terça-feira, 26 de agosto de 2008

La vida en resumidas cuentas

Las mañanas temprano saben a baldosa fregada. Los sueños trillados recién salidos del pajar amortizándose en un ambiente entre suave y rugoso, tonos a media luz y lentitud acelerada. La luz diurna se coloca en columnas verticales y beatíficas que desde arriba iluminan como un foco las cuerdas de la ropa dormidas del patio interior de mi casa.

Multiplicidad envolvente abortada por la falta de papel. Trazos que se desdicen con tinta deshilachada. Refrenar los impulsos, tañer la intuición, retomar los malos hábitos que chillaban de angustia, refrendar el oscurantismo de la alegría. Corresponder al valor que no te aniquila, que te personifica y que representa tus brotes de confianza.

Atenta me sumo transida en la alborada del pensamiento y el alma en paz que refrenda todos los olvidos y requiebros. Tanto trasiego apenas para respirar plenamente. Suspiros inhalados por falta de tiempo.

Las necesidades alborotadas exudan remolinos artificiales en búsqueda desesperada por encontrar la salida de la gruta. Tanto trasiego y tan poco alimento. Entiendo muy bien la frase partida, el juego del malestar, su arboretum fruncido, piezas destartaladas y aromas encallados, pócimas de deseo y verdades a medias. Brillos deslucidos por la poca luz que entra. Amarillos pálidos, exuberantes, inciertos, pérdidas irrecuperables, transformaciones inéditas.

Raudos pesares que recorren el desamor. La fragua de Vulcano, vive Dios, escondido o extinguido por su justa penitencia. El castigo de no tener más experiencias malditas per sí un círculo vicioso anodino y ausente.

Compulsiones diarias, corazones cerrados, precisos golpes por el cinturón paterno. Sendos sones de alaridos auténticos y ayunos infiltrados, palos de santo de azúcar hilado.

La vida en resumidas cuentas.

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