaban mis padres, la que me dejó mi madre cuando yo estaba estudiando primero de medicina.

Al llegar a la segunda planta norte veo por los pasillos a la auxiliar de clínica del otro día. Es preciosa, simpática, dicharachera, lleva gafas de diseño de estilo danés.

Me acerco a su habitación después de tantear varios pasillos y mirar de reojo los quicios de las habitaciones y como van a asear a mi padre no puedeo entrar hasta dentro de unos veinte minutos. En vez de vagar por los pasillos y ver la gente paseando lentamente con sus máscaras de oxígeno y sondas, lo que no es lo que se dice la alegría de la huerta, decido bajar a la calle otra vez.

Cerca de la entrada se acumula la gente que fuma, e inmediatamente me recibe una nube de humo irrespirable. Las hileras de taxis se perfilan hasta el final de la cuesta, y en cada coche hay un hombre de semblante hosco, seguramente pensando en su matrimonio o sus nóminas o sus jornadas excesivas. Los residentes, la mayoría con gafas, chicos muy altos y chicas con cara de listas forman grupitos impenetrables en la calle. Bajo la cuestecilla y veo varias madres llevando niños y niñas de visita hacia el hospital . Una niña está vestida como Pollyana, y un niño arrastra un osito con chupete. Un hombre negro vestido de verde, con casco verde y mono verda corta el césped con una máquina ruidosa. En la calle dos niños chinos están jugando; uno de ellos senatado encima de lo que parece un monopatín y el otro empujándole. El señor de la trompeta sigue en su esquina, tocando de forma bastante decente. Me siento en la acera, a una distancia prudencial de él y tomo el sol escuchando la música.

Tras unos pocos minutos decido volver a la planta. Me pesan las piernas, no estoy animada para ver a mi padre. Al llegar a la puerta G del hospital sigo a una mujer que exhala su última bocanada de su cigarro ya dentro del vestíbulo. Estoy detrás porque no hay mucho espacio, y me trago la bofetada de tabaco, qué asco.

Me lo encuentro sentado en la cama y lo primero que me pregunta es a qué hora se ha ido mamá de aquí. Mamá no ha estado ahí hoy y por lo tanto sé que se le ha difuminado la lucidez que ostentaba ayer a esta misma hora.

Tiene el desayuno a mano y se está tomando el café. No le tiembla la mano como otras veces, y me alegro de que la medicación que toma ahora no le produzca ese efecto secundario. Aún así se mueve muy lentamente. Le seco una lágrima de la comisura de su ojo.

Tras el desayuno, de repente me dice que tiene que hacer pis y yo no sé qué hacer, voy a llamar a la auxiliar pero el me azuza y grita: ¡deprisa, deprisa! y yo corro en varias direcciones sin saber muy bien qué hacer. Él está atado y débil y me dice que le traiga no sé qué con la cara estresada. Y caigo en que le tengo que ayudar con la bacinilla, Dios. La cojo del baño y se la paso, pero él no se puede contener en el último segundo y hay un escape que mancha las sábanas. Me pide con naturalidad que le ayude y yo lo hago, como si fuera yo mi madre. Es muy extraño y embarazoso verle el pene a mi padre, no lo he hecho en la vida, pero ya hemos pasado la barrera de lo embarazoso hace mucho, mucho tiempo. Me pregunto si el pis va a manchar la cama, pero ahora entiendo por qué la botella de cristal tiene esa forma abombada en la base, si se posa en una superficie plana hace que el líquido se contenga en una especie de burbuja y así no se sale. Me da la botella y yo voy a vaciarla al baño. Me doy cuenta de que su orina es muy oscura, con lo que deduzco que es la primera de la mañana, y eso significa que no está manchando la cama, me alegro porque si tiene algo de control no se sentirá tan mal.

- "Mamá, ¿dónde se ha ido?" Le digo que va a venir más tarde.

Hay un impás. Le paso la harmónica sin mucha esperanza de que le haga caso, pero parece que le apetece tocarla. Me preocupan sus labios secos y uso mi tubo de labios para humedecerlos y que resbale mejor la harmónica al pasarla de lado a lado. Se entretiene un poco y yo me empiezo a tranquilizar.

Me pide que use el mando para enderezarle la cama, yo lo cojo y me siento un poco insegura, no quiero catapultarle contra la pared, pero el movimiento es lento y le acomodo. Quiero ponerle bien la manta para que no le hagan daño los talones sobre el metal. Él es alto y las camas no son lo suficientemente largas. Le han hecho una podología y tiene mejor los callos que le producía el jugar al tenis, pero no le han tocado las uñas. Le pongo la bata con cierta dificultad por las amarras que le tienen atado a la cama, pero así tiene mucho mejor aspecto y sé que se sentirá mejor. Además, tiene las manos frías, y aunque nunca dice si tiene frío o calor, tengo que ser avezada y pensar en todo.

Me doy cuenta de que no me está resultando difícil ni caótico cuidarle. Sólo puedo hacerlo cuando está tranquilo y dócil. Por las tardes es imposible; es verme y comenzar a gritarme por todo, cuando no me echa directamente. Algunas mañanas cuando vengo con mi madre también está imposible.

Ahora está desorientado, hablándome como en sueños. Mientras él se echa una cabezada yo leo El País. Obama, Zapatero. Tras incorporarse con aspecto desvalido se espabila rápido y me habla con cierto sentido y yo siento que hoy no tendré que andar de puntillas para no despertar su ira. Le paso el periódico. No lo puede leer pero pasa las hojas y se fija en las caras izquierdas de las páginas.

Viene J.A., el viejillo que estaba antes con él en la habitación. Mi padre le habla con tranquilidad y con cordura. Le dice que está más gordo y que tiene mejor aspecto; es verdad. El hombre se queja de que tiene que estar ahí durante toda la Semana Santa, aunque no es cierto, porque le dan el alta un par de días después. Dice que lo único que hace ahí es comer, dormir y ver la TV entre dolorosas pruebas clínicas.

Se oyen todo el tiempo sonidos de muletas por los pasillos.

Gritas siempre, papi


Tú quieres que apague mi corazón como apago mi móvil

Gritas siempre, papi


Tú quieres que apague mi corazón como apago mi móvil

Lunes inservibles sumergidos


Irrepetibles y sumergibles; son las ideas que hay que recapacitar, revisar, revolver y sentimentalizar. Son las ideas, son los impulsos, son un cúmulo de afectos insondables e infranqueables, un ángulo de reflexión. Son redobles, inconsistentes, frondosos, con prebendas mutuas como inconstancias presentes, pasadas y futuras, como los ciclos constantes que conquistan las almas y sus corazones tan tergiversados, aparentemente inmóviles.

Se respira deprisa y sin contemplaciones, con ánimo de romper el hielo, se invierten las formas cuadriculadas como chocolatinas en pompas de plástico que queremos reventar con las ocurrencias que propulsan los dedos y así destrozar los enemigos esquivos como placebos.

Las tribus de los lunes inservibles son como placentas vanas que no acarrean vida sino pensamientos de vitalidad e ilusiones de futuro. No dan más.

Lunes inservibles sumergidos


Irrepetibles y sumergibles; son las ideas que hay que recapacitar, revisar, revolver y sentimentalizar. Son las ideas, son los impulsos, son un cúmulo de afectos insondables e infranqueables, un ángulo de reflexión. Son redobles, inconsistentes, frondosos, con prebendas mutuas como inconstancias presentes, pasadas y futuras, como los ciclos constantes que conquistan las almas y sus corazones tan tergiversados, aparentemente inmóviles.

