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Mi futuro es la interpretación constante de mi pasado. Esta idea del pasado la empecé a compilar tras leer una entrevista con un experto en Clásicas que decía que el pasado siempre nos sorprende. Al descubrirlo con nuestra herramienta de espeleólogo nos explicamos finalmente por qué hemos llegado hasta aquí y no más lejos . Más adelante descubrí otra idea en una
crítica literaria:
"Una de las realidades más terribles que nos enseña la historia es que, frente a la fugacidad del presente y la rigidez del futuro, tan sólo el pasado puede transformarse.
¿Hasta qué punto nuestra vida no es más que una continua reformulación de nuestro pasado?"
Haga lo que haga, piense lo que piense, siempre termino con la misma piedra en el zapato. Mis amantes me recuerdan a otras que fueron; al perderme me aso a aquello que me mantenía firme; cuando no puedo explicar lo que hago sí que puedo reflexionar más sobre lo que hice. Aquellas personas que estuvieron conmigo me siguen hablando en la atmósfera ingrávida de los sueños. Los ecos de mis risas me mantienen serena y el escozor de las mordeduras de serpiente del dolor pasado me obliga a estar alerta. Y si alguna vez salgo de alguna dinámica destructiva sólo es para encontrar en mi corazón la verdad de lo que soy, aquello que de verdad
fui. Me sigo encontrando con las mismas personas y también se me repiten las pesadillas con los miedos atávicos que proceden de mis antepasados. Los
déjà vu son histriones ridículos, fuegos de artificio con pólvora barata que me recuerdan lo que siempre supe, para mí no son realmente necesarios. Puede que mi memoria a corto plazo
haya fermentado en un batido de grosellas cerebrales con mi memoria a largo plazo, o que la mente insconsciente percibe antes que la mente consciente en sólo un instante de diferencia con la percepción. Tal vez la experiencia humana es fundamentalmente corporal y biológica y el alma no exista porque tan sólo somos ADN reciclado.
Pero la bondad existe, y la sorpresa que provoca la ternura. Los sabores, los sonidos y las imágenes nos retrotraen al túnel del tiempo y la realidad virtual de nuestro pasado se centrifuga en la cabeza como en el Cuento de Navidad de un tal Ebenezer Scrooge.
Quiero dejar de ser una cobaya en la rueda una jaula en constnte furia motriz, todo sudor y lágrimas cuyo único objetivo es adelantarse a sí misma al paso del tiempo. Al final el movimiento, cuanto más rápido sea tan sólo retrasa su transcurrir cuántico. Ese
cadavre exquis que somos lo hemos sido siempre. El Cadáver Exquisito lo somos tod@s en el juego de la existencia, el ciclo en el que todos los muertos creamos vida.
Para mí el futuro no es tan fascinante como mi pasado. Creo firmemente en el destino genético, filosófico y espistolar literario. Anaïs Nin se llevó sus diarios a la tumba pero dejó una copia en la tierra para que su querido joven viudo siguiera recordándola cada vez que sus lágrimas empañaran una nueva edición limitada.
Mi identidad se transforma y se combustiona, pero nunca se pierde. Soy el Ave Fénix que un día no volverá. Toda mi vida no es sino la escena de los espejos de La Dama de Shangai y el paso del tiempo es una regresión a la niñez; ya lo saben los ancianos y los libros releídos.
Mi futuro es una quimera y poco tiene que decirme, son tan sólo las hojas de un tubérculo milenario. La verdadera incógnita está en mi pasado que soy yo, y quien fui, seré. Cada vez que lo interpreto, que releo un libro, que veo a mis seres queridos, que imagino a las nuevas personas que están en mi vida, como mi sobrinito que ya es como somos todos en la familia, me siento parapetada y capaz de entender lo que está pasando ahora y tal vez vislumbrar cómo será ese futuro alveolado que se avecina, (obviando las tormentas que empapan el corazón, los huracanes que arrancan los tejados de cuajo, los tsunamis que te lapidan: ésos no quiero conocerlos ...) Cada vez que hago una nueva búsqueda, la caché regurgita un concepto olvidado.
La vida es un collage de sensaciones y vivencias que iridiscente cambia de gama para volver a empezar con lo puesto. Lo conozco muy bien: me he mudado de país en país, de cama en cama, de cielo en cielo con lo puesto. De vez en cuando reflexiono sobre cómo el paso del tiempo cambia la percepción de las cosas, pero siempre me corrijo inmediatamente, porque lo que cambia es la carta que escoges de la baraja, pero la baraja es siempre la misma. A veces ríes y a veces lloras, y tal vez te ríes para no llorar o lloras de risa para acabar con todo. Prefiero el juego de lo cotidiano, el arreglo floral, el reciclaje y la re-creación.
Soy una artista que siempre está contando la misma película, que siempre quiere ponerse el mismo pantalón, que quiere que las cosas se queden como están o mejor, que vayan a más para alcanzar su potencial. No me interesan las sorpresas desafiantes y sañosas del futuro. Yo quiero ser mi oráculo y confiar en mi sexto sentido, que me dice cómo son las cosas antes de que sucedan, para advertirme quizás o simplemente arañarme con un hilo del dolor que está por venir. La intuición es una llamita en una lámpara de aceite que se esconde y se repliega como un roedor a menos que se le escuche su canto de sirena.
Y el presente tampoco me satisface, porque está empañado con el vapor de la novedad, de la anticipación, de la acción sin reflexión, del hacer sin saber qué se ha hecho, de meteduras de pata por la descoordinación típica del directo. No me fío de mi propia suerte, de mi mente, de mis ojos, de mi percepción. No me preocupa; total, ya lo he sido todo antes y seguiré siéndolo.
Hay almas jóvenes y almas viejas, y yo nací vieja y ahora rejuvenezco. Y el amor ... dice
Cartas de Marsilio Ficino (1433-1499):
El amante forma en su corazón una imagen del amado. Al ver esta imagen el amado se reconoce en el amante, pero se purifica y transforma por ese mismo amor. De este radiante sí mismo se enamora. Así, en a pareja se vuelven ambos amantes y amados.
Es a través de este amor que se alimenta realmente el alma. Cuando el alma reconoce su verdadera naturaleza comienzan a salirle alas para volar de regreso a su verdadero hogar.
Mi alma gemela soy yo misma. Y tú ... tú también ...