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quarta-feira, 1 de abril de 2009
Libre
Hoy, tras haberme un día libre después de haberme echado la empresa del trabajo el lunes, me siento francamente bien. Recibo los mensajes de alarma de mis amistades que a lo mejor no entienden mis constantes cambios de humor y emociones. No puedo evitarlo, la vida me trae una de cal y otra de arena, y a veces tres de cal y una de arena, y no resto ni sumo, tan sólo reacciono en consecuencia. Tout va bien ...
Es que hoy me siento realmente, verdaderamente libre. Veo cómo transcurren las horas y tan sólo las veo acercarse a la de dormir, es lo único de lo que me doy cuenta. Se me escapan raudas y veloces de forma que parece que cuando me acuerdo de que hay que comer es una o dos horas más tarde de lo que sería lógico. Pero no me importa. Ya no tengo que darle las gracias a los hados por dejarme un par de horas libres para hacer lo que quiero y necesito, porque tengo todo el tiempo por delante. Y de repente no me importan los días, ni las horas que me quedan del día, ni lo que voy a hacer mañana, ni qué día es, o si es o no fin de semana (periodo en el que hay que empacar todo y consecuentemente faltan ideas o energía), que es a menudo cuando el tiempo se enrarece y llueven cats and dogs, porque todos los fines de semana a mí parece que me han llovido lágrimas al no alargarse lo suficiente.
Ya no me importa si es o no vacaciones o festivo, porque seguiré haciendo lo mismo caiga lo que caiga, esto es: los veloces minutos. Y me estoy dando cuenta también que desde que no voy a trabajar estoy ralentizando mis movimientos; ya no es necesario que me dé prisa en hacerme ese bocadillo, prepararme ese té, hacer las cosas que necesito hacer antes de que se me olviden y las tal vez con un poco de suerte las recuerde, o no, en el trayecto del metro hacia la ofi, mi tiempo más fecundo, pero corto, inmensa y desesperadamente corto.
Porque me voy a tomas seis meses para ir a mi ritmo y trabajar en mis cosas. Hoy fui a recoger mi Macintosh G4, muy lejos, a Urgel, a la casa de una amiga que me lo estaba guardando, larga historia. Y ahora me doy cuenta de que la maquinita está en casa, que es donde quiero que esté, conmigo, en su casa. Ya. Así que empecé a cablear y a montar el disco duro aquí y el altavoz allá y a pensar en accesorios (baratos) que todavía necesito para estar más cómoda en el trabajo. Y me di cuenta de que las cosas estaban en su sitio, simétricamente ordenado por mí cuando lo dejé todo pendiente de inspiración. Y me inspira el yo que dejé atrás hace unos meses, escasos, pero suficientes para no acordarme, no acordarme nunca del yo que me precedió a menos que vea los objetos, y las hojas escritas, o me vengan a la cabeza visiones de mí misma haciendo aquéllo que emprendo hoy.
Y me he puesto a limpiar ropa; puse un lavado de sintéticos delicados por primera vez en esta nueva lavadora, y encontré el manual en el sitio adecuado donde yo lo había colocado hace un mes, ya que es un mes el tiempo que ha pasado desde que puse por última vez la lavadora (a excepción de mi día de terapia korto el fin de semana ... ¿pasado?). Luego me dije por qué no, y también limpié el baño y el temible wc que de repente no parecía tan esperpéntico ni nada.
Y me puse a leer y a cotejar y a medir, y saqué la estantería porque tengo que tener los altavoces altos para conseguir más espacio en la mesa, y ya no me atemoriza el polvo que fuese a levantar y que podía acabar en los cabezales de la cámara y estropearla para siempre (para siempre porque no tendría dinero para cambiarlos, son casi €500 entre una cosa y otra). Voy a moverla y además usar el tubo de la aspiradora mientras taladro la pared para calzar el estante de Ikea que me regaló mi hermana hace tres meses y que no he mirado desde que lo puse en un sitio donde su gran tamaño y peso no molestara, y poder olvidarme de él ya que no tenía moral para instalarlo en la pared.
Y también he hablado con mi Ángel de Sonido sobre cómo trabajar juntos y también acerca de facturas e IVAs y otras cosas. Esta mañana de camino a recoger el ordenador he pillado el cocido de mi madre que me dejé en la nevera de la oficina y también mis notas y papeles del trabajo, porque tienen información e ideas que yo he sacado adelante y que no quiero olvidar. La persona que aparezca el lunes para sustituirme lo va a tener muy difícil, porque la documentación que hay en la empresa sobre la red, servidores, ordenadores y software brilla por su ausencia, y entonces se darán cuenta del esfuerzo y talante que puse en su momento al comenzar a trabajar en este sitio. Pero eso ahora es historia.
