domingo, 24 de agosto de 2008

I. Mi vida sin mí. Montreal, julio 2008

Esa necesidad que impulsa la vida, la sed de experiencias, la ambición por desenvolverse, reciclarse, trabajar, alcanzar cosas nuevas que he visto en la niñez y en algunas personas adultas la ansío para mí. Porque odio la sensación que tengo cuando me rindo, cuando entro en modo supervivencia, cuando mi organismo funciona a un tanto por ciento mínimo. Cuando rechazo la actividad y prácticamente desdeño la vida.

Por eso me atrae tanto el tema del surf, porque imagino a mi cuerpo libre, fuerte, flexible, poderoso, con ganas de saltar, de estirarse, de explayarse, de saltarse las barreras físicas, de juguetear con los elementos a su capricho. Y así es cómo me gustaría que se movilizara mi mente: sin trabas ni necesidades superfluas, sin preguntas que responder, sin trazos a surcar.

Quiero experimentar la vida y respirarla a pleno pulmón, en libertad y si es necesario en agudo silencio. Mi búsqueda por la belleza es una búsqueda desaforada y desesperada por la vitalidad, por la llave de la autosatisfacción, el autoconocimiento, el resurgir de tus cenizas porque te has acordado de ti misma.

Creo que mi vida ha sido un camino largo, muy tortuoso, pero lo más importante es que ha llegado a un punto que realmente puede ser la síntesis de mi búsqueda. Sé que en el próximo giro de 180 grados me veré a mí misma como la que fui y podré reconocerme en la trasversalidad de mis experiencias vitales. A medida que mi cuerpo y mi alma se vayan recuperando de la caza de brujas que ha sido mi vida, las soluciones a los pequeños problemas irán llegando.

Ya me he acostumbrado a vivir con muy poco. En el momento en que mi organismo funcione correctamente y pueda aprovechar la belleza del momento presente, ese instante de felicidad que tanto he visitado en mi memoria del futuro acontecerá y creo que muchas certezas que he albergado en mi corazón durante todo este tiempo se materializarán y además perderé el miedo.

Es cierto que es un miedo existencia, temprano y atávico a extinguirme, pero en el fondo se trata de pánico a la muerte en vida, a no respirar, a no recibir oxígeno. Es un miedo en pleno desfase déjà vu, es pánico a no autorealizarme que me brinda cada segundo de observación, de integrarme con mi propia naturaleza. Es el miedo actual, presente, permanente, pero cuando lo pierda creo que entenderá mi preciado lugar en este mundo y tal vez acudirá a mí el universo de posibilidades de inspirar a otra gente.

Si consigo la homeostasis a la que todos los seres vivos abocan y tienen derecho creo que finalmente comenzaré a entender cada paso, cada bocanada de aire fresco. Ahora mismo tan sólo puedo sentirlo de vez en cuando, como un recuerdo no realizado, como un presentimiento desdibujado.

Si mi cuerpo no actúa como un filtro atascado puedo conseguir una mayor relación y comunicación con el trasfondo espiritual. Cuando el cuerpo se encuentra en paz consigo mismo se produce una sublimación .

Supongo que de un momento a otro tendré que analizar la capacidad de amar y lo que supondría en mi vida el compartir con otro persona la buenaventura de mi transformación.

Este tema es sin duda fascinante y merecerá mi atención estructurada.

Nenhum comentário:

Postar um comentário