quarta-feira, 18 de fevereiro de 2009

Persistencias


Miro a mi alrededor, moviéndome con rapidez durante toda la semana y me pregunto el valor y la duración de la persistencia de las emociones. Creo que mi retina amontona los rastros ceñidos y álgidos, aquellos principios planos en trances estriados, bordeando las seriegrafías emocionales y llamativas. Y mi cerebro guarda filigranas tardías para evocar misivas enviadas por los recuerdos en diminutos ramos de papel incendiario con formas de abanico.

Pero esta semana he ahuyentado las sombras y no he visto las luces. Ha sido una semana de tránsitos demasiado rápidos, poco duraderos, con mínimas persistencias, tan sólo distracciones para percusionar minutos, pero sin improntas. No he podido conservar apenas el cuajo de las imágenes que han transcurrido por mi mente en contacto con el aire, mis sueños nocturnos han lapidado el presente y no han hecho de él un papier marché de pasados. Me siento embarcada en un tremendo cansancio que no se cura con descanso físico, porque tiene antecedentes emocionales forjados en las últimas semanas. Es como si estuviera ya sufriendo la astenia primaveral antes de la evasión del frío en la atmósfera.

Me gustaría narrar mi semana pero ha tenido un envoltorio de papel aceitoso con excesivo predominio de trabajo. Mis neuronas brillaban escasamente como luciérnagas asmáticas y encima las he agotado con procesos que poco tienen que ver con mi bienestar emocional. En los últimos días mi mente ha sido impactada de nuevo y se han estampado cráteres, me he desentrelazado de mí misma; quiero volver a mí.

Algo hay que ha alterado mi zen, tal vez el estar observándome como lo haría una desconocida; me he dispersado demasiado en un momento en el que debería haberme concentrado. Intento poner en acción todos mis mecanismos de recogimiento, echo de menos las horas que paso tumbada en el sofá viendo peliculas, escuchando al tiempo estirarse como un chicle. Tal vez me he acostumbrado a un cierto ritmo personal que he roto durante estos días y necesito volver a él.

No soporto tanta contingencia, precariedad, falta de comunicación, vínculos inestables con la gente, invisibilidad ... Y por otro lado tampoco encuentro nuevas formas de comunicación con la gente, me saturo pronto -lo bueno, si breve ... He notado un cambio radical en mí en mi forma de relacionarme: ya no tengo respuesta para todo. Nunca la he tenido, pero la he buscado y salía una especie de impostora. Ahora mi mente no fuerza tanto las situaciones y me siento un poco estúpida, como lenta o algo. No sé cómo interpretar el estupor que me entra ante ciertas situaciones. No sé si es que finalmente me he dado cuenta de que mantener la unidad personal supone el no buscar siempre soluciones a los problemas de otras personas. Tal vez sea necesario escuchar tu intuición pero no necesariamente comunicar todo lo que se te pase por la cabeza en lenguaje universal. Dar explicaciones es una forma de diluir las buenas ideas. No hay nada mejor que una buena idea en su envoltura inicial, con su fuerza primal, su energía sin comprometer. Tal vez la comunicación sea una farsa y no exista, y lo único que puedas hacer es rasgar el aire con tus uñas, quemar oxígeno con tu voz y crear formas que otras personas perciban como veraces, verdaderas, independientemente de su origen.

Llega un momento en que no puedes siempre bajarte al común denominador, al rasero, a la medida exacta, y puede que esto mismo te despoje de tus virtudes sociales, pero creo que te libera. Yo en la soledad busco entre otras cosas mejores armas para comunicarme con otras personas. Busco el fuego, las vistas, la realidad que yo vivo, una visión única por su originalidad, sin forzarla, sin necesidad de hacerla respirable, tan solo veraz y relevante para mí. La soledad es un desaprender constante.

Tal vez el recordar de forma fiel cada uno de los eventos transcurridos en un día es una forma de kilometraje de la vida que no tiene gran sentido. Por eso para mí es tan importante este tiempo que me otorgo para descargar y reflexionar con mi instinto, sin terciar palabra con mi recuerdos del día, si se quieren inmiscuir, vale, pero no sé nunca qué se esconde tras mi ánimo, mi ingente acumulación de minutos transcurridos.

Pero estoy demasiado involucrada en todo tipo de rebeliones para sentirme libre todavía. Por eso quiero dejar las armas unidad tras unidad. Quiero desertar todas aquellas batallas y guerras que mantengo conmigo misma y el mundo. No puedo reciclar todos los plásticos que utilizo, ni vivir de forma orgánica y ecológica, ni alegrarle el día a nadie, esas cosas. He debido estar luchando toda la semana porque si no no me encontraría tan agotada mentalmente. Sería fácil echarle la culpa a la gripe, a mis dolores de estómago, a lo que sea, pero es una pérdida de tiempo.

