terça-feira, 2 de março de 2010

Por dónde van


¿Cuánta gente sucumbe ante la imprecisión total de los pensamientos ajenos? Ésos que te envuelven cuando te despiertas y no eligen el paisaje sonoro en el que te encuentras. Es un tapiz esponjoso poblado de vetas y sobresaltos en el puente entre ambos lados del espejo, el soñado y el vivido.

La rapidez con la que se escapa el momento tendido, el compás de espera y el porvenir es brillante y fulgurante. El ritmo te desengancha, el súbito clamor de los minutos descerrajados palpita y sufre ante su combustión desemparejada. El grito de dolor del minuto oxigenado es rápido, intenso, casi insufrible y se renueva cada mañana con cada despertar, como un rito con el que no tienes control, que se te escapa siempre que quieras desembarazarte de la prisa, de estar a la altura. Si pensaras que es posible atender a su saludable y pretérito ritmo, la vida tiende a demostrarte lo contrario con su tempo fugit y constante y arrítmica lógica, que tiende a repasar los acontecimientos del sueño, y sus cápsulas de acción, sus referencias a las emociones enclavadas en los tránsitos generados sin proponértelo.

Tal vez si puedas, si sigues tu intuición te das cuenta de que las cosas son más sencillas de lo que parecen. Simplemente te obligas a tomar decisiones en sincronía. Si no tomas decisiones te arriesgas a fracasar en tu propia vida.

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