quarta-feira, 24 de março de 2010

Ya no está


No dejes la bicicleta al lado y te olvides. Te la podrían robar.

Sólo cuesta un segundo y podrías despertar del sueño y olvidarte de ella. Si no te olvidas tal vez tu cuerpo lo haga. Es una sensación extraña, como de no saber dónde vas porque estás bastante parada. Es una sensación que cala en todo tu cuerpo y te manipula, te excreta, te ignora, porque pare lo que le significa tú no eres nada sino un cuerpo neuronal que se disipa en cuanto comienza el día o el despertar. Y el sueño se desbalaza, y te olvidas de las manos invisibles que se llevan la bicicleta, y comienzan a sonar timbres y bocinas: el teléfono, el correo, la gente que casi se había olvidado de ti pero que no sabe vivir sin ti (casi).

Y tú sabes que te sigues asiendo a la bicicleta. A esa imagen tan bonita, tan luminosa de la bicicleta afuera de la tienda, la que querías coger y sobre la que querías volar y amansar el dolor del mundo, aligerarte, sincerarte.

Con esa bicicleta blanca llena de escudos y pegatinas de los lugares secretos de tu imaginación donde todavía quieres estar. Cuando llueve sobre ella tú sobrevuelas la acera, cuando la luz la propulsa tú eres su viajera, cuando bates los pedales estás llena de alegría y tu boca y tu sonrisa se vuelven anchas y frescas.

Son esos viajes en bicicleta que añoras. Ahora ya sabes que al abrir los ojos te la van a robar, se va a apagar la luz de la foto, de la imagen. Ya no está, ya no la tienes. Te la han robado. Se ha ido. Es triste pero real. La realidad te golpea en la cara y no hay soluciones a la vista. Sabes que no haces todo lo que puedes, pero poco puedes hacer. Necesitas una pausa, un respiro, un rescate, pero todo el mundo está ocupado, y tu bicicleta ha desaparecido. Por supuesto, la han robado.

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