terça-feira, 11 de novembro de 2008

Deshielo

Me ensueño pensando en conocerte más. Quiero saber la parte que te toca del mundo. Cómo te enfrentas y lo encarcelas en tu conciencia con tus propias fuerzas, con esa mirada lateral, midiendo obstáculos, creando espacios como pompas de jabón en los que sólo habitas tú. Porque los movimientos biónicos que creas a golpe de círculo te dan el privilegio de ver el mundo en constante giramiento, como un baile que cambia de dirección en todo momento, y te hace más libre a cada corriente de aire que ocasionas. Los diminutos tornados creados con tus subidas esforzadas pero ágiles por las pendientes y precipitaciones al vacío cuando la cuesta no es tal, porque es de bajada, te permiten gozar del aire como nadie y el espacio es tuyo.

Me pregunto si la libertad de tus encuentros te permiten la posibilidad de amar, de encerrarte en una agobiante dinámica entre personas que se buscan iguales aunque son imperfectas y tardías en su desarrollo, tal vez peores que tú. Pero ¿no es en esa imperfección que se asume la fragilidad humana, el potencial de crear ternura de la nada, del agreste cúmulo de malas noticias con las que el día a día nos empapela sin tregua? El hechizo de circular y navegar por su iris, seguir sus párpados rasgados hasta el infinito. Supongo que el perfil de mis labios se ha borrado de tu recuerdo.

Recuerdo un momento detenido en el tiempo, presa de la velocidad a la que tú me encomendabas. Hablas despacio, comedidamente, observas entre las brumas, las grietas, las fisuras del ser de tu interlocutora, y sin embargo te mueves rugiente, por delante de los segundos, llevando los minutos en tus brazos a la velocidad que quieres. Y luego me dices que todo ha pasado demasiado deprisa, pero yo, que soy de efecto retardado, todavía observo las lágrimas que vertiste unas horas atrás, las palabras que surgieron de tus labios, las sílabas, la sopa de letras que inundó tu coche y mi alma.

Te distancias, nos rompes, tal vez te asustas, tal vez te sitúas en espacios paralelos al tiempo, como los que creaste para reconocer tu mundo de entre las infinitas posibilidades de tu imaginación y tu voluntad, al margen de la rigidez bisoña del mundo que otras personas habían diseñado para ti.

Tal vez esa llamada del jueves, cuando te escondiste, cuando te distanciaste, cuando te perdí, cuando perdiste interés, el contacto renovado de tu propia e íntima Cuore deshizo el hechizo de nuestro encuentro. Abortamos la operación, yo me sumergí en un mar de dudas que se manifestó más tarde, tu mirada cambió, me observabas pero ya no me querías, ya no sabías lo que querías, ya planeabas un asalto a tu antiguo amor, a aquella persona que no era yo, la nueva chica que habías conocido y que de repente se te antojaba que había sido todo demasiado pronto, que yo era demasiado conocida, que el miedo era más presente que el amor que lo estropea todo, lo emponzoña todo con su pasión destructiva y engañosa.

Ese amor que te convence de que eres especial, que ha llegado el momento justo, que te han encontrado y no te van a soltar, que te quieren conocer, y que te quieren libre, sí libre; por lo menos ése es el amor que yo comprendo e intento alcanzar aunque se escape con rapidez visto y no visto, resbaladizo. That old devil called love.

Demasiado conocido, un arquetipo fastidioso que ya has probado y te escanciaron pero no conseguiste hacerlo tuyo porque alguien marcó su propio ritmo y no, ya no podías subir cuestas para luego lanzarte al regocijo de sus bajadas, sino que todo se hacía cuesta arriba y tus brazos ya no podían girar y ella o ellas no te tendían la mano para ayudarte a subir, porque no sabían que en el fondo no te ayudaban sino que te comprendían, te abarcaban al experimentar el suelo, el terreno con otra textura, con la rugosidad de los adoquines grises de todas las aceras del mundo.

Y ahora has cruzado a otra isla, donde el cielo es turbio pero abierto entre sus clouds, donde las casas huelen a humedad o a caldeado aire de calefacción, sin existir término medio. Donde las gentes en turbante te venden galletas baratas, donde el aroma del té barato inunda el High Street, donde el consumismo se vende en ráfagas, en batallas, en curiosidades de mercadillo. Donde la calle ha matado a la burguesía y la imaginación ha saltado a la calle y los barrios son abigarrados y sí, se puede escapar de ellos, porque el cielo y sus nubes se antoja alto como las estrellas rascándose, a pesar de que los hogares no se levanten por encima de dos pisos.

Y yo te echo de menos, pero sigo mis quehaceres, mis sueños, mis empresas, mis pasos, y me pregunto si del miércoles al jueves se transfiguró un bello espejismo, un espejo interior en forma de portal que ahora gira y Alicia se escapa, Las Nanas de la Cebolla de mis fibras coronarias, un brillo destelleante que desafió a la rutina del vivir esperando, esperando, rememorando el sueño de la noche y soñando despierta por la mayor parte.

Touché.

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