domingo, 6 de dezembro de 2009

Cuerpos


Débiles, sinceros, entregados, pero traicionados por su propia eventualidad. Los fármacos pueden intervenirlos, interseccionarlos, reprimirlos, impresionarlos, pensarlos y abducirlos. Entretanto se revisten de enterezas diletantes, de golpes de efecto sin resolución, de anhelos de movilidad y motivación. Pero sigo sin poder ratificar mi propio cuerpo porque no lo tengo bajo mi mando, no soy su propietaria jurídica. Soy apenas una tránfuga suya, una ocupante non grata, una navegante a la deriva, un instinto, una conciencia sin fuerza física.

Ahora que lo pienso, llevo mucho tiempo así. Sin poder movilizarme correctamente, sin poder volar ni deslizarme con los pies, sin poder hacer frente a mis ideas de libertad física, de correr, de sincerarme con el espacio y sus relieves. Y todo ello porque no existe una perfecta sincronía entre mi cuerpo y la meteorología de mi mente. En mi cabeza: nubosidad variable indefinida. Estoy bastante harta. Me he vuelto harta. Me he dado cuenta de lo harta que estoy. No es del todo recomendable estar harta, pero por otro lado es útil. Yo creo en las permutaciones y las alternativas, la investigación libre, el pensar y obcecarme en el “sí” cuando te aplastan una y otra vez con un “no” categórico y desaprensivo.

Lo que me agota es el no ver resultados inmediatos con las opciones que asumo para fortalecerme, para encarrilar mi cuerpo y optar a hacerle caso a mi mente, para luchar contra las consecuencias funestas de los fármacos, del estrés, de ser como soy, o de no acertar a serlo con coherencia. Me gustaría por lo menos, mientras observe una lejana pero real mejoría, beneficiarme, ser consciente de los beneficios inducidos por los fármacos en sí, por el tratamiento de por vida, por las células errantes entablilladas que no terminan de reorganizar la paz mundial.

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