
Es la vuelta a una sensación repetidamente extraña, como un simple y repentino recorrido que comienza marcha atrás.
Entretengo cientos de anónimas cartas mientras recojo los secretos de esa carrera vertiginosa vivo y sueño envuelta en entregas y desvelos.
Las líneas se entretejen y los botones del suelo relucen y sobresalen. No tengo casi ninguna vista lateral, todas son desde el frente, todas las formas se infligen sendas heridas en contacto con el aire. A base de miradas inesperadas retiro las barreras que me alejan del suelo, que me nublan la vista con chaparrones de púrpura y miel.
Mi presencia se difumina en compañía de otras. Reflejo a veces sobre esas tenazas que pugnan por quebrarte a presión la caja torácica. Siento cuchillas en la masa esponjosa del pulmón, y rocas intensas con mi irritabilidad. Son momentos en los que me resulta difícil y confusos por cualquier decisión, cualquier además.
Me gustaría emprender viajes calientes, anhelantes, escribir en mapas lejanos y perseguir las líneas retratadas en los perfiles de los grabados. Quiero acaramelar trozos de papel con mis escritos, y recrear los relieves de mis sueños infantiles con las punzadas de añil suave de las nanas escritas de mi almohada añorada.
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