sexta-feira, 16 de maio de 2008

Palabros: cinco de la mañana


La tabla rasa. El colchón rosado. La quietud escasa. Perfectas cosas. Nadar en seco.

Rapidez trepidante. Sufrir en silencio. Brillar en la oscuridad. Mentir a sabiendas. Cantar de memoria. Reír sin ganas. Dibujar en círculo.

Las cinco de la mañana. Alonso Martínez sigue en pie y tiene autobuses y caminantes. Lo que no ha llegado es la noche del día siguiente. Miguel y yo abandonamos Chueca. Con sus humos y simplismos, escondites y misterios. Ellas nos miraban, nos sonreían, se sonreían, se escoltaban, las cabecitas bullían en el aire. La simpatía se dispersaba como spray transpirado. Me hicieron un pasillito muy rico para llegar al ropero. Bueno rollo, niñas guapas, nadie se marchaba hasta el final, final.

Llegado el cierre te vas y te intentas acordar de lo que has visto, lo que retienes, lo que perderás justo antes de meterte en la cama.

Pero ahí no se encuentra el amor. El amor es como Dios y está en todas partes. Pero en Chueca no.

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