Se respira deprisa y sin contemplaciones, con ánimo de romper el hielo, se invierten las formas cuadriculadas como chocolatinas en pompas de plástico que queremos reventar con las ocurrencias que propulsan los dedos y así destrozar los enemigos esquivos como placebos.

Las tribus de los lunes inservibles son como placentas vanas que no acarrean vida sino pensamientos de vitalidad e ilusiones de futuro. No dan más.

terça-feira, 21 de abril de 2009

Silencio


Un par de días, un par de noches en silencio, en mi propia compañía, para no atropellarme, y hablar como un torbellino sin la angustia inexorable de moverme. Recargar para volver a salir.

Dormir en el momento justo.

Respirar en el momento justo.

Retirarte en el momento justo.

Sin hablar.

Silencio


Un par de días, un par de noches en silencio, en mi propia compañía, para no atropellarme, y hablar como un torbellino sin la angustia inexorable de moverme. Recargar para volver a salir.

Dormir en el momento justo.

Respirar en el momento justo.

Retirarte en el momento justo.

Sin hablar.

Inyección de penicilina

Viernes, sábado, domingo, lunes y martes. Después de tantos días tomando el antibiótico el médico no daba crédito esta mañana del estado de mi amigdalitis. "Tienes la garganta como si te hubieras pasado una lija". La infección es enorme, tienen que pincharme penicilina y quiere volver a verme en 48 horas.

"Espera aquí a la enfermera, te va a doler un poco, aunque es sólo un minuto". Buah, pienso yo, es el pinchacito y en un minuto se me ha olvidado. Esa es la interpretación normal del minutito de molestia, ¿no?

"¿Te han inyectado penilicina alguna vez?", joder la enfermera también dándole importancia a ese pinchazo. Así que me empiezo a acojonar y a pensar que esta endición no será como las padecidas hasta ahora. Ha llegado el momento. Me van a jincar pinicilina.

Glúteo derecho. Pierna relajada, en vilo. Allá vamos. ¡Plin! La pierna se tensa y se contrae por completo de manera involuntaria. "Tengo que hacerlo rápido porque si no se solidifica". Dios, qué sensación más rara. No aguanto el dolor. "Una vez inyectada la penicilina se cristaliza". ¿Esto es Matrix? Hay cantidad en la jeringa como para estar un minuto sudando penicilina a través de esta gorda aguja. La contracción muscular llega a su tope. No puedo apoyar la pierna. Salgo cojeando, aturdido y choco con la sonrisa de mediolao de Ma. Que hace un momento me recordaba que inyecciones más grandes han caído.

Nota: Si has llegado a este post, aunque no me conozcas, hazme saber de ti y anímate a dejarme un comentario. Muchísimas gracias.

segunda-feira, 20 de abril de 2009

Trapecio


Durante el mismo día se puede salir y bajar en una noria, y a veces la peor parte y la más reconocible y dolorosa es el descenso y la permanencia bajo la red de protección de la trapecista, como el payaso gilipollas escondiéndose por debajo, comiéndote una mazorca hinchada y dándote cuenta de que los granos de maíz son tus dientes, son tus ilusiones, son tu futuro, grano a grano, perla a perla.

Y de repente escupes de forma irrefrenable la cascada de perlas y sales de tu refugio, te pegas un par de hostias porque el suelo está resbaladizo y sin previo aviso te ilumina el fogonazo de una luz hiriente y circular, que te ciega y te recorta en mitad de la pista del circo, y una ovación te recibe, un súper chachán y todo el mundo te aclama, eres la mejor, la más guay, la más chachi, la más impresionante, inteligente y formidable, y te pones a hacer malabarismos increíbles y acompasados con una nube de alcachofas que eclosionan con flores púrpura con destellos ámbar, y flores de pétalos cárdenos, verde esmeralda, genciana, añiles, , miel, azafrán, blanco lechoso y negro azabache.

Y te conviertes en una maga con los poderes y la clarividencia de un Merlín, y organizas tu laboratorio a medio camino entre el suelo del escenario y las alturas, donde trajinas con ideas, conversaciones apasionantes e inteligentísimas con tus visitantes. Y escribes manuales de alquimia en tu oficina Acme Dreams Are Oh, So Possible Inc., conviertiéndote en el mismísimo Elekhua, el listo y andrógino orisha del cruce de caminos, con su indumentaria roja, brillante, ceñida y atractiva, sabedora de tu visión de luces largas en la noche, de previsión del largo plazo, enviando a quienes se pierden en el cruce de caminos y decisiones al rincón acolchado y comprometedor de la reflexión.

La plataforma asciende por sorpresa y te suben al trapecio demasiado deprisa; intentas encaramarte y encontrarle el equilibrio pero al final, ante la mirada expectante de todo el mundo, das un traspiés aparatoso y te catapultan brutalmente a la red de la trapecista, de donde te descuelgas sin elegancia con un rebote inmenso y ridículo, por el que te enganchas en los muelles de la la lona, y terminas debajo escondiéndote y pasando frío, ignorada con indiferencia, como el payaso gilipollas con la puta y asquerosa mazorca.

Trapecio


Durante el mismo día se puede salir y bajar en una noria, y a veces la peor parte y la más reconocible y dolorosa es el descenso y la permanencia bajo la red de protección de la trapecista, como el payaso gilipollas escondiéndose por debajo, comiéndote una mazorca hinchada y dándote cuenta de que los granos de maíz son tus dientes, son tus ilusiones, son tu futuro, grano a grano, perla a perla.

Y de repente escupes de forma irrefrenable la cascada de perlas y sales de tu refugio, te pegas un par de hostias porque el suelo está resbaladizo y sin previo aviso te ilumina el fogonazo de una luz hiriente y circular, que te ciega y te recorta en mitad de la pista del circo, y una ovación te recibe, un súper chachán y todo el mundo te aclama, eres la mejor, la más guay, la más chachi, la más impresionante, inteligente y formidable, y te pones a hacer malabarismos increíbles y acompasados con una nube de alcachofas que eclosionan con flores púrpura con destellos ámbar, y flores de pétalos cárdenos, verde esmeralda, genciana, añiles, , miel, azafrán, blanco lechoso y negro azabache.

Y te conviertes en una maga con los poderes y la clarividencia de un Merlín, y organizas tu laboratorio a medio camino entre el suelo del escenario y las alturas, donde trajinas con ideas, conversaciones apasionantes e inteligentísimas con tus visitantes. Y escribes manuales de alquimia en tu oficina Acme Dreams Are Oh, So Possible Inc., conviertiéndote en el mismísimo Elekhua, el listo y andrógino orisha del cruce de caminos, con su indumentaria roja, brillante, ceñida y atractiva, sabedora de tu visión de luces largas en la noche, de previsión del largo plazo, enviando a quienes se pierden en el cruce de caminos y decisiones al rincón acolchado y comprometedor de la reflexión.

La plataforma asciende por sorpresa y te suben al trapecio demasiado deprisa; intentas encaramarte y encontrarle el equilibrio pero al final, ante la mirada expectante de todo el mundo, das un traspiés aparatoso y te catapultan brutalmente a la red de la trapecista, de donde te descuelgas sin elegancia con un rebote inmenso y ridículo, por el que te enganchas en los muelles de la la lona, y terminas debajo escondiéndote y pasando frío, ignorada con indiferencia, como el payaso gilipollas con la puta y asquerosa mazorca.

