domingo, 7 de dezembro de 2008

La MáTriX

Todos los días me doy cuenta un poquito más de la mátrix en la que estamos viviendo y de la que tenemos que escapar. Ese mundo real del que hablé en Te borras Para qué lo voy a escribir otra vez, si ya lo hice en su día, así me rememoro y total, si en la vida te pasan las mismas cosas doscientos cincuenta millones de veces y aún así no nos damos cuenta de la repetición:




Y es tan importante zafarse de él, del mundo real, y lanzar a volar la imaginación, porque si nos creemos que necesitamos, por ejemplo, ¿eh?, editoriales para publicar, productoras para hacer películas, profesores/as para aprender, títulos para saber, políticas para hacer justicia y demás y demás andamos perdidas. Lo que pasa es que, y Jung me dio la idea, que al nacer empezamos a hacernos una composición de lugar de este espacio social en el que vivimos y ahí es donde comenzamos a perdernos.

Nos hemos obligado a desarrollar nuestra imaginación acorde a la idea de vivir una vida de provecho y hacer todas esas cosas que son necesarias al igual que comprar objetos que, madre mía, lo necesarios que son, y de esa manera amputar la vida, convertirla en una sarta de necesidades innecesarias que sin embargo son perfectas a la hora de hacernos infelices y ordinarias.

Nos dicen todo el tiempo que hay que trabajar para vivir, que cómo se mantendría si no el capitalismo y nuestro estado del bienestar; y lo más peligroso: parece que tenemos que seguir el status quo porque si no acabaríamos sin estabilidad mental, como un sin techo, mírales, mírales, con la cabeza cuajada; y moriríamos jóvenes y plagados de enfermedades, especialmente esos bichos que devoran la carne. Y tenemos que preocuparnos todo el tiempo, y sospechar de todo el mundo, incluso de las amigas, que mira, hija, nadie te va a dar nada y además la gente intentará aprovecharse de ti, si les dejas (¿Y si no les dejas? ¿No va a pasar igual??)

Con lo cual nos preparamos para unas vidas donde el componente principal es la cantidad de gilipolleces que hacemos, que planteamos hacer y que nos terminan haciendo (les dejemos hacerlas o no). Y vendemos nuestra alma por dos duros y medio a esos planes de futuro y a esas personas que entonces nos darán la razón, asentirán orgullosamente con la cabeza porque formamos parte de los suyos, haremos las cosas como la mayoría o les entretendremos con nuestras aberraciones y guardaremos la calma y las bragas en su sitio.

O, tal vez, nuestra desesperación sea tal que nos alcoholizaremos perdidas, nos drogaremos hasta el último folículo o seremos seres anormales y acomplejados, abortados y lúgubres hasta que estiremos la pata y así les enseñaremos lo que es bueno, joder.

Pues nada, más o menos la vida misma. Y el resto es una película de Paul Newman con sus ojos azules preciosos y su sonrisa de "me lo estoy pasando bomba, ven conmigo (si te elijo) y lleguemos al final de la alborada y al arco iris. O un Gran Hermano, donde la persona más cabrona se lleva el pastón porque es la más lista y tú, aprende, o qué horror, menos mal que yo no soy así.

Pues yo creo que todas esas lapidaciones efectuadas sobre la imaginación, la amplitud mental, el potencial personal y el cuerpo no son más que barreras y zancadillas a nuestra realización como seres felices. Que la felicidad puede existir, incluso en mitad de la tragedia, la culpabilidad y el dolor.

Es ser tú acorde a ti misma, rabiosa, histérica, lúcida e irreverente, sin rabia ni agresión, tan sólo tú, mi vida, tú, que ya has superado años de pasos en falso y aquí estamos, juntas las dos con el resto del mundo.

(Para Zoe)

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