sábado, 30 de maio de 2009

Nueva York, sólo escaparate

La ciudad de los rascacielos, la ciudad que nunca duerme y la ciudad yanqui más grande me la ha soplado. Vivieron su éxtasis durante el siglo XX y podían mirar por encima del hombro principalmente del tecnológico, a cualquier otro terrestre. Pero se han estancado. Se les acabó la ficha. Europa les ha cazado.

Poco de Nueva York se me antoja insólito, ya que en Londres, en Milán, en Matalascañas o en Madrid vestimos con el mismo atuendo, los horarios laborales son parecidos, también nos cruzamos por la calle con gente de muchas nacionales. Consumen el mismo alcohol que nosotros (a pesar de haber tomado como medida subir el precio del mismo para reducir su consumo -si es que cuando se sientan a pensar...-); comemos alimentos similares (diría que más parecidos que a los de Gran Bretaña).

Desde esta terraza, en una planta 20, nos tomamos una cervecita. Lo de enfrente es el Empire State.
Dora, aconséjanos
Tarjeta New York Pass - Cuesta unos 155 dólares para 7 días. Cómprala si piensas visitar la ceca, la meca y el cañaveral, es decir, si en tu plan de viaje está calzarte unas deportivas y sentirte poseído por el correcaminos. Y hacerte así una foto delante de cada monumento tipo "I was there".

Transporte - Aconsejable la tarjeta de 7 días, sirve para metro y bus y cuesta 25 dólares. Me ha parecido un jaleo el metro de NY además de sucio, viejo y ruidoso. Qué orgullo al pisar esta mañana nuestro metro de Madrid.
Hay un gran respeto por el viandante, sí ese que esta todo el día de allá para acá con un inmenso vaso de plástico en la mano, que sólo contiene aguatonta y que ellos lo llaman coffee. Cuyo único benefico que apuesto tiene es calentarle las manos y el pecho los días que el grajo vuela bajo, y hace un frío del carajo. (En invierno, hasta los -30ºC).

Comida - Buen precio, puedes comer y cenar fuera a precios muy parecidos a los que tenemos en España. Los restaurantes españoles, por lo general, sirven comida mexicana.

Alojamiento - No aconsejable el Hostel Chelsea Spot, en la calle 30 entre la 6ª y 7ª avenida. Precio muy compentente, pero habitaciones muy pequeñas, deteriorado y muy ruidoso. Te tocará la lotería si eres agraciado con una recámara en la cuarta planta, sin ascensor. Pero el premio gordo se lo lleva la atención al cliente.
Maleducado y sin empatía (en general en todo los comercios neoyorquinos) y cerdo en este en concreto. Me muero de risa sólo de revivir una escena: Laura y yo frente al gordo baboso de recepción que come con las manos unos trozos de pollo frito de Kentucky. Relamiéndose los dedos para buscarnos información en el ordenador. Y nosotros sin poder articular palabra.

Salidas nocturnas - A las 4:00am todos a su casa, pasando por alguna pizzería para irse a la cama con el estómago asentado. Copas caras, ni se te ocurra pedir un chupito, así que sólo cerveza. Ah, en los bares de ambiente no hay sexo, si te estás cagando te jodes y no liberas a Willy ya que los baños sólo tienen la puerta de fuera ¿el resto? como un loft. ;-). Píllate una revista gay gratuita, que incluye un plano con los lugares de ambiente de Manhattan. Eso sí, haz como mi amiga Celia-K, que me llevó al Barracuda, y date el placer de degustar un cosmopolitan y sentirte más Carrie que nunca.

Idioma - Si eres de los que sólo conjuga bien el verbo to be o de los que has olvidado cómo pasar a interrogativa una frase, no te cagues ahora en la academia Openning por cerrar sus puertas. La gran mayoría del personal son hispanos o descendientes de.

Lo que está claro es que esta ciudad no descansa nunca. El día es una sucesión de horas, ni comienza ni acaba. Siempre te toparás con alguien, perdón algo, abierto.
That's all, folks. Ay, si es que la experiencia es un punto a favor. Qué poquito cuesta compartir mi sabiduría y experiencia vital con los demás. Experiencia viajera que me temo, en este caso, que no repetiré.

Nota: Ya que has llegado a este post, aunque no me conozcas, hazme saber de ti y anímate a dejarme un comentario tanto si vas a ir a NYC o si ya has vuelto. Muchísimas gracias.



Excelso cotidiano


Sensaciones, primacías, contingencias y fugacidad. ¡Qué error tentador adherirte a ellas como únicos candelarios de nuestra existencia y nuestro paso por la vida! Yo quiero refugiarme en los momentos sordos, incólumes, retorcidos, en sus inconsistencias, y perderme en los arrullos de la intuición porque crean algo nuevo, terrestre, inacabado, insospechado, irrepetible y centelleante, como las acometidas del presente con sus sorpresas, o las vibraciones cardíacas, o los especímenes de serpentinas y esporas míticas.

Allí deseo encontrarme y encontrarte: en las esferas pálidas y refulgentes como Excálibur, que recogen los brillos de lo excelso cotidiano. Para metamorfosearme fantásticamente en viajes de la razón, seriegrafías corporales, inmensidades bellas, efervescencias plenas, prismas irisados y ligeros de equipaje y en llamaradas cíclicas. Quiero que nos entreguemos a los ecos paralelos y sonoros, a los pinzamientos periódicos de las emociones añoradas y extrañas.

Nos encontramos poco a menudo con estos momentos ensoñados entre bastidores, al bies, plisando los entretantos, las frecuencias entremezcladas entre fases de las actuaciones, en las perezas entre pensamiento y pensamiento, en los entornos insospechados.

Excelso cotidiano


Sensaciones, primacías, contingencias y fugacidad. ¡Qué error tentador adherirte a ellas como únicos candelarios de nuestra existencia y nuestro paso por la vida! Yo quiero refugiarme en los momentos sordos, incólumes, retorcidos, en sus inconsistencias, y perderme en los arrullos de la intuición porque crean algo nuevo, terrestre, inacabado, insospechado, irrepetible y centelleante, como las acometidas del presente con sus sorpresas, o las vibraciones cardíacas, o los especímenes de serpentinas y esporas míticas.

Allí deseo encontrarme y encontrarte: en las esferas pálidas y refulgentes como Excálibur, que recogen los brillos de lo excelso cotidiano. Para metamorfosearme fantásticamente en viajes de la razón, seriegrafías corporales, inmensidades bellas, efervescencias plenas, prismas irisados y ligeros de equipaje y en llamaradas cíclicas. Quiero que nos entreguemos a los ecos paralelos y sonoros, a los pinzamientos periódicos de las emociones añoradas y extrañas.

Nos encontramos poco a menudo con estos momentos ensoñados entre bastidores, al bies, plisando los entretantos, las frecuencias entremezcladas entre fases de las actuaciones, en las perezas entre pensamiento y pensamiento, en los entornos insospechados.

Esperas



Esperas temblores continuos y ésos no llegan. Acudes al timbre de los nervios de las raíces desconocidas y ellas no te asaltan. Pretendes retirarte a tiempo y cazar las ideas al vuelo, las tiernas miradas, las incomprensiones exquisitas, las lavas inoperantes, las insinuaciones imprecisas y todas te elevan al mismo lugar antes roto y ahora recompuesto, un suave mirador que tiernamente susurra reencuentros y luces veladas ante tanto resplandor.

Es la intencionalidad de los someros rostros de desguaces celestes, los que tiran sondas al espacio para mimetizar impresiones. Es el intenso asomarse y recoger tus esquinas prensibles como llagas cicatrizadas y espléndidas.

Esperas



Esperas temblores continuos y ésos no llegan. Acudes al timbre de los nervios de las raíces desconocidas y ellas no te asaltan. Pretendes retirarte a tiempo y cazar las ideas al vuelo, las tiernas miradas, las incomprensiones exquisitas, las lavas inoperantes, las insinuaciones imprecisas y todas te elevan al mismo lugar antes roto y ahora recompuesto, un suave mirador que tiernamente susurra reencuentros y luces veladas ante tanto resplandor.

Es la intencionalidad de los someros rostros de desguaces celestes, los que tiran sondas al espacio para mimetizar impresiones. Es el intenso asomarse y recoger tus esquinas prensibles como llagas cicatrizadas y espléndidas.

El escorpión


Los yermos parajes desolados de aquellos retos de amor desahuciados que rinden pleitesía a los hados inversos del desamor no son para visitarlos. Si no me quieres aléjate y que sepas que no te anhelo -debieras haberle respondido.

