quarta-feira, 23 de dezembro de 2009

Flores circunvaladas


Flores circunvaladas que entonan frenesíes. Redoblan sus estambres en rebeldía invernal y sus esporas alcanzan el irisado aire preñado de tonalidades e impresiones insatisfechas. El rechazo del frío es un instinto que una vez satisfecho reduce el miedo a un simple escalofrío.

Tras él es fácil conmutar con los estragos meteorológicos y desear el sol pero respetando los ciclos de las estaciones empeñadas en manifestarse de forma reveladora. Son instantes en los que se recuerdan los espíritus de los inviernos pasados y se reciclan deseos de siete cumpleaños atrás y siete meses atrás. Pasan las semanas en un rito hermanado ajeno a ti y no tienes más remedio que rendirte ante el sabio invierno.

Ahora vienen los días festivos y las noches de angora. El cuerpo del amante al que te abrazas por la noche es tu ánfora de Argán, tu fármaco, tu insistencia de un amor entrecortado, la persistencia de la memoria otoñal transportada a los días de olmos calcinados.

Las personas ancianas invaden las calles en busca de ritos nupciales de antaño. Los más viejos recuerdan los diarios con noticias empapeladas de guerra. Les veo desplegar las páginas del periódico matutino como si fueran blasones gallardos y escudos jalonados de alcurnia. Ellas entonan, alzadas en sus bastones de puntero de goma, normalmente con alguien más o en grupos de mujeres, jergas que no paran de hablar sobre la vida diaria, ignorando los recuerdos de sus emociones, más benévolas con el paso del tiempo.

Abrigos con moda de los años 50, despeluchados, con olor a alcanfor perenne e injertado, como desempaquetado para el invierno de su papel marrón de embalar. Gafas de óptica social de los años 60 con tintes rosados, pero sus ojos cansados reciben de refilón la luz halógena en sus retinas jubiladas de invierno desde hace un cuarto de siglo.

Viudas empecinadas en seguir viviendo y hablando de visillos y sus cosidos a medida, un tema éste de conversación inagotable. Hombres con perillas ilustradas en fundas de lana con colores y estampados decentes como de película psicodélica. Siguen usando un castellano macerado de mediados del siglo XX. Lenguaje de folletín y entremés, de película de blanco y negro y actrices con voz impostada como en Mujercitas.

Gente mayor que ha aprendido a odiarse y desconfiarse después de la guerra, que quieren transmitir a otras generaciones estos sentimientos anquilosados durante el franquismo. Gente mayor que tiene mucho que contar y no lo hace, prefieren esperar a que pases cerca suyo por Chamberí y empujarte a la cuneta porque ellos lo valen, creen que eres guiri algún país de los que vienen a España a pedir.

Otras personas tienen una ternura y una amabilidad exquisitas, y te preguntas si son ángeles o ellos mismos se los llevarán pronto.

Muchos son como los radiadores blancos y oxidados olvidados en la calle. Funcionan pero los han tirado.

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