domingo, 30 de novembro de 2008

Libros de bolsillo

Salgo a la calle con sabor de domingo extasiado en los labios. Echo de menos compañía para ir a comer a Antón Martín, pero creo que en realidad lo que me falta es un libro que me enzarce y me acostumbre a llevarme fuera de casa.

He descubierto un café de estilo neoyorkino que es nuevo. Sé que no puedo tomar café porque tanto el café como la leche me sientan fatal, pero quiero ir allí para encontrarme rodeada de libros y masticar ese olor de papel tostado por los años, resentido por la humedad e hinchado en su centro por los calores de muchos veranos.

Libros de bolsillo

Salgo a la calle con sabor de domingo extasiado en los labios. Echo de menos compañía para ir a comer a Antón Martín, pero creo que en realidad lo que me falta es un libro que me enzarce y me acostumbre a llevarme fuera de casa.

He descubierto un café de estilo neoyorkino que es nuevo. Sé que no puedo tomar café porque tanto el café como la leche me sientan fatal, pero quiero ir allí para encontrarme rodeada de libros y masticar ese olor de papel tostado por los años, resentido por la humedad e hinchado en su centro por los calores de muchos veranos.

Tut-tut!!

Atención: Poquitos ha recibido un tren por su segundo cumpleaños. Es un tren de colores, muy Playschool, y se ha pasado un día entero volviendo loca a mi hermana jugando con él. Tenía una ilusión loca, y cuando me ha visto en la webcam me llamaba constantemente para enseñármelo. Casi le hacía yo tanta ilusión como el tut-tut :-)

Yo quiero un tren de colores para pasarme días enteros jugando con mis emociones, aireándolas, coloreándolas, revisando sus suturas y dinamizando su marcha. Tut-tut!!

Tut-tut!!

Atención: Poquitos ha recibido un tren por su segundo cumpleaños. Es un tren de colores, muy Playschool, y se ha pasado un día entero volviendo loca a mi hermana jugando con él. Tenía una ilusión loca, y cuando me ha visto en la webcam me llamaba constantemente para enseñármelo. Casi le hacía yo tanta ilusión como el tut-tut :-)

Yo quiero un tren de colores para pasarme días enteros jugando con mis emociones, aireándolas, coloreándolas, revisando sus suturas y dinamizando su marcha. Tut-tut!!

Por la mañana

Hoy me siento mejor, creo que me ha venido bien tener unos días de perspectiva. La creatividad visual vuelve a entrar en mi campo de mira, y como siempre me hace volver a mí misma. Me encanta escribir y leer (aunque ahora tengo una crisis de lectura - George Steiner me centrifugó la cabeza, prefiero leerle a cachitos -vuelvo a Otto Rank y luego a Amazon para pillar algo de Anäis Nin).

Voy a coger el móvil y filmar un vídeo sobre Vincent para ver si le consigo un poco de dinero de mis amig@s con pasta, ya que el tema del permiso de trabajo no va a prosperar.

He escrito una contestación en Público a un artículo sobre la identidad masculina. ¡Qué malo es el periodismo en España! Seguro que hay contadas excepciones, pero, por favor, que me guíen. El periodismo en línea no me convence. No me entero de lo que pasa en el mundo, es tedioso, tendencioso y aburrido. Prefiero la blogosfera mil veces :-)

Voy a tener que ducharme y salir a ver a Vincent, porque estoy de lo más remolona. Pero me ha gustado despertarme con más ilusión y creo que el haber cocinado, lavado y fregado ayer me ha venido bien. Mi intuición al no cuidarme lo suficiente suelta la alerta roja y mi cuerpo y mente se van directamente al infierno si no me doy la seguridad a mí misma de que todo va bien. ¿Qué va primero, la gallina o el huevo?

Hoy he dormido regular, pero posiblemente estoy más descansada. Sé que estoy más animada cuando pienso en proyectos nuevos, me levanto con ganas de salir de casa un ratito y de planear volver para hacer cosas. Tengo varias Babelias atrasadas y voy a echarles el diente. También tengo una cita con mi madre para comprar una nueva lavadora. Nos vamos a echar unas risas como no quepa en el espacio debajo del pollete (palabra castellana que tenemos que recuperar: véase aquí (en mi casa la hemos usado continuamente). Tengo como máximo 80cm de alto de espacio y me voy a arriesgar a pillar la altura estándar que es de 85cm. Bueno, es el Corte Inglés, o sea que siempre se puede devolver. Y seguro que anda loco por vender lavadoras, vender, vender, vender.

En Opencor tienen una oferta de que te gastas €10 euros y te dan otros €10. Creo que voy a picar ... y así comprar pan y queso mientras me espabilo y hago el pedido en Ecología Certificada, que creo que va a ser mi desayuno en invierno, porque no me apetece el muesli demasiado. Es oficial: necesito proteínas para desayunar. A lo mejor estoy dejando de ser pajarita.

Por la mañana

Hoy me siento mejor, creo que me ha venido bien tener unos días de perspectiva. La creatividad visual vuelve a entrar en mi campo de mira, y como siempre me hace volver a mí misma. Me encanta escribir y leer (aunque ahora tengo una crisis de lectura - George Steiner me centrifugó la cabeza, prefiero leerle a cachitos -vuelvo a Otto Rank y luego a Amazon para pillar algo de Anäis Nin).

Voy a coger el móvil y filmar un vídeo sobre Vincent para ver si le consigo un poco de dinero de mis amig@s con pasta, ya que el tema del permiso de trabajo no va a prosperar.

He escrito una contestación en Público a un artículo sobre la identidad masculina. ¡Qué malo es el periodismo en España! Seguro que hay contadas excepciones, pero, por favor, que me guíen. El periodismo en línea no me convence. No me entero de lo que pasa en el mundo, es tedioso, tendencioso y aburrido. Prefiero la blogosfera mil veces :-)

Voy a tener que ducharme y salir a ver a Vincent, porque estoy de lo más remolona. Pero me ha gustado despertarme con más ilusión y creo que el haber cocinado, lavado y fregado ayer me ha venido bien. Mi intuición al no cuidarme lo suficiente suelta la alerta roja y mi cuerpo y mente se van directamente al infierno si no me doy la seguridad a mí misma de que todo va bien. ¿Qué va primero, la gallina o el huevo?

Hoy he dormido regular, pero posiblemente estoy más descansada. Sé que estoy más animada cuando pienso en proyectos nuevos, me levanto con ganas de salir de casa un ratito y de planear volver para hacer cosas. Tengo varias Babelias atrasadas y voy a echarles el diente. También tengo una cita con mi madre para comprar una nueva lavadora. Nos vamos a echar unas risas como no quepa en el espacio debajo del pollete (palabra castellana que tenemos que recuperar: véase aquí (en mi casa la hemos usado continuamente). Tengo como máximo 80cm de alto de espacio y me voy a arriesgar a pillar la altura estándar que es de 85cm. Bueno, es el Corte Inglés, o sea que siempre se puede devolver. Y seguro que anda loco por vender lavadoras, vender, vender, vender.

En Opencor tienen una oferta de que te gastas €10 euros y te dan otros €10. Creo que voy a picar ... y así comprar pan y queso mientras me espabilo y hago el pedido en Ecología Certificada, que creo que va a ser mi desayuno en invierno, porque no me apetece el muesli demasiado. Es oficial: necesito proteínas para desayunar. A lo mejor estoy dejando de ser pajarita.

sábado, 29 de novembro de 2008

Perspectiva III

Hoy, sábado. ¿Qué me lleva pasando toda la semana?

Yo no sé muy bien lo que es tener resaca, pero estas Heineken y su simbología me han dejado el cuerpo hecho unos astrojos. Llevo todos los días de esta semana con dolores musculares tremendos, el estómago hecho unos zorros, teniendo pesadillas todas las noches. Me he levantado estos días como si hubiera sobrevivido mi asesinato y sin haber descansado. Se me ha metido el miedo en el cuerpo con tanta pesadilla y no creo haber pasado de la fase REM del sueño, así que no he tenido un sueño realmente reparador.

Conclusión: me he pasado toda la semana desde el miércoles más o menos hibernando. Bueno, quitemos el menos.

El frío ha llegado a Madrid como si nos hubieran cambiado la espina dorsal por una estalactita, y la gente se ha refugiado en sus casas. Al llegar yo a la mía he ido directamente al sofá y me he puesto a ver películas con una profusidad aberrante. Me he dedicado toda la semana a comer pan con queso y aceite, mi comfort food, de la que viví casi exclusivamente en Londres cuando necesitaba sentirme yo, depurarme, simplificarme, convertirme en la síntesis de mí misma. ¿Necesitaría las grasas después de tanta Heineken este finde?. Mi médico de cabecera me dijo que mis resultados hepáticos no eran normales porque se notaba que no probaba una gota de alcohol, y mi hígado no está acostumbrado a filtrar el agua del caldo de la cebada.

He sentido reumatismo en mis articulaciones y la muy concreta y precisa actitud de no querer hacer absolutamente nada. He confrontado estos días con gran estupor vital y creo que la cosa se consolidó el miércoles después de ver a Bizcochito. Me pasé por el herbolario después de pensármelo mucho porque no había recibido ningún mensaje de texto o esta boca es mía por su parte esta semana. No quería desaparecer del todo pero también me sentía mal por ser yo la que se tuviera que estrellar con las calabazas de frente. Cuando entré no supe qué pensar sobre su actitud. La vi muy nerviosa e intenté disimular. No logramos hablar mucho porque sentí que no iba a abrirse y contarme realmente lo que tenía en mente. La vi muy cabizbaja, frágil, y al final salí apresuradamente de allí, aunque la dejé con una sonrisa que decía algo así como: "Somos amigas, quiero que lo sepas por encima de todo ..." No me extraña que no quiera entablar contacto conmigo. El fin de semana pasado se acercó demasiado al fuego y creo que eso le ha hecho reflexionar. Mi avalancha de mensajes poéticos le habrán puesto sobre aviso. Creo que tiene el derecho de tener una relación con su novio sin que nadie se entrometa. Y también creo que mis sospechas desde que la conocí fueron, aunque intuitivas, fundadas: Bizcochito tiene mucho, mucho peligro.

Así que esta semana mi propio cuerpo me ha servido de centinela y me ha avisado de que debo cuidarme, porque mis escapadas al territorio complejo y desconcertante de las relaciones fluidas no sólo no dan fruto sino que me dejan baldada física y emocionalmente. Las horas transcurridas con estupor viendo cómo mi ropa sucia se acumulaba, los platos quedaban de nuevo sin lavar, la comida sin cocinarse y ni rastro de la peli me hicieron ver al final de estos cuatro días que esto debe acabarse. Es la segunda vez en un mes y pico que caigo sin red y esto no puede convertirse en una costumbre, no gano para sustos y tampoco racionalizo lo suficiente.

He estado observándome y todas estas noches galopantes, retorciéndome por el dolor muscular y de estómago que me ha promovido pesadillas me han hecho procesar mis emociones a un nivel interno muy profundo. He visto como los conatos de una posible depresión eran sofocados por mi matutino Lamictal, y cómo los petardos sin estallar de los pensamientos viles, decrépitos y desahuciantes de la ansiedad se han tenido que volver, ofuscados, por donde habían venido.

Sabes cuándo estás deprimida porque de repente te obsesionas con pensamientos macabros, y debe ser que esta situación con Bizcochito ha hecho que en mi mente vagara la dama desértica, pero gracias a Dios ahora tengo ángeles de la guarda que me protegen. No se ha llegado a materializar ninguna emoción negativa; he comprendido lo de Bizcochito incluso cuando estaba gestándose, y no he llorado casi. Desde el principio de esta crisis me he repetido aquéllo que realmente debería hacer: recomponerme, cuidar de que mis rutinas continúen, no dar tregua a los desengaños y no confiar en la magia exterior hasta que haya dado muestras de ser real.

