terça-feira, 28 de outubro de 2008

Cuore

Hoy he visto a Cuore. Me ha enviado un mensaje de pronto y sin red porque quería ver la peli. Ha estado aquí mismo; todavía hay moléculas suyas flotando en el aire. Una vez la tuve y podía empaparme de ella, de su aroma, de su energía. Aunque mejor dicho ... tal vez nunca la tuve en realidad.

He hecho todo lo posible para no comportarme de forma extraña, aunque como me sentía insegura como siempre ha terminado todo en una película de Jerry Lewis. Supongo que es un grave error estar (seguir) enamorada de alguien a quien siempre esperas defraudar. No sentirte que eres la persona que ella quiere. Ya me ha pasado en varias ocasiones y sé que es un error garrafal, pero la verdad es que, aunque no hago nada para influir en su opinión, para estar presente en su radio de acción, sigo atrapada. Yo no tengo lugar alguno en su vida, y está bien, lo asumo. Nunca llegamos a encontrarnos y lo mejor era quitarse de en medio. Ella lo dijo.

De todas formas yo ahora no puedo evitar vivir este amor de forma platónica. Creo que el platonismo tiene muy mala fama: es como estar colgada, no servir para nada, ser una percha, una ilusa, una mala perdedora o una eterna idiota. Pero yo no lo veo así porque creo que muchas veces estamos obsesionadas con llegar a algún tipo de destino, conseguir un número Pi de objetivos, y yo lo único que quiero es ser honesta conmigo misma y no ignorar lo que siento ni sofocarlo con formol. Si a un corazón lo enturbias con tinta de calamar se corrompe con las venas azules que comienzan a atravesarlo como flechas envenenadas de San Bartolomé.

Mis emociones ya han cuajado, ya se han solidificado y han pasado a ser sentimientos. Hasta los átomos de la madera de una silla tienen sentimientos porque sienten nuestro peso, la humedad, el calor, qué se yo. Puede que no vaya a ninguna parte, como una silla; y no me quiero regodear en las sensaciones contradictorias que pupulan entre el pasado y el futuro como el rewind y ffward de un vídeo. Yo soy yo ahora, y me transparento y reverbero como una pasión fractal de los besos que recibí, los abrazos que me consumieron, las caricias que me alojaron y albergaron mis anhelos. Hoy no es diferente de un ayer rememorado.

Han pasado más de siete meses y mi cuerpo sigue estremeciéndose cuando estoy cerca suyo. Ha habido momentos en los que no la he mirado por pura timidez pero en los que sentía su presencia envolverme por completo con su calidez. Ya no siento dolor, es como si tuviera todo el tiempo del mundo para amar nuestro vínculo, para observarlo desde lejos, aunque tal vez en alguna ocasión se apague la luz de esa tenue vela al volverme demasiado rápido. Una vez te ves y otra vez no te ves. Un día estás ciega, la día siguiente comienzas a recordar, más tarde alcanzas la cordura, y de nuevo la pierdes, porque si no ha huido no puedes volver a recuperarla.

Con otras personas tengo el placer de ver cómo evolucionan, quiénes son, en qué se están convirtiendo día tras día. No sé por qué tememos tanto al envejecer, cuando lo bonito de la vida es sentir el paso del tiempo, minuto a minuto, segundo a segundo, los cambios, las fluctuaciones. No es necesario preguntar: ¿Cómo estás?, sino simplemente observar, imaginar. Yo a veces tiendo a querer descifrar la impresión que causo en el ambiente o hacer un molde de ella, cuando en realidad no es necesario. La gente, la naturaleza te capta sin que tú puedas hacer algo para influir en ello o incluso evitarlo.

Esta noche, cuando Cuore se ha marchado, me he quedado una media hora un poco parada, detenida, intentado explicarme cómo habían llegado a transcurrir estos rápidos pero intensos instantes. Inspeccionando el estado de mi casa, para ver lo que ella ha visto de ella, lo que ella ha experimentado. He mirado a la fila de mis bolis Pilot posicionados en mi mesa, con el rojo bermellón llevando las riendas; el pañuelo de paramecios de mi perro amarillo de peluche, las fotos de mi pared en las que ella se había fijado. He intentado reconstruir los movimientos de su mirada, aquéllos que observé desde mi punto ciego a lo lejos, sin apenas percatarme.

Al marcharse he sentido un vacío extraño. Ella no quería que le dijera adiós esperando a que su coche derrapara hacia la noche. Hay ciertos códigos que no debo romper, pero no puedo evitarlo y lo siento. Probablemente la vea la semana que viene en el festival, pero después como siempre desaparecerá de mi vida durante meses. Yo no puedo tener una amistad con ella porque no trabajamos juntas, no vivimos juntas, no nos vemos casi nunca y es prácticamente imposible hablar con ella por teléfono o quedar en algún lugar de esta ciudad cercada. No es como con otra gente con la que puedes convertir tus sentimientos en otros; por ejemplo, el amor en solidaridad, el cariño en ayuda desinteresada. O tal vez sí, pero de forma muy dilatada en el tiempo, muy suave, como viajando por el espacio o escribiendo un libro a frase o palabra por día, por mes, por vida.

Mientras estaba sentada en mi sofá apreciaba la posición de su cuerpo y una parte de mi cerebro no podía entender cómo había sido posible que en alguna ocasión en el pasado yo había tenido licencia para enlazarme a él, abrazarlo. Al verla sentada con comodidad y familiaridad en mi sofá sentía que hacía mucho tiempo que yo no podía relajarme con ella. Mis manos parecían volverse reflejos que viajaban hacia ella y con la imaginación se posaban en sus rodillas, sus hombros. Mi cuerpo sentía una tremenda apetencia por ella, una imposible sed, pero no experimentaba desesperación tan sólo la llamada suave de un ansia imaginada e innata.

Me ha sonreído mucho mientras veía la película, y supongo que en el fondo me sonreía a mí, a esa parte de mí que sí le gusta, que es mi creatividad. Cuando se han encendido las luces y me ha vuelto a ver tal como soy y como me recuerda he notado de inmediato cómo no nos podiamos comunicar porque en el fondo ella también es muy tímida y su cuerpo reacciona a mi lenguaje corporal protegiéndose y distanciándose. Creo que aunque hay millones de cosas que queremos saber la una de la otra y sin embargo ya no sabemos qué decirnos.

Tiene un trabajo que la mantiene en un constante subidón de adrenalina mezclado con estupor. No creo que le resulte muy fácil el conservar su coherencia personal y durante su poco tiempo libre tiene que reconstruirse física y emocionalmente. Esto incide mucho en el tipo de comunicación que tenemos, pero lo cierto es que desde que nos conocemos nuestra comunicación ha sido disfuncional. Ella se acercó a mí por curiosidad, por probar lo prohibido. Ya sé que no tengo las cualidades que busca en una mujer; tengo claro cúales son las que yo tengo y no necesito venderlas al mejor postor. No es eso. Pero nuestra forma de conexión es por medio de un haz de luz atrapado en un poliedro. Yo emito y ella me recibe distorsionada, refractada, despistada.

Ella me ha descubierto: no puedo ser la misma cuando me gusta alguien. Tal vez, y tal como lo tengo planeado, para el 2010 ya haya solventado esta tendencia. Por ahora estoy condenada a mi vida sin mí.

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