quarta-feira, 16 de dezembro de 2009

Es


En qué consiste apuntar. Dónde se ensarta la bala, dónde se enfila la pérdida que la aniquila, qué la desvía de su trayecto, de su incipiente bardo, de su mentira. Dónde se encuentra la hierba de su esencia, por qué se queda dormido el brazo y no quiere remontar el vuelo. Dónde se acorrala el olvido.

Por qué el brazo que sustenta el frío se adormila y renuncia al movimiento. Se tuerce y se vierte. Se prensa y se endurece hasta acabar en un grito. Es el mismo brazo que lucha partido en otras guerras. Que no se sincera, que no vuela, que se necesita a sí mismo. El brazo que emprende sinfonías irremediablemente vacías, la mina que se enrosca en la palabra y se agrieta y se gasta. El desarme del silencio, el tic-tac del reloj que no se enciende.

El grueso de la página que vence al sueño, que se tercia apenas en el recorrer de la mirada, de una ilusión de un mensaje sin botella o la lumbre de la pasión. Es un entendimiento profundo donde no hay recodos, ni el filo de la luz, ni el sueño dormido, ni la sonda de un sonido, ni la niebla enardecida, ni una linterna en el camino.

Es a duras penas una brisa sin madurar, un escollo sin superar, una promesa enumerada, enterrada en la arena, acechada por las sombras, encumbrada entre sus espinas, sin radio de acción, sin semillas tardías. Es el sueño sin mediar palabra.

Es la palabra escrita sin folio.

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