terça-feira, 11 de novembro de 2008

Energía femenina

Llevo más de una hora y media investigando cómo hackear el Kaspersky porque ya no me fío de AVG después de haber escuchado un par de historias de terror. Es muy tarde pero no puedo permitirme estar sin anti-virus. Sigo haciéndole perrerías al ordenador y éste es el último que he montado; francamente, no tengo paciencia para desintegrar otro más con un virus o similar cataclismo sísmico y tener que volver a hacer DVDs de la peli a dedo.

No es normal que sean casi las dos de la mañana y yo esté aquí entrando en páginas sospechosas llenas de pop-ups, porno y cosillas rarillas sin tener antivirus justo para bajarme uno. He pasado de la versión 7 a la 8 y después a la 9 y al final he vuelto a la 7 porque tras horas de pruebas he encontrado una forma de hacer renovar el periodo de prueba cada treinta días de forma indefinida. Menos da una piedra y Kaspersky lo vale.

Y hoy me he dedicado a desfacer entuertos con los ordenadores de las chicas del trabajo. Últimamente están muy contentas conmigo. Hoy lo he notado más porque sigo un poco de Calimera y tal vez ellas se han percatado. A pesar de que ya les debe de quedar claro a tod@s que soy una bollo recalcitrante (y tal vez por este mismo motivo) las chicas me arrechuchan, me cogen del brazo entre risas, me regalan los oídos con sus saludos en los pasillos, me iluminan el día con unas sonrisas que no son de este mundo y cuando estoy en pleno trajín me traen sillas, cafés, kiwis o agua a mi puesto.

Cuando les cuento algo me miran fijamente y zigzaguean su mirada de mi ojo derecho al izquierdo para concentrarse y entender la chorrada que les estoy contando en ese momento. Yo destripo portátiles, les instalo componentes minúsculos en su interior, descuelgo programas de servidores, lanzo scripts y luego me desespero en su presencia porque no encuentro una solución a la primera para que funcionen las cosas. No caben en su asombro cuando pierdo la paciencia y las emprendo a bastonazos con alguna aplicación que les trae por la calle de la amargura porque no pueden enviar los contratos o los informes de no sé qué a las Antípodas.

Hoy a E. le he arreglado un tema de un programa que no imprimía, pero nos ha costado más de dos horas y muchos sudores después; y digo nos porque cuando me siento enfrente de su ordenador y me cuentan sus cuitas yo no me dedico a decir "aquí estoy yo" sino "vamos a ver, qué hacemos, tú qué opinas" y les hago partícipes de lo que hago, porque si no me aburro y me siento como la niña de los recados. Además me encanta que me miren como si les estuviera hablando en sánscrito, ya que no hay para tanto, y la verdad es que yo todo lo termino arreglando por intuición y testarudez y ocasionalmente un golpe de suerte; porque saber, lo que se dice saber ...

E. se ha quedado conmigo durante las dos horas que ha durado la operación y he contemplado un registro completo de sus gestos y expresiones faciales y anímicas. Al principio, cuando pensaba que iba a llegar yo y besar el santo se ha confiado y se ha reído mucho conmigo. Estaba ilusionada, coqueta, simpática, sencilla y súper atractiva. Es una de las chicas que siempre me saluda aunque no tenga nada pendiente que arreglarle, un encanto, vamos. Tiene mucho gracejo, alegría natural, picardía y le gusta mucho cogerme de la manga, de la mano, separarme los dedos, empujarme, enderezarme, sentarme en la silla y darme abrazos.

Hemos hablado de cómo los términos lingüísticos pueden ser anacrónicos de que ha vivido en México y también de blogs. Ella no sabía que los blogs siquiera existiesen y sin descubrirme le he enseñado el de NavyBlue. Entre descarga y desinstalación de programas ella me ha sacado fotos de alguna vacación y puesta de sol y entre sus carpetas destacaba una que ponía Orgullo 2008 y que ha captado mi atención. Pero ésa no me la ha dejado ver. No creo que ... Después cuando ha pasado Marquitos nos hemos reído de sus pelillos en el pecho y E. ha dicho una barbaridad, porque no le importa nada decir barbaridades de ese tipo en mi presencia, me pregunto si yo la provoco de alguna manera.

Después la cosa se ha torcido y yo he dejado de tener una expresión informal y me he puesto un poco seria, tal vez hablándole al ordenador con menos contemplaciones y explicando las cosas un poco más ranciamente, algo así como resumiendo el fracaso en frases ausentes y letárgicas mientras llovían ráfagas y aluviones de tap tap en el teclado. Entonces ella se ha alertado, ha empezado a ver cómo circulaban las agujas del reloj sin enviar esos famosos contratos a Sebastopol y se ha marchado con sus colegas a fumar para olvidarse del problemilla, con la esperanza de que al volver se encontrara el ordenador con un lazo puesto.

Pero cuando volvió me siguió viendo ahí, sudando, enzarzada. Yo la miré como si hubiera perdido la esperanza de que ganara Obama y se empezó a poner nerviosa. No quería hablar mucho para que yo no perdiera la concentración, y la vi arrebujarse en la silla, repantingada, con las manos en los bolsillos, mirando al tendido e intentando descifrar en mi expresión la gravedad del asunto. He intentado entonces captar su atención y le he explicado lo que estaba intentando hacer y ella se ha enterado bastante; esto le ha ayudado a seguir la operación de rescate de la aplicación que se resistía a funcionar, porque a ver si vuelves a imprimir llevas dos meses así y esos contratos no se envían. Tras un rato preguntándole constantemente si podía esperar unos minutillos más, unos minutitos más y ya lo arreglamos, de verdad, he tenido que dejarle con el marronazo para que pudiera trabajar un poquillo mientras yo averigüaba lo que pasaba desde otro equipo.

Increíblemente me he olvidado de su problema en cuanto me han venido otras tres chicas que andaban esperándome, cada una con su problema, para que le echara una ojeada a sus equipos. Tras una hora o así, E. ha vuelto y me ha pedido de rodillas que por favor intentáramos arreglar el asunto. He vuelto a su ordenador sin tener una idea clara de lo que podíamos hacer y de repente se me ha ocurrido algo y en cuestión de cinco minutos se ha arreglado todo. Por supuesto E. casi ha saltado de su silla y me ha abrazado con grititos y alleluyas. La he dejado en su sitio dando palmaditas llena de júbilo (oye, son dos meses sin imprimir contratos) y he notado como había renovado la confianza en mí corregida y aumentada.

Así ha transcurrido el día; me ha rodeado energía femenina a raudales y la verdad es que me ha encantado y espero que sea lo mismo mañana. Necesito recaudar cientos de sonrisas femeninas a mi alrededor para encontrarme mejor tras estos últimos días sintiéndome un patito poco atractivo.

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