Viajes II


Éste es otro viaje de un minuto de espera para cada tren. Un minuto que se perfila en el marcador electrónico pero que engaña, porque el tren engaña, ahí agazapado en la sombra del túnel entrante, esperando a que la dinámica mecanizada de los trenes siga creando esa ilusión de efectividad, de interdependencia con el ritmo de quienes viajan, los que pasamos los pósters, y los túneles degradados por la humedad y la falta de aire, y los árboles, y las sendas con la velocidad de una mirada a ras de la superficie de un movimiento rápido de ojos.

En las líneas urbanas de metro se congrega otro razonamiento de viaje: estar menos pendiente de un péndulo, de mecerse; es un viaje dinámico hacia el corto plazo, hacia delante, y no se encuentra suspendido en el aire como los trayectos más largos en los que nadie se pregunta ya más.

Estoy enzarzada en una de esas fluctuaciones que provienen de la falta de encuentro conmigo misma, de estar bajo las férreas y metálicas riendas de mi madre, de prescindir de sabores propios en mi boca, de no poder estirar el tiempo a mi favor. Pero resisto en busca de resurgir en los momentos míos en los que te siento y te veo y te deseo y me meto en un universo en technicolor que me empuja suavemente a rendirme ante quien soy, porque te lo tengo que explicar mientras tú me das todo lo que eres.

Y reconozco este momento en el que tengo que revolcarme y sentirme, y activarme, y reconocer que la libertad que me asedia es una emoción que no vendrá a mí sino que soy yo quien tiene que saldar cuentas yendo a su encuentro con valentía, con decisión, con intrepidez y entusiasmo, con fuerza vital, para que todo lo demás en vez de ser una empalizada de destierros y obstáculos sea un manojo de posibilidades encubiertas, una ilusión de ligeros y fruncidos desafíos de los que al salir victoriosa confesaré que he vivido.

Viajes II


Éste es otro viaje de un minuto de espera para cada tren. Un minuto que se perfila en el marcador electrónico pero que engaña, porque el tren engaña, ahí agazapado en la sombra del túnel entrante, esperando a que la dinámica mecanizada de los trenes siga creando esa ilusión de efectividad, de interdependencia con el ritmo de quienes viajan, los que pasamos los pósters, y los túneles degradados por la humedad y la falta de aire, y los árboles, y las sendas con la velocidad de una mirada a ras de la superficie de un movimiento rápido de ojos.

En las líneas urbanas de metro se congrega otro razonamiento de viaje: estar menos pendiente de un péndulo, de mecerse; es un viaje dinámico hacia el corto plazo, hacia delante, y no se encuentra suspendido en el aire como los trayectos más largos en los que nadie se pregunta ya más.

Estoy enzarzada en una de esas fluctuaciones que provienen de la falta de encuentro conmigo misma, de estar bajo las férreas y metálicas riendas de mi madre, de prescindir de sabores propios en mi boca, de no poder estirar el tiempo a mi favor. Pero resisto en busca de resurgir en los momentos míos en los que te siento y te veo y te deseo y me meto en un universo en technicolor que me empuja suavemente a rendirme ante quien soy, porque te lo tengo que explicar mientras tú me das todo lo que eres.

Y reconozco este momento en el que tengo que revolcarme y sentirme, y activarme, y reconocer que la libertad que me asedia es una emoción que no vendrá a mí sino que soy yo quien tiene que saldar cuentas yendo a su encuentro con valentía, con decisión, con intrepidez y entusiasmo, con fuerza vital, para que todo lo demás en vez de ser una empalizada de destierros y obstáculos sea un manojo de posibilidades encubiertas, una ilusión de ligeros y fruncidos desafíos de los que al salir victoriosa confesaré que he vivido.

Frío fuera


Mi hermana era pequeña, muy pequeña, y yo era responsable de ella. Mi padre nos dejó en una cafetería y me dio dinero para pagar, y yo era también muy pequeña, y creo que no hablaba mucho con mi hermana. Ella se sentaba enfrente de mí y el borde de la mesa le llegaba casi por los hombros.

Afuera hacía frío, mucho frío, pero yo le dije a mi hermana que saliéramos, que no podíamos estar en un sitio eternamente sin tomar nada más y salimos fuera, y ella temblaba, las dos temblábamos, el frío mordía y las capuchas de las trencas eran un parapeto de cartón pero no nos calentaban los ojos, ni la boca, ni los oídos, ni la piel sobrecogida.

Vino mi padre y se rio, qué tontas, por qué habíamos salido cuando hacía tanto frío fuera.

Frío fuera


Mi hermana era pequeña, muy pequeña, y yo era responsable de ella. Mi padre nos dejó en una cafetería y me dio dinero para pagar, y yo era también muy pequeña, y creo que no hablaba mucho con mi hermana. Ella se sentaba enfrente de mí y el borde de la mesa le llegaba casi por los hombros.

Afuera hacía frío, mucho frío, pero yo le dije a mi hermana que saliéramos, que no podíamos estar en un sitio eternamente sin tomar nada más y salimos fuera, y ella temblaba, las dos temblábamos, el frío mordía y las capuchas de las trencas eran un parapeto de cartón pero no nos calentaban los ojos, ni la boca, ni los oídos, ni la piel sobrecogida.

Vino mi padre y se rio, qué tontas, por qué habíamos salido cuando hacía tanto frío fuera.

Viajes


Es un viaje distinto a la mayoría de los viajes. Reconozco que mis viajes son pequeños, poca cosa, como mucho viajes que emprendo para evitar andar media hora o poco más. Ahora como tu casa está en la otra punta me encuentro viajando a través del espacio -en 45 minutos para llegar hasta ti, son los sempiternos 45 minutos que he de repetir muchas veces en el futuro hasta que se me hagan familiares, y no tenga que pensar en el viaje y los trasbordos, sino que simplemente decida qué es lo que voy a hacer, decirme a mí misma, qué es lo que va a pasar, porque siempre pasan cosas en un viaje o al menos se te pasan cosas por los ojos.

Mis viajes son alunizajes, son trayectos truncados en un destino, son como estas páginas, como las hojas de los árboles que acabarán siendo pasto del humus vegetal y literario. Son minúsculos torbellinos del entendimiento, de la prisa, de la pretensión de estar en más de un sitio a la vez. Son la medida entre un túnel y otro y una barrera de luces rojas y blancas entre destinos.

Pero yo suelo preferir los viajes cortos, cuanto más cortos mejor. En realidad me gustaría que fuesen tan pequeños que terminara siendo como si no me moviese del sitio, como si simplemente se tratara de tragar aire como un pez y expulsar una burbuja. Como escudos del murmullo de la llegada de un tren, y de repente fuera el de su trasbordo a un lugar cálido, sin esfuerzos, sin reflexión, sin complejos.

También existen los viajes sensuales que para mí son como si la mente te mintiera, y hoy que es domingo te dejaras invadir por esa tragedia dominguera, replegable, pastosa y embaucadora. Los domingos para mí sólo son buenos para conocer a gente. Para llevarles por el viaje de tu vida hacia el doblez de tu identidad, de tu personalidad. Y escapar de la semana anterior, pero también de la que viene.

Por eso más que un viaje es una escaramuza, una palanca para escabullirte por debajo de la cotidianeidad, de la imprecisión, de tu ánimo, de las inquietudes pasajeras, de la circunstancias, las vedas, los insultos, la rabia, el mareo, el tumulto, la confusión, el trajín y la rueda de la ratoncita que, total, no te llevan nada más que a un viaje a ninguna parte ...