Mientras yo renuevo mis votos para verte tú te dejas llevar por aquellas almas que vibran en resquemores, las que no alejan sus fantasmas anquilosados, las que retuercen las lindes de las paredes para hacerte daño, abandonarte a tu suerte, mi vida. Hay que conservar los paisajes floridos y alejarse de las costras de la podredumbre espiritual, de los miedos conservados, de los socios impropios, de las sendas menos circuladas, de las unidades circulatorias del maltrato con dolor, de las emociones que retornan de antaño para doblegar. Hay que quererse tanto y bien.

Desvincúlate de su embrujo, desquítate de sus bravas exigencias, libérate de su empuje abismal. Tus miedos todavía te rondan, tu miedo de amarla, de ser ella tu dueña, de reinventar precipicios y acantilados mortales en hueros deseos. Si la amas de verdad abandónala a su muerte para que reviva renovada, para que se plantee escapar de sus sumideros de orinas indecibles y verdosas. Envíala lejos donde pueda reencontrarse; ya no es nada tuya sino un rapto de tu vitalidad que crea rayas y escoceduras en tu libertad.

Ella escupe a tu felicidad, te insulta: no te ama; te retiene,no te añora; te repudia, no te pierde. Un amor verdadero no se estanca y se nutre de pasadas rencillas y sucias embestidas de celos y golpes. Libérate, no te impidas sentir estos momentos tan plenos, tan dulces como el agua de lluvia retenida en las gotas de rocía, tan breves como el paso del tiempo bravío e impenitente. Repliégate y rebusca en tu camino hacia ti y verás qué límpido, qué sueño, que iluminado por tu resplandor de redención enamorado.

Prensas las esquinas, anuncia al mundo en tu mirada tu radiante bien, tu espera de dicha correspondida, tu misión de travesías que abandonan las rutas desérticas para abrazar el día.

El escorpión


Los yermos parajes desolados de aquellos retos de amor desahuciados que rinden pleitesía a los hados inversos del desamor no son para visitarlos. Si no me quieres aléjate y que sepas que no te anhelo -debieras haberle respondido.

Mientras yo renuevo mis votos para verte tú te dejas llevar por aquellas almas que vibran en resquemores, las que no alejan sus fantasmas anquilosados, las que retuercen las lindes de las paredes para hacerte daño, abandonarte a tu suerte, mi vida. Hay que conservar los paisajes floridos y alejarse de las costras de la podredumbre espiritual, de los miedos conservados, de los socios impropios, de las sendas menos circuladas, de las unidades circulatorias del maltrato con dolor, de las emociones que retornan de antaño para doblegar. Hay que quererse tanto y bien.

Desvincúlate de su embrujo, desquítate de sus bravas exigencias, libérate de su empuje abismal. Tus miedos todavía te rondan, tu miedo de amarla, de ser ella tu dueña, de reinventar precipicios y acantilados mortales en hueros deseos. Si la amas de verdad abandónala a su muerte para que reviva renovada, para que se plantee escapar de sus sumideros de orinas indecibles y verdosas. Envíala lejos donde pueda reencontrarse; ya no es nada tuya sino un rapto de tu vitalidad que crea rayas y escoceduras en tu libertad.

Ella escupe a tu felicidad, te insulta: no te ama; te retiene,no te añora; te repudia, no te pierde. Un amor verdadero no se estanca y se nutre de pasadas rencillas y sucias embestidas de celos y golpes. Libérate, no te impidas sentir estos momentos tan plenos, tan dulces como el agua de lluvia retenida en las gotas de rocía, tan breves como el paso del tiempo bravío e impenitente. Repliégate y rebusca en tu camino hacia ti y verás qué límpido, qué sueño, que iluminado por tu resplandor de redención enamorado.

Prensas las esquinas, anuncia al mundo en tu mirada tu radiante bien, tu espera de dicha correspondida, tu misión de travesías que abandonan las rutas desérticas para abrazar el día.

Desvelos traspuestos


Empresas encendidas entronizadas en barro fundido, como el viento acérrimo que nos lleva sin remisión, encabritado, rebelde y suyo. Exijo palabras envueltas en algodón en rama y casi siempre te suspiro.

Entre los bailes que encuentran salida y los saberes que entretienen mis desvelos se encuentra el sabor intenso de las madreselvas salvajes que a veces hieren y otras sanan, pero siempre despiertan.

Tal vez me salte las fajas de hielo que me separan intensamente de estas líneas manirrotas y cúspides, pero entretanto debo hacer, tengo que hacer, sé que haría tantas cosas, abriría tantas matriorcas como fuera necesario, tantas cajas chinas como acuarelas infinitas reflejadas en su brillante ébano, tantas preciadas maniobras como quieras para acercarme más y más a ti.

Pretendo tu reino, aspiro a tu cariño, incienso y mirra. Estoy aterrada porque el ánimo es genuino y ya no tengo ninguna hacha de guerra que enterrar. Suspiro en silencio y me embolso los resguardos de mi antigua rabia.

Desvelos traspuestos


Empresas encendidas entronizadas en barro fundido, como el viento acérrimo que nos lleva sin remisión, encabritado, rebelde y suyo. Exijo palabras envueltas en algodón en rama y casi siempre te suspiro.

Entre los bailes que encuentran salida y los saberes que entretienen mis desvelos se encuentra el sabor intenso de las madreselvas salvajes que a veces hieren y otras sanan, pero siempre despiertan.

Tal vez me salte las fajas de hielo que me separan intensamente de estas líneas manirrotas y cúspides, pero entretanto debo hacer, tengo que hacer, sé que haría tantas cosas, abriría tantas matriorcas como fuera necesario, tantas cajas chinas como acuarelas infinitas reflejadas en su brillante ébano, tantas preciadas maniobras como quieras para acercarme más y más a ti.

Pretendo tu reino, aspiro a tu cariño, incienso y mirra. Estoy aterrada porque el ánimo es genuino y ya no tengo ninguna hacha de guerra que enterrar. Suspiro en silencio y me embolso los resguardos de mi antigua rabia.

sexta-feira, 29 de maio de 2009

Frescor


Te escribo pretéritas salinas que describen y deshielan los vientres helados.

Frescor


Te escribo pretéritas salinas que describen y deshielan los vientres helados.

Tos


No iré a trabajar
no tengo trabajo
te tengo a ti
y mi tos cargada
en mis pulmones
me entretiene y me sana.

Tus ojos y tu mirada me persiguen. Los recuerdos los dispersa el andar del vecino por el techo. La goma de sus zapatos abriendo y subiendo armarios de madera nueva que huelen a él. Tengo calor pero no me levanto; te espero mientras el mundo gira y yo lo rechazo serena entre jolgorios de pájaros y toses que retumban en mi pecho como ciénagas de flemas añejas y polvorientas, como corrientes estancadas de besos futuros esperando salir y oxigenarse con tu aliento para redimirse de sus retrasos.

Mi tos es todo, es verde musgo con ecos, enferma de amor y de flechas que emponzoñaron mi pecho hasta encontrarte. Ahora expulso el hedor hasta que se exude y se desgaje todo lo demás; hasta el sueño, las cremas, el jarabe dulce y rosa de la tos, la amoxicilina maldita en sus curas, el sabor de leche agria en mi boca. Enferma, saetas, tragar, soñar, logros, aventuras quebradas, huesos que se derrumban, luz y sol que aclara la vista y soborna y ahoga la piel de mi cara.

Escupo a sabiendas de que no servirá para nada; las flemas ascienden a mis fosas nasales, las humedecen y enmudecen la tos bronca y cansada. Exhalo, expectoro, espero, sueño de puro agotamiento, te deseo, admiro tu marcha, tus piernas, tus caminatas y treguas insatisfechas con las escapadas raudas y febrilmente inútiles del tiempo fugit.

Mi tos vuelve, inmunda, renuente, insalubre, espesa y sucia. Escupo en la imbécil y simpática taza de Disney que he sacado y que navega con agua de ratania para mater los gérmenes que ahora anidan en esta casa por mi culpa. El Boxer me escucha y creo que se apiada. No sé si los perros tosen flemas malditas. Ella intenta dormir pero vela mi enferma inconsistencia de los pulmones marchitos por las primaveras infieles y astringentes que me supuran sin piedad. Ayer cambiaron de ruta y asediaron mi cérvix -cobardes, cobardes, se quisieron infiltrar los hongos húmedos y estriados en viscosidades macilentas. Me liberaré de ellos porque ahora salgo de ti y tú me liberas las cadenas cárdenas con tu sonrisa y tu saludo bello. Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero y te quiero.

