quarta-feira, 10 de setembro de 2008

Septiembre: vértigo escénico

Tengo frío y tengo calor. Padezco un serio resfriado debido al cambio de tiempo, el rito de paso del del Yang al Ying con su alquimia chamánica, de calor a templado, de observar a reaccionar: un dulce septiembre sin remunerar pero oportuno.

Los días que antes transcurrían enteros y que ahora se esparcen en la media tarde; un tililar y revelar significados ocultos. La corriente acaricia mi frente húmeda, una gota de sudor amanece en mi cuello y seduce a mi espalda. Estoy reflexionando sin saberlo. El rebullir del verano ha saciado mi carne y emprendo el año vespertino con muchas lecciones vitales por aprender.

Estoy enfrascada en plena actividad; pero ahora tiene sentido. Ya no me pregunto cómo podré sublimar las noches cálidas de estío con actividades ociosas y desenfrenadas. Septiembre se cierne con su lógica aplastante. ¿Lo ves o no lo ves? Al cubrir el cuerpo con ropa las ideas se recogen en racimos, la energía se concentra y se vislumbran las mechas de pólvora de su necesidad de acción. Basta el desparramarse por las aceras, cegarse con la luz, sonreír a tu suerte, desplomarse en el sofá con la piel marcada por la energía solar.

Hace dos años esa energía por poco me consume. Hoy es todo diferente y la sangre palpita en mi cuerpo y debo reaccionar. Pero este cambio me ha traído al cuerpo por la calle de la amargura. Estoy agotada y medida en mi burbuja. Es una cerrazón en mi interior, una turbulencia anónima, una intensa ruborización. Es un volver y no volver que rezuma a olvido. El dormir parece un destierro, un abandono. No me atrevo a adentrarme en la oscuridad de los sueños abigarrados pero peligrosos. Me gustaría exprimir lo que no ha salido a resurgir todavía en el día de hoy, aunque la noche se cierra.

Exhalar no me libera del clamor del dolor físico. Una llave inglesa tira de las tuercas de mi mandíbula y me hace bostezar con excesiva frecuencia. Voy a dejarme caer, voy a ventilar mis deseos más profundos, levitar y deslizarme en los pliegues del silencio fecundo y creativo.

El cambio de clima de septiembre me ha educado para entender que el crear es doloroso y que el dolor es como una molestia en el zapato a la que te vas acostumbrando hasta que la sofocas con la satisfacción del deber cumplido. Las ansias se transforman en resultados lógicos, en un apresurarse para concebir ese bebé recién nacido que pares con angustia desde tu interior.

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