segunda-feira, 24 de novembro de 2008

Mi almohada

Ayer me fui a dormir con cierta aprensión, como me sucede muy a menudo. Tenía el cuerpo revuelto y la mente repleta de caracolas. Saqué la madre que hay en mí y me llevé a la cama, pero antes intenté encontrar puntos de inflexión, pliegues de domingo y en general cualquier cosa que pudiera hacerme fluido el paso al manto de emociones, el vértigo a dejar de tambalearme en el domingo y caer en el vertiginoso espacio estrellado donde se arremolinan mis párpados contra las sábanas, más tolerable ese salto al vacío sin que aparezcan fuegos artificiales y sonidos vacuos en la oscuridad de la noche. Debería tener el truco de nuestro bebé a quien le fascina la linterna mágica de las hadas saltarinas, las morsas peludas con colmillo y las estrellas bailarinas.

Mi almohada absorbe mis renuncias, pliega la dermis de la cara, atrapa las esencias de caoba de mi pelo rizado y emarañado para que los bucles sueñen. Hace los honores a los orígenes de su nombre retorciéndose en símbolos y formas arabescas que me hechizan y me permiten dejar el momento actual y replegarme a la frescura de mi subconsciente donde de nuevo me enfrento con la realidad aunque la vislumbro en sus puntos ciegos, sus misivas; la velocidad se vuelve aire en movimiento y ráfagas de entendimiento y las sombras son seres que me cogen la mano y me guían y en las nubes de su risa repiten mi nombre y prometen acompañarme toda la noche que en realidad es un día velado y suavizado.

Mi almohada recoge los sueños y no los revela la noche siguiente, amolda su forma al recogimiento de mi cuerpo que asciende desde mis pies bendecidos en agua de concha y revuelve mis brazos, mis piernas, mi espalda en formas alargadas, elegantes, con pulsaciones musculares relajantes que me ayudan a concentrarme. El sudor que transpiro hacen mi almohada más blanca, más límpida, más hogar, más personal, y al moverme y recibir el fresco de su reverso, de su larga horizontalidad, inspira y destila esencias de palosanto, formas de loto y semillas de rododendro. Éstas me inoculan ácidas toxinas que me obligan a rememorar, recordar y olvidar los matices de mi aventura y mis luchas medievas contra mi lado oscuro, la persona que me ronda con su espada larga y ancha.

Por eso leí un poco, aunque era tarde, y me congratulé de poder irme a la cama con suficiente tiempo para frenar el ritmo impenitente de este fin de semana, de esta semana llena de encuentros, personas iluminando mis tardes, gente que venía a mí y que brillaba con los conceptos en los que nos enzarzábamos. Mientras tanto mi cuerpo ha ido por libre expulsando y produciendo fluidos y tengo que hacer algo al respecto pero no sé muy bien qué. Llevo toda la semana viciada comiendo hidratos de carbono; me han apetecido patatas guarretonas de MacDonalds, pan de leña con queso y aceite y en general todo lo que tiene algo de hueco por dentro pero por fuera es una mezcla de crujiente, salado y entre medias bullente y gomoso.

No sé si ni cómo se me va a quitar este resfriado, virus o lo que sea. No me da miedo el frío que se avecina, porque como llega tarde ya no me va a fastidiar la fiesta. Además, lo he estado esperando como un comensal tardío a la mesa y mientras tanto me he zampado sus entremeses, y hay muchas personas que me han dado ternura y me prometen estar conmigo mientras el hielo escarcha el aire, para darme calor con sus voces y sus abrazos, así que no me preocupa el frío en absoluto. Además este invierno va a ser, por la cuenta que le trae, un simple otoño endurecido y romántico.

Me duele mucho por las comunidades crecientes de gentes sin techo y los pocos lugares en Madrid donde se concentra el aire caliente, los tubulares humos filtrados por nuestra respiración que los hace semi potables, los calores del metro reverdecidos hacia la tierra, los bofetones de mentol de tantos excesos de calentamientos globales en edificios inteligentes y hábilmente codiciosos que no sueltan sus miguillas para que otros seres humanos puedan sobrevivir. La dinámica que les calienta es el egoísmo acérrimo y la brutal ansia por cerrar el día a las siete con objetivos redondos como el signo del dólar. ¿Exagerada? ¿Y por qué salimos de ellos todos los días sin ver, sin ni siquiera vislumbrar, especialmente en el centro, todas esas personas que se esconden en las sombras, preparadas para una noche desgarradora que les araña la salud y les congela los sueños?

Yo también intento meterme en mi burbuja y planear formas y maneras para sobrevivir. Sé que necesito estar en paz conmigo misma. Tengo que manipular emocionalmente a la empresa con la que trabajo para poder ayudar a Vincent. Creo que lo del contrato de trabajo no va a funcionar muy bien porque no he ganado lo suficiente el año pasado ni he querido mirar a ese borrador de hacienda que me reclama casi ochocientos euros a pesar de haber estado en paro diez meses en ese año. La cosa está algo difícil, pero seguro que se puede hacer algo. Es justo y necesario como un doblez de la espada de San Jorge.