Soy un canto callejero y esquilmado y tú me recogiste a tiempo, mi amor. Qué desvarío de quereres, qué inocuo respiro para acrecentar el oxígeno que te lleva. Días ciegos de amor por ti, inutilizables, alargados y secos, exprimidos, invisibles al mundo, retornados a voluntad. BBailabas entre sombras y huecos en el 8 y Medio tras dejar las chaquetas en el ropero. Nos dejamos seis euros por un par de cazadoras: tu Adidas y mi forro polar londinense, regalo de una ex-amante. Tú oscilas tus bebidas y tus hombros y bailamos abrazadas durante horas. Me encantas. Te sueño. Mi respiración se columpia herida de muerte por el humo del tabaco ajeno. Mis ojos están secos y enfebrecidos pero te miro y me balanceo en tus movimientos. Mi móvil reposa en el ropero con tus mensajes de amor y deseo. Madurez estrellada como esa noche fértil y preñada.

La ceniza de la tos me araña la tráquea y torso mientras me abrazas sólo con tus manos fuertes. Te quiero. Me adentro más y más, me da miedo pero tú no me das miedo, exijo tu presencia y andar intenso. Me aterran tan sólo mis debilidades; quiero cumplirte.

Tos


No iré a trabajar
no tengo trabajo
te tengo a ti
y mi tos cargada
en mis pulmones
me entretiene y me sana.

Tus ojos y tu mirada me persiguen. Los recuerdos los dispersa el andar del vecino por el techo. La goma de sus zapatos abriendo y subiendo armarios de madera nueva que huelen a él. Tengo calor pero no me levanto; te espero mientras el mundo gira y yo lo rechazo serena entre jolgorios de pájaros y toses que retumban en mi pecho como ciénagas de flemas añejas y polvorientas, como corrientes estancadas de besos futuros esperando salir y oxigenarse con tu aliento para redimirse de sus retrasos.

Mi tos es todo, es verde musgo con ecos, enferma de amor y de flechas que emponzoñaron mi pecho hasta encontrarte. Ahora expulso el hedor hasta que se exude y se desgaje todo lo demás; hasta el sueño, las cremas, el jarabe dulce y rosa de la tos, la amoxicilina maldita en sus curas, el sabor de leche agria en mi boca. Enferma, saetas, tragar, soñar, logros, aventuras quebradas, huesos que se derrumban, luz y sol que aclara la vista y soborna y ahoga la piel de mi cara.

Escupo a sabiendas de que no servirá para nada; las flemas ascienden a mis fosas nasales, las humedecen y enmudecen la tos bronca y cansada. Exhalo, expectoro, espero, sueño de puro agotamiento, te deseo, admiro tu marcha, tus piernas, tus caminatas y treguas insatisfechas con las escapadas raudas y febrilmente inútiles del tiempo fugit.

Mi tos vuelve, inmunda, renuente, insalubre, espesa y sucia. Escupo en la imbécil y simpática taza de Disney que he sacado y que navega con agua de ratania para mater los gérmenes que ahora anidan en esta casa por mi culpa. El Boxer me escucha y creo que se apiada. No sé si los perros tosen flemas malditas. Ella intenta dormir pero vela mi enferma inconsistencia de los pulmones marchitos por las primaveras infieles y astringentes que me supuran sin piedad. Ayer cambiaron de ruta y asediaron mi cérvix -cobardes, cobardes, se quisieron infiltrar los hongos húmedos y estriados en viscosidades macilentas. Me liberaré de ellos porque ahora salgo de ti y tú me liberas las cadenas cárdenas con tu sonrisa y tu saludo bello. Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero y te quiero.

Soy un canto callejero y esquilmado y tú me recogiste a tiempo, mi amor. Qué desvarío de quereres, qué inocuo respiro para acrecentar el oxígeno que te lleva. Días ciegos de amor por ti, inutilizables, alargados y secos, exprimidos, invisibles al mundo, retornados a voluntad. BBailabas entre sombras y huecos en el 8 y Medio tras dejar las chaquetas en el ropero. Nos dejamos seis euros por un par de cazadoras: tu Adidas y mi forro polar londinense, regalo de una ex-amante. Tú oscilas tus bebidas y tus hombros y bailamos abrazadas durante horas. Me encantas. Te sueño. Mi respiración se columpia herida de muerte por el humo del tabaco ajeno. Mis ojos están secos y enfebrecidos pero te miro y me balanceo en tus movimientos. Mi móvil reposa en el ropero con tus mensajes de amor y deseo. Madurez estrellada como esa noche fértil y preñada.

La ceniza de la tos me araña la tráquea y torso mientras me abrazas sólo con tus manos fuertes. Te quiero. Me adentro más y más, me da miedo pero tú no me das miedo, exijo tu presencia y andar intenso. Me aterran tan sólo mis debilidades; quiero cumplirte.

Mayo



El runrún,
las obras,
el olor de las cigüeñas.

Dormito con el sol entrando por mis pupilas hacia mis entrañas.

Te añoro pero rehúso, no me desvisto. Te escucho en el absorber del sol de nuestras sábanas pacientes y amantes.

Mañana de 9 mayo 2009

Mayo



El runrún,
las obras,
el olor de las cigüeñas.

Dormito con el sol entrando por mis pupilas hacia mis entrañas.

Te añoro pero rehúso, no me desvisto. Te escucho en el absorber del sol de nuestras sábanas pacientes y amantes.

Mañana de 9 mayo 2009

Suelo


Las autopistas que enlazan hacia mi sexo están cargadas de coches enloquecidos como balas de plata que accionadas por pistones ciegos me alcanzan para que tú me penetres.

El suelo tiene un olor que podría ser un sabor estable de polvo ardiente. Me tumbo y mi pelo recoge sus esencias, sus formas, las pisadas que abrasan al retumbar sobre él. El sabor añejo del polvo, del polvo, del polvo sellado es el frío suelo.

Suelo


Las autopistas que enlazan hacia mi sexo están cargadas de coches enloquecidos como balas de plata que accionadas por pistones ciegos me alcanzan para que tú me penetres.

El suelo tiene un olor que podría ser un sabor estable de polvo ardiente. Me tumbo y mi pelo recoge sus esencias, sus formas, las pisadas que abrasan al retumbar sobre él. El sabor añejo del polvo, del polvo, del polvo sellado es el frío suelo.

Aromas



Los limoneros se endulzan tras las agrias decepciones de los desamores pasados, y sabes que me aromatizas con tu aliento arrebatador. Sí, lo sabes y lo haces mil y ciento veces para sellarme bajo la piel tu impronta de leche y miel, que es tu mirada.

No me anticipaste el desvelo de tus preocupaciones ni el desencanto de tus omisiones. Como las equivocaciones del querer son esquivables, te espero en la esquina tras tu huida. La luz del rayo verde del cenit es embriagadora.

Aromas



Los limoneros se endulzan tras las agrias decepciones de los desamores pasados, y sabes que me aromatizas con tu aliento arrebatador. Sí, lo sabes y lo haces mil y ciento veces para sellarme bajo la piel tu impronta de leche y miel, que es tu mirada.

No me anticipaste el desvelo de tus preocupaciones ni el desencanto de tus omisiones. Como las equivocaciones del querer son esquivables, te espero en la esquina tras tu huida. La luz del rayo verde del cenit es embriagadora.

Fotos



A mis pupilas las delata el esplendor de tu cuello, el recubrir de tus cabellos, el repensar en ti y tus pasiones. Te anhelo y me levanto para sentirte y visualizar mis esperas mientras te arreglas y te vistes. Desayunamos juntas en las primeras horas de mayo y te asisten los minutos imberbes en sus ansiados comienzos. Eres para mí una vida entera también de comienzos. Una tanda de vivires y miradores enredados en barro crisálido y sereno, marrón y ennegrecido por el fuego tardío de mis entretelas. Te quiero y me supero.

Ceñida en tu habitación te sueño, te respiro y tejo las mallas de hierro que te retengan y te sujeten a mis vislumbradas sombras de otoño perdido ya, perdido para siempre.

Te vivo, te suspiro, te llevo, te tengo y te contengo. Me llevas y me llamas, te asumo y te entreveo, me apaciguas y me sanas, te elevo y te sorteo, me buscas y me hallas. Sin tiento te extraño. El tiempo me desorienta pero mi recuerdo entre tus curvas me sublima. Te extraño, te extraño, pero no te acabo. Un preciado sol acude a mi llamada que vela por mis desvelos, que sueña con tus sentires y revelaciones extrañas y tus perlas de primavera.

Requiero tus pesares para arrendarlos al suelo, para arrastrarlos al barbecho y que conmigo duerman y sueñen pellizcos de musgo que, sin embargo, tiemblen con tus pulsaciones tardías sobre mi piel, mis hombros, mi vientre y mis vidas.

