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segunda-feira, 9 de março de 2009
Voy a cosechar rendiciones intermedias, nocturnas
Estruendos marinos que encajan. Rocas pretéritas y esponjosas con forma de pequeños planetas horadados por alfileres alojadas en espacios reservados. Mantengo tensiones internas con el horizonte que se rinde atento y semi cercano. Tsunamis internos, luchas internecinas contigo misma que producen fallas y movimientos indetectables de antemano, pero que esta vez revelan campos enormes de coral en el fondo marino. Tengo una ventosa de aire canalla pegándoseme en los oídos y voy a intercambiar sentidos para escuchar con las yemas de los dedos.
Presto atención a los rumores tergiversados por las olas espumosas. Estoy en el avión, en un vuelo nocturno, con las luces a medio gas. Me alejo de la isla con fluidez y algún que otro vaivén azuzado por resquemores. Rememoro las escenas de la playa de forma involuntaria con sus primaveras cíclicas impregnadas de circulaciones cartesianas. El agua quemaba teas con crisálidas perfumadas de testosterona sintetizada y sempiterna. El yodo me arrancaba goces y roces que una vez entregados se tornaban irrecuperables, reminiscencias infranqueables. La exquisita arena se encontraba sembrada de flores invernales y de cientos de nociones tambaleantes injertadas en plata.
No sé hablar el lenguaje de las vacaciones ni las transiciones. No va a ser fácil explicar esta ausencia, porque cómo me explico a mí misma los saltos ciegos contra las piedras encaladas ... Entremezclo un exagerado número de ciclones diminutos y remolinos de conos y bastones en mi retina contra los tronos de sirena del paisaje marino. Las posibilidades de alcance de mi aliento adentrándose en las exhalaciones del submarinista son mínimas. Pero aún así respiro en su dirección mientras le veo sumergirse y crear túneles discretos entre el aire y el agua.
Encuadro inclinaciones rotas en la superficie marina. Presiento encuentros intermedios y presentaciones de musculaturas incoherentes con esqueletos de inquietas y atemorizadas algas. Me envuelven los solsticios nutridos de mínimas apropiaciones y soterradas dudas. Recojo entregas privadas de rayos luminosos enardecidos entre los imprecisos espacios hueros de las nubes.
Me sincero a medias contra las cuerdas haciendo de sparring de mi entendimiento. Reanudar tus sueños es duro en un espacio semi plano: no tienes dónde agarrarte. Ardua tarea si las imprevistas turbulencias te hacen rendirte a cada paso, a cada intento. Voy a emprender cientos de caminos con el primer paso para así haber comenzado un número avanzado de travesías y no tener la obligación de apostar por ninguna. Integradas en pleno viaje me impresionan las utilizaciones indebidas de los recursos finitos. Apenas alunizo en espacio internacional llego a la conclusión de que si pudiera revelaría en gran medida los egos intransigentes, la reposición de bienes volcados en el recorrido irrisorio de vuelta. Son estos pequeños peajes de incierta presurización los que alejan la sencillez de su interrogable luminosidad.
Intento saldar cuentas con mis imprecisiones. Podría intentar atar cabos y permitir resurgimientos de sus ramificaciones sólo más tarde, pero no puedo asumir pensamientos y pautas de acción previsibles por más tiempo. Sólo injertos extrauterinos en el tiempo.
Acaba de cambiar la zona horaria e incluyo una hora completa que he atesorado en la memoria desde que emprendí mi viaje. No se me ha permitido ninguna incertidumbre, quería venir aquí y dejarme llevar por la acción, pero el ambiente me ha ralentizado no sólo los movimientos sino mis intenciones. Declaro cientos de apostasías de mis antiguas ideas y teorías, he decidido que tan sólo puedo movilizarme ante declaraciones de principios diminutas de mi intuición. Sigo sin poder aplicar medidas enteras, razonadas, tan sólo tangenciales, mientras huyo de mis temores de antaño y los que consiguen tomar cuerpo. Si reacciono de forma íntima podría llegar a desvirtuarme y tomar forma, congregar mis residuos, imaginar el día y la noche sin rumbo, de forma inmune.
Pero en realidad sufro por la imposibilidad de tomar decisiones en un espacio al vacío, y estoy obligada a ser visceral, realista, interpretativa. La vida probablemente se lo pone fácil a otras personas. Yo soy trashumante en los campos minados de mi conciencia. Mi cuerpo me obliga a respirar, pero eso es todo. Lo que hago lo complico porque mi mente no me da tregua, no me exige únicamente el subsistir sino que me obliga a resistir constantemente cualquier intromisión de perceptos. No me tomo en serio excesivamente, sólo lo suficiente. Sueño con levitar para no toparme con aristas, ni postes, ni protuberancias. Sueño con la paz en rama.
La tierra desde lejos parece un firmamento. Es como si este avión anduviera por tierra y las luces de la ciudad crearan tejidos de Ariadna de luces suspendidas. Vuelvo a Madrid.
Postado por
Admin
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17:40
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Bienvenida a casa. Aunque ese regreso esté lleno de nuevos y diminutos retos. Nuevas y diminutas decisiones. Lo único que no cambia es que nosotras/os seguimos aqui. Besos tempraneros, que por ser madrugadores llevan impregnados la magia de hacerlos al gusto. ;o)
ResponderExcluirMuchas gracias a las dos. Sois un encanto
ResponderExcluir:-)