Ayer terminé el trabajo a las cuatro y media, y desde las cinco y cuarto he estado tumbada en el sofá viendo películas y dormitando, así hasta hoy. No sin haberme ventilado cuatro madalenas y una bolsa de nachos (muy orgánicos pero con sabor a chile, y todavía me arde el estómago, maldito chile en polvo). Esas horas he tenido sueños alimenticios que me han resarcido algo de las pesadillas de la semana. Al final me he levantado como una Lázara y he visto con claridad que tenía que arreglar la casa, escribir, cocinar y volver a la única rutina que me hace sentirme bien, y que es la creativa. Después de eso todo viene rodado.

He tenido una buena, excelente noticia esta semana, y es que he negociado mi contrato en el trabajo y voy a trabajar de autónoma para mi cliente favorito. Esto va a ser un paso hacia adelante importantísimo, porque voy a intentar trabajar una media de cuatro horas diarias y ocupar el resto del tiempo en mis asuntos. No voy a tener que ir a oficinas deprimentes ni aguantar a clientes que te tratan como si fueras infecciosa por ser de la ETT... perdón, la empresa de servicios informáticos. Puedo dejar mi muesli y mi leche de avena en la nevera para desayunar cuando estoy ahí, y tengo mi chiringuito donde trabajo con vistas de décimo piso a Madrid. Además los días son variados y hago muchas cositas; estoy a mis anchas, me divierto y me río un montón con Marcos, me organizo el tiempo como quiero y la gente me respeta. Este año que viene voy a hacer lo que me dé la gana. Impresionante ¿verdad? Sin embargo no he podido procesar demasiado la buena noticia porque tenía el cuerpo asediado y la mente atenazada por la ansiedad que me ha generado la situación con Bizcochito. Supongo que los bipolares somos así.

La verdad es que a pesar de todo he sentido un trasfondo de optimismo y seguridad, aunque sabía que tenían que pasar unos días para poder volver a ser yo misma. Dentro de un ratito voy a meterme de cabeza de nuevo en la peli. Quiero subir los capítulos y dejarme de tonterías. Como siempre, hoy empieza todo.

Perspectiva III

Hoy, sábado. ¿Qué me lleva pasando toda la semana?

Yo no sé muy bien lo que es tener resaca, pero estas Heineken y su simbología me han dejado el cuerpo hecho unos astrojos. Llevo todos los días de esta semana con dolores musculares tremendos, el estómago hecho unos zorros, teniendo pesadillas todas las noches. Me he levantado estos días como si hubiera sobrevivido mi asesinato y sin haber descansado. Se me ha metido el miedo en el cuerpo con tanta pesadilla y no creo haber pasado de la fase REM del sueño, así que no he tenido un sueño realmente reparador.

Conclusión: me he pasado toda la semana desde el miércoles más o menos hibernando. Bueno, quitemos el menos.

El frío ha llegado a Madrid como si nos hubieran cambiado la espina dorsal por una estalactita, y la gente se ha refugiado en sus casas. Al llegar yo a la mía he ido directamente al sofá y me he puesto a ver películas con una profusidad aberrante. Me he dedicado toda la semana a comer pan con queso y aceite, mi comfort food, de la que viví casi exclusivamente en Londres cuando necesitaba sentirme yo, depurarme, simplificarme, convertirme en la síntesis de mí misma. ¿Necesitaría las grasas después de tanta Heineken este finde?. Mi médico de cabecera me dijo que mis resultados hepáticos no eran normales porque se notaba que no probaba una gota de alcohol, y mi hígado no está acostumbrado a filtrar el agua del caldo de la cebada.

He sentido reumatismo en mis articulaciones y la muy concreta y precisa actitud de no querer hacer absolutamente nada. He confrontado estos días con gran estupor vital y creo que la cosa se consolidó el miércoles después de ver a Bizcochito. Me pasé por el herbolario después de pensármelo mucho porque no había recibido ningún mensaje de texto o esta boca es mía por su parte esta semana. No quería desaparecer del todo pero también me sentía mal por ser yo la que se tuviera que estrellar con las calabazas de frente. Cuando entré no supe qué pensar sobre su actitud. La vi muy nerviosa e intenté disimular. No logramos hablar mucho porque sentí que no iba a abrirse y contarme realmente lo que tenía en mente. La vi muy cabizbaja, frágil, y al final salí apresuradamente de allí, aunque la dejé con una sonrisa que decía algo así como: "Somos amigas, quiero que lo sepas por encima de todo ..." No me extraña que no quiera entablar contacto conmigo. El fin de semana pasado se acercó demasiado al fuego y creo que eso le ha hecho reflexionar. Mi avalancha de mensajes poéticos le habrán puesto sobre aviso. Creo que tiene el derecho de tener una relación con su novio sin que nadie se entrometa. Y también creo que mis sospechas desde que la conocí fueron, aunque intuitivas, fundadas: Bizcochito tiene mucho, mucho peligro.

Así que esta semana mi propio cuerpo me ha servido de centinela y me ha avisado de que debo cuidarme, porque mis escapadas al territorio complejo y desconcertante de las relaciones fluidas no sólo no dan fruto sino que me dejan baldada física y emocionalmente. Las horas transcurridas con estupor viendo cómo mi ropa sucia se acumulaba, los platos quedaban de nuevo sin lavar, la comida sin cocinarse y ni rastro de la peli me hicieron ver al final de estos cuatro días que esto debe acabarse. Es la segunda vez en un mes y pico que caigo sin red y esto no puede convertirse en una costumbre, no gano para sustos y tampoco racionalizo lo suficiente.

He estado observándome y todas estas noches galopantes, retorciéndome por el dolor muscular y de estómago que me ha promovido pesadillas me han hecho procesar mis emociones a un nivel interno muy profundo. He visto como los conatos de una posible depresión eran sofocados por mi matutino Lamictal, y cómo los petardos sin estallar de los pensamientos viles, decrépitos y desahuciantes de la ansiedad se han tenido que volver, ofuscados, por donde habían venido.

Sabes cuándo estás deprimida porque de repente te obsesionas con pensamientos macabros, y debe ser que esta situación con Bizcochito ha hecho que en mi mente vagara la dama desértica, pero gracias a Dios ahora tengo ángeles de la guarda que me protegen. No se ha llegado a materializar ninguna emoción negativa; he comprendido lo de Bizcochito incluso cuando estaba gestándose, y no he llorado casi. Desde el principio de esta crisis me he repetido aquéllo que realmente debería hacer: recomponerme, cuidar de que mis rutinas continúen, no dar tregua a los desengaños y no confiar en la magia exterior hasta que haya dado muestras de ser real.

Ayer terminé el trabajo a las cuatro y media, y desde las cinco y cuarto he estado tumbada en el sofá viendo películas y dormitando, así hasta hoy. No sin haberme ventilado cuatro madalenas y una bolsa de nachos (muy orgánicos pero con sabor a chile, y todavía me arde el estómago, maldito chile en polvo). Esas horas he tenido sueños alimenticios que me han resarcido algo de las pesadillas de la semana. Al final me he levantado como una Lázara y he visto con claridad que tenía que arreglar la casa, escribir, cocinar y volver a la única rutina que me hace sentirme bien, y que es la creativa. Después de eso todo viene rodado.

He tenido una buena, excelente noticia esta semana, y es que he negociado mi contrato en el trabajo y voy a trabajar de autónoma para mi cliente favorito. Esto va a ser un paso hacia adelante importantísimo, porque voy a intentar trabajar una media de cuatro horas diarias y ocupar el resto del tiempo en mis asuntos. No voy a tener que ir a oficinas deprimentes ni aguantar a clientes que te tratan como si fueras infecciosa por ser de la ETT... perdón, la empresa de servicios informáticos. Puedo dejar mi muesli y mi leche de avena en la nevera para desayunar cuando estoy ahí, y tengo mi chiringuito donde trabajo con vistas de décimo piso a Madrid. Además los días son variados y hago muchas cositas; estoy a mis anchas, me divierto y me río un montón con Marcos, me organizo el tiempo como quiero y la gente me respeta. Este año que viene voy a hacer lo que me dé la gana. Impresionante ¿verdad? Sin embargo no he podido procesar demasiado la buena noticia porque tenía el cuerpo asediado y la mente atenazada por la ansiedad que me ha generado la situación con Bizcochito. Supongo que los bipolares somos así.

La verdad es que a pesar de todo he sentido un trasfondo de optimismo y seguridad, aunque sabía que tenían que pasar unos días para poder volver a ser yo misma. Dentro de un ratito voy a meterme de cabeza de nuevo en la peli. Quiero subir los capítulos y dejarme de tonterías. Como siempre, hoy empieza todo.

Perspectiva II

Sigo actualizando lo que no pude pasar esta semana ...

Miércoles

Hoy es la quinta o sexta vez que me levanto con dolor de estómago. Creo que el motivo es que mi cuerpo está hecho polvo de luchar con este súper resfriado y también, el saber que hoy tengo que negociar mi contrato. Llevo varios días leyendo cómo Kakfa desdeñaba los estamentos opresivos de la sociedad y la burocracia feudal, y hoy me quiere ver el jefe de proyecto que ha venido de Barcelona.

En esta empresa están echando a la gente que lleva mucho tiempo y quieren ofrecerles "el paro" sin indemnización . Han echado a personas mayores que llevan más de diez años aquí de la noche a la mañana: coge tus cosas y te vas en una hora. Yo que destesto esta actitud y se me nota en la cara voy a encontrarme con uno de los responsables máximos de esta deshumanización global.

Bueno ell@s echan a gente y yo me quiero ir. Supongo que tenemos algo en común. Ya veremos cómo va.

Hoy me duele la cabeza, el estómago y los músculos. Mi carga de serotonina es pequeña, está a medio gas, pero bueno es pronto todavía. Estoy ilusionada con otro trabajo que me están ofreciendo aunque tal vez sea agobiante, pero podría trabajar de 4 a 10 y tener el resto del día para mí. No quiero ni puedo compatibilizar la formación del nuevo trabajo con éste y aunque tal vez sea humanamente posible hacerlo no puedo soportar trabajar el doble y no tener tiempo para respirar. Sería difícil y me deprimiría.

Ya he cumplido en mi vida suficientes décadas de cross y la verdad es que en estos momentos no creo que deba sacrificarme por nada que no sea mi familia o mi trabajo artístico y avance personal. Soy una floja y lo sé.

Alguna gente encontraría en un trabajo absorbente la terapia precisa para esconderse de una relación marchita, un@ jefe tocapelotas, una familia agobiante ... Yo, sin embargo, siento que este invierno Madrid parece querer hibernar yo estoy en plena forma para crear y lo último que quiero son dos semanas miserables trabajando de 9 de la mañana a 10 de la noche haciendo el mono mileurista sin Kafka, Anäis Nin o George Steiner. Sorry, world! que paren el mundo que me bajo.