Te buscan mis pulgares, te tiemblan mis índices, te recogen mis anulares, te sujetan mis meñiques, te acarician mis muñecas, te vuelca mi mano, te pasea mi antebrazo, te calca mi codo, te abraza mi brazo, te vislumbran y aúpan mis hombros. Te perfila mi cuello, te acurruca mi barbilla, te mecen mis mejillas, te besan mis labios, te sienten mis sienes, te arrulla mi nariz y su olfato, te seduce mi aliento, te invierte mi frente, te subyugan mis ojos, te acarician mis cejas, te susurran mis pestañas, te bordean mis cabellos, te envuelven mis rizos, te desea mi mente, te arremolinan mis neuronas, te redondea mi cabeza, te exige mi contorno, te insinúa mi perfil. Te pierde y te encuentra mi cuerpo.

Te encadenan mis te quiero. Te precisan mis suspiros, te acudo incipientemente para salirme de la rayuela un rato en el que me quieres por mí, por mis sabores, por mis visiones, por ...

Fotos



A mis pupilas las delata el esplendor de tu cuello, el recubrir de tus cabellos, el repensar en ti y tus pasiones. Te anhelo y me levanto para sentirte y visualizar mis esperas mientras te arreglas y te vistes. Desayunamos juntas en las primeras horas de mayo y te asisten los minutos imberbes en sus ansiados comienzos. Eres para mí una vida entera también de comienzos. Una tanda de vivires y miradores enredados en barro crisálido y sereno, marrón y ennegrecido por el fuego tardío de mis entretelas. Te quiero y me supero.

Ceñida en tu habitación te sueño, te respiro y tejo las mallas de hierro que te retengan y te sujeten a mis vislumbradas sombras de otoño perdido ya, perdido para siempre.

Te vivo, te suspiro, te llevo, te tengo y te contengo. Me llevas y me llamas, te asumo y te entreveo, me apaciguas y me sanas, te elevo y te sorteo, me buscas y me hallas. Sin tiento te extraño. El tiempo me desorienta pero mi recuerdo entre tus curvas me sublima. Te extraño, te extraño, pero no te acabo. Un preciado sol acude a mi llamada que vela por mis desvelos, que sueña con tus sentires y revelaciones extrañas y tus perlas de primavera.

Requiero tus pesares para arrendarlos al suelo, para arrastrarlos al barbecho y que conmigo duerman y sueñen pellizcos de musgo que, sin embargo, tiemblen con tus pulsaciones tardías sobre mi piel, mis hombros, mi vientre y mis vidas.

Te buscan mis pulgares, te tiemblan mis índices, te recogen mis anulares, te sujetan mis meñiques, te acarician mis muñecas, te vuelca mi mano, te pasea mi antebrazo, te calca mi codo, te abraza mi brazo, te vislumbran y aúpan mis hombros. Te perfila mi cuello, te acurruca mi barbilla, te mecen mis mejillas, te besan mis labios, te sienten mis sienes, te arrulla mi nariz y su olfato, te seduce mi aliento, te invierte mi frente, te subyugan mis ojos, te acarician mis cejas, te susurran mis pestañas, te bordean mis cabellos, te envuelven mis rizos, te desea mi mente, te arremolinan mis neuronas, te redondea mi cabeza, te exige mi contorno, te insinúa mi perfil. Te pierde y te encuentra mi cuerpo.

Te encadenan mis te quiero. Te precisan mis suspiros, te acudo incipientemente para salirme de la rayuela un rato en el que me quieres por mí, por mis sabores, por mis visiones, por ...

Tránsitos


Tránsitos de mayo, agreste y fiel. Luces encendidas de semillas arrebujadas y céntricas. Hermetismos varios sin espejismos, dotados, desangrados de salvia y campos sagrados. Felicidad, ramales, saltos, impresiones iluminadas, cuánticas, bellas, integradoras, básicas. Ilusiones que se vengan de la realidad, que alternan subidas de tensión con restos de altares sagrados.

Crisantemos pálidos que reaccionan ante tu rostro con oscilaciones del ánimo, risibles, apenas encauzadas. Empresas sempiternas y hábiles, reintegros sólidos, entrantes, impresionados, recuento de los días que hablan de tus preguntas, que salva el arrullo de los Alisios incipientes.

La noche serena y crispada que revienta y baila con sus luceros al alcance de la mano, sintiéndose simples, caudalosos, mimetizados. Las voces que retornan a sus destinos con claveles cárdenos en los dientes, con simples estíos, en busca de emociones tubulares y bon voyages. Es un mínimo despertar de los días con hilos y lilas en el pelo y ojos emocionados.

Quiero verte, quiero amarte, deseo encontrarte, no me conoces aunque intento explicarme para ser tuya, para abrumar al viento que no entiende las equivocaciones del querer.

Tengo el cuello del cérvix colmado de heridas de amor, y emprendo reencuentros sabios con tus agonías. Voy a comprobarte y reinventarte, impresionarte y sincerarme contigo. no me quedan células simbióticas en el cuerpo para equiparar mi carne a la tuya; necesito un expediente de salida para emprender sendas y salidas que me lleven hacia ti. Voy a renunciar a los perfumes enfundados en las espigas que retumbaban en las tierras que visitamos juntas.

Tránsitos


Tránsitos de mayo, agreste y fiel. Luces encendidas de semillas arrebujadas y céntricas. Hermetismos varios sin espejismos, dotados, desangrados de salvia y campos sagrados. Felicidad, ramales, saltos, impresiones iluminadas, cuánticas, bellas, integradoras, básicas. Ilusiones que se vengan de la realidad, que alternan subidas de tensión con restos de altares sagrados.

Crisantemos pálidos que reaccionan ante tu rostro con oscilaciones del ánimo, risibles, apenas encauzadas. Empresas sempiternas y hábiles, reintegros sólidos, entrantes, impresionados, recuento de los días que hablan de tus preguntas, que salva el arrullo de los Alisios incipientes.

La noche serena y crispada que revienta y baila con sus luceros al alcance de la mano, sintiéndose simples, caudalosos, mimetizados. Las voces que retornan a sus destinos con claveles cárdenos en los dientes, con simples estíos, en busca de emociones tubulares y bon voyages. Es un mínimo despertar de los días con hilos y lilas en el pelo y ojos emocionados.

Quiero verte, quiero amarte, deseo encontrarte, no me conoces aunque intento explicarme para ser tuya, para abrumar al viento que no entiende las equivocaciones del querer.

Tengo el cuello del cérvix colmado de heridas de amor, y emprendo reencuentros sabios con tus agonías. Voy a comprobarte y reinventarte, impresionarte y sincerarme contigo. no me quedan células simbióticas en el cuerpo para equiparar mi carne a la tuya; necesito un expediente de salida para emprender sendas y salidas que me lleven hacia ti. Voy a renunciar a los perfumes enfundados en las espigas que retumbaban en las tierras que visitamos juntas.

quarta-feira, 27 de maio de 2009

Cortinas


Música árabe, ella gime Habibi, Imra.

Cortinas, dientes de león fugaces, me espera el fuego del sol, tu fuego. La mariposa que perfila el aire, contonea la cortina con tu movimiento y el del laúd. Corriente espejo, espero verte de reojo. Mi pubis escuece y pulsa y se mueve como deseo hacia ti.

Huelo el incienso del rastro de ti que has abandonado a su suerte para cercarme, y siento tu presencia. Me imagino que la puerta de tu habitación es una cortina de perlas y cuentas que se estrellan entre sí como mandrágoras cuando traspasas su umbral desnuda y cubierta de joyas brillantes, cuentas, cadenas de plata y cobre que recorren tu piel con sus repiques de los cascabeles diminutos por toda tu piel que entran en la mía como tus caderas, el Argán y los repiques de metal acallado.

Esencia de té de jengibre. Hueles mi sudor inundado de flores. En tu cama henchida de nuestro sexo, de cómo hemos follado intensamente sus almohadas, sus dudas, su colchón anegado de nuestros fluidos corporales, del aire vaporizado por el calor de nuestras feromonas sexuales. En tu cama yazco y te vivo a ti.

La música árabe con la cantante gimiendo del placer de su melodía aterciopelada en rojo pasión aterroriza al desamor y sus lechuzas agrias y ciegas, que escapan despavoridas y pulverizadas en cenizas viscosas y yermas para nunca más regresar ni contaminar el parque frondoso, húmedo, verde y caliente de mi deseo.

Habibi, Imra

Me has destetado, me has desvirgado, las navajas de tu amor y ansia hunden mi vientre en movimientos rebozados en la arena de la mítica Ítaca, en la ondulación de mis músculos, en mis nervios encendidos y mis venas henchidas para propulsar mi protuberante clítoris.