Viajes


Es un viaje distinto a la mayoría de los viajes. Reconozco que mis viajes son pequeños, poca cosa, como mucho viajes que emprendo para evitar andar media hora o poco más. Ahora como tu casa está en la otra punta me encuentro viajando a través del espacio -en 45 minutos para llegar hasta ti, son los sempiternos 45 minutos que he de repetir muchas veces en el futuro hasta que se me hagan familiares, y no tenga que pensar en el viaje y los trasbordos, sino que simplemente decida qué es lo que voy a hacer, decirme a mí misma, qué es lo que va a pasar, porque siempre pasan cosas en un viaje o al menos se te pasan cosas por los ojos.

Mis viajes son alunizajes, son trayectos truncados en un destino, son como estas páginas, como las hojas de los árboles que acabarán siendo pasto del humus vegetal y literario. Son minúsculos torbellinos del entendimiento, de la prisa, de la pretensión de estar en más de un sitio a la vez. Son la medida entre un túnel y otro y una barrera de luces rojas y blancas entre destinos.

Pero yo suelo preferir los viajes cortos, cuanto más cortos mejor. En realidad me gustaría que fuesen tan pequeños que terminara siendo como si no me moviese del sitio, como si simplemente se tratara de tragar aire como un pez y expulsar una burbuja. Como escudos del murmullo de la llegada de un tren, y de repente fuera el de su trasbordo a un lugar cálido, sin esfuerzos, sin reflexión, sin complejos.

También existen los viajes sensuales que para mí son como si la mente te mintiera, y hoy que es domingo te dejaras invadir por esa tragedia dominguera, replegable, pastosa y embaucadora. Los domingos para mí sólo son buenos para conocer a gente. Para llevarles por el viaje de tu vida hacia el doblez de tu identidad, de tu personalidad. Y escapar de la semana anterior, pero también de la que viene.

Por eso más que un viaje es una escaramuza, una palanca para escabullirte por debajo de la cotidianeidad, de la imprecisión, de tu ánimo, de las inquietudes pasajeras, de la circunstancias, las vedas, los insultos, la rabia, el mareo, el tumulto, la confusión, el trajín y la rueda de la ratoncita que, total, no te llevan nada más que a un viaje a ninguna parte ...

20 de abril

Hay fechas que las tengo presentes por las canciones: el 7 de septiembre, el 9 de noviembre y principalmente el 20 de abril. Me gusta esta canción. Aunque al escucharla no pienso en nadie. ¿Será porque no he perdido a ninguno de esos amigos? ¿Será porque no los echo de menos?

sábado, 18 de abril de 2009

Mal de amores

Primero he de avisar que escribo esto bajo los efectos de la fiebre, el antibiótico, el jarabe antitusivo (eso sí, sin codeína) y strepsils con vitamina C.

La primavera sigue sin llegar. Así que no hay sangre alterada. Pero sí corazones. Dos personas cercanas están sufriendo mal de amores. Creo que es doloroso y se pasa mal. Sólo hay que verlas cuando las animas a hacer algo productivo y les sale un gesto automático de subirse la manta a la nariz y arrebujarse en el sofá. Llorar. Llorar.

Me sé la teoría y siempre doy el consejo de que tu debilidad es su seguridad. Y que el mal de amores hay que tratarlo como una adicción, por lo que nada de mensajes, ni correos electrónicos, ni visitar su página de facebook.

Lo paso mal por ellas. Creo que es una situación dura. A pesar de la opinión de gente como mi amiga Dallane (sí, la mujer de hielo), que insta a sacar el amor propio y un poquito de orgullo en las rupturas del corazón.

Diosmiodemivida no me apetece nada pasar por esto, por eso tengo cada día más claro que veo complicado lo del amor. Creo más en una buena compañía para el viaje de la vida. Yo creo cada vez más en la amistad, en las entrañables amistades.

Miembro extraño



Hay veces que las palabras van por su lado y tú por el tuyo, tu cuerpo desligado de todo lo que le pasa a la mente. Y tú no te reconoces en las decisiones historiadas de tu vida, las imprecisiones de tu alma, las narraciones activas de tu cuerpo, que son como llagas endulzadas de historias mínimas.

Hay veces que esta sensación te acorrala y no sabes dónde meterte porque en realidad no sabes dónde te has metido. Hacía un par de días estabas haciendo cosas que no es que no fueran importantes, lo eran, pero te estaban llevando algo más lejos de lo que esperabas, lejos de ti, como si tú y tu circunstancia ya no fueseis valedoras la una de la otra, como si lo que haces es una cosa y lo que eres, vamos a ponerlo así, es otra.

No es que haya una disasociación bicéfala, eso sería fácil de detectar. Es más bien una sensación anodina, algo desagradable que te va invadiendo, que, sí, te termina acorralando, que se apodera de tu cuerpo también, y al final cada parte va por su lado. Y no te identificas con tu cuerpo porque él se cansa o se acelera o come mucho o ya no puedes confiar en él, porque te deja tirada en las esquinas o duerme demasiado o te duele, y, desde luego, cuando llega la tarde, que pudiera ser tu redención, olvídate: se comportará como un caballo percherón aburrido y viejo. Además estarás en el momento incorrecto en el lugar incorrecto.

Y tu mente se ha escabullido detrás del manto de acero del arco iris, que suena muy bien y muy Over the Rainbow, pero en realidad es un martirio, una incierta desgracia, porque esos planes que esbozabas se te han escapado como un sueño sin ovillar, sin atrapar después de despertarte en medio de la confusión de un despertador insolente. Y la historia de tu vida, bueno, de esa sí que olvídate, restriégate los ojos, la piel con un cepillo con jabón de Marsella si quieres, porque se escribe sola, como los cubos de agua y las escobas de Mickey Mouse en el Aprendiz de Brujo.

Y todo esto suena muy onírico y guay y mágico, pero es una mierda, es una mierda, porque no sabes cuál será el próximo golpe de gracia que te va a levantar ya no el ánimo sino la vida desde que te despistaste y la dejaste atrás, como un elemento extraño al que tu cuerpo tiene alergia y rechaza.

Pero de una cosa sí puedes estar segura, al menos, todo cambia, todo evoluciona, no sabes cuáles serán las claves exactas, pero si pulsas las teclas adecuadas, si haces, no aquello que todo el mundo te indica que hagas, sino lo que tu llamita acallada de la intuición te suspira que lleves a cabo, tal vez, sólo tal vez, te dirijas en la dirección justa y precisa hacia un estado de bienestar personal, donde ya no tienes que tener planes ni estupideces por el estilo porque estás volando en la cresta de la ola y ves el mundo un poco por debajo, no a tu merced ni nada de eso, sino de alguna forma amansado, acompasado en parte con tu propio ritmo o al menos en armonía, de ésa que suenan en tu mente y, no te engañes, sólo en tu mente y en tu mente sólo. Y luego resulta que el murmullo y el runrún le llega a otra gente y es beneficioso hasta para la cosecha de bienes, de ruegos y preguntas.

Miembro extraño



Hay veces que las palabras van por su lado y tú por el tuyo, tu cuerpo desligado de todo lo que le pasa a la mente. Y tú no te reconoces en las decisiones historiadas de tu vida, las imprecisiones de tu alma, las narraciones activas de tu cuerpo, que son como llagas endulzadas de historias mínimas.