Supongo que la gente normal se curaría un dolor de estómago con un tratamiento de choque -véase un café de máquina bien cargado. Si creamos un agujero ardiente en él, el dolor por lo menos será inducido. Yo, sin embargo, lo que quiero es relajarme, seguir en la hinopia, ayudar a mi madre con optimismo. Hoy me ha llamado, la pobre, a primera hora de la mañana hecha polvo porque mi hermano ha tenido fiebre toda la noche y pudiera tener neumonía de nuevo. Mi madre se ha pasado toda la noche en vela mientras mi padre andaba como alucinado, inmerso en una extraña pesadilla babeliana, hablando en varios idiomas, delirando. Poquitos se ha quemado los deditos con un foco en una tienda y yo quiero estar como una rosa para llevarles lo que sé que necesitan en su corazón, sin tener que esconder un olor a fracaso o comportarme como si viviera de incógnito.

Perspectiva II

Sigo actualizando lo que no pude pasar esta semana ...

Miércoles

Hoy es la quinta o sexta vez que me levanto con dolor de estómago. Creo que el motivo es que mi cuerpo está hecho polvo de luchar con este súper resfriado y también, el saber que hoy tengo que negociar mi contrato. Llevo varios días leyendo cómo Kakfa desdeñaba los estamentos opresivos de la sociedad y la burocracia feudal, y hoy me quiere ver el jefe de proyecto que ha venido de Barcelona.

En esta empresa están echando a la gente que lleva mucho tiempo y quieren ofrecerles "el paro" sin indemnización . Han echado a personas mayores que llevan más de diez años aquí de la noche a la mañana: coge tus cosas y te vas en una hora. Yo que destesto esta actitud y se me nota en la cara voy a encontrarme con uno de los responsables máximos de esta deshumanización global.

Bueno ell@s echan a gente y yo me quiero ir. Supongo que tenemos algo en común. Ya veremos cómo va.

Hoy me duele la cabeza, el estómago y los músculos. Mi carga de serotonina es pequeña, está a medio gas, pero bueno es pronto todavía. Estoy ilusionada con otro trabajo que me están ofreciendo aunque tal vez sea agobiante, pero podría trabajar de 4 a 10 y tener el resto del día para mí. No quiero ni puedo compatibilizar la formación del nuevo trabajo con éste y aunque tal vez sea humanamente posible hacerlo no puedo soportar trabajar el doble y no tener tiempo para respirar. Sería difícil y me deprimiría.

Ya he cumplido en mi vida suficientes décadas de cross y la verdad es que en estos momentos no creo que deba sacrificarme por nada que no sea mi familia o mi trabajo artístico y avance personal. Soy una floja y lo sé.

Alguna gente encontraría en un trabajo absorbente la terapia precisa para esconderse de una relación marchita, un@ jefe tocapelotas, una familia agobiante ... Yo, sin embargo, siento que este invierno Madrid parece querer hibernar yo estoy en plena forma para crear y lo último que quiero son dos semanas miserables trabajando de 9 de la mañana a 10 de la noche haciendo el mono mileurista sin Kafka, Anäis Nin o George Steiner. Sorry, world! que paren el mundo que me bajo.

Supongo que la gente normal se curaría un dolor de estómago con un tratamiento de choque -véase un café de máquina bien cargado. Si creamos un agujero ardiente en él, el dolor por lo menos será inducido. Yo, sin embargo, lo que quiero es relajarme, seguir en la hinopia, ayudar a mi madre con optimismo. Hoy me ha llamado, la pobre, a primera hora de la mañana hecha polvo porque mi hermano ha tenido fiebre toda la noche y pudiera tener neumonía de nuevo. Mi madre se ha pasado toda la noche en vela mientras mi padre andaba como alucinado, inmerso en una extraña pesadilla babeliana, hablando en varios idiomas, delirando. Poquitos se ha quemado los deditos con un foco en una tienda y yo quiero estar como una rosa para llevarles lo que sé que necesitan en su corazón, sin tener que esconder un olor a fracaso o comportarme como si viviera de incógnito.

Perspectiva

Bueno, sí que he estado escribiendo, pero me sentía bastante pusilánime y no he pasado el material de mi Moleskine a Un día en Madrid. El final de la semana me he estresado y se me han apelmazado los músculos como pelotas de tenis y sólo he podido hacer lo que bien sé cuando tengo que lamerme las heridas: ver doscientos dvds de películas hasta que las historias de otr@s me inspiren y me hagan olvidar las mías.

Voy a trascribir parte de lo que he escrito y tal vez lo que he estado elaborando en mi mente cada día pero que no es traspasado siguiera a la Moleskine:

Lunes o Martes??? Ahhhh, no, fue el domingo, sí.

Recorro Babelia y sus clementinas páginas repletas de intelectuales judíos franceses repicando en portátiles Macintosh letras de crónicas y mitomanías, encerrados en sus lofts urbanos o en la campiña europea. Leo:

Antony Beevor, fotografiado a primeros de este mes en su estudio.

A ver, ¿qué tendría que hacer yo para ser Antony Beevor algún día? A pesar de ser 41 o de tener 41 años, sorry, y de ser ya mayor, a lo mejor todavía puedo hacerme adulta de verdad y salir en una foto en un suplemente literario.

Sigo leyendo a pesar de estar en el metro Urgel a seis minutos ... a dos minutos ahora de coger la línea 5, la verde, y dejar territorio comanche para llegar a mi barrio, Alonso Martínez, lleno de perros de vieja y de burguesías encebolladas y progresistas de medio pelo que jamás, jamás han pasado hambre; pero ante todo a mi portátil, mi sofá, mi pan con aceite y mi mundo.

Y siento mucho estar tan tarada con mi mundo, mi barrio, pero no lo he destetado todavía. Ostento muchas imperfecciones.

Estoy muy contenta de no pasar frío en este vagón porque L. y yo nos hemos pasado varias horas divagando sobre lo divino y lo humano en la calle. Yo estaba persiguiendo cielos estrellados, pero no he encontrado todavía ninguno en Madrid desde que volví hace casi cuatro años ya.

Tal vez el cielo de mi litera me entregará los sueños en bandeja de plata esta noche.

Anthony Beevor, entre cajas y cajas de vino francés. Claro, vino francés, tiene que ser vino francés, si no es francés ¿cómo podía beberlo Antony (sin hache) Beevor, por favor?

Ah, acabo de enterarme de que Antony Beevor es inglés. Sigo leyendo sobre su libro y la batalla de Normandía donde él lleva décadas estudiando la evolución de la relación franco-norteamericana desde entonces. Y el tren ha llegado ya a a La Latina y se llena de lo que L. llama gente normal. Yo me alegro de acercarme al centro porque así llego a casa pero siento náuseas porque a pesar de mi plumas he pasado frío y quiero llegar ya, a mi sofá y hacer pis, entronizarme de nuevo en mi mundo y estar tranquila. Es más, no voy a salir en Alonso Martínez, voy a hacer trasbordo e irme directamente a Bilbao para llegar lo antes posible a mi casa.

Me he bebido dos Heineken más y ya se ha estropeado la magia. La segunda la he puesto en una botella de agua para salir del bar y abandonar los homófobos de al lado que hablaban por encima del nivel del fútbol, y ya no me ha sabido a Bizcochito, sino al fracaso de no haber recibido suficientes mensajes respondiendo a los míos. Presiento y sé que ya se está alejando de mí para no volver. Como siempre estropeo las cosas haciendo todo lo que está en mi mano para probar hasta qué punto puedo llegar y para que se estropeen las cosas lo antes posible si tienen que estropearse y no pasarme más tiempo cándida e ingenuamente esperando que prosperen y fructifiquen.

Próxima estación, Chueca, donde la plaza está vacía; yo sé cómo está Chueca un domingo por la noche: desierta, desolada, sucia, porque ahí estuve el fin de semana pasado y terminé vagando por Malasaña para volver corriendo de vuelta a Chamberí.

No espero saber nada de Bizcochito esta noche aunque me debe por lo menos dos mensajes. Borro su número del móvil para no agobiarla más.

Perspectiva

Bueno, sí que he estado escribiendo, pero me sentía bastante pusilánime y no he pasado el material de mi Moleskine a Un día en Madrid. El final de la semana me he estresado y se me han apelmazado los músculos como pelotas de tenis y sólo he podido hacer lo que bien sé cuando tengo que lamerme las heridas: ver doscientos dvds de películas hasta que las historias de otr@s me inspiren y me hagan olvidar las mías.

Voy a trascribir parte de lo que he escrito y tal vez lo que he estado elaborando en mi mente cada día pero que no es traspasado siguiera a la Moleskine:

Lunes o Martes??? Ahhhh, no, fue el domingo, sí.

Recorro Babelia y sus clementinas páginas repletas de intelectuales judíos franceses repicando en portátiles Macintosh letras de crónicas y mitomanías, encerrados en sus lofts urbanos o en la campiña europea. Leo:

Antony Beevor, fotografiado a primeros de este mes en su estudio.

A ver, ¿qué tendría que hacer yo para ser Antony Beevor algún día? A pesar de ser 41 o de tener 41 años, sorry, y de ser ya mayor, a lo mejor todavía puedo hacerme adulta de verdad y salir en una foto en un suplemente literario.

Sigo leyendo a pesar de estar en el metro Urgel a seis minutos ... a dos minutos ahora de coger la línea 5, la verde, y dejar territorio comanche para llegar a mi barrio, Alonso Martínez, lleno de perros de vieja y de burguesías encebolladas y progresistas de medio pelo que jamás, jamás han pasado hambre; pero ante todo a mi portátil, mi sofá, mi pan con aceite y mi mundo.

Y siento mucho estar tan tarada con mi mundo, mi barrio, pero no lo he destetado todavía. Ostento muchas imperfecciones.

Estoy muy contenta de no pasar frío en este vagón porque L. y yo nos hemos pasado varias horas divagando sobre lo divino y lo humano en la calle. Yo estaba persiguiendo cielos estrellados, pero no he encontrado todavía ninguno en Madrid desde que volví hace casi cuatro años ya.

Tal vez el cielo de mi litera me entregará los sueños en bandeja de plata esta noche.

Anthony Beevor, entre cajas y cajas de vino francés. Claro, vino francés, tiene que ser vino francés, si no es francés ¿cómo podía beberlo Antony (sin hache) Beevor, por favor?

Ah, acabo de enterarme de que Antony Beevor es inglés. Sigo leyendo sobre su libro y la batalla de Normandía donde él lleva décadas estudiando la evolución de la relación franco-norteamericana desde entonces. Y el tren ha llegado ya a a La Latina y se llena de lo que L. llama gente normal. Yo me alegro de acercarme al centro porque así llego a casa pero siento náuseas porque a pesar de mi plumas he pasado frío y quiero llegar ya, a mi sofá y hacer pis, entronizarme de nuevo en mi mundo y estar tranquila. Es más, no voy a salir en Alonso Martínez, voy a hacer trasbordo e irme directamente a Bilbao para llegar lo antes posible a mi casa.

Me he bebido dos Heineken más y ya se ha estropeado la magia. La segunda la he puesto en una botella de agua para salir del bar y abandonar los homófobos de al lado que hablaban por encima del nivel del fútbol, y ya no me ha sabido a Bizcochito, sino al fracaso de no haber recibido suficientes mensajes respondiendo a los míos. Presiento y sé que ya se está alejando de mí para no volver. Como siempre estropeo las cosas haciendo todo lo que está en mi mano para probar hasta qué punto puedo llegar y para que se estropeen las cosas lo antes posible si tienen que estropearse y no pasarme más tiempo cándida e ingenuamente esperando que prosperen y fructifiquen.

Próxima estación, Chueca, donde la plaza está vacía; yo sé cómo está Chueca un domingo por la noche: desierta, desolada, sucia, porque ahí estuve el fin de semana pasado y terminé vagando por Malasaña para volver corriendo de vuelta a Chamberí.