Estoy señalada de marcas de tu carne, no puedo esconderlas ni amansarlas, me duelen los flechazos punzantes y me arrancan el marrón epidérmico que invade sus cicatrices. Tú sabes dónde se esconde el color negro que invade y acolcha tus besos, amor; sólo tú lo sabes y las otras mujeres lo han olvidado ya en amnésico desvarío.

El sol destila nuestros olores de sexo suspendidos en el aire y cruza tu ventana que observo sin miedo, con anhelo, sin miedo a precipitarme tras su borde, con esperanza de plenitud ante el inesperado baile de ráfagas de dientes de león celestes, blancos y algodonosos. Las ráfagas suaves como las flechas diminutas de deseo, el que tránsfuga revierte por las curvas de tus caderas y envía hacia mí tus salvas de amor.

Pero desperté entre tus brazos. Los dientes de león desaparecen tras bailar en el cielo límpido de un azul eléctrico, y esperan caer fulminados al invertir su gravedad con el fuego del sol, que imita el calor de tu sudor evaporado y enardecido.

Mi memoria de ti aparece emborrachada perfilándose en el vacío de ausencia (tu boca al borde del beso). Pero de repente la ausencia de ti se hincha de gozo. La voz en la música de esta mujer árabe hechiza a la cortina que despliega su baile del vientre con ondulaciones preciosas, intuitivas, místicas y femeninas, y me pregunto si estoy soñándote. Tras unos minutos dirijo la mirada a la tela que se contonea con tu movimiento del viernes al bailar entre las sombras huecas conmigo, enamorándome continuamente, fervientemente.

Tus pies están descalzos y ella te sigue y los quema de amor con su voz y los tañidos del laúd. Sigo la corriente hasta tu espejo de oro en la pared y espío el cristal en busca de tu reflejo, como cuando te espiaba entre las brumas del sueño apenas hace unos minutos, antes de que te marcharas. Mis pupilas me escuecen y se ensanchan, y mi pubis se encoge y revienta en punzantes botones para tocar la morada del clítoris.

Me injertas pequeños desfiladeros de alfileres de pasión al abalanzarte sobre mí y sellar mi piel con la cera ardiente de la tuya, y el dolor es el placer de tus caderas, de tus curvas y tu belleza plena y real, y la voluptuosidad de mi querencia. Estás recubierta de aceite de Argán destilado en jengibre, gotas de sangre menstruada y sudor agrio y carnoso de nuestras vaginas encendidas. Tus besos nos nublan la vista y el flujo de tu coño me corre con su olor.

El deseo hacia mi madre se ha convertido en deseo hacia ti. Le arranco las rosas y te lo entrego. Siento fiebre por tu ausencia. Deseo verte.

Cortinas


Música árabe, ella gime Habibi, Imra.

Cortinas, dientes de león fugaces, me espera el fuego del sol, tu fuego. La mariposa que perfila el aire, contonea la cortina con tu movimiento y el del laúd. Corriente espejo, espero verte de reojo. Mi pubis escuece y pulsa y se mueve como deseo hacia ti.

Huelo el incienso del rastro de ti que has abandonado a su suerte para cercarme, y siento tu presencia. Me imagino que la puerta de tu habitación es una cortina de perlas y cuentas que se estrellan entre sí como mandrágoras cuando traspasas su umbral desnuda y cubierta de joyas brillantes, cuentas, cadenas de plata y cobre que recorren tu piel con sus repiques de los cascabeles diminutos por toda tu piel que entran en la mía como tus caderas, el Argán y los repiques de metal acallado.

Esencia de té de jengibre. Hueles mi sudor inundado de flores. En tu cama henchida de nuestro sexo, de cómo hemos follado intensamente sus almohadas, sus dudas, su colchón anegado de nuestros fluidos corporales, del aire vaporizado por el calor de nuestras feromonas sexuales. En tu cama yazco y te vivo a ti.

La música árabe con la cantante gimiendo del placer de su melodía aterciopelada en rojo pasión aterroriza al desamor y sus lechuzas agrias y ciegas, que escapan despavoridas y pulverizadas en cenizas viscosas y yermas para nunca más regresar ni contaminar el parque frondoso, húmedo, verde y caliente de mi deseo.

Habibi, Imra

Me has destetado, me has desvirgado, las navajas de tu amor y ansia hunden mi vientre en movimientos rebozados en la arena de la mítica Ítaca, en la ondulación de mis músculos, en mis nervios encendidos y mis venas henchidas para propulsar mi protuberante clítoris.

Estoy señalada de marcas de tu carne, no puedo esconderlas ni amansarlas, me duelen los flechazos punzantes y me arrancan el marrón epidérmico que invade sus cicatrices. Tú sabes dónde se esconde el color negro que invade y acolcha tus besos, amor; sólo tú lo sabes y las otras mujeres lo han olvidado ya en amnésico desvarío.

El sol destila nuestros olores de sexo suspendidos en el aire y cruza tu ventana que observo sin miedo, con anhelo, sin miedo a precipitarme tras su borde, con esperanza de plenitud ante el inesperado baile de ráfagas de dientes de león celestes, blancos y algodonosos. Las ráfagas suaves como las flechas diminutas de deseo, el que tránsfuga revierte por las curvas de tus caderas y envía hacia mí tus salvas de amor.

Pero desperté entre tus brazos. Los dientes de león desaparecen tras bailar en el cielo límpido de un azul eléctrico, y esperan caer fulminados al invertir su gravedad con el fuego del sol, que imita el calor de tu sudor evaporado y enardecido.

Mi memoria de ti aparece emborrachada perfilándose en el vacío de ausencia (tu boca al borde del beso). Pero de repente la ausencia de ti se hincha de gozo. La voz en la música de esta mujer árabe hechiza a la cortina que despliega su baile del vientre con ondulaciones preciosas, intuitivas, místicas y femeninas, y me pregunto si estoy soñándote. Tras unos minutos dirijo la mirada a la tela que se contonea con tu movimiento del viernes al bailar entre las sombras huecas conmigo, enamorándome continuamente, fervientemente.

Tus pies están descalzos y ella te sigue y los quema de amor con su voz y los tañidos del laúd. Sigo la corriente hasta tu espejo de oro en la pared y espío el cristal en busca de tu reflejo, como cuando te espiaba entre las brumas del sueño apenas hace unos minutos, antes de que te marcharas. Mis pupilas me escuecen y se ensanchan, y mi pubis se encoge y revienta en punzantes botones para tocar la morada del clítoris.

Me injertas pequeños desfiladeros de alfileres de pasión al abalanzarte sobre mí y sellar mi piel con la cera ardiente de la tuya, y el dolor es el placer de tus caderas, de tus curvas y tu belleza plena y real, y la voluptuosidad de mi querencia. Estás recubierta de aceite de Argán destilado en jengibre, gotas de sangre menstruada y sudor agrio y carnoso de nuestras vaginas encendidas. Tus besos nos nublan la vista y el flujo de tu coño me corre con su olor.

El deseo hacia mi madre se ha convertido en deseo hacia ti. Le arranco las rosas y te lo entrego. Siento fiebre por tu ausencia. Deseo verte.

Abril


Aguas de abril - no imaginada.

Me llamas aguas de abril pero no imaginaba

que fueran más dulces que las lágrimas.

Abril


Aguas de abril - no imaginada.

Me llamas aguas de abril pero no imaginaba

que fueran más dulces que las lágrimas.

Simetrías


En tu cuerpo dos: brazos, piernas, ojos, rastros de genes binarios. Simetrías a pares, à deux ,
desdoblamientos, desligada en dos querencias, transfigurada en tu pareja de ti.

Y así marchamos desde la concepción, como una unidad desplegada en armonía sintéticas, integradas y prácticas, al unísono pero multiplicadas en dos soledades, dos toques en el aire, la marcha del cuerpo musculado en paralelo pero enrutada en línea única para completar un trazado de principio a fin, sin sabernos acompañadas por estar esencialmente solas, encontradas con nuestra imagen de espejo, mirándonos frente a frente con nuestro único futuro.

Y así vivimos con esa ilusión de duplicidad enfrascadas entre el pasado y el porvenir, y meciendo nuestros movimientos en sendos caminos para precisar un cruce que llamamos presente pareado.

Y entonces la encuentras a ella, y reconoces que has dejado atrás tu soledad pero no sabes por qué te sientes más acompasada, más cierta a pesar de. Te encuentras en vivo con un sabor a ti, un retomar ciego, un raudo reencuentro para saberte dotada de elasticidad pero apenas moviéndose entre los graves y los agudos al enlazar tus propias manos, al encuadrar la arquitectura de tus hombros, al repicar el eco del tamborileo de tus dedos como moviendo y azotando cajas chinas en golpes de dos pero sabiéndote una, una sola, meciendo los molinos al viento, uno enfrente del otro, pero replicándote en una pared de frontón para recibirte, imprimirte en el aire como un repique, una pareja de tus contradicciones, la mezcla entre la salvia y el tallo.

