Pienso lo que dices y te escucho atentamente, no te creas que no. Reduzco tus hileras de palabras a sinsabores cotidianos pero exultantes porque me lo has pedido y yo hago todo lo que me pides, no te creas que no.
Veo claramente que si no te hubiera herido no sabrías qué es la derrota, el desamparo, el soltar un diamante por la rendija de una rendija, como un barquito de papel que se precipita al océano desnatado. Y no, no me he extraviado entre mis bambalinas fluorescentes, en olor de multitud, porque te quiero y lo siento de veras y algún día te lo podré contar con más detalle.
Cuando nos conocimos te perdiste en mí y te hiciste mía y exuberante. Tus ojos verdes parecían marrones y la esencia y la textura de tu pelo castaño miel me hacían desearte. Lo sabías todo y eras fresca como un géiser desangelado.
Te sigo queriendo, no te creas que no.
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