sexta-feira, 17 de outubro de 2008

Visibilidad en la ofi

Es increíble la cantidad y la calidad de mujeres súper atractivas en interesantes que existen en el mundo, si sólo te paras a mirarlas cuando no tienes pareja. Lo digo completamente lúcida y de veras que me llama la atención la libertad que puedo llegar a tener para compartir momentos íntimos, cálidos con ellas sin la intromisión inoportuna de un plan de acción genial para llevármelas a la cama.

De hecho lo hago de forma inconsciente, y supongo que mi actitud es como si estuviera ligando, flirting, pero ésa no es del todo mi intención. Quiero sentirme libre para integrar en mi comportamiento, mi mirada, mi lenguaje corporal todo aquello que puedo sentir en un momento concreto cuando estoy cuerpo a cuerpo con una mujer que me inspira a adoptar múltiples formas de expresión incluyendo un despliegue de mi sensualidad.

Y la verdad es que también lo hago con algunos hombres porque me gusta demostrar ternura, y cuanto más abiertamente lo hagas y ellos perciban que lo haces con ellos, quiere decirse no con él , más fácil es que te entiendan y te acepten y te quieran.

Pero a veces es más fácil que otras. La niña del herbolario tiene tal vez un atractivo especial que me hace jugar la carta de Jerry Lewis y ser un poco más pato de lo normal, intentar demostrar todo mi atractivo, intelecto, intuición, etc, etc. Y eso es exactamente lo que no quiero ni necesito, pero a veces lo hago y quiero decir YA, para, porque no te hace ningún bien.

Es esa tendencia innata que puedo tener para hacer demostraciones de fuerza derivada sin duda de mis afanes infantiles y adolescentes por hacer mella alguna en mi padre y mi madre, y tal vez toda mi familia, cuando te sientes ignorada. Yo ahora me siento mucho más querida por mi madre, por ejemplo; no sé si es verdad, pero la siento más cercana, más tierna, aunque suele ser tan "madre de la sección femenina" a veces que la distancia que pone entre sus hijas y ella no debería existir y no nos hace nada bien tampoco. Pero cómo puedo quejarme de mi madre, si es un ángel de los pocos que deben existir en el cielo.

Volviendo al tema de expresión de lo que no llamaría inmediatamente sexualidad porque no es sólo eso, estoy analizando y rememorando mi actitud con una chica de la oficina del cliente donde he pasado la mayoría de la semana. Mi comportamiento no debería dejarme la menor duda de que me gustan las mujeres, aunque claro está yo apuntaría que me gustan algunas mujeres. En cuando aparece un pequeño lucero a la vista me calma, me relaja, me hace sentirme mejor y se me despliega una sonrisa resplandeciente en la cara.

No busco mucho más, a veces ni siquiera la cercanía. Lo que pasa es que tal vez a la gente alrededor le gustaría que fueras más generosa con tu elección de persona especial, a quién le dedicas la mejor de tus sonrisas, y tal vez los celillos comienzan a aparecer y estos se deben solventar pensando: "Claro, a mí no me hace caso porque va detrás de ella". A la gente de esta oficina les debo dejar algo fuera de juego porque le tengo unos amores locos a uno de los managers que me recibió desde el primer momento con una gran sonrisa que ha mantenido estos últimos seis meses sin signos de decaimiento. Somos como Pin y Pon, vamos en unísono a todas partes, le cojo del brazo y el del mío y nos liamos mutuamente al intentar solucionar todo el embrollo informático. Yo le llamo con diminutivos delante de todo el mundo, lo que hace girar algún cuello, pero a él no le importa lo más mínimo; por lo menos no me lo ha dicho.


Cuando encuentro almas gemelas no me queda la menor duda, y no me importa que sea un bebé, una persona mayor, un desconocido o una chica marroquí en una tienda de Falafels en Lavapiés; es una sensación muy agradable y placentera, un misterio, algo muy especial.