Por la madrugada y por la mañana de hoy me encargué de enviar unos partes y unos intervention reports (empresa yanqui) del trabajo, pedí mi despido por escrito y llamé por teléfono a E. que me dio todo su apoyo en todo, un encanto de jefe y un buen amigo ahora y siempre. El otro día le llevé al Patio de Maravillas, y a JC a La Boca del Lobo, en Lavapiés. Llevar a mis amig@s (especialmente a los chicos LOL)se va a convertir en un deporte que me haga salir a mí también de casa, ver a gente afín, y hacer cosas que me interesan. No por ir siempre con alguien de chaperón, sino porque así me inspiro también a hacer más cosas por mi cuenta.
Y ahora me encuentro en una casa impoluta, bajándome los últimos capítulos de Roma, la serie, para mi madre, libros por todas partes que estoy leyendo y consultando en multitarea, y estoy comiendo, estoy comiendo bien, mis tres comidas diarias, y a punto de pedir tal vez el último (y muy caro, prohibitivo para mí ahora) pedido orgánico de mi periodo sin trabajo (me doy seis meses para reconstruirme) y cocinar. Por lo pronto ya he organizado las bolsitas de las infusiones en una caja con una serie de compartimentos que me compró mi hermana en Alemania junto con la chaqueta de tejido técnico para correr.
Y cómo me puedo olvidar de correr. En estos días me he dado cuenta de que prefiero correr a ir cansinamente a los sitios, que siempre tengo prisa en la calle, y que me gusta más sentir el viento, ver los objetos, los escaparates y las gentes desenfocadas mientras veloz me separo del suelo y de las distancias cortas. Así que no está lejos el día en el que me ponga la tarjeta rojo corinto y naranja enriquecido, mi mp3 con música del korto, para empezar a inspirarme, probablemente, mis zapatillas nuevas que compré en una tienda especializada en calzado deportivo de chicas enfrente de El Retiro, y salga a correr y entonces no pare. Por lo pronto me voy a jugar al basket con JC la semana que viene, y ah! cómo olvidarme: he quedado el domingo para correr con A. Tengo que empezar a apuntar las cosas, aunque mi memoria va de maravilla gracias al ácido fólico. Estoy esperando mi pedido de Metafolín que envié a S. a su casa en Nueva York y que ella mandará por correo a Madrid, ya que en internet no era posible que la farmacia lo enviara aquí por UPS. El MF es ácido fólico ya metabolizado sin el incordio de la dichosa enzima reductasa que es la que se carga mi Thalasemia Minor (probablemente) y mi trastorno bipolar, ya amansado. Creo que todo esto empezó cuando noté que ya no me gustaba tanto leer después de un periodo de 16 años, de 0 a 16 en mi vida, cuando me costaba más acordarme de la frase anterior, cosa que antes no me sucedía, porque era capaz de encadenar un libro de 600 páginas sin tomar aire. Y ahora me estoy dando cuenta de muchas, muchas cosas. Pero lo que realmente me importa es pasar a libro el cuento que escribí a los trece años sobre un niño que se llama como mi sobrino, y dárselo a mi hermana por su cumpleaños. Y claro, rescatar todos los libros que leí de esa biblioteca interminable que están todavía en mi casa. Porque quiero releer más que leer nuevos libros. Me va a revivir intelectual y emocionalmente. No puedo esperar. Pero esto pasa por ir a Ikea, sobornar a mi madre, pedirle estantes y traladrar toda la casa para colocar cientos de libros que leí y abandoné antes de irme a Londres.
Más vale tarde que nunca. Aún así, aunque mi inconsistencia creativa ha sido demoledora, me las he arreglado para vivir y ser yo misma (más que fragmentada) estos 42 años de existencia, así que tengo una idea bastante correcta de quién soy, y siempre tuve la intución de quién quería ser (porque ya era, pero ...), ya que sabía que mis múltiples problemas y complicaciones no eran un encadenamiento del destino, sino que esos hilos invisibles que me hacían retozar en el mundo como una marioneta no me habían atrapado del todo, no tengo mentalidad de víctima, nunca la he tenido. Y ahora que me siento mejor y veo que puedo trabajar otra vez con toda la ilusión del mundo, entiendo más lo que ha estado pasando. Pero no siento amargura, sino unas ganas tremendas y una seguridad en mí misma que no me dará tregua para comenzar y acabar proyectos creativos que se me vuelven a ocurrir entre horas. No estoy demasiado acelerada como para que se me escapen la suerte o las ideas, aunque tengo que hacerme a la nueva situación todavía. Mi cuerpo está en auge durante el día, pero a partir de las cuatro de la tarde, y debido al insomnio del principo de las últimas tres o cuatro noches, caigo rendida y sólo quiero estar tumbada en el sofá, donde curiosamente me siento intelectualmente más activa que nunca.
En vez de ser la suricata en el próximo test psicológico, que he matizado a lo largo de los años hasta convertirlo en una obra maestra, voy a ser un corcel salvaje, negro, árabe andaluz, lustroso e indomable surcando el viento y sólo alcanzado al ser perseguido por su poderosa alma gemela.
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10:58
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