No espero saber nada de Bizcochito esta noche aunque me debe por lo menos dos mensajes. Borro su número del móvil para no agobiarla más.

quinta-feira, 27 de novembro de 2008

El poder de los sueños

Qué noche más fría de la ayer. Y qué revoltijo de sueños. Pasé miedo. "Me soñé" caminando sobre serpientes que están moviéndose en el suelo y al parecer, según la interpretación de los sueños, es indicio de que seguiré viviendo en el temor de sufrir ataques o enfermedades.

Joder y justo ayer por la tarde me hice un análisis para descartar ETS. ¿Paranoia? ¿Aprensión? ¿hipocondria? O simplemente prevención y detección.

Acabo de llegar de un acto de RSC donde he entregado un premio. Joé, qué grande.

terça-feira, 25 de novembro de 2008

Mearse vivo

"Beber medio litro de agua dos horas antes de la ecografía y retener la orina". Es lo que rezaba en el volante médico. Ecografía renal y vesicular a las 17.35h. ¡Coño! Eran las 16.30h cuando he llegado a casa de JC y había meado antes de salir de casa!

¿Qué hago? Voy a beberme cuatro vasos de agua seguidos aunque sólo falte una hora para la eco.
17.34h. La señorita maja me recoge el volante y me toma los datos: Pase usted a la sala de espera, que en un momento le llaman.
-Perdona, pero...¿van a tardar? Es que no sé cuánto más voy a aguantarme.
-Ya me imagino (me dice con una sonrisa). Ya mismo les paso la ficha.

17.50h. No puedo más. He sentido escalofríos. Me he levantado porque si me sentaba algo presionaba mi vejiga. He empezado a tintinear las piernas. Respirar hondo. Intentaba no pensarlo, ¿pero en qué coño iba a pensar? Más escalofríos. Miraba la puerta del baño con recelo. ¿Y si voy y suelto un poquitín y vuelvo?

17.53. Oigo gritar mi nombre y obedezco. He deseado hoy escuchar mi nombre más que cuando rifaban cualquier cosa en el colegio. Uf, qué a gusto.



Videos tu.tv

Tuesday

Hoy ha sido un día muy interesante repleto de novedades. En primer lugar, me han llamado para un trabajo de tarde, de cuatro a diez bastante cerca de mi casa. Si me seleccionan será adiós a éste último que ha tenido bastantes altibajos y a cierta libertad que me ha permitido desenvolverme y sentir que podía llevar a cabo mis planes. Ahora vendría la segunda parte.

Bizcochito no me ha llamado ni me ha enviado ningún mensaje en estos dos días. Yo ayer pasé fugazmente a verla para no molestarla demasiado porque sabía, intuía que no le iba a gustar que yo estuviera detrás suya. Tenía la sonrisa un poco congelada; estaba ocupada, pero aunque el herbolario esté justo al lado de mi casa no voy a pasar esta semana hasta que me llame ella. Es bueno que le dé tiempo para aclararse la cabeza, o simplemente para procesar nuestro encuentro. David piensa que no tengo que jugar al escondito; pero no es un juego, es natural que quiera refugiarme un poco. No he sabido nada de ella en varios días tras la noche tan intensa del sábado, así que no tengo más remedio que protegerme un poco (y protegerla a ella también).

Estoy buscando una bola de cristal con nieve dentro. Me la están pidiendo en la tienda de todo a 100 de al lado de casa. Quiero leer más y refugiarme en mi interior, hibernar un poquito, esconderme en la bola. Tengo muy buena energía durante la mañana y luego me empiezo a cansar y al final sólo quiero estar tumbada con las piernas en alto viendo una peli o algo así. No puedo mantener el interés. Esto está pasando únicamente en estos últimos días, debe ser la tónica de la semana.

Tuesday

Hoy ha sido un día muy interesante repleto de novedades. En primer lugar, me han llamado para un trabajo de tarde, de cuatro a diez bastante cerca de mi casa. Si me seleccionan será adiós a éste último que ha tenido bastantes altibajos y a cierta libertad que me ha permitido desenvolverme y sentir que podía llevar a cabo mis planes. Ahora vendría la segunda parte.

Bizcochito no me ha llamado ni me ha enviado ningún mensaje en estos dos días. Yo ayer pasé fugazmente a verla para no molestarla demasiado porque sabía, intuía que no le iba a gustar que yo estuviera detrás suya. Tenía la sonrisa un poco congelada; estaba ocupada, pero aunque el herbolario esté justo al lado de mi casa no voy a pasar esta semana hasta que me llame ella. Es bueno que le dé tiempo para aclararse la cabeza, o simplemente para procesar nuestro encuentro. David piensa que no tengo que jugar al escondito; pero no es un juego, es natural que quiera refugiarme un poco. No he sabido nada de ella en varios días tras la noche tan intensa del sábado, así que no tengo más remedio que protegerme un poco (y protegerla a ella también).

Estoy buscando una bola de cristal con nieve dentro. Me la están pidiendo en la tienda de todo a 100 de al lado de casa. Quiero leer más y refugiarme en mi interior, hibernar un poquito, esconderme en la bola. Tengo muy buena energía durante la mañana y luego me empiezo a cansar y al final sólo quiero estar tumbada con las piernas en alto viendo una peli o algo así. No puedo mantener el interés. Esto está pasando únicamente en estos últimos días, debe ser la tónica de la semana.

segunda-feira, 24 de novembro de 2008

Tarde de domingo

Tarde de éxito deportivo la del domingo. Y no sólo para los chicos de la Davis, que sin Nadal ganaron la tercera. Sino también para mí.
Había fiesta fetiche de ropa deportiva en un pub de la capital y nicenipé (ni corto ni perezoso) me fui con Alber (de ahora de adelante Alberto Pecados, porque él me lleva por estos derroteros).

Cuando estaba llegando, un aire de ridiculez me soplaba el cogote y pensé "¿dónde vas carnaval?". Quise entonarme con alguna cerveza en los chineles antes de entrar pero Alber se negó.

La primera anécdota me pilló en calzoncillos. Suena mi sintonía del 1,2,3 en mi móvil. Miro la pantallita. Dallane.
Contesto susurrando: Daaaaaaaaaa, que no puedo hablar. Que como han ganado los chicos del tenis, me he puesto mi ropita deportiva y estoy en una fiesta en ...
-Da: ¡¿Qué dices?! ¡¿Qué dices?!
-Bueno que se oye fatal, luego hablamos, que no hay cobertura.

Menos mal, porque yo estaba algo aturdido por el sitio, la situación, y la llamada en ese momento no me ayudaba a tener controlodas todas mis pertenencias mientras me cambiaba. Que nunca se sabe.

Y "la anécdota" fue que me encontré con Igor, ex compi de la tele, y tonteamos. Punto. Al salir, compartí la información con Barb.
Palabras de ella de qué ha pensado cuando lo ha visto por los pasillos esta mañana "Hmmm, pillín, que yo sé dónde estuviste anoche y qué estabas haciendo...".
Qué razón tenía aquél. La información es poder. Y con este descubrimiento... ¡Qué vivan los domingos de los solteros!

La madre

Mi madre me comanda: "Entra y saluda a tu padre". Y yo pienso, si pudiera decirle: "Tú eres mi padre".

La madre

Mi madre me comanda: "Entra y saluda a tu padre". Y yo pienso, si pudiera decirle: "Tú eres mi padre".

Mi almohada

Ayer me fui a dormir con cierta aprensión, como me sucede muy a menudo. Tenía el cuerpo revuelto y la mente repleta de caracolas. Saqué la madre que hay en mí y me llevé a la cama, pero antes intenté encontrar puntos de inflexión, pliegues de domingo y en general cualquier cosa que pudiera hacerme fluido el paso al manto de emociones, el vértigo a dejar de tambalearme en el domingo y caer en el vertiginoso espacio estrellado donde se arremolinan mis párpados contra las sábanas, más tolerable ese salto al vacío sin que aparezcan fuegos artificiales y sonidos vacuos en la oscuridad de la noche. Debería tener el truco de nuestro bebé a quien le fascina la linterna mágica de las hadas saltarinas, las morsas peludas con colmillo y las estrellas bailarinas.

Mi almohada absorbe mis renuncias, pliega la dermis de la cara, atrapa las esencias de caoba de mi pelo rizado y emarañado para que los bucles sueñen. Hace los honores a los orígenes de su nombre retorciéndose en símbolos y formas arabescas que me hechizan y me permiten dejar el momento actual y replegarme a la frescura de mi subconsciente donde de nuevo me enfrento con la realidad aunque la vislumbro en sus puntos ciegos, sus misivas; la velocidad se vuelve aire en movimiento y ráfagas de entendimiento y las sombras son seres que me cogen la mano y me guían y en las nubes de su risa repiten mi nombre y prometen acompañarme toda la noche que en realidad es un día velado y suavizado.

Mi almohada recoge los sueños y no los revela la noche siguiente, amolda su forma al recogimiento de mi cuerpo que asciende desde mis pies bendecidos en agua de concha y revuelve mis brazos, mis piernas, mi espalda en formas alargadas, elegantes, con pulsaciones musculares relajantes que me ayudan a concentrarme. El sudor que transpiro hacen mi almohada más blanca, más límpida, más hogar, más personal, y al moverme y recibir el fresco de su reverso, de su larga horizontalidad, inspira y destila esencias de palosanto, formas de loto y semillas de rododendro. Éstas me inoculan ácidas toxinas que me obligan a rememorar, recordar y olvidar los matices de mi aventura y mis luchas medievas contra mi lado oscuro, la persona que me ronda con su espada larga y ancha.

Por eso leí un poco, aunque era tarde, y me congratulé de poder irme a la cama con suficiente tiempo para frenar el ritmo impenitente de este fin de semana, de esta semana llena de encuentros, personas iluminando mis tardes, gente que venía a mí y que brillaba con los conceptos en los que nos enzarzábamos. Mientras tanto mi cuerpo ha ido por libre expulsando y produciendo fluidos y tengo que hacer algo al respecto pero no sé muy bien qué. Llevo toda la semana viciada comiendo hidratos de carbono; me han apetecido patatas guarretonas de MacDonalds, pan de leña con queso y aceite y en general todo lo que tiene algo de hueco por dentro pero por fuera es una mezcla de crujiente, salado y entre medias bullente y gomoso.

No sé si ni cómo se me va a quitar este resfriado, virus o lo que sea. No me da miedo el frío que se avecina, porque como llega tarde ya no me va a fastidiar la fiesta. Además, lo he estado esperando como un comensal tardío a la mesa y mientras tanto me he zampado sus entremeses, y hay muchas personas que me han dado ternura y me prometen estar conmigo mientras el hielo escarcha el aire, para darme calor con sus voces y sus abrazos, así que no me preocupa el frío en absoluto. Además este invierno va a ser, por la cuenta que le trae, un simple otoño endurecido y romántico.

Me duele mucho por las comunidades crecientes de gentes sin techo y los pocos lugares en Madrid donde se concentra el aire caliente, los tubulares humos filtrados por nuestra respiración que los hace semi potables, los calores del metro reverdecidos hacia la tierra, los bofetones de mentol de tantos excesos de calentamientos globales en edificios inteligentes y hábilmente codiciosos que no sueltan sus miguillas para que otros seres humanos puedan sobrevivir. La dinámica que les calienta es el egoísmo acérrimo y la brutal ansia por cerrar el día a las siete con objetivos redondos como el signo del dólar. ¿Exagerada? ¿Y por qué salimos de ellos todos los días sin ver, sin ni siquiera vislumbrar, especialmente en el centro, todas esas personas que se esconden en las sombras, preparadas para una noche desgarradora que les araña la salud y les congela los sueños?

