domingo, 1 de fevereiro de 2009

Febrero


Las horas han transcurrido hoy a su propio ritmo, independientes de mí, de mi voluntad. Y ahora que estoy intentando acomodarme a su estilo, el estilo de este domingo, ya es tarde, ya casi no me queda nada de él, ya ni siquiera es él, porque oficialmente es lunes.

Hoy ha sido un día de mensajes, y de conversaciones como cartas, de palabras dichas que esperaban ser escritas, de todo tipo de frases y conceptos que ya no puedo seguir o casi recordar porque los leí pero tenía que haber escuchado, y ahora no los tengo. Porque he hablado contigo y te he escrito, y ya no sé qué ha venido antes ni después, si lo que quería escribirte o lo que te he dicho. Porque cuando te escribía estaba pendiente de ti, porque cuando me has escrito yo seguía pendiente de ti y de mí, porque cuando he hablado estaba pensando en las horas escritas y al final me llevo a la cama un montón de textos, de frases, de sentimientos que son literarios aunque tienen lo heroico de la vida real, porque tú eres real, y tengo una sensación de irrealidad, porque todos los filtros se me han mezclado, y todas las predicciones ya no valen, es una sensación de ser y no estar, o de estar y no ser. No sé.

Todo mezclado en este domingo en el que no me ha dado tiempo a levantarme ni a sentarme, ni a casi saber dónde estaba, si era contigo, o conmigo, si hablaba de ti o de mí, porque cuando te escuchaba era como si me narrara, porque había tantos puntos en común en un momento dado que no sé si estaba hablando de mí o escuchándote a ti hablar de ti. Y así de fácil es el no saberlo, el querer conocerte y que me conozcas.

Y luego he hablado de mí, de ella, de la persona que se desdobla, a quien quiero conocer, y tú querías saber quién era, y yo también quería saber quién era, y como intento explicarte quién soy yo al mismo tiempo que saber qué piensas tú de ella pues ... al final todas estas mujeres se convierten en Cuore, igualmente.

Y ha pasado algo que me ha disipado muchas dudas sobre el futuro, de repente se ha roto el cable del teleférico y he caído en tus brazos tras un descenso rapidísimo, y lo que pensaba que iba a ser un desastre no lo ha sido. Pero como había cerrado los ojos por si terminaba todo siendo un desastre, y he cerrado los ojos porque no quería imaginarme el desastre que sería, al final mi mente anticipó el choque y no ha habido tal pero parece que lo escuchas igual, aunque no haya sucedido. Lo que es extraño. No ha habido choque, no ha habido desastre, no ha habido ruido, pero estaba tan convencida de que lo habría que le he guardado un espacio de memoria auditiva, musical que ha creado una impronta del choque en mi cabeza.

Es como cuando te duele la cabeza, y lo experimentas todo por tu dolor de cabeza. Y como el día hoy no estaba orientado, no había cuajado, me había causado una enorme desorientación desde que ha empezado, y no sé cuándo ha empezado, entonces no he marcado el paso del tiempo en horas sino en frases, no en minutos sino en palabras. Ni siquiera me he levantado, es que no me he levantado hoy.

Primero todo parecía tener mucho sentido: suena el despertador, se escucha la radio, es Radio 3 como siempre, todo normal. Pero de repente las capas de normalidad del aire comienzan a ponerse unas encima de otras, como tortitas con nata sin nata, como una gran montaña de tortitas. Y mi sueño continúa por encima de la voz de la locutora de Radio 3, y entonces, bueno, decido no levantarme, y de repente me olvido por completo de a qué hora iba a levantarme. Siempre sé a qué hora he de levantarme, son ocho horas y media o nueve desde la hora en que me acuesto, pero hoy de repente no me he acordado, porque estaba dormida al cambiar varias veces la hora del despertador para dejarme dormir.

Y cuando me he levantado podrían haber pasado cuatro días, como si me hubiera despertado después de haberme tragado cloroformo, y he ido a coger el ordenador como si fuera una taza de café. Entonces me he enterado de que había nevado. Y entonces todo tenía más sentido. "Claro, ha nevado, y por eso me siento tan rara", porque mi cuerpo durante mi sueño sabía que ha nevado y eso me ha confundido el subconsciente y me ha pasado el turbomix por las funciones vitales. La nieve tonta. Mis madrugadas larguísimas, el pasarme de rosca, el sueño cambiado.