He empezado este post pensando en mi sueño recién despertado y en cómo voy a proceder durante esta semana que se yergue sobre mí con un montón de pruebas a superar. Necesito un poco de coherencia porque muchas cosas se están desarrollando y la vida, mi vida y yo estamos proponiéndome una mano de posibilidades, oportunidades, actos de fe, barruntamientos varios, amores cándidos y siderales y enlaces profundos con otras personas que me están buscando y esperando en este momento. Y no voy a tener que pensármelo mucho. Pero una de las cosas que tengo que hacer es recomponerme un poco con la inspiración de la semana pasada y este finde tan movidito.

Me he dado cuenta de que he pasado tiempos varios, momentos aislados y recogidos, trazas y retales de tiempo con personas que están en conflicto consigo mismas, que experimentan ira, terror o pequeños pánicos hacia el futuro y se rebelan o luchan a brazo partido con su pasado que o bien añoran y respetan o quieren desterrar y abandonar como un cachorrito amoroso que ya no les entretiene, que les recuerda su fragilidad de años atrás. Quieren endurecerse, echarle de su lado, ahuyentarle y humillarle para poder resurgir adelante.

Estas personas llevan en alto el paraguas de la negatividad y están bastante enfadadas así que no quiero removerles la conciencia demasiado con mi humilde pero saltarina felicidad y confianza en mi futuro. Como le dije a David a nuestra edad el futuro es lo que está pasando ahora y durante las próximas veinticuatro horas, pero alguna gente o no cree en el futuro y lo teme o ha perdido la fe en el pasado, y en mi caso no es ninguna de las dos cosas, porque mi vida es cada vez más como una frutería a la que no le falta ni la variedad ni la entrega de nuevo género durante la extasiada madrugada. Sé que se avecinan también grandes dolores, el corazón partido, el ánimo acuchillado por la tragedia, pero eso ha estado pasando siempre y ya lo he aceptado y hay que salir adelante; caminas o revientas.

Así que debo resguardarme un poco de estas amistades, sus miradas, sus almas en pena porque mi lugar ahora no es el purgatorio. He pasado muchas horas la semana pasada acompañando, jugando, riéndome e intentando compartir e inspirarles, pero a veces es como echar polvo de plata a remolinos de negrura que terminan en una acequia ponzoñosa y mezquina, que ansía destruirte a ti también. Yo sé muy bien que estas aguas residuales al final llegan a la naturaleza como las atormentadas semillas de la gente de bien, y la tierra las sana, las absorbe y neutraliza y pasan a formar parte del abono necesario para que reverdezcan las plantas en erupcionen en flor y la belleza acuda a nuestros nuevos instantes de necesidad.

Pero eso lo tiene que hacer cada persona, y yo creo que todos y todas tenemos un destino que debemos cumplir y nadie puede hacer nada para evitarlo. Yo intento acompañar, estirar los momentos buenos lo más posible, condimentar la melancolía para que se vuelva bella y Dickensiana, distraer y hacer que la gente piense en aquellas personas más desdichadas que ellas, porque esa es la forma de entrar en contacto con tu propia humanidad. Pero las travesías por el desierto son solitarias y la ira hay que descargarla en tu propia road movie. Yo he llegado a mi destino después de miles de kilómetros frecuentando náuseas al ver cómo las líneas discontinuas de la carretera hacia ninguna parte me causaban fraguas de dolor y me destrozaban la conciencia. Pero yo no soy una iluminada, tan sólo una personita que es parte de una familia a la que tengo que cuidar; tengo un manojo fértil y bello de amistades a las que tengo que amar sin reservas ni treguas y con racimos de vida y cascabeles de ánimo y risas; tenemos a nuestro bebé con el que quiero descubrir de nuevo mi infancia, y conservo la responsabilidad de extender el febril efecto mariposa más allá cada día.

También he vagado tardes enteras con otras amistades e incipientes encuentros con gente que me ha buscado, a quienes he buscado, personas maravillosas llenas de luz aunque no se dan cuenta. Personas que han tocado las alas angelicales del autoconocimiento y su verdadera esencia progresista, hacia adelante, cuestiónatelo todo; ya sabes: camina o revienta. Y me he sentido inspirada por ellas y nuestra inspiración y espiración mutua nos está llevando por caminos donde se avistan vergeles, nos descalzamos y caminamos por mullidos campos de flores, las nubes se levantan y los pajaritos cantan y podemos atrapar esporas juntas y soplarlas al viento de nuevo porque nadie quiere atrapar para destruir, ni sentimos la angustia de la separación de lo bello. Lo enviamos lejos para que retorne a la naturaleza y algún día se vuelva y nos alcance la cabeza por detrás con su efecto boomerang para emborracharnos del dolor fértil que nos permita abrir los ojos por encima de los párpados y que alargue nuestra mirada de forma trasversal como los sabios africanos esculpidos en madera, que meditan con los ojos entornados, alargados como judías largas y ondulantes.