Yo también intento meterme en mi burbuja y planear formas y maneras para sobrevivir. Sé que necesito estar en paz conmigo misma. Tengo que manipular emocionalmente a la empresa con la que trabajo para poder ayudar a Vincent. Creo que lo del contrato de trabajo no va a funcionar muy bien porque no he ganado lo suficiente el año pasado ni he querido mirar a ese borrador de hacienda que me reclama casi ochocientos euros a pesar de haber estado en paro diez meses en ese año. La cosa está algo difícil, pero seguro que se puede hacer algo. Es justo y necesario como un doblez de la espada de San Jorge.

He empezado este post pensando en mi sueño recién despertado y en cómo voy a proceder durante esta semana que se yergue sobre mí con un montón de pruebas a superar. Necesito un poco de coherencia porque muchas cosas se están desarrollando y la vida, mi vida y yo estamos proponiéndome una mano de posibilidades, oportunidades, actos de fe, barruntamientos varios, amores cándidos y siderales y enlaces profundos con otras personas que me están buscando y esperando en este momento. Y no voy a tener que pensármelo mucho. Pero una de las cosas que tengo que hacer es recomponerme un poco con la inspiración de la semana pasada y este finde tan movidito.

Me he dado cuenta de que he pasado tiempos varios, momentos aislados y recogidos, trazas y retales de tiempo con personas que están en conflicto consigo mismas, que experimentan ira, terror o pequeños pánicos hacia el futuro y se rebelan o luchan a brazo partido con su pasado que o bien añoran y respetan o quieren desterrar y abandonar como un cachorrito amoroso que ya no les entretiene, que les recuerda su fragilidad de años atrás. Quieren endurecerse, echarle de su lado, ahuyentarle y humillarle para poder resurgir adelante.

Estas personas llevan en alto el paraguas de la negatividad y están bastante enfadadas así que no quiero removerles la conciencia demasiado con mi humilde pero saltarina felicidad y confianza en mi futuro. Como le dije a David a nuestra edad el futuro es lo que está pasando ahora y durante las próximas veinticuatro horas, pero alguna gente o no cree en el futuro y lo teme o ha perdido la fe en el pasado, y en mi caso no es ninguna de las dos cosas, porque mi vida es cada vez más como una frutería a la que no le falta ni la variedad ni la entrega de nuevo género durante la extasiada madrugada. Sé que se avecinan también grandes dolores, el corazón partido, el ánimo acuchillado por la tragedia, pero eso ha estado pasando siempre y ya lo he aceptado y hay que salir adelante; caminas o revientas.

Así que debo resguardarme un poco de estas amistades, sus miradas, sus almas en pena porque mi lugar ahora no es el purgatorio. He pasado muchas horas la semana pasada acompañando, jugando, riéndome e intentando compartir e inspirarles, pero a veces es como echar polvo de plata a remolinos de negrura que terminan en una acequia ponzoñosa y mezquina, que ansía destruirte a ti también. Yo sé muy bien que estas aguas residuales al final llegan a la naturaleza como las atormentadas semillas de la gente de bien, y la tierra las sana, las absorbe y neutraliza y pasan a formar parte del abono necesario para que reverdezcan las plantas en erupcionen en flor y la belleza acuda a nuestros nuevos instantes de necesidad.

Pero eso lo tiene que hacer cada persona, y yo creo que todos y todas tenemos un destino que debemos cumplir y nadie puede hacer nada para evitarlo. Yo intento acompañar, estirar los momentos buenos lo más posible, condimentar la melancolía para que se vuelva bella y Dickensiana, distraer y hacer que la gente piense en aquellas personas más desdichadas que ellas, porque esa es la forma de entrar en contacto con tu propia humanidad. Pero las travesías por el desierto son solitarias y la ira hay que descargarla en tu propia road movie. Yo he llegado a mi destino después de miles de kilómetros frecuentando náuseas al ver cómo las líneas discontinuas de la carretera hacia ninguna parte me causaban fraguas de dolor y me destrozaban la conciencia. Pero yo no soy una iluminada, tan sólo una personita que es parte de una familia a la que tengo que cuidar; tengo un manojo fértil y bello de amistades a las que tengo que amar sin reservas ni treguas y con racimos de vida y cascabeles de ánimo y risas; tenemos a nuestro bebé con el que quiero descubrir de nuevo mi infancia, y conservo la responsabilidad de extender el febril efecto mariposa más allá cada día.

También he vagado tardes enteras con otras amistades e incipientes encuentros con gente que me ha buscado, a quienes he buscado, personas maravillosas llenas de luz aunque no se dan cuenta. Personas que han tocado las alas angelicales del autoconocimiento y su verdadera esencia progresista, hacia adelante, cuestiónatelo todo; ya sabes: camina o revienta. Y me he sentido inspirada por ellas y nuestra inspiración y espiración mutua nos está llevando por caminos donde se avistan vergeles, nos descalzamos y caminamos por mullidos campos de flores, las nubes se levantan y los pajaritos cantan y podemos atrapar esporas juntas y soplarlas al viento de nuevo porque nadie quiere atrapar para destruir, ni sentimos la angustia de la separación de lo bello. Lo enviamos lejos para que retorne a la naturaleza y algún día se vuelva y nos alcance la cabeza por detrás con su efecto boomerang para emborracharnos del dolor fértil que nos permita abrir los ojos por encima de los párpados y que alargue nuestra mirada de forma trasversal como los sabios africanos esculpidos en madera, que meditan con los ojos entornados, alargados como judías largas y ondulantes.

No sé lo que me deparará esta semana impregnada por la Navidad incipiente. Tal vez despierte o sueñe con la persona amada. Tal vez mis sueños me lleven lejos y se precipiten en lluvias corpóreas de las que se revuelven y forman remolinos centelleantes y extravíen el dolor de las personas que me quieren. Pero no quiero besos robados ni impaciencias ni tiempo extraviado en movimientos concéntricos sobre un eje roto.

Esta semana, como siempre, empieza todo.

Mi almohada

Ayer me fui a dormir con cierta aprensión, como me sucede muy a menudo. Tenía el cuerpo revuelto y la mente repleta de caracolas. Saqué la madre que hay en mí y me llevé a la cama, pero antes intenté encontrar puntos de inflexión, pliegues de domingo y en general cualquier cosa que pudiera hacerme fluido el paso al manto de emociones, el vértigo a dejar de tambalearme en el domingo y caer en el vertiginoso espacio estrellado donde se arremolinan mis párpados contra las sábanas, más tolerable ese salto al vacío sin que aparezcan fuegos artificiales y sonidos vacuos en la oscuridad de la noche. Debería tener el truco de nuestro bebé a quien le fascina la linterna mágica de las hadas saltarinas, las morsas peludas con colmillo y las estrellas bailarinas.

Mi almohada absorbe mis renuncias, pliega la dermis de la cara, atrapa las esencias de caoba de mi pelo rizado y emarañado para que los bucles sueñen. Hace los honores a los orígenes de su nombre retorciéndose en símbolos y formas arabescas que me hechizan y me permiten dejar el momento actual y replegarme a la frescura de mi subconsciente donde de nuevo me enfrento con la realidad aunque la vislumbro en sus puntos ciegos, sus misivas; la velocidad se vuelve aire en movimiento y ráfagas de entendimiento y las sombras son seres que me cogen la mano y me guían y en las nubes de su risa repiten mi nombre y prometen acompañarme toda la noche que en realidad es un día velado y suavizado.

Mi almohada recoge los sueños y no los revela la noche siguiente, amolda su forma al recogimiento de mi cuerpo que asciende desde mis pies bendecidos en agua de concha y revuelve mis brazos, mis piernas, mi espalda en formas alargadas, elegantes, con pulsaciones musculares relajantes que me ayudan a concentrarme. El sudor que transpiro hacen mi almohada más blanca, más límpida, más hogar, más personal, y al moverme y recibir el fresco de su reverso, de su larga horizontalidad, inspira y destila esencias de palosanto, formas de loto y semillas de rododendro. Éstas me inoculan ácidas toxinas que me obligan a rememorar, recordar y olvidar los matices de mi aventura y mis luchas medievas contra mi lado oscuro, la persona que me ronda con su espada larga y ancha.

Por eso leí un poco, aunque era tarde, y me congratulé de poder irme a la cama con suficiente tiempo para frenar el ritmo impenitente de este fin de semana, de esta semana llena de encuentros, personas iluminando mis tardes, gente que venía a mí y que brillaba con los conceptos en los que nos enzarzábamos. Mientras tanto mi cuerpo ha ido por libre expulsando y produciendo fluidos y tengo que hacer algo al respecto pero no sé muy bien qué. Llevo toda la semana viciada comiendo hidratos de carbono; me han apetecido patatas guarretonas de MacDonalds, pan de leña con queso y aceite y en general todo lo que tiene algo de hueco por dentro pero por fuera es una mezcla de crujiente, salado y entre medias bullente y gomoso.

No sé si ni cómo se me va a quitar este resfriado, virus o lo que sea. No me da miedo el frío que se avecina, porque como llega tarde ya no me va a fastidiar la fiesta. Además, lo he estado esperando como un comensal tardío a la mesa y mientras tanto me he zampado sus entremeses, y hay muchas personas que me han dado ternura y me prometen estar conmigo mientras el hielo escarcha el aire, para darme calor con sus voces y sus abrazos, así que no me preocupa el frío en absoluto. Además este invierno va a ser, por la cuenta que le trae, un simple otoño endurecido y romántico.

Me duele mucho por las comunidades crecientes de gentes sin techo y los pocos lugares en Madrid donde se concentra el aire caliente, los tubulares humos filtrados por nuestra respiración que los hace semi potables, los calores del metro reverdecidos hacia la tierra, los bofetones de mentol de tantos excesos de calentamientos globales en edificios inteligentes y hábilmente codiciosos que no sueltan sus miguillas para que otros seres humanos puedan sobrevivir. La dinámica que les calienta es el egoísmo acérrimo y la brutal ansia por cerrar el día a las siete con objetivos redondos como el signo del dólar. ¿Exagerada? ¿Y por qué salimos de ellos todos los días sin ver, sin ni siquiera vislumbrar, especialmente en el centro, todas esas personas que se esconden en las sombras, preparadas para una noche desgarradora que les araña la salud y les congela los sueños?

Yo también intento meterme en mi burbuja y planear formas y maneras para sobrevivir. Sé que necesito estar en paz conmigo misma. Tengo que manipular emocionalmente a la empresa con la que trabajo para poder ayudar a Vincent. Creo que lo del contrato de trabajo no va a funcionar muy bien porque no he ganado lo suficiente el año pasado ni he querido mirar a ese borrador de hacienda que me reclama casi ochocientos euros a pesar de haber estado en paro diez meses en ese año. La cosa está algo difícil, pero seguro que se puede hacer algo. Es justo y necesario como un doblez de la espada de San Jorge.

He empezado este post pensando en mi sueño recién despertado y en cómo voy a proceder durante esta semana que se yergue sobre mí con un montón de pruebas a superar. Necesito un poco de coherencia porque muchas cosas se están desarrollando y la vida, mi vida y yo estamos proponiéndome una mano de posibilidades, oportunidades, actos de fe, barruntamientos varios, amores cándidos y siderales y enlaces profundos con otras personas que me están buscando y esperando en este momento. Y no voy a tener que pensármelo mucho. Pero una de las cosas que tengo que hacer es recomponerme un poco con la inspiración de la semana pasada y este finde tan movidito.