Hay veces que esta sensación te acorrala y no sabes dónde meterte porque en realidad no sabes dónde te has metido. Hacía un par de días estabas haciendo cosas que no es que no fueran importantes, lo eran, pero te estaban llevando algo más lejos de lo que esperabas, lejos de ti, como si tú y tu circunstancia ya no fueseis valedoras la una de la otra, como si lo que haces es una cosa y lo que eres, vamos a ponerlo así, es otra.

No es que haya una disasociación bicéfala, eso sería fácil de detectar. Es más bien una sensación anodina, algo desagradable que te va invadiendo, que, sí, te termina acorralando, que se apodera de tu cuerpo también, y al final cada parte va por su lado. Y no te identificas con tu cuerpo porque él se cansa o se acelera o come mucho o ya no puedes confiar en él, porque te deja tirada en las esquinas o duerme demasiado o te duele, y, desde luego, cuando llega la tarde, que pudiera ser tu redención, olvídate: se comportará como un caballo percherón aburrido y viejo. Además estarás en el momento incorrecto en el lugar incorrecto.

Y tu mente se ha escabullido detrás del manto de acero del arco iris, que suena muy bien y muy Over the Rainbow, pero en realidad es un martirio, una incierta desgracia, porque esos planes que esbozabas se te han escapado como un sueño sin ovillar, sin atrapar después de despertarte en medio de la confusión de un despertador insolente. Y la historia de tu vida, bueno, de esa sí que olvídate, restriégate los ojos, la piel con un cepillo con jabón de Marsella si quieres, porque se escribe sola, como los cubos de agua y las escobas de Mickey Mouse en el Aprendiz de Brujo.

Y todo esto suena muy onírico y guay y mágico, pero es una mierda, es una mierda, porque no sabes cuál será el próximo golpe de gracia que te va a levantar ya no el ánimo sino la vida desde que te despistaste y la dejaste atrás, como un elemento extraño al que tu cuerpo tiene alergia y rechaza.

Pero de una cosa sí puedes estar segura, al menos, todo cambia, todo evoluciona, no sabes cuáles serán las claves exactas, pero si pulsas las teclas adecuadas, si haces, no aquello que todo el mundo te indica que hagas, sino lo que tu llamita acallada de la intuición te suspira que lleves a cabo, tal vez, sólo tal vez, te dirijas en la dirección justa y precisa hacia un estado de bienestar personal, donde ya no tienes que tener planes ni estupideces por el estilo porque estás volando en la cresta de la ola y ves el mundo un poco por debajo, no a tu merced ni nada de eso, sino de alguna forma amansado, acompasado en parte con tu propio ritmo o al menos en armonía, de ésa que suenan en tu mente y, no te engañes, sólo en tu mente y en tu mente sólo. Y luego resulta que el murmullo y el runrún le llega a otra gente y es beneficioso hasta para la cosecha de bienes, de ruegos y preguntas.

sexta-feira, 17 de abril de 2009

Todo


Hoy es día de encuentros, de miramares y esfuerzos recompensados.

Especímenes diversos, empresas incandescentes, impropias, encandiladas, interesantes.

No saben atravesar prismas volantes ni reuniones volantes. No presionan las membranas del aire para aniquilar a los insurrectos, ni sazonar la vida de inesperados sucesos febriles, ni desesperanzadas penas. Prístinos y desusados, entrecortados fenómenos infiltrados. Entre tanto surgen las dudas, las prímulas empedernidas, los duelos con los alunizajes, las embestidas de sazonadas e irrecuperables y ansiadas catatónicas salidas al sueño reparador de mallas entrecortadas. Son impresiones tenues de estremecedores y vacíos temblores del pensamiento, que arden en rápidas esquinas como perseguidas entre mínimas y bajas presiones sanguíneas. El tejido entreverado salta a la vista por la entrega común al circunspecto suelo, y la soledad emparentada con la huida.

Quiero blindarme con seguridades, con impuestas y entrevistas rendiciones al sonido hueco y fermentado de las dudas. La atmósfera es incierta, pero no por ello menos real, y los márgenes son páramos interpuestos a la verdad sin cotejar, a la verdad entreverada, a la verdad imprescindible, sincera y sencilla, a la verdad sin matices como un latigazo de cinturón paterno o una bofetada cruzada de plata desvirtuada por la impaciencia materna.

Para transitarla hace falta esperanza, tiento, dedicación y desperezarse del sueño baldío, de la parálisis del ánimo, paralizada por su conversión evitable a la antracita, por su tibia e inalterable predisposición a extinguirse con las pruebas, con la exposición al intemperie, con la retorcida sensación de detención interrumpida y valiente siempre que aparecen señales de abandono. Abandono en aquellas intersecciones con las heridas en la sangre, con la captura en las cápsulas de la hemoglobina, con las manchas de las impresiones en la piel, con la desvaída y gris enternecida presencia del erial de la nada, de la prefectura del golpe de la rabia, de la inactividad, con las manos atadas, con las cuentas claras y vacías, y las arcas extrañas y robadas entre zarandeos y tirones del viento.

Emprender un camino contracorriente entre las sendas de los soplos cardíacos, en las simples remesas de la nada, para entregarte a ti misma y recoger a Excálibur, entre tanto trasiego, entre las brumas de la ansiada soledad y las simples moradas del terror vencido, capturado inane y reventado entre sus propias marismas ininteligibles.

Esas son las oportunidades clave que cambiarán todo, que solidificarán todo, que emprenderán y propiciarán un ávido rapport con todo, que no se entenderán pero que avituallarán todo, impulsarán todo y repatriarán todo en su justa medida, con sus antiguas represalias y favores, con sus escapadas y fugas, con las quejas revisadas y aumentadas sin que se trastee ni se trampee con el inocuo transcurso del tiempo, ensimismamientos rastreados, contrariados mientras cunde el pánico terrestre y se reciclan las tránsfugas trampas que sin duda se retirarán sin dejar rastro.

Todo


Hoy es día de encuentros, de miramares y esfuerzos recompensados.

Especímenes diversos, empresas incandescentes, impropias, encandiladas, interesantes.

No saben atravesar prismas volantes ni reuniones volantes. No presionan las membranas del aire para aniquilar a los insurrectos, ni sazonar la vida de inesperados sucesos febriles, ni desesperanzadas penas. Prístinos y desusados, entrecortados fenómenos infiltrados. Entre tanto surgen las dudas, las prímulas empedernidas, los duelos con los alunizajes, las embestidas de sazonadas e irrecuperables y ansiadas catatónicas salidas al sueño reparador de mallas entrecortadas. Son impresiones tenues de estremecedores y vacíos temblores del pensamiento, que arden en rápidas esquinas como perseguidas entre mínimas y bajas presiones sanguíneas. El tejido entreverado salta a la vista por la entrega común al circunspecto suelo, y la soledad emparentada con la huida.

Quiero blindarme con seguridades, con impuestas y entrevistas rendiciones al sonido hueco y fermentado de las dudas. La atmósfera es incierta, pero no por ello menos real, y los márgenes son páramos interpuestos a la verdad sin cotejar, a la verdad entreverada, a la verdad imprescindible, sincera y sencilla, a la verdad sin matices como un latigazo de cinturón paterno o una bofetada cruzada de plata desvirtuada por la impaciencia materna.

