Papeles arrugados, cimarrones, y sombras encendidas, , flojas, entéricas como comprimidos de extractos, como sabores amargos en contenedores de cristal de palo de santo, como los fulgores del pelo al viento y las luces del trópico urbano que se extienden más allá, con los rumbos del viento serenos como títeres al final de su jornada de trabajo.
Te escondes en esta agenda porque no tienes otro oficio que el de (d)escribir, y te meces en los lazos de las ideas, soñando con arrancarle palabras a las escaleras mecánicas sobre las que asciendes a un mundo desentrañado, lúcido y cegador.
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