domingo, 18 de maio de 2008

Mundo de nicotina


Fui con C. y C. a San Isidro este sábado, y les he llenado la foto de flores, porque la verdad es que no había tantas en la ribera del Manzanares. Creo que estábamos tod@s en el mismo estado catatónico, pero yo intenté hablarles y la verdad es que tenía que habérles dejado en paz para que pensaran en sus cosas, pero como ellos no se conocíansentí que no podía callarme. Además, con el ruido de la música (¿he dicho ruido?) sólo nos escuchábamos dos al mismo tiempo. Me hubiera gustado ir al Ladyfest pero nos echó un poco atrás lo de los €12 y nos quedamos en la tienda árabe ahí en medio de la esplanada del Manzis haciéndonos masajes de hombros y viendo como los niños brincaban más alto que nadie. Pero yo me sentía rara. Rara porque no me gustaba la música tanto, y rara porque estaba rara, muy rara, tan rara que quería salir de mi cuerpo, de mi piel.

Monix me dijo que en Chueca había carpa y escenario, sí, y lo había pero para que se subieran cuatro borrachas a cantar jotas y flamencadas a voz en grito. Terminé con unas amigas suyas en Truco; no había estado ahí prácticamente desde hacía tres años cuando besé a Ms por primera vez. El darme cuenta de eso me hizo reconocerme a mí misma que si no voy por Chueca es porque la verdad no me ha interesado mucho nunca, pero ahí me encontraba yo ayer, intentado explorar las limitaciones de mi nueva vida de soltera bollo. La verdad es que no era sólo por eso. Por supuesto que no. Estoy simplemente intentando rodearme de cierta energía eléctrica femenina que es la que falta en mi casa desde que Ms se fue y Cuore me dio voleto. Es una energía muy especial que necesito cerca y que promueve mi bienestar. Salgo de casa para no pensar en Cuore y llenarme la cabeza con otras imágenes diferentes a su cuerpo, a su sonrisa, a su energía, a su fuerza, a la alta tensión de su mirada.

Quería trabajar en mi estado contemplativo sin esperar nada, tan sólo mirar y dejarme llevar. Pero estuve con unas chicas muy majas aunque una de ellas tenía un ímpetu desaforado y quería ligar, LIGAR, LIGAR!!!, no conmigo, creo, pero su obsesión era hablarme al oído todo el rato y lanzarme la batería de preguntas típicas de sopa de de sobre Chueca. Eso me hizo decidirme a volver sola (si vuelvo) la próxima vez.

Después fuimos al Planet. Mi mirada merodeaba la pista de baile y se posaba con naturalidad en las chicas que consideraba atractivas. Era muy fácil combinar el movimiento de los ojos, el acomodar el cuerpo de pie cada par de minutos para no quedarte con mala postura y moverte para que la gente pasase. Ahí miras diferente; tu cerebro y tus ojos están coordinados a la perfección, te llama la atención un perfil, una sonrisa, la naturalidad de alguien, la belleza o la simpatía. Tus ojos dilatan las pupilas con deseo cuando tu cerebro hace clic, sí, ella, mírala un poco más que obtendrás tu recompensa. Tu radar se activa y se activa la mirada durante unos segundos, la miras, te mira y sin propiciarlo te surge una sonrisa que apenas te encoge las comisuras de la boca.

Me resultaba imposible el zarandear los brazos con la música pero quedé hechizada mirando a una chica que trabajaba ahí y que cargaba con una caja de vasos de arriba pa'bajo con el brazo en alto cruzando la pista de baile. ¡Madre mía! Creo que cuando pasaba notaba de repente que el corazón era un músculo, porque lo sentía ahí, turgente en el pecho, palpitando con fuerza. Es una morenita con melena modernilla, toda vestida de negro staff, con unos ojos oscuros y brillantes, labios de cantante, hombros de nadadora y cinturón punk de tachuelas de plata brillantes. Tiene un piercing negro en algún lugar de su mejilla y cuando sonríe se le hunden dos hoyuelos que deben traer loca a su novia.

La niña iba y venía y se hacía paso siempre a mi lado porque yo estaba en medio, claro, y cada vez que aparecía de forma periódica me daba la oportunidad de renovar mi consumición de placer visual, era un mmmhhh, y un supiro, o un ahhhh y después inhalar ese aire viciado de nicotina y música mala. Podría haberme quedado toda la noche sintiendo como iba y venía y pasaba por mi lado, viendo la fuerza poderosa de sus hombros; seguro que podía haberme llevado a mí al piso de arriba en andas. Si nadáramos juntas me podría haber sacado del agua, como hizo un monitor de barranquismo cuando me dio hipotermia y se me paralizaron los brazos y las piernas. Eso si que era energía femenina electrizante cuajada de juventud, arrojo. Staff sonreía con fuerza, con una boca flexible y unos dientes blancos preciosos, con una sonrisa deportiva que arrojaba al aire bocanadas de risas que saltan del pecho por sorpresa. Pero no la voy a ver más o en mucho, mucho tiempo. No se me ha perdido nada en estos bares donde no bebo ni bailo, me pican los ojos con el humo y luego me levanto con asma por las mañanas y respiro mal todo el día siguiente. Adiós, Staff, pensaré en ti de vez en cuando, seguro que me alegrarás el día.

Estoy probando las mil y una maneras de no pensar en Cuore. Hoy no me ha llamado ni me ha mandado ningún mensaje con el móvil. Supongo que no habrá pensado en mí. Qué extraño es imaginármelo cuando yo he pensado en ella varias veces durante el día. Esto no es amor es una triste obsesión. Obsesión por recordar las conversaciones que mantuvimos, la tersura de su piel bajo las yemas de mis dedos, la forma que me abrazaba durante toda la noche, y cómo entre sueño y sueño la notaba sujetándome el pecho, evitando que cayera de la cama y pulverizara mis sueños. Obsesión por las horas que entretuvimos en un cuerpo a cuerpo, en silencio, con los cinco sentidos en acción, a oscuras, descifrando los ecos de nuestro deseo, viajando por las curvas de nuestra piel. Fue casi como un amor de verano, intenso, opaco, azuzado por cientos de conversaciones en un universo multisensorial.

Uno de los besos más bonitos fue cuando te acompañé a tu trabajo, paraste el coche para aparcarlo, y antes de salir giraste el cuello en silencio para besarme un hasta luego.

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