Para transitarla hace falta esperanza, tiento, dedicación y desperezarse del sueño baldío, de la parálisis del ánimo, paralizada por su conversión evitable a la antracita, por su tibia e inalterable predisposición a extinguirse con las pruebas, con la exposición al intemperie, con la retorcida sensación de detención interrumpida y valiente siempre que aparecen señales de abandono. Abandono en aquellas intersecciones con las heridas en la sangre, con la captura en las cápsulas de la hemoglobina, con las manchas de las impresiones en la piel, con la desvaída y gris enternecida presencia del erial de la nada, de la prefectura del golpe de la rabia, de la inactividad, con las manos atadas, con las cuentas claras y vacías, y las arcas extrañas y robadas entre zarandeos y tirones del viento.

Emprender un camino contracorriente entre las sendas de los soplos cardíacos, en las simples remesas de la nada, para entregarte a ti misma y recoger a Excálibur, entre tanto trasiego, entre las brumas de la ansiada soledad y las simples moradas del terror vencido, capturado inane y reventado entre sus propias marismas ininteligibles.

Esas son las oportunidades clave que cambiarán todo, que solidificarán todo, que emprenderán y propiciarán un ávido rapport con todo, que no se entenderán pero que avituallarán todo, impulsarán todo y repatriarán todo en su justa medida, con sus antiguas represalias y favores, con sus escapadas y fugas, con las quejas revisadas y aumentadas sin que se trastee ni se trampee con el inocuo transcurso del tiempo, ensimismamientos rastreados, contrariados mientras cunde el pánico terrestre y se reciclan las tránsfugas trampas que sin duda se retirarán sin dejar rastro.

Dudas


Principios de tinta. Carruseles viejos de empresas vanas y sempiternas dudas. Inútiles quimeras, que, sin embargo, se persiguen .... Alambradas abandonadas en busca de un nuevo refugio. Emprendo nuevos principios de tinta imbuidos por nuevas esperanzas rescatadas de un ánfora del naufragio. Entretengo mis dudas como una jaula carromato de animales fantásticos y de leyenda. No sé si liberarlas o hacerlas formar parte de un conglomerado bestiario de cuento con sendas encantadas, preñadas de fantasía, inéditas en su primorosa belleza ...

No sé dónde me llevará este viaje submarino de grottos, manfrottos y meteoritos impermeables e impregnados de energía lunar y cera de colores incandescente.

Eres imposiblemente hermosa, dulce, y tu cariño empapa mi resquemor arisco. Yo pensaba ser tierna pero mantengo canciones piratas en mi lucha contra mis inquietos barcos fantasmas. Quiero emprender aventuras ciegas y estratagemas transparentes, impávidas, encendidas, baluartes de valores de amores apasionados en busca y captura de mi Excálibur.

Siento de repente que pudiera estar muy cerca de un destino cierto de amor, protección, ensimismamiento con la vida, a dos tramos de la sinrazón amorosa, por un trago de la pócima nacarina de la fortuna.

Dudas


Principios de tinta. Carruseles viejos de empresas vanas y sempiternas dudas. Inútiles quimeras, que, sin embargo, se persiguen .... Alambradas abandonadas en busca de un nuevo refugio. Emprendo nuevos principios de tinta imbuidos por nuevas esperanzas rescatadas de un ánfora del naufragio. Entretengo mis dudas como una jaula carromato de animales fantásticos y de leyenda. No sé si liberarlas o hacerlas formar parte de un conglomerado bestiario de cuento con sendas encantadas, preñadas de fantasía, inéditas en su primorosa belleza ...

No sé dónde me llevará este viaje submarino de grottos, manfrottos y meteoritos impermeables e impregnados de energía lunar y cera de colores incandescente.

Eres imposiblemente hermosa, dulce, y tu cariño empapa mi resquemor arisco. Yo pensaba ser tierna pero mantengo canciones piratas en mi lucha contra mis inquietos barcos fantasmas. Quiero emprender aventuras ciegas y estratagemas transparentes, impávidas, encendidas, baluartes de valores de amores apasionados en busca y captura de mi Excálibur.

Siento de repente que pudiera estar muy cerca de un destino cierto de amor, protección, ensimismamiento con la vida, a dos tramos de la sinrazón amorosa, por un trago de la pócima nacarina de la fortuna.

quinta-feira, 16 de abril de 2009

La más grande

Porque yo sabía que tú eras un tío grande, porque yo sabía que alguna vez llegaría este momento en el que tu valía fuera reconocida por esta ciudad...

¡¡POR TI, EN TU HONOR!!

Cortesía de Mario, foto tomada el martes 14 abril en el barrio de Carabanchel, Madrid.

quarta-feira, 15 de abril de 2009

Reencuentro


A veces, muy a menudo, el día está impregnado de esta sensación de no ser tú. De estar gravitando en algo raro, en un caldo de sabor de goma donde tú eres el pollo. Son momentos puntuales, pero me hacen querer escapar, bajarme

Reencuentro


A veces, muy a menudo, el día está impregnado de esta sensación de no ser tú. De estar gravitando en algo raro, en un caldo de sabor de goma donde tú eres el pollo. Son momentos puntuales, pero me hacen querer escapar, bajarme

Fábulas


Tengo que ir a recoger las recetas y el cóctel de medicamentos de mi padre. Puedo disponer de unos minutos para mí. Me he pasado todo el día cuidando de esta bronquitis en casa de mi madre y no he hecho nada más. Sólo empezar el libro Sputnik Sweetheart de Murakami que, por que lo que atisbo, parece que trata sobre el amor verdadero. Me interesaría profundizar más sobre el tema. Desde luego se lee fácil y lo agradezco, aunque secretamente pienso que o M. no es tan buen escritor como dicen o las traducciones del japonés no pueden ser a la fuerza tan exquisitas como el original. De todas formas, esto no tiene sentido, porque lo que yo sé de él y su gran fama viene de sus traducciones ...

Escaneo las calles de camino al ambulatorio. Siempre que ando por aquí me acuerdo de lo que estaba antes. Allí, una mercería, allá, una tienda de comestibles, un pequeño y novedoso híper, una tienda de Benetton. O miro a ver lo que cayó con los años (o con la crisis ...) Recuerdo a mi portero, Adrián, emborrachándose con chatos de vino en el bar "La Amistad".

En el bar en el que me encuentro ahora, cerca de lo que era antes la pastelería La Habana (fuente de sueños dulces infantiles), antes no se podía fumar, justo cuando comenzó la ley anti-tabaco. Y al entrar me choca la cara una bofetada de calor. Lo primero que veo es un tío mayor fumando un pitillo de tabaco negro, mareando con su cháchara de mosca de bar al camarero en la barra. Es un sitio pequeñisimo; nadie más está fumando. Ahora hasta tienen máquina de tabaco.

Me doy cuenta de que el mito de escribir en un café no es tal en mi caso porque para mí hay demasiado ruido en un café, en todos los bares del mundo. Pero la música es agradable. Una señora habla con otra sobre una pareja enamorada que se conoció en Venecia durante un Erasmus. Yo tengo que comprar Súper Glue para pegar el tubo de la aspiradora, recuerdo, para que no se me olvide.

Hoy me he sentido mal todo el día porque mi madre estaba de malas; exige silencio absoluto, y luego vino la chica y cuando está trajinando por ahí yo no me siento cómoda. En realidad debería estar en mi casa donde tal vez me hubiera puesto a hacer cosas útiles: por ejemplo, terminar la copia de seguridad del portátil, montar el otro PC; seguro que me hubiera apetecido después de cuatro meses, y volver a abordar el montaje y sonorización del corto. En vez de eso he estado friéndome de calor en la casa de mi madre, y se me ha caído la piel a tiras por la sequedad de la calefacción central. Encima he comido como una cerda.

