quinta-feira, 8 de janeiro de 2009

Colores


Otra vez en el mismo andén, Islas Filipinas, con gente diferente a ayer viajando conmigo. Dos chicas hablan entre ellas, una enfrente de la otra, con las vías de por medio, apurando el espacio y el tiempo que tarda en llegar el metro. Un hombre lleva una bufanda rojiza enroscada en el cuello como una pitón. Otro parece que en vez de bufanda lleva un collarín. El de la pitón está cabreado.

Llega el tren, y una pareja de vigilantes de metro se tronchan de risa cuando uno agarra al otro para detenerle y que no se baje todavía, que ésa no es su parada. Un chico lleva un chándal azul marino que pone Legea. Contabilizo gorros: tres de seis personas. Un vigilante le explica al otro que va a cambiar la cremallera negra de su chaqueta; mientras, el otro hace movimientos de péndulo con la porra. De repente me doy cuenta de que ya he llegado a mi parada y que me la voy a pasar y exclamo: "¡Anda!", y salto entre los dos al andén. Me miran de forma reprobatoria pero tierna, como protectora.

Estoy de vuelta otra vez a la línea 2, y el chico de Legea está sentado en uno de los bancos metálicos y me mira con fijeza. Tiene el cuerpo inclinado, se agarra los dedos de una mano con la otra, y luego observa sus zapatillas Puma que son azules claro con rayas amarillas.

El tren llega y un operario de mantenimiento de metro vestido con un mono azul butano se apea blandiendo una linterna roja y vibrante. Una chica con un poncho verde fosforito, tipo mantilla, me echa una ojeada. La mujer de negro y pelo canoso, situada en el lado opuesto del vagón esconde su libro sentándose retorcida. Llego a Quevedo, de nuevo, como ayer. La chica de las botas con borde de cuero blanquecino imitación de piel de serpiente taconea enfrente mío.

No quiero bajar por la calle Fuencarral. No me gusta hacerlo. Definitivamente le tengo manía a la línea roja. Salgo por los tornos y la chica de jersey sin mangas violeta oscuro y camisa de rayitas del mismo color que trabaja en la garita de billetes se levanta de su banqueta y busca algo debajo de su mostrador.

Llego a casa y en el portal veo cómo alguien ha dejado fuera las guías de teléfono amarillo canario para que se las lleve la gente de Medio Ambiente, Madrid. Me siento culpable por haberle endosado las mías al vecino de abajo esta mañana. Pero es que abajo es un trastero, o es la tienda?, y además creo que ése ha sido el tío que ha rayado el mármol de suelo con su puerta. Y, perdona, ¿para qué quiero yo unas guías de teléfono? Además, no tengo Telefónica. Subo las escaleras interiores del patio y entro rápidamente en mi casa para que no se vaya el calor por la puerta, y me pongo mis pantalones negros de andar por casa y la bufanda verde pasto que tengo para no poner la calefacción mucho tiempo, que me atonta.

Saco del baño mi pijama naranja brillante de flores mandarina tipo Ágata Ruiz de la Prada que me compró mi tía en el mercadillo de Majadahonda. Es muy calentito, pero es como si tuviera cinco años. Lo doblo, aunque me lo voy a poner ahora, porque eso de dejarlo hecho un guiñapo encima del bidón blanco de la ropa antes de ducharme esta mañana, y no recogerlo me parece un poco cutre. Saco el portátil de la bolsa navideña dorada de El Corte Inglés con la que mi madre lo ha precintado para que no me lo roben por la calle. Creo que su funda negra y gris le hace pasar mucho más desapercibido, pero en fin ...

Pongo un post it blanco en la puerta con cuatro cosas que tengo que hacer mañana: comprar DVDs vírgenes, una báscula de baño, pagar en el banco de mi madre el reproductor de Divx que le compré por Reyes con su tarjeta de El Corte Inglés (no lo sabe, y no me dejaría devolverle el dinero si lo supiera), y ver a Elena a las 5:30 de la tarde en Cógam. Me pregunto si al despegarlo mañana se quitará el barniz de superficie de la puerta donde el pegamento. También viene Luis, mi asesor fiscal, a las 10:30 de la mañana; ya lo sé, no tengo que apuntarlo. Voy a tener que sacarle todas las facturas y me estresa. Lo dejo para mañana a primera hora, muy en mi estilo

Me bebo un vaso de agua del grifo, pongo la tetera eléctrica y me preparo una tila antes de pasar esto a limpio en el blog.

2 comentários:

  1. Ssplash: ¿sabes que? tenes el don de Quiroga en " Cuentos de la Selva", recuerdo que mi papá me los leía cuando pequeña y yo al escucharlo imaginaba lo que el relataba, era mágico y maravilloso.
    Otra vez he compartido tu viaje, debo decirte que pensar en la sincronicidad con el que planteas tu día me ha cansado a mí, de solo pensarlo.
    Me gusta como escribes porque escribes (yo hago lo mismo, ahora que lo pienso) largo y te importa un carajo, si nadie se detiene a leer y dejarte un comentario.
    Escribes porque quieres ser escuchada!
    Y lo logras llenaste mi tarde de colores, siento frío en pleno verano, y te imagino poniendo a calentar el agua!

    Besos y colores
    Esmeralda

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  2. Esmeralda,

    Eres tan cálida conmigo ...

    Voy a pillar los cuentos de Quiroga ... Muchas gracias por decirme esas cositas. Cuando estoy viajando me entra tanto aburrimiento (me gusta llegar a los sitios prontooooorrrr - perdona Edu, seguro que tú eres más contemplativo)que últimamente ,en vez de sucumbir ante la lobotomía urbana, prefiero soltarme el pelo con el boli y pillarle el punto al personal.

    Me gustaría viajar con alguien, será por eso que termino contándolo todo para convencer a alguien de que viaje conmigo ...

    ¿Cómo son vuestros viajes?

    Hoy estaba pensando que en Buenos Aires hace calor y aquí nieve, y a mi cerebro le ha dado un calambre de media tensión. Es raro. No te lo terminas de creer.

    Besiss

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