quarta-feira, 9 de dezembro de 2009

Acaudaladas tardes consecutivas de cinco minutos


Me entrego a la actividad con una inercia que no es la mía, pero que fue. No sé qué me falla, pero quiero tener fe. El camino es el camino.

Veo como el resto de la gente se sume en comportamientos inefables mientras los míos se contemplan a sí mismos de hora en hora. Son actos impíos rezumando nebulosidades, buscando vocabularios, consultando el reloj para su ración diaria de duda. En esos eternos cinco minutos más pospongo decisiones, inmersiones sin recargas de oxígeno, invenciones narrativas. Me dejo mecer por la espuma de los días, su recuerdo, su pérdida, rebuscando honestidades soterradas para encontrar caracteres superficiales.

Las bebidas se enfrían, la salvia de la vida se cuaja, me dejo mecer por la manta caliente del amor, y en mi sueño me persiguen desvariadas pesadillas.

La piedra en la ostra que engendrará a la perla. Si yo lo supiera.

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