Suena el móvil, creí que era Inmortal Beloved y me acuerdo de que sigo sin encontrar el CD de Norah Jones del que sale la sintonía de mi móvil. Tendré que bajármelo. Es mi madre: "¿Te busco?", escribe en un mensaje. Siguen entrando señoras en este bar: "Con el Natrex echas una y se te pone dulce, dulce, dulce. Mientras lo estoy tomando no me gusta." Música tipo Betty Blue. Me tengo que dar prisa con el café. He pedido más leche caliente para diluirlo y no me lo estoy bebiendo. Apenas me quedan unos minutos para llegar al ambulatorio. Le dejo 40 céntimos al chico argentino, aunque el café ha costado €1.50 El chico me ha explicado que la mezcla natural es más fuerte.

Salgo corriendo y paso por el antiguo Musical Argüelles que es ahora el Banco de Santander. Llego al ambulatorio a unos minutos de que salga nuestro médico gafapasta de diseño:

Carlos
Remilde
José Antonio
Alejandro Gómez!!

Lee la lista y me mira cuando dice el nombre de mi padre. Cambié a JC de mi médico al de mi padre. No podía tener a nadie más en su cuota y me di de baja yo, que además me mudaba, para que pudiera tratarle mi padre. Nos hizo un favor. Es un médico riquísimo y se preocupa de la gente.

No veo el folde que llevaba en la mano y luego resulta que lo tengo bien apresado bajo la mano izquierda y el abrigo. Claro que lo tengo, yo no suelo perder nada, pero basta con que sea algo relacionado con mi madre para ponerme nerviosa.

"Conozca a su enfermero/a", "Papiloma Humano". Las chicas guapísimas, jóvenes, en el póster del papiloma humano no dan el pego del todo.

La protagonista de Sputnik Sweetheart piensa que la vida no tiene sentido si no es para escribir. Sí, yo también lo pienso: mi único interés en la vida es escribir y crear. Aunque no haga nada, aunque los minutos sean como hojas de trébol que se desgranan solas.

Este café me ha mareado y me está obligando a sacar fuerzas de donde no tengo. Intenta crear su efecto derrame de adrenalina que es en realidad nitroglicerina. Odio estar en casa de mi madre, no hay redención. Tengo que acordarme de no quedarme a dormir, o llevarlo mejor.

"Hola, Betina. Buenas tardes", dice JC a una viejita escuchimizada. Mi móvil suena a lo bestia en la sala de espera. Mi madre me espera fuera, le escribo que en 10 minutos saldré. Luego suena el de un chico con una mensaje y una sintonía tipo Kill Bill, y es más estrepitoso que mi Norah Jones, relajante y jazzy. Oigo a JC con su ceceo y su voz gutural: "Con razón de más". Es un encanto, un tío especial. Espero que no haya ningún/a médic@ de prácticas en su consulta. Les he cogido manía. Suena otro móvil de alguien y es como el carrito de los helados de Londres.

Estoy súper mareada. He estado dudando todo el día si realmente estaba enferma, pero ahora que siento náuseas me doy cuenta de que soy más que floja. Me pregunto si alguna vez aparte de mis guiones escribiré ficción literaria. IB dice que cuando hablo lo hago de forma fabulada (que no fabulosa). No sé si es verdad ...

Fábulas


Tengo que ir a recoger las recetas y el cóctel de medicamentos de mi padre. Puedo disponer de unos minutos para mí. Me he pasado todo el día cuidando de esta bronquitis en casa de mi madre y no he hecho nada más. Sólo empezar el libro Sputnik Sweetheart de Murakami que, por que lo que atisbo, parece que trata sobre el amor verdadero. Me interesaría profundizar más sobre el tema. Desde luego se lee fácil y lo agradezco, aunque secretamente pienso que o M. no es tan buen escritor como dicen o las traducciones del japonés no pueden ser a la fuerza tan exquisitas como el original. De todas formas, esto no tiene sentido, porque lo que yo sé de él y su gran fama viene de sus traducciones ...

Escaneo las calles de camino al ambulatorio. Siempre que ando por aquí me acuerdo de lo que estaba antes. Allí, una mercería, allá, una tienda de comestibles, un pequeño y novedoso híper, una tienda de Benetton. O miro a ver lo que cayó con los años (o con la crisis ...) Recuerdo a mi portero, Adrián, emborrachándose con chatos de vino en el bar "La Amistad".

En el bar en el que me encuentro ahora, cerca de lo que era antes la pastelería La Habana (fuente de sueños dulces infantiles), antes no se podía fumar, justo cuando comenzó la ley anti-tabaco. Y al entrar me choca la cara una bofetada de calor. Lo primero que veo es un tío mayor fumando un pitillo de tabaco negro, mareando con su cháchara de mosca de bar al camarero en la barra. Es un sitio pequeñisimo; nadie más está fumando. Ahora hasta tienen máquina de tabaco.

Me doy cuenta de que el mito de escribir en un café no es tal en mi caso porque para mí hay demasiado ruido en un café, en todos los bares del mundo. Pero la música es agradable. Una señora habla con otra sobre una pareja enamorada que se conoció en Venecia durante un Erasmus. Yo tengo que comprar Súper Glue para pegar el tubo de la aspiradora, recuerdo, para que no se me olvide.

Hoy me he sentido mal todo el día porque mi madre estaba de malas; exige silencio absoluto, y luego vino la chica y cuando está trajinando por ahí yo no me siento cómoda. En realidad debería estar en mi casa donde tal vez me hubiera puesto a hacer cosas útiles: por ejemplo, terminar la copia de seguridad del portátil, montar el otro PC; seguro que me hubiera apetecido después de cuatro meses, y volver a abordar el montaje y sonorización del corto. En vez de eso he estado friéndome de calor en la casa de mi madre, y se me ha caído la piel a tiras por la sequedad de la calefacción central. Encima he comido como una cerda.

Suena el móvil, creí que era Inmortal Beloved y me acuerdo de que sigo sin encontrar el CD de Norah Jones del que sale la sintonía de mi móvil. Tendré que bajármelo. Es mi madre: "¿Te busco?", escribe en un mensaje. Siguen entrando señoras en este bar: "Con el Natrex echas una y se te pone dulce, dulce, dulce. Mientras lo estoy tomando no me gusta." Música tipo Betty Blue. Me tengo que dar prisa con el café. He pedido más leche caliente para diluirlo y no me lo estoy bebiendo. Apenas me quedan unos minutos para llegar al ambulatorio. Le dejo 40 céntimos al chico argentino, aunque el café ha costado €1.50 El chico me ha explicado que la mezcla natural es más fuerte.

Salgo corriendo y paso por el antiguo Musical Argüelles que es ahora el Banco de Santander. Llego al ambulatorio a unos minutos de que salga nuestro médico gafapasta de diseño:

Carlos
Remilde
José Antonio
Alejandro Gómez!!

Lee la lista y me mira cuando dice el nombre de mi padre. Cambié a JC de mi médico al de mi padre. No podía tener a nadie más en su cuota y me di de baja yo, que además me mudaba, para que pudiera tratarle mi padre. Nos hizo un favor. Es un médico riquísimo y se preocupa de la gente.