Luego he seguido el día sin convicción, sin saber lo que iba a hacer. Ayer por la noche lo había dejado con libros abiertos sobre el sofá, con ideas abstractas, con resoluciones del subconsciente, con amapola para descansar, y entonces he hablado contigo. Y todo lo que se cocía en mi cabeza, sin apenas haber comido nada, se ha requetemezclado, fusionado, adherido, permutado. Y he hablado de escribir y de narrar y de recordar mientras te leía y escribía sobre hablarte y escribirme. Y todo, todo, todo, todo se ha terminado convirtiendo en ti y en mí y en un domingo de horas desencontradas y descolocadas, como mi propia cabeza hablando de cosas que no sabía si iban a tener sentido o si eran el producto de un total descontrol, como todo, todo, todo, todo lo que surca mi cabeza y mi vida últimamente.

Y ahora que tengo la ilusión de haber podido ubicarme y haberme extraído para explicarme, ya no hay secretos y los que haya van a salir a la luz antes de convertirse en secretos, me planteo el día de hoy, que es mañana, que es el hoy del hoy, el que marca el calendario, al que hubiera preferido no llegar todavía, porque estoy todavía intentando entender el ayer que hoy me ha quitado por llegar tan rápido como febrero ha llegado y te ha quitado a enero de en medio como si estuviera molestando o siendo completamente inútil. Y yo que estoy en un estado de acordarme del viernes por la noche, cuando estaba con mis amig@s hablando y cenando, y luego me quedé en el coche de Miguel hasta las cuatro de la mañana hablando de creatividad, y después vino el sábado, un sábado en el que también me quedé pensando en libros y en ti y en escribir y hablé con mi ex que me escuchó leerle algo que me habló de mí y de ella y de nosotras sin saber, no sé qué quiere decir, hablar de nosotras cuando no quiere verme sólo quiere hablar por teléfono y quiere hablar de nosotras sin vernos, como hablar del pasado y lo que significa ahora, no lo tengo nada claro, es un nosotras que ya ha pasado y yo ahora no quiero hablar de nosotras, de lo que pienso, de lo que creo que pasó desde la perspectiva de hoy, no sé lo que quiere decir la perspectiva de hoy, no tengo ninguna perspectiva de hoy pensada, razonada, hoy. Y creo que ella quiere hablar de eso.

Y luego hoy también me ha llamado, pero hoy era domingo aunque al sonar Radio 3 no me quedaba tan claro, qué bonitos son los días cuando puedes contarle a alguien exactamente lo que pasa un lunes, un martes, un miércoles, un jueves, la semana perfecta como la familia perfecta, te llama y tú le quieres contar que no has desayunado porque es hora de comer pero tampoco has comido y la nieve te ha dejado un poco confusa y ella te dice cosas bonitas y cuando se le va la cobertura te vuelve a llamar, y eso te tranquiliza.

Acaba de ponerse en línea mi ex de Ámsterdam. Me dice que es su cumpleaños el miércoles y se me congela el corazón, me quedo sin habla, porque la quiero, y las dos lloramos, mucho, porque se están sucediendo los cumpleaños sin que yo esté ahí. Pasan los minutos y no decimos nada, y la observo, ella me observa, yo respiro y ambas nos dejamos mecer por el aire, por la distancia, por el tiempo, por las lágrimas, por la ausencia, por el pensar yo en ti y tú en mí, por verte ahora pero no verte normalmente como antes, con normalidad. Y transcurren los minutos, esta vez sí que transcurren los minutos. Al final ella toma las riendas y me habla con voz dulce y suave. Me anima a atreverme a cerrar el ordenador, a descansar, a ir a dormir, a levantarme mañana a otro nuevo día donde pueda acordarme de su voz. Es una voz de mujer, ya no es una niña joven como cuando nos conocimos hace diez años. Me envía cariño, me dedica sus buenas noches, me hace sentirme como que está aquí aunque está allí, aunque el miércoles sea su cumpleaños allí y yo esté aquí. Me rodea con su voz y me dice: "Venga, vamos. A descansar. A dormir. A cerrar al ordenador, vamos, ya."

Me voy a la cama llorando, pero hay algo que me hace sentir bien e impide que esté destrozada. Hoy todas las chicas han pensado un poco en mí.

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