No sé lo que me deparará esta semana impregnada por la Navidad incipiente. Tal vez despierte o sueñe con la persona amada. Tal vez mis sueños me lleven lejos y se precipiten en lluvias corpóreas de las que se revuelven y forman remolinos centelleantes y extravíen el dolor de las personas que me quieren. Pero no quiero besos robados ni impaciencias ni tiempo extraviado en movimientos concéntricos sobre un eje roto.

Esta semana, como siempre, empieza todo.

3 comentários:

  1. A veces leo (ya sabes, en diagonal porque tus columnas son interminables) tus posts y tengo la sensación de que vivimos historias y sensaciones paralelas en dos ciudades distintas.

    También pienso que lo tuyo con Bizcochito tiene futuro y yo sólo voy a comer cruasán si me lo compro en el horno de la esquina.

    Tú lo estás haciendo bien y yo mal. Deberíamos hacer una peli sobre ello... y aunque es algo que se me acaba de ocurrir, la verdad es que tiene mucho sentido para un guión...

    Porque al fin y al cabo estas cosas que nos pasan sólo pasan en las pelis, no podríamos tener una vida más normal, no, qué aburrimiento. ;-)

    besos!

    [w]

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  2. ¿Una película? Absolutamente. No se me ocurre una idea mejor. Es más, no se me ocurre NADA más. Si no pongo en perspectiva estas emociones tan fuertes voy a tener un ataque al corazón o tal vez se me va a encoger como una piña verde que nunca se abrirá más a puto amor.

    Angustia y tragedia bollo puente aéreo Madrid-Barcelona, Wendy, Splash Barcelona sin la horterada de película europea con financiación de las oficinas de turismo.

    Gilipollez urbanita continua, come-come comecocos. En serio, no es tan difícil, hasta lo podríamos filmar con el móvil (tengo uno que me hace olvidar de pensar).

    Dímelo y lo colgamos aquí, I mean it :-)

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  3. Buenas noches, preciosa. Tienes mucha razón en lo que dices y debería escucharte. Te cuento también para que afiles tus ya agudísimos consejos :-)

    Borrar su número de móvil: una estrategia mía para impedirme hacer cosas de las que luego pudiera arrepentirme. El otro finde se me ocurrían ideas y decidí que ella fuese la depositaria de mis pensamientos, y creo que no debería haberlo hecho. Hay que guardarse algunas cartas, ¿no? No sólo porque sea un juego, al que yo juego fatal, por cierto (porque no tengo templanza de ésa que dices) sino porque tengo que aprender a dejar parte de mi vulnerabilidad escondida de la atmósfera y su acción oxigenada.

    Quiero tener mensajes y no enviarlos, que sean más como mensajes en una botella ... Escribir sin publicar, pensar cosas bonitas y no decírselas nunca a nadie, sonreírme a mí misma, formar parte de algo sin ostentaciones. Estar en segundo plano pero abarcarlo por completo.

    No, los mensajes no eran con respuesta, pero eran una invitación a que me conociera un poco más y para que ella saliera de su cascarón. Durante nuestros intercambios (desde que nos conocimos) nuestra amistad ha sido muy interactiva: una sembraba y la otra cosechaba. Creo que su silencio es bastante llamativo, con el paso de los días se está convirtiendo en normal, porque lo normal es lo que se hace por último, y de esa manera se normalizarán las cosas.

    Sí, tienes razón. Tendré que pasar por el herbolario alguna vez. Pero no es buena idea que lo haga ahora ... Yo también tengo los nervios a flor de piel. No me gusta estar así. No sé si estoy jugando a que me eche de menos ... me gustaría dejarla tranquila un rato. Creo que está saturada de mí, de los pensamientos que se le llegaron a cruzar por la cabeza, de las emociones fuertes.

    Además, si realmente te importa alguien, hay que dejarle marchar un rato y hay que dejarte marchar. Luego el reencuentro a veces parece que sucede sin que hubiera pasado el tiempo, porque la frescura se conserva. Siendo Piscis he aprendido a perder a muchas personas por el camino. Cada vez le soy más fiel a mi leyenda del agua y quiero irme cuando las mareas cambian. Yo, a alguien que quiero estoy dispuesta a abandonarle todas las eternidades que sean necesarias. No hay ninguna lo suficientemente larga.

    Siempre he pensado que lo mejor que se puede hacer tras un desengaño es irse muy, muy, muy lejos ... El no pasarme es casi como una metáfora de cómo el cerca puede querer decir lejos, como creo que está pasando ahora.

    Una psicóloga que tuve me preguntó una vez sobre un proyecto artístico que me llevaba por la calle de la amargura: "¿Por qué es tan importante? ¿Qué te juegas?". Y entonces me di cuenta de que no me jugaba nada: en ese caso era sólo mi salud. Tal vez Punset me hubiera preguntado lo mismo :-)

    A mí no me gusta el término medio sino el meridiano. No me gusta la normalidad sino lo extraordinario. Sólo me atrae la rutina si te recuerda quien eres cuando tras haberla abandonado la retomas. Bizcochito es extraordinaria, pero vivimos en meridianos distintos.

    Muchos besitos y gracias por pensar en mí.

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