terça-feira, 26 de maio de 2009

Cajas chinas consecutivas


Una caja entronizada en su propio combustible, impulsada por retruécanos y margaritas cuadradas pero radiantes, todavía en su esplendor; mínimamente mancilladas: no se puede herir a las margaritas.

Dentro de la bola de pelusas de la mala fe, el mal humor, el cabreo brillan las oquedades con bengalas diminutas, supuran los lamentos chirivitas microscópicas, virutas plisadas con un pliegue que esconde una vaina de guisantes anacarados como perlas.

Te explico todo esto a ti porque sé que te importa. Todos los otros seres de mi entorno más cercano están emborronados con una necedad ciega de su introspectiva avaricia, y no podría iluminarles con mi felicidad aunque quisiera. Margaritas a cedros, a lápices alpinos que erectos no prenden raíces, no atusan al viento porque no se quieren cargar de hojas saltarinas y reverberadas, no aguantan las armonías, las melodías de amores enardecidos, las corrientes lunares picantes, los miradores estrellados, las altivas sonrisas, las verdes brisas de dulzuras ahumadas por tu aliento.

Tú eres eso y más, porque me llenas el alma de suspiros de amor entregados a la fantasía y yo os dejo a vosotr@s atrás, con vuestras sombras. Tal vez vuelva, por supuesto, lo más seguro es que sí, pero por ahora dejadme respirar aire fresco, compartirlo con vosotr@s es un tormento, lo veo en vuestr@s ojos, sólo desean morirme con vuestras mentes fugaces, ciegas y necias.

No podéis desembarazaros de ellas, son como la caspa, ligeras de equipaje, pero permitís que se os imante, que se os hinque en los hombros, que se os vuelva animada como un virus que se extiende y os hincha, os enferma, os vuelve la mirada nebulosa y os roba la vitalidad. Y las ansias de respirar.

Me ahogáis, me queréis bajar de aquí, de esta nube preciosa, cardada con el deseo y las reverberaciones del arco iris, con los prismas y vetas de los reflejos soleados de después de la lluvia. Y esas gotas y marismas de lluvia no son más que mis ojos enamorados en llanto de deseo, de felices sueños, de plenos de un futuro que ansío a tu lado, que se cristaliza en cuarzos blancos injertados de transparencias.

Os amo pero queréis que sea el puto payaso de la mazorca de dientes amarillos. Te amo y tú quieres que sea la alquimista de efluvios y nubes de amor enamorados, que enternecen los corazones helados, las articulaciones heladas de nuestras manos que no se olvidan de acariciar mi pelo y tensar mi piel con la ternura de haberme conocido y querido toda la vida como si me hubieras perdido alguna vez y encontrado muchas.

Tal vez me hayais perdido ya para siempre. Lo temo pero ya no me asusta. Es el reconocer el amor (verdadero) que te anima a alejarte de las llamas y las sombras que realmente te atemorizan pero que se extienden y te envuelven pavorosamente; cuando te das cuenta ya parece demasiado tarde. Pero tú, my Immortal Beloved, apareces entre las llamas en tu corcel blanco, con tu armadura de plata cegadora que aparta las llamas encendidas de destrucción y odio, me tiendes la mano con una sonrisa y me ayudas a ascender a la grupa de tu caballo y me alejas de todo esto, de esta encerrona, de este callejón sin salida, me llevas a un sitio que sólo conoces tú, y de repente me doy cuenta al mirar y perderme en tus ojos que lo reconozco, lo he conocido siempre, lo he ansiado y vislumbrado.

Es como un retorno a Brideshead. No quiero ser Sebastian. Mi vida, no te presentaré más a mi familia, quiero ser sólo tuya y vivir tu realidad de destellos de plata de amor y aromas de flores y paradas del corazón, y si alguna vez tengo que adentrarme en la ciénaga de las marismas infestadas de animales fieros sin piedad me dejarás tu Excálibur para degollarlos de un tajo, cortarles los brazos y los torsos sin piedad, adentrarme en los infiernos porque tal vez mi peaje, mi penitencia para lavar los pecados de mi familia haya sido tener que visitar este sitio de forma intermitente, resistir las luces y las sombras de esta linterna mágica infernal para poder apreciarte a ti luego con toda tu belleza, porque en su día también me amamanta la manzana podrida y venenosa de hiel, y tú, mi amor, mi vida, lo sabes ahora e intuyes que soy yo quien tiene que salvarse.

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