Tengo varios objetos de afecto que si me piden cualquier cosa en esta oficina dejaría todos los cables que estuviera enchufando en ese momento para acudir al vuelo a su lado y sacarles del de la tempestad informática en la que se hayan metido. Hoy me he quedado hasta muy tarde, he sido la última en salir de la oficina, y gratamente he observado un pequeño goteo de gente que se acercaba a la pecera de cristal donde me encontraba como una hacker dominando el mundo, montando y desmontando ordenadores. Venían a decirme buen finde y hasta luego, no te quedes mucho; no querían entrar en la pecera para no quitarme la concentración y desde fuera agitaban los brazos para que yo saliera de mi absorto estado y me diera cuenta de su saludo. Hoy justo me ha saludado de esta manera toda la gente adecuada, toda la gente guapa, la que no me quiere sólo para que les saque de un jaleo y utilizarme tras después olvidarse de decir gracias. Han venido las personas que me aprecian por ser quien soy, por la actitud que tengo, porque nos comunicamos a veces sin palabras, porque nos gusta estar cerca los unos de las otras. Ha sido muy bonito y me ha gustado mucho.

Aparte de mis chicos, que son unos cuatro o cinco, hay una niña que me encanta encontrarme, que cuando me llama, aunque intenta no molestarme cuando estoy ocupada, me hace feliz en ese instante. Es muy agradable, muy dulce, tiene una risa contagiosa y cuando camina cerca mía parece que está flotando. A veces pienso en ella cuando no estoy en la oficina y simplemente me acuerdo de lo agradable que es encontrármela en el pasillo cuando voy a hacerme una taza de té o pillar unos kiwis para desayunar. No he tenido ocasión de hablar mucho con ella, la verdad; ni yo imprimo ni ella envía faxes, con lo cual no nos vemos mucho, sólo cuando me paseo por su zona de la oficina si paso por ahí. Cuando está cerca la veo de forma que no veo a otras personas, aunque me gusten. Le sonrío y ella me devuelve la sonrisa, cada vez, no importa cuántas veces en una hora; es un acto reflejo que me hace relajar los músculos de la cara, que altera mi equilibrio de dopamina, que me tranquiliza como el Rescue Remedy de las Flores de Bach.

Lo que he observado, curiosamente, es que cuando hablamos se le nota muy tímida, más bien nerviosa, y yo quiero respetar su timidez y no hago ostentación de todos los millones de cosas, chorradas o bromas que podría hacerle con mi mente interactiva.

Ahora me viene a la cabeza que ya debe quedarle claro a todo el mundo, sobre todo a los miles de chicos gay que hay en esa oficina, que soy una súper lesbiana friki porque me paseo con los brazos enrollados en cables de red, y siempre estoy hablando con la gente en lenguaje de datos. Ahora que me he atrincherado en la oficina con decenas de cables, fuentes de alimentación, luces de red brillando por doquier, seis ordenadores y varias torres de cajas lo tendrán muy claro. Desde que me han visto tirada en el suelo ignorando sus miradas, apuntando número de inventario y casando los números de serie con los equipos. Hoy que he dedicado horas a destrozar las cajas de cartón ruidosamente para tirarlas, sin pedir ayuda ni exclamar femeninos y remilgados: "ay, perdona, cuántas cosas de chicos tengo que hacer", supongo que se hacen ya una buena la idea de la naturalidad con la que vivo mi sexualidad.

Y no sé si por eso las chicas me hablan a veces con timidez otras con una sonrisa puesta en la cara casi de satisfacción, y algunos gays intentan competir conmigo. A todo esto ¿por qué no oteo a ninguna otra lesbiana en esta oficina? La verdad es que los chicos pululan por doquier, pero las tías no son tan obvias. Nunca tengo tiempo para estas cosas, pero la semana que viene voy a empezar a planteármelo.

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