
No lavas el pescado después de atragantarlo y sacarlo del agua, no tienes sus agallas.
No interpones sus deseos a los tuyos. Sabes que estás terriblemente influenciada por tus lecturas del viejo y el mar y el conde de Montecristo, pero ya no puedes leerlo porque no tienes acceso a las mismas cubiertas del libro cuando lo desembalaste en tu niñez.
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