quarta-feira, 20 de agosto de 2008

Seguir escribiendo

No he parado de escribir ... en mi cabeza. Es una lava constante, una forma de reconciliarse con la realidad y la memoria, la eternidad y la frivolidad del vivir. Presiento que esta vez es para siempre. Tengo debilidad por las palabras, el clasicismo cifrado en la conversación contigo misma, la variedad de alientos y gama de colores que arrullan el rasgueo de la pluma contra el papel, o las manos ocupadas en el teclado y la marea del pensamiento.

A veces me pregunto si merece la pena el compartir. Incluso cuando tengo argumentos de películas me planteo una y otra vez si debería sacar el preciado botín y lanzarlo al contacto con el oxígeno. Esto es por supuesto una banalidad producida por la poca templanza de mi carácter, que se ve arrastrado por el vaivén de mis emociones y estados de ánimo.

Tengo la obsesión de mantener mi integridad artística ¿por qué hay que crear? ¿Qué sentido tiene volcar fuera lo que tan férreamente custodias dentro? Siempre he querido sentir mi propio yo, reencontrarme con él. Sentir en lugar de expresar. Juan Gelman dice que escribir tiene el cometido de mostrarle a él mismo lo que de otra manera no descubriría. Este comentario me ha hecho reflexionar y al mismo tiempo me ha angustiado la cantidad inmensa de cosas que no he escrito y que por tanto no me han enseñado a entender y descubrirme ante mí misma.

Hasta los veintiún años escribí más de mil páginas de mi puño y letra. El otro día revisé algunos de los cuentos y relatos y la novela, todo ello escrito a partir de los seis años. Una locura. Reconozco el talento que tenía y que había olvidado por completo, de hecho estaba convencida que yo era una simple plagiadora porque tendía a escribir con la manera de relatar del escritor o escritora que estaba leyendo instantes antes.

No pensaba tener un estilo propio. Pero tras una re-lectura me he dado cuenta de que la opinión de mí que yo tenía estaba completamente desvirtuada. Creo que yo era un talento vírgen explosivo que presentaba signos de cierto autismo social y una vida interior múltiple. Tal vez al escaparme a Londres quería re-inventarme a mí misma, descubrir mi sexualidad y mi personalidad externa en contacto con el mundo mediante una combustión deslumbrante.

Sin embargo volví a España para reencontrame con mi pasado, con mis recuerdos. El otro día leí un relato sobre un niño y su hermana que yo había escrito a los trece o catorce años. Debido al residuo y resquicios infantiles que conformaban mi personalidad extensamente creativa e intelectual, pero socialmente inexplorada, el mundo infantil se refleja increíblemente diáfano. Me sorprendió la tremenda semblanza de los detalles del relato con los recuerdos de mi infancia. De hecho estoy convencida que hay pocas cosas escritas con esa calidad literaria que reflejan tan fielmente el interior de una niña, porque yo estaba muy cercana con mi identidad infantil en el momento de escribir el cuent, hasta el punto de recolectar ahora con alegría todos aquellos aspectos de mi vida de niña que no esperaba recordar hasta la regresión en la memoria que se produce en la vejez.

He descubierto que la mejor manera de ser yo misma y de controlar mis estados de ánimo sigue siendo el abstraerme de la realidad. Tengo que volver a la disciplina que tenía hace cuatro años, antes de venir a España; debo trabajar de forma continuada en mis proyectos artísticos contra viento y marea. Pero tengo que hacerlo por mí y para mí, como antes. La idea de que lo que había hecho estos años no tenía interés real para nadie más me ha frenado la creación.

La primera vez que mostré mi trabajo en festivales de cine y me vino gente a hablar, personas desconocidas y dispares que querían compartir conmigo las impresiones y percepción de mi película que habían tenido sentí humildemente que por fin comenzaba a descubrir quién era mi público.

Estas últimas semanas he mostrado la peli en la que estoy trabajando a mis amigos y amigas y descubrí que la historia, aparentemente de atracción casi única para la comunidad LGBT, podía hacerse eco también de temas clásicos compartidos con todo el mundo. Otto Rank y Jung hablan de los arquetipos literarios y cómo ciertas historias y personajes se han repetido durante el trancurso de los tiempos.

Mis historias son íntimas, fruto de mis observaciones inconscientes, pero aún así creo que hablan de temas comunes y lo verdaderamente local es también universal. Mis amigos y amigas me dijeron que les interesaba mucho el tema porque les enseñaba un mundo con el que no tenían mucho roce, pero al mismo tiempo reaccionaron cálidamente con los espacios comunes de la historia. Siento que la audiencia LGBT puede que no haga la historia suya porque no es SU historia personal. Pero ahora no me da miedo el recibimiento porque he comprobado que no es una historia minoritaria y probablemente me la programen en festivales de temática variada, y no simplemente gay.

He trabajado mucho los últimos días en el montaje y hoy he soñado con la historia, me he levantado con la película y se me han ocurrido cosas fabulosas que lamentablemente no puedo añadir porque la gente no está interesada en seguir filmando, pero no me importa porque eso denota que mi mente creativa fluye y está dispuesta a sorprenderme a mí misma.

Mientras pueda olvidarme del mundo y al mismo tiempo fundirme con él con mi trabajo no me importa la alienación que sienta con el día a día cotidiano, es más: no la siento más, es casi lo contrario porque la realidad se vuelve enajenante y con burbujas. Estoy en el buen camino y el Lamictal me está ayudando a conservar la salud. El trabajo mental de los últimos años y las intuiciones que he ido recordando para que mi vida mejore y luche contra el monstruo de la ciclotimia y la depresión están dando fruto. Espero nunca volver atrás.

Me he dado cuenta de que no es verdad que yo fuera mi peor enemiga: el peor ha sido este trastorno heredado y fomentado por mi traumática existencia, y voy a seguir luchando contra él con todas mis fuerzas. Quiero fulminar a este enemigo, destruirle, narcotizarle, inhibirlo y neutralizarlo, y al mismo tiempo redescubrir cómo me ha forjado, creado y solidificado a lo largo de mi vida.

P.D. Para las víctimas del accidente aéreo de hoy en Madrid, a las que nunca ya podré contar historias.

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