Me he dado cuenta de que he pasado tiempos varios, momentos aislados y recogidos, trazas y retales de tiempo con personas que están en conflicto consigo mismas, que experimentan ira, terror o pequeños pánicos hacia el futuro y se rebelan o luchan a brazo partido con su pasado que o bien añoran y respetan o quieren desterrar y abandonar como un cachorrito amoroso que ya no les entretiene, que les recuerda su fragilidad de años atrás. Quieren endurecerse, echarle de su lado, ahuyentarle y humillarle para poder resurgir adelante.

Estas personas llevan en alto el paraguas de la negatividad y están bastante enfadadas así que no quiero removerles la conciencia demasiado con mi humilde pero saltarina felicidad y confianza en mi futuro. Como le dije a David a nuestra edad el futuro es lo que está pasando ahora y durante las próximas veinticuatro horas, pero alguna gente o no cree en el futuro y lo teme o ha perdido la fe en el pasado, y en mi caso no es ninguna de las dos cosas, porque mi vida es cada vez más como una frutería a la que no le falta ni la variedad ni la entrega de nuevo género durante la extasiada madrugada. Sé que se avecinan también grandes dolores, el corazón partido, el ánimo acuchillado por la tragedia, pero eso ha estado pasando siempre y ya lo he aceptado y hay que salir adelante; caminas o revientas.

Así que debo resguardarme un poco de estas amistades, sus miradas, sus almas en pena porque mi lugar ahora no es el purgatorio. He pasado muchas horas la semana pasada acompañando, jugando, riéndome e intentando compartir e inspirarles, pero a veces es como echar polvo de plata a remolinos de negrura que terminan en una acequia ponzoñosa y mezquina, que ansía destruirte a ti también. Yo sé muy bien que estas aguas residuales al final llegan a la naturaleza como las atormentadas semillas de la gente de bien, y la tierra las sana, las absorbe y neutraliza y pasan a formar parte del abono necesario para que reverdezcan las plantas en erupcionen en flor y la belleza acuda a nuestros nuevos instantes de necesidad.

Pero eso lo tiene que hacer cada persona, y yo creo que todos y todas tenemos un destino que debemos cumplir y nadie puede hacer nada para evitarlo. Yo intento acompañar, estirar los momentos buenos lo más posible, condimentar la melancolía para que se vuelva bella y Dickensiana, distraer y hacer que la gente piense en aquellas personas más desdichadas que ellas, porque esa es la forma de entrar en contacto con tu propia humanidad. Pero las travesías por el desierto son solitarias y la ira hay que descargarla en tu propia road movie. Yo he llegado a mi destino después de miles de kilómetros frecuentando náuseas al ver cómo las líneas discontinuas de la carretera hacia ninguna parte me causaban fraguas de dolor y me destrozaban la conciencia. Pero yo no soy una iluminada, tan sólo una personita que es parte de una familia a la que tengo que cuidar; tengo un manojo fértil y bello de amistades a las que tengo que amar sin reservas ni treguas y con racimos de vida y cascabeles de ánimo y risas; tenemos a nuestro bebé con el que quiero descubrir de nuevo mi infancia, y conservo la responsabilidad de extender el febril efecto mariposa más allá cada día.

También he vagado tardes enteras con otras amistades e incipientes encuentros con gente que me ha buscado, a quienes he buscado, personas maravillosas llenas de luz aunque no se dan cuenta. Personas que han tocado las alas angelicales del autoconocimiento y su verdadera esencia progresista, hacia adelante, cuestiónatelo todo; ya sabes: camina o revienta. Y me he sentido inspirada por ellas y nuestra inspiración y espiración mutua nos está llevando por caminos donde se avistan vergeles, nos descalzamos y caminamos por mullidos campos de flores, las nubes se levantan y los pajaritos cantan y podemos atrapar esporas juntas y soplarlas al viento de nuevo porque nadie quiere atrapar para destruir, ni sentimos la angustia de la separación de lo bello. Lo enviamos lejos para que retorne a la naturaleza y algún día se vuelva y nos alcance la cabeza por detrás con su efecto boomerang para emborracharnos del dolor fértil que nos permita abrir los ojos por encima de los párpados y que alargue nuestra mirada de forma trasversal como los sabios africanos esculpidos en madera, que meditan con los ojos entornados, alargados como judías largas y ondulantes.

No sé lo que me deparará esta semana impregnada por la Navidad incipiente. Tal vez despierte o sueñe con la persona amada. Tal vez mis sueños me lleven lejos y se precipiten en lluvias corpóreas de las que se revuelven y forman remolinos centelleantes y extravíen el dolor de las personas que me quieren. Pero no quiero besos robados ni impaciencias ni tiempo extraviado en movimientos concéntricos sobre un eje roto.

Esta semana, como siempre, empieza todo.

domingo, 23 de novembro de 2008

The morning after

Fuego. Si se deja arder un fuego indemostrable durante mucho tiempo lo devora todo, por tanto el fuego hay que extinguirlo, hay que abortarlo. Yo no sé si podré soportar la intensidad del fuego de Bizcochito.

Tengo que tenerlo en cuenta. Tal vez no podamos soportar tanto fragor Vulcánico, o se acabe el efecto placebo, o ella se dé cuenta de que es peligroso que yo me enamore o vea con claridad que el amor no tiene la ventaja evolutiva que yo le había achacado. Tal vez el amor sin amor deje de ser amor. No lo sé.

Sólo sé que las ausencias, las tinieblas, las noches pasadas en vela o sin la persona amada tal vez comiencen y me encuentre decepcionada y confusa.

Creo que puede que hoy o mañana no sepa nada de Bizcochito y le dé millones de vueltas al asunto. No sé, no sé, no sé.

The morning after

Fuego. Si se deja arder un fuego indemostrable durante mucho tiempo lo devora todo, por tanto el fuego hay que extinguirlo, hay que abortarlo. Yo no sé si podré soportar la intensidad del fuego de Bizcochito.

Tengo que tenerlo en cuenta. Tal vez no podamos soportar tanto fragor Vulcánico, o se acabe el efecto placebo, o ella se dé cuenta de que es peligroso que yo me enamore o vea con claridad que el amor no tiene la ventaja evolutiva que yo le había achacado. Tal vez el amor sin amor deje de ser amor. No lo sé.

Sólo sé que las ausencias, las tinieblas, las noches pasadas en vela o sin la persona amada tal vez comiencen y me encuentre decepcionada y confusa.

Creo que puede que hoy o mañana no sepa nada de Bizcochito y le dé millones de vueltas al asunto. No sé, no sé, no sé.

sábado, 22 de novembro de 2008

Heineken



Bajo a comprar una Heineken, aunque no bebo, porque ayer en Chueca tú recorriste tus labios en el cuello de su botella, y yo dejé la mía a medias porque como no bebo no anticipo el sabor de un botellín en mi estómago. Pero ahora es la misma hora de ayer y como te ansío rememoro el momento en que te vi por última vez y salgo a la calle a buscarte, a buscar una Heineken.

Como no bebo no sé comprar. Primero voy a la tienda de mi amiga china, ahora amiga tras muchos meses yendo allí y quedándome unos minutos más hablando, saludando y sintiéndonos barrio. Está a tope a pesar de la hora y le pido una Heineken a su marido, que se sonroja porque sólo tienen Mahou y no sé si es por qué Hk es un artículo de lujo. En Ámsterdam hay Heineken por todas partes, pero esto no es Ámsterdam. A veces me olvido de dónde estoy porque el aire de la noche es el mismo.

Entro en una taberna que exhibe el símbolo sexy del botellín verde y me hago paso entre una verdadera multitud de hombres. Hombres aseados, chaparritos, solitarios, fumadores; algunos viendo el fútbol en una pantalla plasma en un bar de mi barrio que no es para hombres maduros, chaparritos y solitarios. Pero en este Madrid todo el mundo se hace un hueco y algunos quieren vivir la vida de algunas y todo se mezcla. Veo una nevera a lo lejos que anuncia Heineken helado y me decido a pedirlo. La chica de Europa del Este de pelo brillante negro que hace como que está agobiada o que yo no soy mejor que ella finalmente me atiende.

Esto no es Ámsterdam pero los acentos se mezclan con las nacionalidades con los sueños con los grupos de personas que en este sábado noche se entreviven y se contratocan mientras recorren las eternas horas de final de la semana y el principio de una noche que para algunas será larga, ardua o ágil como un corcel y llena de agarraderas.

Como no bebo le pregunto a esta chica si puedo llevarla fuera. No sé a qué hora hay gallardonazos o qué pasa si una persona que no bebe se pasa de la lengua. Se le encienden las mejillas y se ruboriza quizá? sonríe nerviosa y me da un consejo, tal vez en la taberna de la esquina, pero, me la podré llevar?, sonríe con calma, tal vez sí, digo yo, tal vez, dice ella como animándome en la aventura.

Hoy no me he puesto la cinta del pelo, lo tengo cardado al viento, libre como me siento libre, después de haberme amado y haber dejado mi esencia por todos los rincones de mi dormitorio. He y me he impregnado de lubricante orgánico de cacao y los juguetes que cada vez me dan más juego me han ayudado a vislumbrar mi deseo hacia Bizcochito; ya es oficial, no puedo mentirme a mí misma, al pensar en ella se descargan pinchazos eléctricos en mi vientre. Y mi esencia más vital, mi olor más céntrico y salobre se ha mezclado con el de cocoa butter y ha llenado mis sábanas con columnas de amor selladas en silicona, sombras y vapor, que no compartiré con nadie, aunque ahora he salido y estoy rodeada y puedo rodear, y por eso me siento tan fluida cuando hablo con la gente, porque no tengo nada que ocultar aunque nadie sepa tampoco nada.

No hace frío, el aire está crujiente, como debe ser un sábado noche con ruidos enlazados de aviones, pisadas y ausencias. No hay mucha gente en mi calle de estrechas aceras aunque los bares, tabernas y establecimientos de paso a la madrugada ya están rebosantes y la energía de la gente prieta, compartiendo tiempo y soledades eternas se amontona como una marabunta por la acera, se convierte en un tumulto de pompas de palabras que al traspasar las puertas se disipan y silencian y siguen llenando las calles con corriente estática.

Me decido entrar en la taberna que parece suiza o alemana y veo que no hay barra y que la gente se apiña en círculos concéntricos, no hay fútbol sino conversación y muchas muñecas alzadas al aire sujetando cañas con asas esmeriladas. Una chica preciosa se apresura a atender los requerimientos del patio. Cuántos hombres y tal vez mujeres la llamarán para otra ronda simplemente por deleitarse en su joven pelo moreno. Una mujer con aspecto de matrona, chaparrita y canosa aparece de entre la multitud y me pregunta que qué deseo. Lleva un delantal y en su juventud tal vez haya vivido en Alemania, y tal vez mañana vaya a misa, y tal vez su hija es bisexual y se parece a mí o ha tenido un novio como yo. Le pregunto si tiene Heineken y casi me alegro de que me diga que no porque si tiene que decirme que no la puedo sacar fuera no vale la pena.

Me decido al salir a acudir a los mercenarios del Opencor que si no tienen cerveza de lujo nadie la va a tener por aquí disponible y pienso en ti que recorrías con tus labios el cuello del botellín ayer y mecías mi mente nublada con tus palabras rítmicas y sus tonos musicales, y acercabas tu cara como si quisieras que te besara, y acercabas tus labios a mi piel y yo tan sólo lo aproveché para escucharte más de cerca, porque fuiste tú quien decidiste ir a un bar de Chueca y quien quisiste saber de mi vida aunque yo como siempre te preguntaba por la tuya.

