Valle del Jerte, despierta la primavera

Cada año quedamos boquiabiertos viendo las imágenes en televisión y pensamos "el año que viene estoy allí". Si, por fin, te has animado debes viajar con tranquilidad. Haz paradas al pie del camino, escucha el suave murmullo de los arroyos.
A esta cita anual con la floración recomiendan los agricultores de la zona que "no podemos ir con prisas, hay que dejarse llevar, perderse en la montaña recorriendo antiguos caminos de peregrinos y emperadores, buscar rincones escondidos donde comunicarse con la naturaleza y acceder a los innumerables miradores para respirar profundamente y extender la vista hasta el infinito".

Así empecé uno de mis reportajes hace tres años. Este fin de semana lo he llevado a la práctica. Toni al volante de un Toyota Yaris gris, era la primera vez que le veía conducir y por fin podía ponerle la mano en la pierna. Simple fantasía. Casi cinco horas en cubrir los poco más de 250 km que nos acercarían a Jaraíz de la Vera, por carretera secundaria, paralelos a Gredos y con tantas paradas como se nos antojaban.

La Casona, gran casa rural, preciosa, pero con los tabiques casi de papel y un nido de golondrínas escandalosas en el balcón. Noche de pesadillas y vueltas. Similar a fiebre. Gracias, Toni. El sábado, aún aturdido, comenzamos la jornada en el cementerio alemán de Cuacos y Monasterio de Yuste. ¿Anécdotas? Que Carlos V mandaba cubrir con una cortinilla el cuadro de su mujer cuando él se ausentaba, que padecía gota y que tenía forradas las paredes de su habitación con tela negra por luto a su mujer.

Gartanta la Olla me dejó impactado con su "casa de muñecas" y la casa-museo de la inquisición. Comida debajo de unos cerezos con el valle de fondo y tarde en Plasencia. La cena del sábado fue tensa, acompañados de forofos de fútbol que casi me sacan de quicio. Domingo visita a Cáceres, a los escenarios de La Celestina y a Trujillo. Y vuelta a Madrid, con caravana. Y enamorado.