segunda-feira, 12 de janeiro de 2009

Lunes

Mis bostezos: ampliaciones sonoras de sentimientos virtualmente escondidos, ágiles, vivos. Este lunes entero y distante me centra y expande para completar las tendencias del ser en cómodos plazos. Mañana, tarde, noche.

Toda la vida trabajando; cuando era más joven he currado lo mío.

Estoy en el Caja Madrid esperando para anular una domiciliación de mi madre.

Les doy, para ellos es poco y para mí es mucho, es a base de quitarme cosas a mí ... Pero todos los meses por lo menos €40, aunque no pueda.


Este lunes es como un círculo que gira en espiral y que me marea, pero quiero estar en el cultivo del nuevo día que se levanta. La típica mujer que trabaja todo el día sola, y se viste sola en el baño del edificio de su centro de trabajo, y se desviste sola. En mi trabajo está Carmen, forofa del Atleti; siempre te echa de menos.

De los años para acá ha cambiado. Ahora está mejor. El padre la dijo que no volviera a Ecuador. Había choque de culturas ...

Estas mujeres hablan incesantemente porque piensan incesantemente, incendiariamente y luego vuelcan su cómo te arreglas con la perra y tres niños ... Lo que sea de agarrar lo lavo.

Y ella va a cobrar su beca con sus gafas de catalana y su gorro de tercera mano. Y él, detrás de ella, no lo sé, no me lo termino de imaginar. Me atiende un chico de Malasaña con la corbata verde claro intenso con un nudo muy ancho y barba de tres días. Qué privilegio no afeitarse un lunes. Y las peluqueras cambian dinero con su mandil negro debajo de un plumas blanco que sólo les llega por encima de la cintura. Ellos esperan y van dirigiendo el flujo de los coches que buscan dónde aparcar o que tal vez tan sólo van de paso. Sus gorros coloridos, sus manos africanas callosas, congeladas, sus ánimos serenos y hambrientos, conteniendo la orina porque viven muy lejos del VIPS de Julián Romea.

Exhalamos nubes susurrantes de vaho de invierno, y la mañana es una gran escritura, pero yo quisiera tener mitones para protegerme los nudillos del frío hielo, porque el sol brilla muy lejos, por Reina Victoria, y sólo los pisos del séptimo para arriba son un portal solar en el horizonte urbano. Y yo soplo al hilo de bufanda negra que se ha magnetizado a mi bolígrafo Pilot, el cual se arrastra y apenas expulsa tinta ante mis incesante insistencia empujando su punta. Y llega el 44.

Saco el pase de metro a tropezones por los ataques de hipo del bus, y me pregunto si el conductor piensa que le voy a hacer la chata y no picar el metrobús que se aloja detrás de la fundita roja del abono que no he podido comprar este mes. Pero me equivoco; él está pesando en sus cosas, en su hijo el currante y su hija la que estudia y su mujer con artritis de tanto fregar o vete a saber en qué piensa ... sus horas extras, tal vez.

Me duele el codo por escribir empujando el boli y por no poder abrir los brazos un poco porque este chico a mi lado no me da tregua con su pose masculina de no-te-cedo-un-centímetro-de-espacio, soy tío y no me doy cuenta. Le toco el muslo en un vaivén del bus, seguro que se ha dado cuenta. Y se ruboriza. Se está frotando el pellizquito de carne entre el índice y el pulgar. La señora del gaván beige y zapatillas de monja y bufanda beige que no creo que abrigue y a conjunto sale ahora. No sé si será monja, pudiera ser; una de las madres jubiladas de mi colegio de dominicas, pero en pie de guerra todavía. Madre ¿por qué no se casa usted?

Me sorprende este bus multicolor con el sol kaleidoscópico colándose en franjas luminosas e intermitentes por las ventanas. Si hay sol hay vida. Pasamos Moncloa y llego a Princesa, al Corte Inglés, tengo que devolver el reproductor Divx, llamar al hospital por mi padre, trabajar en la oficina de mi cliente donde se creen que yo he roto los teléfonos IP. Pero no he sido yo. Y tomarme una siesta que luego brille por su ausencia.

¿Se habrá escapado mi padre esta mañana? Princesa, Gaes, señoras burguesas con gafas de sol RayBans y pos de la zona groumet del supermercado del Corte, castañas glazé, por favor, de las que compramos en la tienda del Vaticano.

¿Qué pasa si te gusta alguien en un flash y no eres su tipo? Nadie acepta que te enamores a segunda vista, parece trampa, una pirueta para asustar a la soledad. Una voz surge de la sociedad avisándote de que te estás colando y que esperes tu turno. Pero mi soledad no me asusta porque no me siento sola, sólo griposa, o feliz o amuermada, pero no sola, así que no sé porque viene a fastidiarme el deseo, qué contrariedad. Yo que me estaba protegiendo la casa como un cartoon martilleando vigas de madera en la puerta para que no entrara y va y se cuela por la ventana del dormitorio y se posa en la mesita de noche. Yo me sentía más sola cuando mi novia me ignoraba o me estresaba tanto que sentía de nuevo el elefante rosa saltando encima de mi tórax, impidiéndome respirar. Era horrible y no sabía cómo hacerlo parar.

Ella no me espía ni es consciente de mí ni sabe que pienso en ella ni que cuando veo una foto suya me estremezco e inspiro hondo. Por eso me he dado cuenta de que estoy metiéndome en ella; es una locura a ciegas, otro salto al vacío ... buf, qué ganas de complicarse la vida haciendo el ridículo. Digo esto porque soy incapaz de comportarme con normalidad con alguien que me gusta. Siempre hago de protagonista en una película de Jerry Lewis y básicamente precipito el desastre. Se me sube la temperatura y se me nublan las ideas, y las que se me ocurren son ... estrafalarias. Y la seducción me da miedo, porque en ella no me mostraría tal como soy exactamente, sino como una versión Eurovision Song Contest de mí. Ponen Australia en Callao, y ya he llegado.

2 comentários:

  1. Mi moral subterránea, de tan nada o por los suelos, me impidió volver a tu lectura. Pero ahora voy empapándome de todo tu nuevo y vivo.

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  2. Carmen,

    ¡Ánimo esa moral! ¡Muerte a los gusanos de hielo de este invierno inmerecido!

    Y yo cada vez más enganchada de tu querida y propia Alejandra Pizarnik ... ;-)

    Besoss (con calorcillo de brasero)

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