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sábado, 26 de dezembro de 2009
Cristales de cuarzo y amaneceres fantásticos
Oteo por las mirillas del corazón sueros extraños que entreveo en una marisma de quereres descontrolados como cabellos de ángel. Y pienso en mi ser entero, el que se enroca en las marismas y no permite el paso de los otros.
Empiezo por renunciar a los placeres del encuentro mutuo y me sitúo en el radio de acción del murmullo, de las experiencias esquivas e impropias, y los demás sienten.
And everybody hurts.
Quiero asesinar la incon(s)ciencia, la ciencia del mal hablar, la virtud contraria del malpensar, y creo que puedo con todo. Al despertar, de resaca, me entretengo hurgando la idea del disimulo, como si la vida continuara, cuando en realidad se encuentra, nos encontramos en un bucle eterno, un buque además pirata que se enciende y nubla acorde a la marea, las profundidades marinas, los escollos de espinas de peces muertos, el espíritu de los mamelucos y de los gigantes y cabezudos mientras los zuecos y los sables respiran en el fondo del mar, acorralados por los corales que como corsarios carceleros de la eternidad evitan la escapatoria.
Y los sentimientos también se encuentran cercados por las mentiras que perciben y hacen suyas los sentidos, por la percepción distorsionada, por el tiempo ileso que corre hasta la destrucción de todas las dunas del universo, de los sinsabores salados de la incierta pero perenne soledad.
In my solitude.
Yo no creo que la soledad sea perversa. Yo la necesito para recomponerme, para sanarme, para mejorar mi letra, para inmunizarme, para retirarme a las trastiendas y dar con objetos extraños, para enterrar las hachas de guerra y recoger mi Excálibur impoluta o al menos contemplar extasiada sus brillos fantásticos, su tonalidad tornasolada, sus destellos ultravioletas, la transparencia de su cuarzo de roca.
Yo me encuentro ahí mejor que nunca, vislumbrando a mi amada en los gozos y las sombras, con una sonrisa amañada, con un sentir acaramelado por las circunstancias afines, por la veracidad de las impresiones que me llenan, con el paso del tiempo que no me llena, con el salitre recién escanciado entre los labios cauterizados, las grietas que se escondieron en el beso, que se ahogaron en el deseo, que velaron por mis sueños rotos para esperar los años suficientes y entregarlos al túnel de los recuerdos y a la serenata soterrada que ofrecen las idas y venidas de las bandadas de pájaros migratorios.
Son los soliloquios mudos, las cajas portátiles de los animales domésticos, las entregas infinitas, los servidores digitales de entretelas y obviedades, las ráfagas de estratos de los suelos que rezuman yodo y fósforo, como el de las cabezas de las cerillas que se agolpan en fila para presenciar su propia incineración, que aunque llegó sin hora, las convertirá en cisnes en el tiempo que remonta el fénix.
En el mismo plazo en el que se cumplen las promesas, en el tira y afloja de las discusiones entre dos amantes donde tu eres el perro, y, ya se sabe: muerto el perro se acabó la rabia.
Entremedias, la vida, con sus vaivenes y sus tonelajes, con sus variaciones y sus golpes de ola, con sus miradas perdidas en un horizonte aún lejano, pero pegajoso como papel caza moscas.
Es una manera como cualquier otra de pasar el tiempo, de niquelar los bordes del cañón recortado de tu Colt 45, de pincelar las cerdas de crines, de aprisionar el ambiente cerrado del edificio congelado e inteligente de los centros comerciales.
De serenar la ira de las idas y sus hampones entretenidos con los escarceos violentos. De precintar las escenas de interiores por donde transcurre la vida en ese precario equilibrio en la cinta metálica y la carpa como cielo de nubosidad variable. Donde todo el mundo te mira desde abajo y tú continúas orgullosa aunque el vértigo casi no te deje continuar. Donde los redobles y los sones del organillo y la música de Amarcord casi fulmina los hábitos y los alientos retenidos de aquellas personas que observan lo que asemejan a tu caída, y parecen saberlo: más dura será ésta que el levantarse. No te dan ánimos pero esperan la resolución de tu arriesgada aventura.
Ahora bien, siempre se espera, a pesar de todo, un nuevo amanecer.
Todo es empezar. La verdad sea dicha.
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