domingo, 3 de agosto de 2008

Hilvanando salidas

Esta vez el alba estrena colores y te extraña también. Rápida rauda y veloz, se impacienta ante el tránsito tiránico, pero repiquetea lentamente, a veces.

Leo y releo los ápices de retazos de mi pasado en mis escritos de adolescente. Intento encontrar la enorme diferencia entre la palabra escrita, el afán de contar, la visión interna, la memoria visual y olfativa fecunda y monumental de gama tan variada, y mi cálida cercanía con los sentimientos de la niñez, mi tremenda intuición al trasponer mis sentimientos imaginados, la intuición de mi edad adulta.

Y sin embargo mi crecimiento social no se desarrolló, más bien se obturó, se ofuscó, se encanijó y se redujo, y la entrecortada y encontrada relación entre lo vivido y lo imaginado siguieron rutas dispares en frecuencias opuestas.

Parecía que me sentía como dos personas diferentes: la real y la narradora. O que habitaba dos mundos: el mundanal y el literario. Sin embargo, ambos se nutrían mutuamente. El real se componía de miles de horas enfrascada en lecturas e imaginaciones, y el escrito era fiel reflejo de mi memoria en lontananza.

Mis obsesiones principales: el calor, el frío, la infancia, la juventud, protección, figuras paterna y materna fuertes pero algo ausentes. Con pocas miras de una futura intervención. Mechas maternales con vidas entrecruzadas y anhelos de cambio, movimiento, integración, individualismo. Madres que permiten refuerzos y protegen el potencial de sus hijos e hijas.

Nubes que se desplazan empujadas por los cambios de tiempo para abrir paso a los sueños infantiles, los pensamientos lúcidos, el transcurrir de largos tiempos en una descripición encapsulada en un segundo.

Sueños, visiones, relaciones de juventud, soldados desplazados, tierra de tonalidades siena, estilos literarios variables, diálogos fluidos y reveladores, un ego masculino donde las mujeres que aparecen son bellas y misteriosas; surgen en breves momentos y tienen una función dinamizante e integral.

Enamoramientos del saber, de profesoras/es - tiempo estirado hasta el paroxismo. Tiempo literario con la longitud del infantil y la memoria persistente en la retina adulta.

El profesorado - mujeres sabias, hombres confusos. El eterno femenino como una bebida referescante con briznas de aire fresco.

No había aprendido a negociar - pero sí a observar, recordar, apreciar, sentir acrecentado por la fisicalidad de los sentidos.

Influencias evidentes de narrativas europeas, introspectivas, íntimas. Ambientes cerrados pero completos. Fluidez latinoamericana. Despreocupación por el detalle, obsesión por la permanencia del sentimiento en el aire del ambiente.

Y repentinamente Londres, y vuelta completa - enfrentamiento con la vida, ignorando por completo la posibilidad de un trastorno neuropsicológico. la melancolía Dickensiana, solidaria, expresiva, plástica se transforma en una aberrante y abyecta depresión acorralante y de densidad con enorme fuerza G motriz, anímica que me hunde, me ahoga y me sepulta para adentrame en un vacío existencial.

No veo correlación entre el mundo exterio y el literario, y necesito adentrarme en el ensayo, en la mente más que en el aspecto literario y prácito de mi pensamiento.

Me vuelvo más inquisitiva, en constante búsqueda, con un egocentrismo extremo, examinando las posibilidades frustradas de mi vida en un ambiente que ya no recojo ni preservo con mi memoria y almacén literario.

Intento entender las mentes geniales. No entiendo la mía.

Vivo olvidando mis pensamientos - la memoria no resiste el empuje del mundo exterior. Experimento nuevas sensaciones, olores, sabores y sonidos que capturar la imaginación pero no me siento como que los comparto con nadie. Soy muy infeliz pero me enamoro constantemente. no me enamoro de mí sino de ellas.

Busco, descubro y puedo hacer tentativas exitosas y fallidas de alternativas del conocimiento. Me debilito y fortalezco a partes iguales. Me levanto contundentemente y me derrumbo de forma estrepitosa y dolorosa. Descubro la magia del exterior, participo de ella aunque mi interior ruge hambriento.

Mis gustos apreciativos visuales se transforman, experimentan, se desarrollan. Del recuerdo y la experiencia táctil a la borrachera visual y de formas recogidas por el vacío dentro de la coraza del viento. Descubro razas, sonrisas inimaginables y francamente bellas, nuevos sabores, increíbles experiencias, gente con tremenda curiosidad y un sentido de la justicia novel y esperanzador para mí. Más energía, más ansiedad, más velocidad, más híperactividad creativa propulsada por la acción, frustrado todo ello por la logística del proceso.

El inglés con su tremenda riqueza de conceptos y metodología. De hojas sueltas a cuadernos. De ambientes conocidos y cercanos a nuevos pero afines. El inglés: precisión, síntesis, humor, inteligencia brillantes, sonidos articulados sinfónicos y visuales.

El cansancio sin límites, la energía atómica, cine con las manos, con el pecho con el alma.

Ahora: la persona singular. Escribo en femenino. Llena de ideas y ansia por saber y aprender y experimentar. Espero acrecentar mi ansia de experiencias físicas, perceptuales, visuales y afectivas verdaderas. Potenciar mi memoria, mi creatividad, dulcificar mi olfato, tolerar las personas, percibirlas (sigo percibiendo pero no asimilio hasta que no creo). Y necesito reconciliarme con mi ambiente, salir a conquistarlo, perder el miedo al vacío social, salir y escribir lo que veo y sobre lo que veo.

Montreal: nombres y sombras. Antagonistas predominantemente masculinos en busca de ternura. Mujeres y niña bebé que me protegen con un aura nívea y luminosa.

Domingos por la mañana: lápiz en ristre y exposición para pensar. Libros en la mochila. Andar. A partir de hoy: cada cosa en su momento clave.

Palabras como ánforas, sonrisas como luceros, miradas como ráfagas. Verbal y viva. Despierta y reflexiva. Sutilmente vivaz . Hacia adelante pero en lateral. Sobresaliente, despilfarrando fantasía, remontando entradas, hilvanando salidas. Y muchos, muchos, muchísimos besos íntimos y escondidos.

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