Soledad y redes sociales

Hace semanas que le doy vueltas. Ahora tengo un muro, mi muro. Que no acostumbro a graffitear, pero que me da excesivos detalles de mis amistades o conocidos. Comiendo patatas fritas con sopa de caracol. Me levanto a mear. He respirado cinco veces. Daré un paseo del balcón al salón. Es viernes. Cagando.

La vida se ha convertido en un Silosénovengo, es decir, realizas cualquier actividad cotidiana, nada fuera de lo común y que todos hacemos, y una vez terminada tienes que sentarte delante de la pantalla no para gritar ¡Si lo sé no vengo!, sino para que tu entorno virtual tenga constancia ello.

No soy sociólogo, pero quizá la explicación sea este ritmo de vida que arrastra a mucha gente a que se encuentra sola y necesita algún sitio donde descargar sus pensamientos. No lo sé.

Ante la falta de oportunidad real de demostrar verdaderas personalidades se tira del desgaste de hacerse notar, de hacer saber reiteradamente que están ahí. Me parecen muchos nexos, pero pocos vínculos. Mucha conversación en horizontal y escasa en vertical.

Algunos viven navegando pero sin barco, ni mar, ni lugar adonde ir. Sólo agitando las aguas una y otra vez. Y un poquito de calma, para disfrutar de las vistas y el paseo, se agradece.