Encontronazos posibles con esta grande e insípida mole que se revierte y se implica con breves posibilidades y cierto aire de impulsividad.
No sé cómo se criban los indicios de una recuperación. El ensamblaje es cercano, primario, devoto y contrario a cualquier eventualidad que ocurra. Una sarta de suposiciones trazadas en la simple radiología de los acontecimientos.
Un vaciado extraordinario de prisas y génesis involucradas. Quiero revelar las transiciones, las tonalidades, las empatías dulcificadas en muestras de saetas, de implicaciones mutuas, de rastreado de aquellos señuelos suaves y enormes.
Un vaciado extraordinario de prisas y génesis involucradas. Quiero revelar las transiciones, las tonalidades, las empatías dulcificadas en muestras de saetas, de implicaciones mutuas, de rastreado de aquellos señuelos suaves y enormes.
Yo soy quien escribe, quien se compromete, quien se salta las liquidaciones del subconsciente, quien se transmite por las obturaciones imposibles pero escarbadas a ras de suelo con las uñas, con los dientes, con la fuerza de traspiés tras traspiés, como una simple aclaración, como un sumirse entre bombas de calor sin saciar las líneas equilibradas y empalmadas de la piel, de los intentos expuestos sin sensibilidad, sin trajines, sin ánimo exculpatorio.
Tan sólo escarbar para justificarse y explorar los limbos y tabúes coleccionados, y escribirlos sin pausa y sin atrios ni óleos santificados, ni revuelos ni matices prensados. En bruto y en silencio encubierto. Y la próxima frase se te escapa, se filtra por las capas de la tierra fecunda y mojada, las capas cuya gravedad se altera con la absorción de sustancias vitales, sales mineralizadas en llanto y subidas de tensión anafilácticas, rapideces intrépidas, serigrafiadas, invisibles para el caciocinio impuesto, el sérum cerebral.
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