quinta-feira, 22 de janeiro de 2009

Hoy no experimento la vida tan fuerte, tan intensamente, tan desesperadamente como debiera II


Libre de atracciones duraderas y aprehensibles. El cansancio es suave, pero carga las caderas, la espalda y hasta la tez. Tengo cercos de visibilidad impresionables y raudales ingentes de alegrías diminutas. No he sabido reinar en el caos y eso se paga caro.

En cuestión de cien despedidas voy a retirar los pai-pai que ya retiemblan y recibir los idus de junio, aunque parezca rocambolesco. Exudas los espumarajos de bienvenidas mutuas, y si te cayeras no lograrían levantarte. No tengo la más mínima duda. Me mantengo sujeta al pasamanos y la cruenta lucha con el tránsito de un día a otro durante la madrugada me atraviesa como a una moneda. Por toda posesión albergo esta agenda. Es poco menos que nada, pero a mí me basta.

Una visión de cuero se encuentra en el cabo risueño del estío; exhibimos cientos de frecuencias rescatadas de tu ausencia. No puedo reducir mi primer día a la secuencia que te contrapone, no es posible, pero requiero un mínimo de visibilidad, una contraseña de un fusible enmarcado, un crisantemo de aluminio que roto, inerte refleje aire congelado como tantos otros. Se pueden elaborar ecuaciones de mirillas rotas y bastiones salados, pero en medio del Támesis se ahogará una gaviota ciega que se salta los semáforos.

Todos los movimientos circulares están repletos de enojos, y apenas se restriegan las noticias de buena tinta y los molinillos comestibles y vibrantes. No hay que parar nada que ya se haya comenzado: el cerebro en un hogar con los teléfonos pinchados, los acontecimientos rebasados lo pueblan a medida que las imágenes se suceden, los toldos concentran sus colores y el viento se arremolina en bufandas de aire fresco que tiranizan los huecos de calor.

En cuestión de días nada será igual, y las miradas vacantes se perderán entre las huellas. Espero que a medida que ascienda el ánimo me encuentre más entera, más sola para verme en cuadriculado otra vez, en vez de en plisado. Es una posibilidad de incesantes concatenaciones. El sentirse bien es sentirse sola, como una rotonda en un ojal, como una rueca deshilvanándose, que sin embargo lucha por liberarse del sedal que la amordaza como un pescado atemorizado.

No quiero guardar recuerdos de estos momentos, quiero quemar los barcos para no tener que regresar aquí jamás.

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