terça-feira, 2 de março de 2010

Mercero


Se resguardaba allí, en la trastienda, recorriendo con su mirada cenicienta las cajas manidas de medias, cremalleras, gomas, tirantes e hilos. Las cajas son de cartón blanco y están grapadas en las esquinas. Es como el pájaro espino, criado con un escaparate que no deja entrar la luz, un luminoso con nombre de mujer en una fachada que parece la de una tienda en traspaso de duración indefinida. Él tiene las gafas cenicientas, una piel que muestra el paso de los años encapsulado en la mercería, y un batín azul con la tela blanda y suave, indestructible tras décadas centrifugadas con detergente que parece hacerla más fuerte, pero también más tierna a cada lavado.

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