Pero te entronizas en ti, y te desarraigas entera y aislada, escondiéndote tal vez en el espacio entre la semilla y el salvado, porque en el fondo son lo mismo, y el espolón de tus brazos frondosos, y el reflejo mimético de tus rodillas al cuadrado o las miradas en zig-zag de reloj de salón sólo te ayudan a contenerte, a compactarte, sin desazones temas ni tristes disputas entre la derecha embriagada y la izquierda desasosegada con el enamoramiento de los helechos.

Y apareces tú y lo cambias todo. Renuevas la saliva que era una pero que te funde a ella. Emprendes un replegar de tus alas hacia tu espina dorsal para de verdad entremezclarte, separarte de tu doblez y ser una, al fin.

Simetrías


En tu cuerpo dos: brazos, piernas, ojos, rastros de genes binarios. Simetrías a pares, à deux ,
desdoblamientos, desligada en dos querencias, transfigurada en tu pareja de ti.

Y así marchamos desde la concepción, como una unidad desplegada en armonía sintéticas, integradas y prácticas, al unísono pero multiplicadas en dos soledades, dos toques en el aire, la marcha del cuerpo musculado en paralelo pero enrutada en línea única para completar un trazado de principio a fin, sin sabernos acompañadas por estar esencialmente solas, encontradas con nuestra imagen de espejo, mirándonos frente a frente con nuestro único futuro.

Y así vivimos con esa ilusión de duplicidad enfrascadas entre el pasado y el porvenir, y meciendo nuestros movimientos en sendos caminos para precisar un cruce que llamamos presente pareado.

Y entonces la encuentras a ella, y reconoces que has dejado atrás tu soledad pero no sabes por qué te sientes más acompasada, más cierta a pesar de. Te encuentras en vivo con un sabor a ti, un retomar ciego, un raudo reencuentro para saberte dotada de elasticidad pero apenas moviéndose entre los graves y los agudos al enlazar tus propias manos, al encuadrar la arquitectura de tus hombros, al repicar el eco del tamborileo de tus dedos como moviendo y azotando cajas chinas en golpes de dos pero sabiéndote una, una sola, meciendo los molinos al viento, uno enfrente del otro, pero replicándote en una pared de frontón para recibirte, imprimirte en el aire como un repique, una pareja de tus contradicciones, la mezcla entre la salvia y el tallo.

Pero te entronizas en ti, y te desarraigas entera y aislada, escondiéndote tal vez en el espacio entre la semilla y el salvado, porque en el fondo son lo mismo, y el espolón de tus brazos frondosos, y el reflejo mimético de tus rodillas al cuadrado o las miradas en zig-zag de reloj de salón sólo te ayudan a contenerte, a compactarte, sin desazones temas ni tristes disputas entre la derecha embriagada y la izquierda desasosegada con el enamoramiento de los helechos.

Y apareces tú y lo cambias todo. Renuevas la saliva que era una pero que te funde a ella. Emprendes un replegar de tus alas hacia tu espina dorsal para de verdad entremezclarte, separarte de tu doblez y ser una, al fin.

Te sigo


L@s niñ@s corren compulsivamente, el cansancio no importa, y yo te recorro y asedio todo tu cuerpo obsesivamente, sin cansarme durante horas interminables.

Te sigo


L@s niñ@s corren compulsivamente, el cansancio no importa, y yo te recorro y asedio todo tu cuerpo obsesivamente, sin cansarme durante horas interminables.

Simetrías enjaezadas


Enfundadas, reveladas, catapultadas. Mí y yo.

Simetrías enjaezadas


Enfundadas, reveladas, catapultadas. Mí y yo.

Y besos ...


Quiero cercarte con mis besos, como una empalizada blanda de guirnaldas de flores encendidas, aromatizadas, enardecidas, enamoradas.

Y besos ...


Quiero cercarte con mis besos, como una empalizada blanda de guirnaldas de flores encendidas, aromatizadas, enardecidas, enamoradas.

Ecce Homo


Me haces ver diferente y observar diferente. Siento diferente como recién llegada la mundo para alisar y alimentar mi infante conciencia blanca. Ya no ansío, ahora tengo.

Me atrincheráis a machetazos, como asesinos en serie, y me arrinconáis cuando resisto y miro mis heridas Ecce Homo de donde no surge la sangre sino sólo huecos acallados y apenados. Os observo y veo que en vuestros cuerpos hay heridas silenciosas de donde sólo surge la luz del desamparo, de la desesperación y de la soledad.

Pero aunque yo huya y se cicatricen mis heridas no os puedo devolver la alegría. Yo estoy en alta mar y me baña el salitre mojado desde la cintura. Vosotr@s os quedáis con miedo en la orilla y la alegría sólo os invade de cuando en cuando, al recibir los infrecuentes pero pertinaces roces y golpes de las olas rompiendo contra la orilla y lavando, washing your woulds away ...

Ecce Homo


Me haces ver diferente y observar diferente. Siento diferente como recién llegada la mundo para alisar y alimentar mi infante conciencia blanca. Ya no ansío, ahora tengo.

Me atrincheráis a machetazos, como asesinos en serie, y me arrinconáis cuando resisto y miro mis heridas Ecce Homo de donde no surge la sangre sino sólo huecos acallados y apenados. Os observo y veo que en vuestros cuerpos hay heridas silenciosas de donde sólo surge la luz del desamparo, de la desesperación y de la soledad.

Pero aunque yo huya y se cicatricen mis heridas no os puedo devolver la alegría. Yo estoy en alta mar y me baña el salitre mojado desde la cintura. Vosotr@s os quedáis con miedo en la orilla y la alegría sólo os invade de cuando en cuando, al recibir los infrecuentes pero pertinaces roces y golpes de las olas rompiendo contra la orilla y lavando, washing your woulds away ...

Desnudo


Si te desnudas y expones tu belleza te atacarán las llagas y te escocerán toda la vida.

Desnudo


Si te desnudas y expones tu belleza te atacarán las llagas y te escocerán toda la vida.

terça-feira, 26 de maio de 2009

Cajas chinas consecutivas


Una caja entronizada en su propio combustible, impulsada por retruécanos y margaritas cuadradas pero radiantes, todavía en su esplendor; mínimamente mancilladas: no se puede herir a las margaritas.

Dentro de la bola de pelusas de la mala fe, el mal humor, el cabreo brillan las oquedades con bengalas diminutas, supuran los lamentos chirivitas microscópicas, virutas plisadas con un pliegue que esconde una vaina de guisantes anacarados como perlas.

Te explico todo esto a ti porque sé que te importa. Todos los otros seres de mi entorno más cercano están emborronados con una necedad ciega de su introspectiva avaricia, y no podría iluminarles con mi felicidad aunque quisiera. Margaritas a cedros, a lápices alpinos que erectos no prenden raíces, no atusan al viento porque no se quieren cargar de hojas saltarinas y reverberadas, no aguantan las armonías, las melodías de amores enardecidos, las corrientes lunares picantes, los miradores estrellados, las altivas sonrisas, las verdes brisas de dulzuras ahumadas por tu aliento.

Tú eres eso y más, porque me llenas el alma de suspiros de amor entregados a la fantasía y yo os dejo a vosotr@s atrás, con vuestras sombras. Tal vez vuelva, por supuesto, lo más seguro es que sí, pero por ahora dejadme respirar aire fresco, compartirlo con vosotr@s es un tormento, lo veo en vuestr@s ojos, sólo desean morirme con vuestras mentes fugaces, ciegas y necias.

No podéis desembarazaros de ellas, son como la caspa, ligeras de equipaje, pero permitís que se os imante, que se os hinque en los hombros, que se os vuelva animada como un virus que se extiende y os hincha, os enferma, os vuelve la mirada nebulosa y os roba la vitalidad. Y las ansias de respirar.

Me ahogáis, me queréis bajar de aquí, de esta nube preciosa, cardada con el deseo y las reverberaciones del arco iris, con los prismas y vetas de los reflejos soleados de después de la lluvia. Y esas gotas y marismas de lluvia no son más que mis ojos enamorados en llanto de deseo, de felices sueños, de plenos de un futuro que ansío a tu lado, que se cristaliza en cuarzos blancos injertados de transparencias.

