quarta-feira, 19 de novembro de 2008

Centropia

Serendipities profundas y centellas ilusorias para merendar. Pequeñas almas bobas y simientes entregadas al ánimo incandescente. Sufres por llegar. Brebajes inciertos, péndulos suspendidos, miríadas de soles que surgen benditos para racionalizar las mareas nocturnas que buscan la salvia con urgencia, pero luego perecen.

Simples semillas y salidas inciertas, el mañana es cándido porque el vergel es un sueño que se hace esperar. Mi amor despierta, no te mientas, resurge si debes y vive con mesura, encárgate de tus propias ausencias, pero no pierdas las rutas que te llevan a la canela en rama y las lilas en flor, y las subidas de presiones lunares, todo encandilado, todo insalubre y los cielos plomizos pero fecundos de promesas.

Me rebelo y asciendo para no reprimir las pésimas esperas, las riendas que se sueltan, las vigas que se desploman o los cantos de sirenas.

Apenas el viento me acaricia los hombros y las partículas aéreas simplifican las superficies que rozan. Ahora casi no tengo dónde brillar y reclamar los insuperables suspiros, las vidas que claman, las ciénagas que te enredan y cómo se vislumbran los bancos de peces.

Quiero bombear la sangre alrededor de mi cuerpo y abrir un boquete en mis brazos para convertirme en araña radiada y alcanzar todos los rincones del alma. Quiero arrancarle ecos sonoros a la rabia que remuerde e impide que el oxígenos se renueve. Es una sinrazón y una desazón extraña y ciega. No sabe de apagones o estiramientos ciclópeos, es muy básica en su armazón desplumado.

Es la luz hiriente que precinta los espacios y se enfrenta a las sierpes matinales y las angustias nocturnas. Sus molduras se retuercen como brotes tiernos apretados hasta exudar vapores calientes repletos de vidas enquistadas a punto de eclipsar el día.

Renuevo, renuevo mis semanas a golpe de trombas de lluvia que se reducen en segundos a centellas de pensamiento. Los indolentes libros de estilo y las maniobras que quedaron por vivir y las promesas que se irán contigo. Son los cuartos crecientes y las mitades menguantes que ofrecen vigilias de tiempo y vueltas interminables de tuerca.

Tus llamadas se despiden en los túneles opacos y sus heridas y reclaman herencias cíclicas que no pueden trastocarse en soledad. No soy susceptible de perderme hasta que me encuentre, y para entonces ya te habré olvidado, aunque no quiera. Si persistes en volver y devolverme me harás reclamarte a las sombras y atraparte entre luminosos y tiernos besos. Besos y abrazos que saben a mantequilla y a nardos y polen enardecido con verdor de ciénaga.

No sabré como entroncarte pero huyo de las nieblas para servirte siempre de ejemplo. Cuando perfile los flecos del alba comprobaré las reminiscencias de tu olor y tu presencia para hacerlas mías y no destrozar las filigranas del momento. Si me quieres deberías saberlo. Las nacarinas vacías no serán un obstáculo.

Tengo dos niveles de conocimiento: uno es el placer y otro es el recuerdo, y planeo entre ambos como la yedra que circula entre el aire y la roca. Pretéritos mínimos y sorpresas amables, texturas tricolores y profundas. Nadie puede recomendarte una salida rápida de mí, como tampoco es posible el iluminar alcobas o el cercenar los bordes de las esquinas. Debemos y podemos en su totalidad calmarnos la red impaciente, absortas en la poca inocencia que nos queda.

Yo me quedo contigo y eso es lo que cuenta.

Llamadas que duran más de la cuenta y esperas interminables. Rastreo los recorridos inmensos de nuestro encuentro y sospecho que antaño ahí encontré la paz. Navego sin rumbo por un golpe de gracia entre brumas y suspiros para llegar hasta ti.

No soporto escaleras que me cieguen ni recorridos sin aroma, pues realmente deberías saberlo.

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