segunda-feira, 29 de dezembro de 2008

Ganas de ti


¿Por qué tengo tantas ganas de ti? De presenciarte, de envolverte, de biselarte, de mostrarte todo lo que habita en mí con sus rasgos de identidad, con su intensidad tan relevante, sus vetas fraguadas, mis encierros y reclusiones calculadas, mis brillos resplandecientes y mis sombras opacas, mi capacidad de sorpresa, mi ingenuidad como la tuya.

¿Por qué tengo tantas ganas de ti? De descubrirte encerrada en mí, apoyada en mí, buscándome y yo queriendo encontrar en ti un sabor nuevo, pero presentido, el misterio anticipado de tu feminidad, tus ademanes y cambios de ropa, tus capas de sudor, tu piel imantándose en mis dedos pero sin tocarte todavía.

Porque presiento que podrías asomarte a mí, al cuello de mi abrigo, al hueco de mi camiseta, a mis pies fríos y mi lengua ardiente y las cámaras de aire que creo cuando aprieto los labios y los meto para dentro cuando te pienso y pincho las mejillas hacia dentro como si fuese a pintarte en un lienzo justo en ese mismo instante.

Porque quiero que me sostengas la cabeza y me extraigas la congestión que me pesa y arrebata el aire, y me acaricies la cara con la palma de tu mano mientras te acercas para parapetar mis labios que son como dos ángeles caídos, dos mitades de nuez carnosa y arrebatada, y desplaces mi lengua para evitar ser yo quien la humedezca, porque para eso estás tú aquí, para prenderte en ellos y extasiar con tu aliento mi garganta, y jugar con el vaho contra mis dientes, y bucear con tu lengua entre los pliegues de la mía mientras mi mirada te observa sorprendida, sin retaguardia ni aviso previo, antes de cerrar los ojos.

Por qué tengo tantas ganas de ti, de escucharte repetir palabras como mi nombre, por ejemplo, clarificar tus posiciones, establecer curvas para luego dejarme contornear las de tu cuerpo. Poner un tocadiscos entre tu habitación desordenada llena de trastos de hace, como tu ropa, tus jerseys, bufanda, tus zapatos que sólo ayer descubrí.

¿Por qué tengo tantas ganas de ti? De noches de teoría mezcladas con café descafeinado y galletas de deseo, de solicitudes a rellenar y libros por cerrar para que no se escapen las letras.

Ganas de convertirme en tu amiga rápidamente, aquella que escoges y no quien te seduce, sino quien admites adentrarse en tu casa, en tu vida, en tu boca, en tus libros, entre tus brazos y tus senos y tus historias.

Y ganas de dar vueltas en tu espacio sin que nunca se acabe y asomarme a tu ventana y hacer que estoy llamándote aunque tú estés sujetándome por detrás.

¿Por qué, por qué tengo tantas ganas de ti si apenas te he escuchado, ni sentido, y te ahuyentaría más rápido ahora que a un zorro perdido en mi jardín, si no sabes nada de mí y no aciertas a entender qué prisa tengo y que osadía por elegirte tan pronto?

¿Por qué alimento el miedo, la catástrofe inminente, el malentendido, la ropa caída y perdida al tender, la mirada herida, las amplias posibilidades de estrellarme en corto, de no ser aquélla que, de no ser siquiera nada para ti, que a lo mejor me preferirías perdida o lejos o desaparecida para no tener que desembarazarte torpemente de mí como de un fardo se tratase, de una molestia extraña que ni has solicitado ni te puedes molestar en rehuir?

Ganas de ti ante tu miedo, tu desinterés, tu falta de tiempo, cuando esperas a otra que te colme, que te rompa, que te seduzca, que te supere y fuerce al límite y sea los amplios brazos debajo de los cuales yacerás extasiada.

Ganas de ti a pesar de tu desconfianza por si fuera intriga, genuina chispa, tal vez atracción creciente o la simple sospecha de que pudiera gustarte aunque nunca me habías imaginado ni tan pronto ni después de esa otra chica que todavía lleva las riendas de tu carne aunque tú te sientes presa en su dique y quieres escaparte si se confirma que en fondo sigue sin quererte.

Ganas de que apuntes mis datos, mis reseñas, mis signos de identidad, el brillo de mis cejas, la claridad del color del iris de mis ojos, el empuje y fuerza de las raíces de mi cabello. De que me veas por mi juventud y mi madurez, el que quieras mirar mis manos porque sabes que te provocarán deseo por mí porque ya te has dado cuenta de que sus pliegues son precisos, de que saben dirigir el paso de las hojas de un libro, recoger las cosas, moverlas de sitio, coger a alguien con sus palmas, abrazar en un círculo perfecto, impregnarse de ti y guardar el secreto.

Ganas de ti, de que me inspecciones la excesiva longitud de las mangas de mi ropa, la forma en que mis pantalones se hacen como una pista de aterrizaje para volar o dar un salto, cómo escondo mi cuerpo detrás de la ropa aunque sus formas son evidentes, mi cuerpo que de vez en cuando muestra su perfil, recoge curvas irrepetibles y líneas finas, se dirige con entusiasmo hacia el camino adelante, sabe pivotar el desencanto y el engaño, ya corre distancias largas sin reposar o cambiarse los zapatos o dar dos vueltas más a los cordones del calzado.

Ganas de ti inmensas de las que paralizan el corazón en contusión contra el pecho, de las que esperan respuesta, de las que mecen el alma con tu cálida y esperada voz que todavía no recuerdo, de las que desnudan con tu risa y cautivan con tus labios satisfechos porque me has visto, porque he venido, porque estoy aquí.

2 comentários:

  1. Ganas de sentir!!.
    Y como eso,bién sabes tú que no hay nada igual!.

    Feliz año nuevo dulce ssplash!.

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  2. Gracias, Sofía y Abutrí

    Sentimos y narramos y volvemos a narrar ...

    Besitosssssssss y vuelvo a leeros

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