Os amo pero queréis que sea el puto payaso de la mazorca de dientes amarillos. Te amo y tú quieres que sea la alquimista de efluvios y nubes de amor enamorados, que enternecen los corazones helados, las articulaciones heladas de nuestras manos que no se olvidan de acariciar mi pelo y tensar mi piel con la ternura de haberme conocido y querido toda la vida como si me hubieras perdido alguna vez y encontrado muchas.

Tal vez me hayais perdido ya para siempre. Lo temo pero ya no me asusta. Es el reconocer el amor (verdadero) que te anima a alejarte de las llamas y las sombras que realmente te atemorizan pero que se extienden y te envuelven pavorosamente; cuando te das cuenta ya parece demasiado tarde. Pero tú, my Immortal Beloved, apareces entre las llamas en tu corcel blanco, con tu armadura de plata cegadora que aparta las llamas encendidas de destrucción y odio, me tiendes la mano con una sonrisa y me ayudas a ascender a la grupa de tu caballo y me alejas de todo esto, de esta encerrona, de este callejón sin salida, me llevas a un sitio que sólo conoces tú, y de repente me doy cuenta al mirar y perderme en tus ojos que lo reconozco, lo he conocido siempre, lo he ansiado y vislumbrado.

Es como un retorno a Brideshead. No quiero ser Sebastian. Mi vida, no te presentaré más a mi familia, quiero ser sólo tuya y vivir tu realidad de destellos de plata de amor y aromas de flores y paradas del corazón, y si alguna vez tengo que adentrarme en la ciénaga de las marismas infestadas de animales fieros sin piedad me dejarás tu Excálibur para degollarlos de un tajo, cortarles los brazos y los torsos sin piedad, adentrarme en los infiernos porque tal vez mi peaje, mi penitencia para lavar los pecados de mi familia haya sido tener que visitar este sitio de forma intermitente, resistir las luces y las sombras de esta linterna mágica infernal para poder apreciarte a ti luego con toda tu belleza, porque en su día también me amamanta la manzana podrida y venenosa de hiel, y tú, mi amor, mi vida, lo sabes ahora e intuyes que soy yo quien tiene que salvarse.

Cajas chinas consecutivas


Una caja entronizada en su propio combustible, impulsada por retruécanos y margaritas cuadradas pero radiantes, todavía en su esplendor; mínimamente mancilladas: no se puede herir a las margaritas.

Dentro de la bola de pelusas de la mala fe, el mal humor, el cabreo brillan las oquedades con bengalas diminutas, supuran los lamentos chirivitas microscópicas, virutas plisadas con un pliegue que esconde una vaina de guisantes anacarados como perlas.

Te explico todo esto a ti porque sé que te importa. Todos los otros seres de mi entorno más cercano están emborronados con una necedad ciega de su introspectiva avaricia, y no podría iluminarles con mi felicidad aunque quisiera. Margaritas a cedros, a lápices alpinos que erectos no prenden raíces, no atusan al viento porque no se quieren cargar de hojas saltarinas y reverberadas, no aguantan las armonías, las melodías de amores enardecidos, las corrientes lunares picantes, los miradores estrellados, las altivas sonrisas, las verdes brisas de dulzuras ahumadas por tu aliento.

Tú eres eso y más, porque me llenas el alma de suspiros de amor entregados a la fantasía y yo os dejo a vosotr@s atrás, con vuestras sombras. Tal vez vuelva, por supuesto, lo más seguro es que sí, pero por ahora dejadme respirar aire fresco, compartirlo con vosotr@s es un tormento, lo veo en vuestr@s ojos, sólo desean morirme con vuestras mentes fugaces, ciegas y necias.

No podéis desembarazaros de ellas, son como la caspa, ligeras de equipaje, pero permitís que se os imante, que se os hinque en los hombros, que se os vuelva animada como un virus que se extiende y os hincha, os enferma, os vuelve la mirada nebulosa y os roba la vitalidad. Y las ansias de respirar.

Me ahogáis, me queréis bajar de aquí, de esta nube preciosa, cardada con el deseo y las reverberaciones del arco iris, con los prismas y vetas de los reflejos soleados de después de la lluvia. Y esas gotas y marismas de lluvia no son más que mis ojos enamorados en llanto de deseo, de felices sueños, de plenos de un futuro que ansío a tu lado, que se cristaliza en cuarzos blancos injertados de transparencias.

Os amo pero queréis que sea el puto payaso de la mazorca de dientes amarillos. Te amo y tú quieres que sea la alquimista de efluvios y nubes de amor enamorados, que enternecen los corazones helados, las articulaciones heladas de nuestras manos que no se olvidan de acariciar mi pelo y tensar mi piel con la ternura de haberme conocido y querido toda la vida como si me hubieras perdido alguna vez y encontrado muchas.

Tal vez me hayais perdido ya para siempre. Lo temo pero ya no me asusta. Es el reconocer el amor (verdadero) que te anima a alejarte de las llamas y las sombras que realmente te atemorizan pero que se extienden y te envuelven pavorosamente; cuando te das cuenta ya parece demasiado tarde. Pero tú, my Immortal Beloved, apareces entre las llamas en tu corcel blanco, con tu armadura de plata cegadora que aparta las llamas encendidas de destrucción y odio, me tiendes la mano con una sonrisa y me ayudas a ascender a la grupa de tu caballo y me alejas de todo esto, de esta encerrona, de este callejón sin salida, me llevas a un sitio que sólo conoces tú, y de repente me doy cuenta al mirar y perderme en tus ojos que lo reconozco, lo he conocido siempre, lo he ansiado y vislumbrado.

Es como un retorno a Brideshead. No quiero ser Sebastian. Mi vida, no te presentaré más a mi familia, quiero ser sólo tuya y vivir tu realidad de destellos de plata de amor y aromas de flores y paradas del corazón, y si alguna vez tengo que adentrarme en la ciénaga de las marismas infestadas de animales fieros sin piedad me dejarás tu Excálibur para degollarlos de un tajo, cortarles los brazos y los torsos sin piedad, adentrarme en los infiernos porque tal vez mi peaje, mi penitencia para lavar los pecados de mi familia haya sido tener que visitar este sitio de forma intermitente, resistir las luces y las sombras de esta linterna mágica infernal para poder apreciarte a ti luego con toda tu belleza, porque en su día también me amamanta la manzana podrida y venenosa de hiel, y tú, mi amor, mi vida, lo sabes ahora e intuyes que soy yo quien tiene que salvarse.

domingo, 24 de maio de 2009


En tu corazón ha colisionado un periódico y destructivo aullido que desvela la trasmutación del amor en destino.

Parábola de la bondad, la bondad del amor, el amor como pasaje. El amar es bello, te hace cuestionarte tu invencibilidad, abrirte a otras experiencias, afinar el oído de los sentimientos.

Lo que tengo dentro es un vergel de arroyuelos infalibles, juguetones, seriales, desordenados. Mi corazón es una bola de sangre incandescente. Este dolor es un moratón extendido en la consciencia. Sólo espero que el sueño de mil noches me separe de ti, de esta ansia de recorrerte, de acompañarte, de departir mis sentimientos en tu compañía.

Contigo siento el éxtasis, mi cuerpo se enciende como un lucero e ilumina la niebla cual luciérnaga para desafiar al hada del universo. Necesito expresar lo que siento como una lluvia sobre tu piel, recorrer esos labios finos con la rectitud de las yemas de mis dedos. ¿Qué veo en ti, amada mía, que me impide descansar en tu ausencia? Que me imposibilita el querer vivir el presente y me hace retornar al recuerdo de nuestras escasas horas juntas.

¿Qué encontré entre tus brazos que ahora recelan sin ti? Aunque hago lo posible por olvidarte no encontraré el descanso hasta que recolecte en la caja de truenos de mi memoria todas las impresiones que tengo de ti. Es tu atractivo singular, tu magnetismo que me obliga a escribir cartas de amor con papeles ensobrados. Cartas de amor en blanco, preñadas de emoción, como palomitas de papel, irradiando el patio de mis enardecidos deseos.

El pecho me hiere al estar colmado de dolor; exijo al aire que respiro que te haya visitado, y si no el hinchar el pecho es un hundimiento de mis esperanzas. Mis ojos sufren por no verte. Es un dolor que ciega y me transporta a oquedades sin vuelta atrás, a sombras sin vida y perfiles sin contorno. Pero de este sufrimiento me rescatas tú misma y el recuerdo de ti.

Los fogonazos en la memoria de estos brevísimos instantes contigo, henchidos de promesas quiméricas, alta temperatura y ardor de pasión iluminan mi sendero de lágrimas con linternas nocturnas de pergamino escrito con sangre vascular, azul como el tatuaje de tu perfume en el recorrido de mis venas.

