sábado, 18 de abril de 2009

Miembro extraño



Hay veces que las palabras van por su lado y tú por el tuyo, tu cuerpo desligado de todo lo que le pasa a la mente. Y tú no te reconoces en las decisiones historiadas de tu vida, las imprecisiones de tu alma, las narraciones activas de tu cuerpo, que son como llagas endulzadas de historias mínimas.

Hay veces que esta sensación te acorrala y no sabes dónde meterte porque en realidad no sabes dónde te has metido. Hacía un par de días estabas haciendo cosas que no es que no fueran importantes, lo eran, pero te estaban llevando algo más lejos de lo que esperabas, lejos de ti, como si tú y tu circunstancia ya no fueseis valedoras la una de la otra, como si lo que haces es una cosa y lo que eres, vamos a ponerlo así, es otra.

No es que haya una disasociación bicéfala, eso sería fácil de detectar. Es más bien una sensación anodina, algo desagradable que te va invadiendo, que, sí, te termina acorralando, que se apodera de tu cuerpo también, y al final cada parte va por su lado. Y no te identificas con tu cuerpo porque él se cansa o se acelera o come mucho o ya no puedes confiar en él, porque te deja tirada en las esquinas o duerme demasiado o te duele, y, desde luego, cuando llega la tarde, que pudiera ser tu redención, olvídate: se comportará como un caballo percherón aburrido y viejo. Además estarás en el momento incorrecto en el lugar incorrecto.

Y tu mente se ha escabullido detrás del manto de acero del arco iris, que suena muy bien y muy Over the Rainbow, pero en realidad es un martirio, una incierta desgracia, porque esos planes que esbozabas se te han escapado como un sueño sin ovillar, sin atrapar después de despertarte en medio de la confusión de un despertador insolente. Y la historia de tu vida, bueno, de esa sí que olvídate, restriégate los ojos, la piel con un cepillo con jabón de Marsella si quieres, porque se escribe sola, como los cubos de agua y las escobas de Mickey Mouse en el Aprendiz de Brujo.

Y todo esto suena muy onírico y guay y mágico, pero es una mierda, es una mierda, porque no sabes cuál será el próximo golpe de gracia que te va a levantar ya no el ánimo sino la vida desde que te despistaste y la dejaste atrás, como un elemento extraño al que tu cuerpo tiene alergia y rechaza.

Pero de una cosa sí puedes estar segura, al menos, todo cambia, todo evoluciona, no sabes cuáles serán las claves exactas, pero si pulsas las teclas adecuadas, si haces, no aquello que todo el mundo te indica que hagas, sino lo que tu llamita acallada de la intuición te suspira que lleves a cabo, tal vez, sólo tal vez, te dirijas en la dirección justa y precisa hacia un estado de bienestar personal, donde ya no tienes que tener planes ni estupideces por el estilo porque estás volando en la cresta de la ola y ves el mundo un poco por debajo, no a tu merced ni nada de eso, sino de alguna forma amansado, acompasado en parte con tu propio ritmo o al menos en armonía, de ésa que suenan en tu mente y, no te engañes, sólo en tu mente y en tu mente sólo. Y luego resulta que el murmullo y el runrún le llega a otra gente y es beneficioso hasta para la cosecha de bienes, de ruegos y preguntas.

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