Hasta que no vea el tiempo como un proceso circular y no evolutivo, hasta que no sepa reconocer e invocar las persistencias que de mí se funden con todo aquello que me rodea, hasta que no me dé cuenta de algunas cosas que me están pasando y de otras que quiero, voy a seguir confusa y remezclada.

3 comentários:

  1. Rescato de ti dos cosas (todo en general, pero me quedo con esas dos): invisibilidad y soledad. Ambas me llevan a esto que te dejo escrito (no es mío, pero no importa, tantas veces he sentido esa sensación que es como si fuera mío, pero sin plagiarlo). Besos, la anónima de estos días.

    […] No sólo nos disimulamos a nosotros mismos y nos hacemos transparentes y fantasmales: también disimulamos la existencia de nuestros semejantes. No quiero decir que los ignoremos o los hagamos menos, actos deliberados y soberbios. Los disimulamos de manera más definitiva y radical: los ninguneamos. El ninguneo es una operación que consiste en hacer de Alguien, Ninguno. La nada de pronto se individualiza, se hace cuerpo y ojos, se hace Ninguno.
    Don Nadie, padre español de Ninguno, posee don, vientre, honra, cuenta en el banco y habla con voz fuerte y segura. Don Nadie llena al mundo con su vacía y vocinglera presencia. Está en todas partes y en todos los sitios tiene amigos. Es banquero, embajador, hombre de empresa. Se pasea por todos los salones, lo condecoran en Jamaica, en Estocolmo y en Londres. Don Nadie es funcionario o influyente y tiene un agresiva y engreída manera de no ser. Ninguno es silencioso y tímido, resignado. Es sensible e inteligente. Sonríe siempre. Espera siempre. Y cada vez que quiere hablar, tropieza con un muro de silencio; si saluda encuentra una espalda glacial; si suplica, llora o grita, sus gestos y gritos se pierden en el vacío que Don Nadie crea con su vozarrón. Ninguno no se atreve a no ser: oscila, intenta una vez y otra vez ser Alguien. Al fin, entre vanos gestos, se pierde en el limbo de donde surgió.
    Sería un error pensar que los demás le impiden existir. Simplemente disimulan su existencia, obran como si no existiera. Lo nulifican, lo anulan, lo ningunean. Es inútil que Ninguno hable, publique libros, pinte cuadros, se ponga de cabeza. Ninguno es la ausencia de nuestras miradas, la pausa de nuestra conversación, la reticencia de nuestro silencio. Es el nombre que olvidamos siempre por una extraña fatalidad, el eterno ausente, el invitado que no invitamos, el hueco que no llenamos. Es una omisión. Y sin embargo, Ninguno está presente siempre. Es nuestro secreto, nuestro crimen y nuestro remordimiento. Por eso el Ninguneador también se ningunea; él es la omisión de Alguien. Y si todos somos Ninguno, no existe ninguno de nosotros. El círculo se cierra y la sombra de Ninguno se extiende sobre México, asfixia al Gesticulador y lo cubre todo. Es nuestro territorio, más fuerte que las pirámides y los sacrificios, que las iglesias, los motines y los cantos populares, vuelve a imperar el silencio, anterior a la Historia.

    El Laberinto de la Soledad, Octavio Paz

    ResponderExcluir
  2. Guau, qué respuesta febril!! Me haces pensar ... mucho, y me gusta. Muchas zenkius :-)

    La soledad no debería ser invisible, debería capitanear la sombra de Ninguno, porque si todo el mundo compartiera su soledad no nos resentiríamos tanto de vivir en sociedad, y tal vez tampoco nos ningunearíamos.

    Nos habríamos dado cuenta de que la soledad es fértil, que no hay ninguna igual que la otra, que si se comparte con respeto hacia las fronteras de la otra persona, si se explora con curiosidad como otro país, de viaje, lo que se encuentra es inspiración y belleza, y muchas ganas de conocernos más.

    Besitoss

    ResponderExcluir
  3. Me lo tomo como un intercambio. Tú me haces pensar, yo te hago pensar. Para quien no esté acostumbrado es un ejercicio doloroso, pero para quienes tenemos una mente inquieta nos obliga a destripar, a bucear en nuestro interior.
    Un beso matinal

    ResponderExcluir