Cuando estaba contigo, o en las horas cercanas a tu encuentro mi cuerpo se sustentaba con tu presencia, y el mutismo de mi incoherente discurso escondía con cientos de palabras futiles e incompletas el reverdecimiento, la génesis de mi pasión hacia ti.

La fuerza de la atracción que en mí suscitas es un meridiano Richter de emoción y estremecimiento que me deja sin palabras, aunque mis labios no cesen de moverse. Adolezco de una famélica escasez de recursos lingüísticos para reconstruirte literariamente. Los recuerdos tuyos me golpean hasta rendirme inconsciente como la marea se abalanza sobre el acantilado con rítmica regularidad, como una manta de sombras y sacos rotos y yermos que entonan un sentimiento falso: siempre acercándose para luego abandonarte en un juego cruel con el que no puedes estar en la retaguardia porque no existe escapatoria posible y la espera es manirrota e insensata.

Soy la bestia sacrificada en este ritual. Me arranco el corazón sangrante, atravesado por las lacerantes llamas del sol, descompuesto en átomos brillantes perdida ya la gravedad que lo sostenía, evaporándose en la lluvia metálica de la pasión no correspondida, incandescente con la luz clarividente del desengaño, reflectante y cegadora, una eterna prohibición exagerada y castrante.

Devorada y sin corazón desfallezco, me faltan fuerzas y comienzo la peregrinación etérea. Me apoyo durante los últimos suspiros de vida propulsada por la ilusión de saber de ti al final del camino, colgando de la brújula embrujada de una ruta eterna hacia el desencanto y el vacío, y a pesar de no sentirte todavía me ilumina tu cabello de ángel centelleante, de tu ángel desdoblado y justiciero. El que un día te guió a ti para recorrer mi cuerpo como vergel de sensaciones, un jardín de tonalidades, y un abrazo hasta el alba que más que abrazo era una fusión de fecundidad futura, de presente y adelantes juntos, de ansias de primavera en un invierno de protección y mullidas corrientes de calor abrigado. De prospecciones, de veranos ardientes en primaveras frescas de juvenil entusiasmo y raudales de serena luminosidad.

Te quiero pero no te puedo. Te debo tanto y me quedo sin nada. Te he perdido pero te avisto en nuestras horas pasadas juntas. Te ansío pero el espejismo del delirio y la sed se pulveriza en la arena. Te siento pero te he entregado el corazón que yace enterrado en la desierta nada. Te suplico y recupero ecos de las distancias eternas. Te quiero y tú no sabes nada de mí todavía ...

Los días de este mes de mayo han sido ladrones de sueños que me arranaban las ilusiones con militar precisión. Alejaos de mí, malditas horas, malditos días soldados de la indiferencia. Acabad vuestra misión endurecida. Estoy cansada y necesito recobrar el sueño perdido, recuperar la sed de vivir y la capacidad de anhelar la salvia vital con la que lamer mis heridas. Mi sueño es parar el tiempo y no anhelar recordarte y presentirte, evocarte y satisfecha descansar en un exhausto manto de lágrimas secas convertidas en hojas de otoño, de nuestro abril espectacular. Pero paciente, detenido y suplicante, que me permite conciliar el sueño en este mayo insomne y cardado, un mes dilatado que no puedo aguantar más.

En tu corazón ha colisionado un periódico y destructivo aullido que desvela la trasmutación del amor en destino.

Parábola de la bondad, la bondad del amor, el amor como pasaje. El amar es bello, te hace cuestionarte tu invencibilidad, abrirte a otras experiencias, afinar el oído de los sentimientos.

Lo que tengo dentro es un vergel de arroyuelos infalibles, juguetones, seriales, desordenados. Mi corazón es una bola de sangre incandescente. Este dolor es un moratón extendido en la consciencia. Sólo espero que el sueño de mil noches me separe de ti, de esta ansia de recorrerte, de acompañarte, de departir mis sentimientos en tu compañía.

Contigo siento el éxtasis, mi cuerpo se enciende como un lucero e ilumina la niebla cual luciérnaga para desafiar al hada del universo. Necesito expresar lo que siento como una lluvia sobre tu piel, recorrer esos labios finos con la rectitud de las yemas de mis dedos. ¿Qué veo en ti, amada mía, que me impide descansar en tu ausencia? Que me imposibilita el querer vivir el presente y me hace retornar al recuerdo de nuestras escasas horas juntas.

¿Qué encontré entre tus brazos que ahora recelan sin ti? Aunque hago lo posible por olvidarte no encontraré el descanso hasta que recolecte en la caja de truenos de mi memoria todas las impresiones que tengo de ti. Es tu atractivo singular, tu magnetismo que me obliga a escribir cartas de amor con papeles ensobrados. Cartas de amor en blanco, preñadas de emoción, como palomitas de papel, irradiando el patio de mis enardecidos deseos.

El pecho me hiere al estar colmado de dolor; exijo al aire que respiro que te haya visitado, y si no el hinchar el pecho es un hundimiento de mis esperanzas. Mis ojos sufren por no verte. Es un dolor que ciega y me transporta a oquedades sin vuelta atrás, a sombras sin vida y perfiles sin contorno. Pero de este sufrimiento me rescatas tú misma y el recuerdo de ti.

Los fogonazos en la memoria de estos brevísimos instantes contigo, henchidos de promesas quiméricas, alta temperatura y ardor de pasión iluminan mi sendero de lágrimas con linternas nocturnas de pergamino escrito con sangre vascular, azul como el tatuaje de tu perfume en el recorrido de mis venas.

Cuando estaba contigo, o en las horas cercanas a tu encuentro mi cuerpo se sustentaba con tu presencia, y el mutismo de mi incoherente discurso escondía con cientos de palabras futiles e incompletas el reverdecimiento, la génesis de mi pasión hacia ti.

La fuerza de la atracción que en mí suscitas es un meridiano Richter de emoción y estremecimiento que me deja sin palabras, aunque mis labios no cesen de moverse. Adolezco de una famélica escasez de recursos lingüísticos para reconstruirte literariamente. Los recuerdos tuyos me golpean hasta rendirme inconsciente como la marea se abalanza sobre el acantilado con rítmica regularidad, como una manta de sombras y sacos rotos y yermos que entonan un sentimiento falso: siempre acercándose para luego abandonarte en un juego cruel con el que no puedes estar en la retaguardia porque no existe escapatoria posible y la espera es manirrota e insensata.

Soy la bestia sacrificada en este ritual. Me arranco el corazón sangrante, atravesado por las lacerantes llamas del sol, descompuesto en átomos brillantes perdida ya la gravedad que lo sostenía, evaporándose en la lluvia metálica de la pasión no correspondida, incandescente con la luz clarividente del desengaño, reflectante y cegadora, una eterna prohibición exagerada y castrante.

Devorada y sin corazón desfallezco, me faltan fuerzas y comienzo la peregrinación etérea. Me apoyo durante los últimos suspiros de vida propulsada por la ilusión de saber de ti al final del camino, colgando de la brújula embrujada de una ruta eterna hacia el desencanto y el vacío, y a pesar de no sentirte todavía me ilumina tu cabello de ángel centelleante, de tu ángel desdoblado y justiciero. El que un día te guió a ti para recorrer mi cuerpo como vergel de sensaciones, un jardín de tonalidades, y un abrazo hasta el alba que más que abrazo era una fusión de fecundidad futura, de presente y adelantes juntos, de ansias de primavera en un invierno de protección y mullidas corrientes de calor abrigado. De prospecciones, de veranos ardientes en primaveras frescas de juvenil entusiasmo y raudales de serena luminosidad.

Te quiero pero no te puedo. Te debo tanto y me quedo sin nada. Te he perdido pero te avisto en nuestras horas pasadas juntas. Te ansío pero el espejismo del delirio y la sed se pulveriza en la arena. Te siento pero te he entregado el corazón que yace enterrado en la desierta nada. Te suplico y recupero ecos de las distancias eternas. Te quiero y tú no sabes nada de mí todavía ...

Los días de este mes de mayo han sido ladrones de sueños que me arranaban las ilusiones con militar precisión. Alejaos de mí, malditas horas, malditos días soldados de la indiferencia. Acabad vuestra misión endurecida. Estoy cansada y necesito recobrar el sueño perdido, recuperar la sed de vivir y la capacidad de anhelar la salvia vital con la que lamer mis heridas. Mi sueño es parar el tiempo y no anhelar recordarte y presentirte, evocarte y satisfecha descansar en un exhausto manto de lágrimas secas convertidas en hojas de otoño, de nuestro abril espectacular. Pero paciente, detenido y suplicante, que me permite conciliar el sueño en este mayo insomne y cardado, un mes dilatado que no puedo aguantar más.