Te preocupaba si tomaba medicación y yo te dije que no era medicación era sólo una pastilla por las mañanas, como si ahora voy a tener que preocuparme por la medicación cuando al tomármela la veo como un seguro de vida, como una red para no estrellarme contra los picos de los témpanos de la depresión o la euforia, como si no pudiera emborracharme por la primera vez en dos años o tal vez tres o cuatro y beber de un botellín. Tú querías mojitos, yo te pregunté que qué tenía un mojito porque no tengo ni idea, la idea del ron sonaba mortal y me desmarqué por una Heineken, porque tal vez la noche tenía algo de Ámsterdam, de no haber conocido ahí alguien como tú, de haber compartido tantos años con el amor de mi vida pero no haber tomado ninguna Heineken con ella. Y tú sorprendentemente pides otra, como si quisieras seguirme la pista y no quisieras que me desmarcara nunca, nunca de ti.

El brillo verde sexy del botellín me recordaba a los latidos del timbre de las bicicletas de allí, pero anoche no estaba en Ámsterdam sino en Chueca a unos metros de la plaza y esto no es Nueva York sino Madrid ni San Francisco sino algo cercano a Malasaña y la Glorieta de Bilbao donde vivo y no me tengo que preocupar de pedalear en la bici contra el frío o que el amor de mi vida se estrelle contra un coche porque ha bebido demasiado y está de buen humor pero sus luces no funcionan como deberían porque no le importan y a mí sí.

Y tú quieres pagarlo todo, y yo pienso que un mojito es una bebida para una primera, segunda y tercera cita, en todo caso para las primeras citas, y que el haberme llevado a un restaurante a cenar sushi, tu comida preferida aunque tú eres vegana, es una extravagancia de las primeras citas, pero no digo nada, sólo escucho y observo cómo zarandeas tu cuerpo en la noche cálida, mostrando tu lado masculino al decirme que tú amaste a tu novio por primera vez en el Moulin Rouge y por eso no me importa haberme fijado en la chica japonesa del restaurante y haberte comentado lo bella que era, comentario que te ha desarmado un poco, pero es que esa chica tenía la belleza salvaje de un hombre joven, los ojos andróginos, la sonrisa de pan, unos labios recortados y grandes, y hablaba español perfectamente, y si Bizcochito me dejara por su novio podría volver y escribir en mis Moleskines en su restaurante para verla cada noche si fuera necesario, aunque probablemente eso lo escriba pero no lo haga. Aunque le dije hola y gracias y otra vez gracias y adiós al marcharse y preguntarle a su compañero cuándo le tocaba y es el lunes y el martes o sea que este finde no trabajaba, y Bizcochito me mira y quiere aprender a seducir como yo, pero yo solo lo hago no sé por qué lo hago, tal vez porque esta noche estamos en Chueca y yo quiero hablar de mis amantes porque ella habla de los suyos y quiero sentirme libre y en tablas y ella silenciosamente lo sabe.

Entro en el Opencor y sí tienen Heineken, pero no botellines con el brillo sexy verde pero no importa y no sé cuántas latas coger que me ayuden a seguir sintiéndome como cuando me amaba esta mañana tras haber leído tus mensajes de texto en mi móvil en la cama de mi litera y cuando la noche pasada acercabas tu mirada, tu sonrisa, tus labios y tus dientes a mí mientras me hablabas y me escuchabas pero yo no podía besarte sino sonreír ante tu osadía de querer seducirme, de hacerlo desde que te vi, de hacerlo con tanta intensidad durante toda la noche, tal ve sin ser consciente de ello, porque la intimidad que estamos creando entre nosotras desde que nos conocimos es no ya muy especial sino algo importante que no recuerdo desde hace mucho tiempo y que no sé cuándo va a acabar y no quiero acabarlo de un plumazo con un beso.

Bésame tú si te atreves y tal vez me pregunte entonces el qué habría caído en mis labios, en mis dientes, en mi boca y te mire extrañada y vulnerable porque no sabría cómo acabaría esto y no quiero que acabe, quiero que continúe todo igual, tú seduciéndome y yo seduciéndote y así hasta el infinito, porque cuando me coges la mano siento electricidad y tan sólo mirarte me produce un placer infinito y sé que tu olor pronto quedará sellado en mi memoria.

También sé que anoche te he visto, finalmente te he visto, tienes un lado que no es etéreo, que es casi macarra, que es muy masculino, que tienes escondido en el herbolario, que he descubierto y que también es frágil e inventado y por eso eres tan loquis como yo aunque no tomes medicación o una pastilla o nada que se le parezca.

He descubierto ya varios registros de tu risa y está la risa burlona, la sarcástica, la que quiere emular la mía, y por eso ya me siento más relajada y si quieres hablar de tu chico, pues bueno, yo te seguiré la corriente y veré a dónde nos lleva esto, pero yo no puedo besarte si estás con otra persona, deberías saberlo, prefiero emborracharme o emborracharte y luego llegar a casa y amarme mientras te sueño y recibo tus mensajes de ayer esta mañana, y luego me envías uno más y como si yo estuviera borracha de ayer que no pude porque me dejé tres cuartas partes del sexy botellín verdoso, decido enviarte una avalancha de mensajes ardientes que tú no desperdicias ni calumnias sino que respondes tal vez extasiada, tal vez preocupada, no lo sé, pero no me puedes llevar a tu sushi favorito o a diez metros de la plaza de Chueca cuando yo sugería un Opencor y una humilde ensalada en mi casa después del concierto de cuarzos al que me llevaste, donde yo te cogí la mano y casi me dormí y cuando el chico de los cuarzos lloraba con una voz femenina el sueño me invadía y era como si durmiéramos juntas aunque tú estabas en posición de loto, porque ayer me explicaste que pasaste de diseño gráfico a ser profesora de yoga después de diez años practicando, poco a poco te saco información y no estás acostumbrada.

Creo que una lata de Heineken no es suficiente, aunque no bebo, van a ser dos, pero no me gusta llenarme la barriga con este caldo de cebada, aunque lo haré por ti, porque aunque no fumo alguna vez he fumado en rodajes y en momentos claves y tú dices que no fumas normalmente pero a veces sí y te sacas un cigarrillo reciclado de los sin techo y lo enciendes y apagas constantemente, y no sé si decir que eres sexy porque nuestra relación no es sexual es física y sensual pero no es sexual aunque sí es tremendamente física y sensual y no me decido en absoluto a hacer nada ya que no sé qué hacer ni quiero hacer nada, tan solo seguirte la corriente y pensar horas más tarde en lo que me estás haciendo o lo que yo te estoy haciendo.

No recuerdo haber visto nada en el Lamictal sobre beber Heineken pero perfectamente podría haber una advertencia, aunque cuando haces algo que normalmente no haces sigues sin normalmente hacerlo así que no me preocupa, el tomarlo todas las mañanas también es algo bastante bestia y adictivo y perdona, Lamictal, hoy voy a hacer lo que me dé la gana porque es sábado y ayer estuve con Bizcochito e hicimos el amor en un bar mientras todo el mundo estaba mirándonos.

Heineken



Bajo a comprar una Heineken, aunque no bebo, porque ayer en Chueca tú recorriste tus labios en el cuello de su botella, y yo dejé la mía a medias porque como no bebo no anticipo el sabor de un botellín en mi estómago. Pero ahora es la misma hora de ayer y como te ansío rememoro el momento en que te vi por última vez y salgo a la calle a buscarte, a buscar una Heineken.

Como no bebo no sé comprar. Primero voy a la tienda de mi amiga china, ahora amiga tras muchos meses yendo allí y quedándome unos minutos más hablando, saludando y sintiéndonos barrio. Está a tope a pesar de la hora y le pido una Heineken a su marido, que se sonroja porque sólo tienen Mahou y no sé si es por qué Hk es un artículo de lujo. En Ámsterdam hay Heineken por todas partes, pero esto no es Ámsterdam. A veces me olvido de dónde estoy porque el aire de la noche es el mismo.

Entro en una taberna que exhibe el símbolo sexy del botellín verde y me hago paso entre una verdadera multitud de hombres. Hombres aseados, chaparritos, solitarios, fumadores; algunos viendo el fútbol en una pantalla plasma en un bar de mi barrio que no es para hombres maduros, chaparritos y solitarios. Pero en este Madrid todo el mundo se hace un hueco y algunos quieren vivir la vida de algunas y todo se mezcla. Veo una nevera a lo lejos que anuncia Heineken helado y me decido a pedirlo. La chica de Europa del Este de pelo brillante negro que hace como que está agobiada o que yo no soy mejor que ella finalmente me atiende.

Esto no es Ámsterdam pero los acentos se mezclan con las nacionalidades con los sueños con los grupos de personas que en este sábado noche se entreviven y se contratocan mientras recorren las eternas horas de final de la semana y el principio de una noche que para algunas será larga, ardua o ágil como un corcel y llena de agarraderas.

Como no bebo le pregunto a esta chica si puedo llevarla fuera. No sé a qué hora hay gallardonazos o qué pasa si una persona que no bebe se pasa de la lengua. Se le encienden las mejillas y se ruboriza quizá? sonríe nerviosa y me da un consejo, tal vez en la taberna de la esquina, pero, me la podré llevar?, sonríe con calma, tal vez sí, digo yo, tal vez, dice ella como animándome en la aventura.

Hoy no me he puesto la cinta del pelo, lo tengo cardado al viento, libre como me siento libre, después de haberme amado y haber dejado mi esencia por todos los rincones de mi dormitorio. He y me he impregnado de lubricante orgánico de cacao y los juguetes que cada vez me dan más juego me han ayudado a vislumbrar mi deseo hacia Bizcochito; ya es oficial, no puedo mentirme a mí misma, al pensar en ella se descargan pinchazos eléctricos en mi vientre. Y mi esencia más vital, mi olor más céntrico y salobre se ha mezclado con el de cocoa butter y ha llenado mis sábanas con columnas de amor selladas en silicona, sombras y vapor, que no compartiré con nadie, aunque ahora he salido y estoy rodeada y puedo rodear, y por eso me siento tan fluida cuando hablo con la gente, porque no tengo nada que ocultar aunque nadie sepa tampoco nada.

No hace frío, el aire está crujiente, como debe ser un sábado noche con ruidos enlazados de aviones, pisadas y ausencias. No hay mucha gente en mi calle de estrechas aceras aunque los bares, tabernas y establecimientos de paso a la madrugada ya están rebosantes y la energía de la gente prieta, compartiendo tiempo y soledades eternas se amontona como una marabunta por la acera, se convierte en un tumulto de pompas de palabras que al traspasar las puertas se disipan y silencian y siguen llenando las calles con corriente estática.

Me decido entrar en la taberna que parece suiza o alemana y veo que no hay barra y que la gente se apiña en círculos concéntricos, no hay fútbol sino conversación y muchas muñecas alzadas al aire sujetando cañas con asas esmeriladas. Una chica preciosa se apresura a atender los requerimientos del patio. Cuántos hombres y tal vez mujeres la llamarán para otra ronda simplemente por deleitarse en su joven pelo moreno. Una mujer con aspecto de matrona, chaparrita y canosa aparece de entre la multitud y me pregunta que qué deseo. Lleva un delantal y en su juventud tal vez haya vivido en Alemania, y tal vez mañana vaya a misa, y tal vez su hija es bisexual y se parece a mí o ha tenido un novio como yo. Le pregunto si tiene Heineken y casi me alegro de que me diga que no porque si tiene que decirme que no la puedo sacar fuera no vale la pena.

