sexta-feira, 3 de abril de 2009

Sumergida


Me quiero dar un baño tibio, íntimo, y que mis tendones, mis articulaciones y mis músculos se fundan con la disgregación de los cristales del ácido láctico, y que desesperadamente se hagan zurcir cremalleras de ranas saltarinas diminutas.

Aceites y aromas destilados de sudor, de golpes, cardenales, estiramientos forzosos, movimientos contraídos, encadenados y sincopados se ondularán al sumergirme. El agua caliente pegada a mi cuerpo lo convierte en bidimensional, en un perfil afilado, brillante y lechoso por el reflejo de la luz cegadora del baño.

La vela de jazmín arrulla el aire con su pegajoso y vaporoso aroma dulzón y apasionado. No me importa mojarme el pelo de la nuca a pesar del inicial escalofrío y rechazo; no me importa hundirme en la profundidad de la bañera y sudar pepitas de oro en la frente, las sienes, los hoyuelos escondidos tras las mejillas.

No me importa quemarme y ondularme y volatilizarme y relajarme.

No me importa.

Zambullir mis oídos lentamente, y descenderlos al nivel de las líneas de mi frente formadas por mi expresión de eterna sorpresa ante el mundo y sus topes de puerta y portazos.

No me importan las corcheas de vapor condensado en las partituras de la pintura blanca del techo, ni la radio exudando melodías de alcohol metílico musical con efluvios de la década de los 90. Y antes de supurar el último arrebato de sudor de salitre y de cierzo marino, una toalla gigante me arrebata.

Um comentário:

  1. Cómo apetece un baño relajante. Sumergirte y escuchar a través de la bañera los sonidos externos, el arrullo del agua que se mueve con cada movimiento que das a cámara lenta. Anónima ;o)

    ResponderExcluir