quarta-feira, 9 de dezembro de 2009

Duro viaje

El día sigue sin perfilarse en su totalidad, tal vez porque para mí es pronto todavía. Hasta la tarde no termino de percibir su realidad y trascendencia. Hoy es miércoles después del puente pero aún así parece lunes. Eso sí, es un lunes con un tinte de relajación, sin la urgencia de completar cosas durante la semana.

Esta mañana me hablaba a mí misma con mucha convicción sobre todo tipo de cuestiones, mis sueños estaban a flor de piel y me habían comunicado todo tipo de informaciones de mi subconsciente. Ahora ya no tengo tanta lucidez, pero espero que con el transcurso del día la cosa mejore.

Me espera un viaje aburridísimo en autobús a Majadahonda. Es lo peor. Un autobús cuyo trayecto no acaba nunca. No puedo leer en el autobús y la música me aburre así que me queda poco que rascar. Estoy escribiendo en el blog mis impresiones porque si tengo que esperar a tener inspiración no podré ser siempre honesta conmigo misma. Me gusta ser creativa pero mucho más entrar en las marismas de mi cerebro. No me importa que pueda convertirse en una obsesión, me siento mucho mejor cuando lo hago. Me encuentro durante el día pensando en aquellas preocupaciones que tengo, mis impresiones, percepciones, entiendo donde me encuentro situada de forma eventual en ese día. Y aún así la autocensura está presente.

Tengo mucho miedo de decepcionar a I.B. No le llego en energía ni a la ribera de su zapato. Me estoy dando cuenta de que mi mayor problema es sin duda la energía. Ahora que he dejado de tomar lácteos y trigo voy a ver qué tal voy. Siempre que lo hago estoy mucho mejor, pero todavía no he superado el mono del todo. Tengo el estómago hecho un verdadero desbarajuste.

Hoy me voy a ir a mi casa por la noche. Sé que es difícil para las dos, pero no es un rechazo, es que siento la necesidad de precisarme sola, de no notar ausencias en la casa, de mirar a mi habitación y sus alrededores con una curiosidad que no acaba, lo que es increíble teniendo en cuenta lo pequeña que es mi casa. Tengo que ver mi ropa, decidir lo que voy a lavar, cocinar en mi cocina, plantearme, crear, pensar. Cuando huelo el olor característico de mi ropa, de mi armario, mi litera, el sofá, el detergente que he escogido para lavar mi ropa, me siento libre. La casa de mi hermana huele a Pocos. Es un olor precioso, dulce, que invita al beso. Hay cierto paralelismo en mi caso con la aceptación.

Todo esto lo hago ya durante el día, pero también necesito que me den las tantas y decidir cuándo me voy a dormir, cuándo descanso, cuándo me despierto de una forma orgánica. I.B. siente que esto en parte es prueba de que no me voy a adaptar nunca a su casa, que no voy a querer vivir con ella, pero yo no creo que sea así. Tengo ganas de hacerlo cuando tengamos nuestro propio espacio, más grande, un espacio que se parezca más a mí. Sé que esto a ella le duele mucho porque lo ve casi como imposible, pero yo no.

Estas últimas semanas me he sentido mucho mejor en su casa y espero que ella lo note. Pero también me he sentido mejor con mi identidad en paralelo con la suya. Sé que cuando I.B. venga yo no estaré aquí y eso le va a sentar bastante mal a medida que vayan pasando las horas. Dice que he cogido el trabajo de fin de semana alegremente porque en el fondo no me gusta pasar con ella todo el fin de semana. Sí que necesito cierta soledad, y crear momentos especiales. También estoy convencida de que esas horas solas a ella le van a proporcionar la estabilidad que tal vez haya perdido con la relación.

Estoy pasando las libretas que tengo todavía atrasadas al blog, y eso me va a ayudar a no sentirme tan desconectada de la publicación. Probablemente esta noche me pase horas haciéndolo, aunque hay tanto todavía ... Voy a comprar en eBay un gadget de bolsillo, el HP Jornada 728, que me permita escribir directamente a archivo las horas muertas. No creo que abandone por completo la escritura manual, pero ¿quién sabe? tal vez sea capaz de la inmediatez entre pensamiento y pantalla de ordenador.

Desde que he vuelto a España, me he dado cuenta de que tenía que superar el trastorno bipolar, he investigado, etc, y la falta de almas gemelas, he sentido que debía auto-afirmarme. Mi estilo de vida nunca había estado en entredicho, desde luego por mí misma, y sin embargo ahora parece que lo que yo hago es muy diferente a lo que hace la mayoría de la gente a mi alrededor. Es como el tiempo libre que reclamo, las circunstancias personales y económicas en las que me encuentro debería justificarlas, rendirle cuenta a la sociedad. ¿Por qué? Cuando estaba en Londres y en Ámsterdam podía tomar café a mediodía con muchísimas personas que tenían una vida flexible como la mía. Aquí tengo que enfrentarme al pudor burgués, y sin embargo me afecta. No debería, pero lo hace. Por eso me gusta esconderme en casa, ver a mis amistades frikis de vez en cuando, gente que me cuenta historias muy nuevas, muy poco comunes, y aún así cotidianas, o tal vez les puedo contar yo las mías. Aunque la verdad es que me aíslo mucho, es cierto, pero en cierto sentido lo encuentro satisfactorio. No me resulta fácil pasar mucho tiempo explicando lo que hago, aunque supongo que eso es la esencia del compartir.

Tengo que arreglarme para meterme en ese maldito autobús, la próxima vez, cuando tenga bono, me voy a ir a Príncipe Pío y coger el cercanías desde allí. No sé, es mucho trajín, pero tiene que haber alguna manera de evitar ese trayecto tan espantoso. Voy a respirar hondo

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