No veo el folde que llevaba en la mano y luego resulta que lo tengo bien apresado bajo la mano izquierda y el abrigo. Claro que lo tengo, yo no suelo perder nada, pero basta con que sea algo relacionado con mi madre para ponerme nerviosa.

"Conozca a su enfermero/a", "Papiloma Humano". Las chicas guapísimas, jóvenes, en el póster del papiloma humano no dan el pego del todo.

La protagonista de Sputnik Sweetheart piensa que la vida no tiene sentido si no es para escribir. Sí, yo también lo pienso: mi único interés en la vida es escribir y crear. Aunque no haga nada, aunque los minutos sean como hojas de trébol que se desgranan solas.

Este café me ha mareado y me está obligando a sacar fuerzas de donde no tengo. Intenta crear su efecto derrame de adrenalina que es en realidad nitroglicerina. Odio estar en casa de mi madre, no hay redención. Tengo que acordarme de no quedarme a dormir, o llevarlo mejor.

"Hola, Betina. Buenas tardes", dice JC a una viejita escuchimizada. Mi móvil suena a lo bestia en la sala de espera. Mi madre me espera fuera, le escribo que en 10 minutos saldré. Luego suena el de un chico con una mensaje y una sintonía tipo Kill Bill, y es más estrepitoso que mi Norah Jones, relajante y jazzy. Oigo a JC con su ceceo y su voz gutural: "Con razón de más". Es un encanto, un tío especial. Espero que no haya ningún/a médic@ de prácticas en su consulta. Les he cogido manía. Suena otro móvil de alguien y es como el carrito de los helados de Londres.

Estoy súper mareada. He estado dudando todo el día si realmente estaba enferma, pero ahora que siento náuseas me doy cuenta de que soy más que floja. Me pregunto si alguna vez aparte de mis guiones escribiré ficción literaria. IB dice que cuando hablo lo hago de forma fabulada (que no fabulosa). No sé si es verdad ...

terça-feira, 14 de abril de 2009

CD Pagodart ao vivo no BLOCO O BICHO

CD Pagodart ao vivo no BLOCO O BICHO, Pagode ou Pagodão Baiano Salvador Bahia Brasil.

1•EMPURRÃO
2•CHIFRUDO
3• QUANDO A CARRETA PASSA
4• POCHETE OU DE MOCHILA
5• BALACUBACO
6•(NOVA)PAU LÁ ATRAZ
7• SANTINHA
8• SOU SEU QUEIMADINHO
9• COLE CORDA
10• RALA A XANA NO ASFALTO
11• ATITUDE DE HOMEM
12• PIMBA
13•ROLÃO
14•PERERECA
15•COQUEIRINHO
16•PRANCHINHA
17•TE QUERO TODINHA
18•SOMA DOS MUITO DOIDO
19•SOMAS DAS MULHERES
20•METIDINHA
21•CARA DE PAPUDA
22•TCHUCU
23•VOU DAR UNS PAU
24•KUDURU
25•QUEBRE IGUAL A NEGONA
26•FAROL DE NEBLINA
27•BANHO DE SOL
28•VAI SER DERRUBADO

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CD Black Style em Nova Fátima Bar Casa Velha ao vivo 2009


Black Style em Nova Fátima no Bar Casa Velha 2009, Pagodão Baiano disponível para Download.
A Banda Black Style é de Salvador Bahia Brasil. Muito bom o show.

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Cansancio


Miro las luces de los coches a las once de la noche. No me importa otear el deslumbramiento que crea estelas concéntricas rodeadas de noche y aire fresco. Estoy esperando al autobús y no me pasa nada cuánto tarde porque no puedo ir andando y estoy en una especie de trance. Tengo los pulmones rellenos de ceniza y no me queda fuelle.

De repente noto una fuerza motriz extraña que me empuja los hombros hacia abajo. Y me duelen los músculos. Luego una pierna flojea y otra dobla la rodilla. Me pregunto si me voy a desmayar. Sería extraño, en mitad de la calle, enfrente de la farmacia del tío que me vendió Lexatín un día y que cuando yo le comenté que valía apenas un euro con algo me filosofó que hay que dopar al mundo y es sencillo. El hombre cierra la farmacia a las once. No tiene sentido. I.B. estará ya muy cerca de su casa. Quiero que duerma y que su primera clase tras las vacaciones sea maravillosa y lúcida. Menos mal que es la profe y no la alumna. Menos mal que no estoy con una jovencita.

El autobús llega y yo me digo que tengo que ganar algo de compostura.

Llego a casa y caigo rendida en la cama después de hablar con I.B. que me apacigua el alma. Sueño como si estuviera despierta y mi habitación estuviera llena de gente a mi alrededor. Es un sueño intenso, pesado, lleno de gente desagradable. Mi hermana tiene quintilliz@s y se llaman Seat, Dorka, Symphony, Conan, y otro nombre que no me acuerdo. Quiero ir a verlos pero no puedo al final. La máquina secadora de ropa de su casa está estropeada. Estamos en una habitación húmeda y mi madre rastrea los pisos y se da cuenta de que hay agua en los cables y los plomos de las máquinas arriba y abajo se han fundido.

Viene la podólogo por la mañana a ver a mi hermano. Tendría que haber dormido en mi casa, me habría reconocido, habría estado dispuesta a hacer cientos de cosas, recuperarme. pero no he podido movilizarme la noche anterior.

Voy al baño diez veces, ayer comí otras diez. Cenizas, cenizas, cenizas.

Cansancio


Miro las luces de los coches a las once de la noche. No me importa otear el deslumbramiento que crea estelas concéntricas rodeadas de noche y aire fresco. Estoy esperando al autobús y no me pasa nada cuánto tarde porque no puedo ir andando y estoy en una especie de trance. Tengo los pulmones rellenos de ceniza y no me queda fuelle.

De repente noto una fuerza motriz extraña que me empuja los hombros hacia abajo. Y me duelen los músculos. Luego una pierna flojea y otra dobla la rodilla. Me pregunto si me voy a desmayar. Sería extraño, en mitad de la calle, enfrente de la farmacia del tío que me vendió Lexatín un día y que cuando yo le comenté que valía apenas un euro con algo me filosofó que hay que dopar al mundo y es sencillo. El hombre cierra la farmacia a las once. No tiene sentido. I.B. estará ya muy cerca de su casa. Quiero que duerma y que su primera clase tras las vacaciones sea maravillosa y lúcida. Menos mal que es la profe y no la alumna. Menos mal que no estoy con una jovencita.

El autobús llega y yo me digo que tengo que ganar algo de compostura.

Llego a casa y caigo rendida en la cama después de hablar con I.B. que me apacigua el alma. Sueño como si estuviera despierta y mi habitación estuviera llena de gente a mi alrededor. Es un sueño intenso, pesado, lleno de gente desagradable. Mi hermana tiene quintilliz@s y se llaman Seat, Dorka, Symphony, Conan, y otro nombre que no me acuerdo. Quiero ir a verlos pero no puedo al final. La máquina secadora de ropa de su casa está estropeada. Estamos en una habitación húmeda y mi madre rastrea los pisos y se da cuenta de que hay agua en los cables y los plomos de las máquinas arriba y abajo se han fundido.

Viene la podólogo por la mañana a ver a mi hermano. Tendría que haber dormido en mi casa, me habría reconocido, habría estado dispuesta a hacer cientos de cosas, recuperarme. pero no he podido movilizarme la noche anterior.

Voy al baño diez veces, ayer comí otras diez. Cenizas, cenizas, cenizas.