
La noche es plana y escuece como una plancha eléctrica sobre la que yaces. Tus pensamientos te crujen y tu corazón pulsa tan rápido que te sientes como si ciega tantearas el badén de una autopista. Tienes en el miedo pincelado en el sudor, y la ansiedad torcida y apretada como una almendra sin pelar injertada en el fondo de tu tórax.
A veces te sientes como una lápida burlona insertada verticalmente en la tierra. Él llegará y tú en realidad no estarás allí.
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