Me decido al salir a acudir a los mercenarios del Opencor que si no tienen cerveza de lujo nadie la va a tener por aquí disponible y pienso en ti que recorrías con tus labios el cuello del botellín ayer y mecías mi mente nublada con tus palabras rítmicas y sus tonos musicales, y acercabas tu cara como si quisieras que te besara, y acercabas tus labios a mi piel y yo tan sólo lo aproveché para escucharte más de cerca, porque fuiste tú quien decidiste ir a un bar de Chueca y quien quisiste saber de mi vida aunque yo como siempre te preguntaba por la tuya.

Te preocupaba si tomaba medicación y yo te dije que no era medicación era sólo una pastilla por las mañanas, como si ahora voy a tener que preocuparme por la medicación cuando al tomármela la veo como un seguro de vida, como una red para no estrellarme contra los picos de los témpanos de la depresión o la euforia, como si no pudiera emborracharme por la primera vez en dos años o tal vez tres o cuatro y beber de un botellín. Tú querías mojitos, yo te pregunté que qué tenía un mojito porque no tengo ni idea, la idea del ron sonaba mortal y me desmarqué por una Heineken, porque tal vez la noche tenía algo de Ámsterdam, de no haber conocido ahí alguien como tú, de haber compartido tantos años con el amor de mi vida pero no haber tomado ninguna Heineken con ella. Y tú sorprendentemente pides otra, como si quisieras seguirme la pista y no quisieras que me desmarcara nunca, nunca de ti.

El brillo verde sexy del botellín me recordaba a los latidos del timbre de las bicicletas de allí, pero anoche no estaba en Ámsterdam sino en Chueca a unos metros de la plaza y esto no es Nueva York sino Madrid ni San Francisco sino algo cercano a Malasaña y la Glorieta de Bilbao donde vivo y no me tengo que preocupar de pedalear en la bici contra el frío o que el amor de mi vida se estrelle contra un coche porque ha bebido demasiado y está de buen humor pero sus luces no funcionan como deberían porque no le importan y a mí sí.

Y tú quieres pagarlo todo, y yo pienso que un mojito es una bebida para una primera, segunda y tercera cita, en todo caso para las primeras citas, y que el haberme llevado a un restaurante a cenar sushi, tu comida preferida aunque tú eres vegana, es una extravagancia de las primeras citas, pero no digo nada, sólo escucho y observo cómo zarandeas tu cuerpo en la noche cálida, mostrando tu lado masculino al decirme que tú amaste a tu novio por primera vez en el Moulin Rouge y por eso no me importa haberme fijado en la chica japonesa del restaurante y haberte comentado lo bella que era, comentario que te ha desarmado un poco, pero es que esa chica tenía la belleza salvaje de un hombre joven, los ojos andróginos, la sonrisa de pan, unos labios recortados y grandes, y hablaba español perfectamente, y si Bizcochito me dejara por su novio podría volver y escribir en mis Moleskines en su restaurante para verla cada noche si fuera necesario, aunque probablemente eso lo escriba pero no lo haga. Aunque le dije hola y gracias y otra vez gracias y adiós al marcharse y preguntarle a su compañero cuándo le tocaba y es el lunes y el martes o sea que este finde no trabajaba, y Bizcochito me mira y quiere aprender a seducir como yo, pero yo solo lo hago no sé por qué lo hago, tal vez porque esta noche estamos en Chueca y yo quiero hablar de mis amantes porque ella habla de los suyos y quiero sentirme libre y en tablas y ella silenciosamente lo sabe.

Entro en el Opencor y sí tienen Heineken, pero no botellines con el brillo sexy verde pero no importa y no sé cuántas latas coger que me ayuden a seguir sintiéndome como cuando me amaba esta mañana tras haber leído tus mensajes de texto en mi móvil en la cama de mi litera y cuando la noche pasada acercabas tu mirada, tu sonrisa, tus labios y tus dientes a mí mientras me hablabas y me escuchabas pero yo no podía besarte sino sonreír ante tu osadía de querer seducirme, de hacerlo desde que te vi, de hacerlo con tanta intensidad durante toda la noche, tal ve sin ser consciente de ello, porque la intimidad que estamos creando entre nosotras desde que nos conocimos es no ya muy especial sino algo importante que no recuerdo desde hace mucho tiempo y que no sé cuándo va a acabar y no quiero acabarlo de un plumazo con un beso.

Bésame tú si te atreves y tal vez me pregunte entonces el qué habría caído en mis labios, en mis dientes, en mi boca y te mire extrañada y vulnerable porque no sabría cómo acabaría esto y no quiero que acabe, quiero que continúe todo igual, tú seduciéndome y yo seduciéndote y así hasta el infinito, porque cuando me coges la mano siento electricidad y tan sólo mirarte me produce un placer infinito y sé que tu olor pronto quedará sellado en mi memoria.

También sé que anoche te he visto, finalmente te he visto, tienes un lado que no es etéreo, que es casi macarra, que es muy masculino, que tienes escondido en el herbolario, que he descubierto y que también es frágil e inventado y por eso eres tan loquis como yo aunque no tomes medicación o una pastilla o nada que se le parezca.

He descubierto ya varios registros de tu risa y está la risa burlona, la sarcástica, la que quiere emular la mía, y por eso ya me siento más relajada y si quieres hablar de tu chico, pues bueno, yo te seguiré la corriente y veré a dónde nos lleva esto, pero yo no puedo besarte si estás con otra persona, deberías saberlo, prefiero emborracharme o emborracharte y luego llegar a casa y amarme mientras te sueño y recibo tus mensajes de ayer esta mañana, y luego me envías uno más y como si yo estuviera borracha de ayer que no pude porque me dejé tres cuartas partes del sexy botellín verdoso, decido enviarte una avalancha de mensajes ardientes que tú no desperdicias ni calumnias sino que respondes tal vez extasiada, tal vez preocupada, no lo sé, pero no me puedes llevar a tu sushi favorito o a diez metros de la plaza de Chueca cuando yo sugería un Opencor y una humilde ensalada en mi casa después del concierto de cuarzos al que me llevaste, donde yo te cogí la mano y casi me dormí y cuando el chico de los cuarzos lloraba con una voz femenina el sueño me invadía y era como si durmiéramos juntas aunque tú estabas en posición de loto, porque ayer me explicaste que pasaste de diseño gráfico a ser profesora de yoga después de diez años practicando, poco a poco te saco información y no estás acostumbrada.

Creo que una lata de Heineken no es suficiente, aunque no bebo, van a ser dos, pero no me gusta llenarme la barriga con este caldo de cebada, aunque lo haré por ti, porque aunque no fumo alguna vez he fumado en rodajes y en momentos claves y tú dices que no fumas normalmente pero a veces sí y te sacas un cigarrillo reciclado de los sin techo y lo enciendes y apagas constantemente, y no sé si decir que eres sexy porque nuestra relación no es sexual es física y sensual pero no es sexual aunque sí es tremendamente física y sensual y no me decido en absoluto a hacer nada ya que no sé qué hacer ni quiero hacer nada, tan solo seguirte la corriente y pensar horas más tarde en lo que me estás haciendo o lo que yo te estoy haciendo.

No recuerdo haber visto nada en el Lamictal sobre beber Heineken pero perfectamente podría haber una advertencia, aunque cuando haces algo que normalmente no haces sigues sin normalmente hacerlo así que no me preocupa, el tomarlo todas las mañanas también es algo bastante bestia y adictivo y perdona, Lamictal, hoy voy a hacer lo que me dé la gana porque es sábado y ayer estuve con Bizcochito e hicimos el amor en un bar mientras todo el mundo estaba mirándonos.

sexta-feira, 21 de novembro de 2008

En la ciudad sin límites

El nombre no se ha borrado, tu cara sí, se mezcla con otras caras, deformándose. No sé si todo es parte de la tortura, ya no distingo. No sé si él te dará esta carta. No sé si es amigo o miente. Hubiera querido abrazarte, pero me muero. Queda poco tiempo.


He visto el tren. Los he visto dentro, muchas veces, esperándote y tú sin saberlo. Otras veces lo sabías, y huías a tiempo. O lo han inventado para que les diga dónde estás. Tengo que evitar que subas a ese tren porque te va a llevar a la muerte. Otras veces estás ya muerto. Como yo. Otras me hablas y sonríes, y dices cosas que nunca habías dicho, y que me quieres. Yo hubiera querido quererte, pero no pude.





Cuando son casi la 1 de la mañana de este 22 de noviembre, acaba de concluir mi último llanto. Viernes y en casa, quizá debería hacer salido. A darme al alcohol, que purifica las almas.

Melancolía, perfecta melancolía

Te resistes a triunfar y a barajar las múltiples oportunidades de tu vida, el tránsito subliminal de lo que podrías haber sido y te agarras como un capullo primigenio al tallo que reverdece de la melancolía.


Revistes tu mundo de sombras oblongas como las hojas caídas de otoño en un páramo recto bordeado por olmos salvajes y te resbalas por la pista de aterrizaje patinando febrilmente en la baba de caracol, aunque tu vida dependa ya de ello.


Es la atracción de la melancolía.


Enmudece tus quejas, amplifica tu ánimo cuando la sientes como un efluvio dichoso y dulzón que al traspasar la zona de la lengua degustadora de postres se torna amarga porque te mantiene las noches en vela.


Melancolía.


Quieres depurarla, congelarla para que dure millones de años; se te antoja como una mujer perfecta, una reina de hielo que aunque no te ha encontrado soporta el peso de tus desdichas. Es una vieja conocida para ti.


Decides vivir con ella, sentir por ella, llorar a través de ella. Es una niebla salvaje, un mantra que inhalas en lo más profundo de tu ser, la materia orgánica de la que estás hecha, un gran manto de armiño asesinado, una realeza desterrada, es quien nunca pudiste ser y la esencia de la feminidad que aunque impermeable admiras, ansías, deseas, transitas y te revela tus verdaderas ansias de libertad.


Pero también te aprisiona a pesar de ser un cautiverio fiel y amable, una espera eterna e hidrogenada henchida de lechosa luz lunar, irreverente, con una guirnalda de risas mágicas, femeninas y andróginas que revelan en sus espléndida y seductora sonrisa unos dientes brillantes, luminosos como perlas con vetas de cielo y nubes blancas.


Ella tiene una filosofía y una belleza sangrante y salvaje con brillo amazónico de piel de papiro que te hace enamorarte cíclicamente de ella, sufriendo remisiones continuas.


Sus ojos brillan en la bruma gris de un chaparrón, la tromba de agua en la calle donde se canta bajo la lluvia y te recubre una tiara de estrellas.


Pero es peligrosa. No sucumbas a ella, te roba los cascabeles del presente, los buenos recuerdos del anteayer y la esperanza en un futuro con clemencia. Te escondes del mundo tras su mirada sensible y protectora. Ella es tu guarida, tu amiga y confidente. No espera nada de ti y te escucha y apacigua, pero tras su mirada tranquilizadora y tierna de madre lactante. esta mujer con sonrisa de plata y platino esconde una trampa venenosa, un dardo paralizante, afilado y narcótico.

La dama triste se sirve del inocente querubín de cabello rizado, el bebé Cupido de risas saltarinas que te alcanza con una flecha de nácar mortal e impactante. Apresa tu corazón con un golpe seco y certero y congela tu latido para siempre con el opio garzo de la adormidera. Con lágrimas infinitas y calientes aúllas un canto precioso, una lámina de amor, una sustancia que te nutre y te obliga a esperar para siempre.

¡Huye de ella y no regreses a su prendedor para convertirte en su mariposa de coleccionista si quieres vivir!