quarta-feira, 20 de janeiro de 2010

El momento perdido, caliente


En una taza de té y un líquido ámbar resguardado y caliente. El momento pende de la condensación y el instante en que se produzca.

Hay veces que tu momento no coincide con el de los demás. O sí lo hace, pero de forma marginal. Alguien cuenta el tiempo desde que se levanta a las siete de la mañana y su ritmo pertenece a esa franja horaria. Tú te debates entre el significado del día desde que tu promesa de hacer algo por alguien al mediodía se tambalea peligrosamente al acercarse la hora después de haberte levantado tarde porque haberte acostado de madrugada debido a un fuerte dolor de estómago que ha ascendido a congestión nasal.

Has soñado sobre transfusiones de sangre. Es un sueño potente que latía con el bombeo del bolo de tu digestión y la pesadez del flanco de tus ovarios. Quieres sentirte viva, pero a veces te agarras al sueño porque te vivifica, carga tu cerebro con programas de paisajes y sensaciones intensas que casi se acercan a ser pensamientos.

Al levantarte mantienes el abdomen en vilo, como una saca de correos mal repartida, como el ansia de tu amada, que grita porque ya no te conoce, porque no te ve lo suficiente.

Hoy hay que orquestrar el día y otorgarle un significado. Te has mirado al espejo, has sentido tu cuerpo, y la molicie marcada por el dolor de estómago y la consiguiente congestión de cabeza no te da tregua.

Sabes que tu día ha amanecido complicado por las prisas y las ansias de otras personas. Pero es que tú no compartes su franja horaria.

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