domingo, 31 de janeiro de 2010

Infibraciones


Seguras, ridículas y poco fieles. Adjetivos consecutivos que reniegan de su propio vacío aislado para convertirse en frases sin vuelo. Renovaciones del vocabulario y sus racimos de dedos pulsátiles. Paseos en el aire y renuncias a la lógica adobada.

Este calor es como una precipitación de lluvia causada por las bajas presiones de la atmófera. Se empuja y levanta hacia los techos falsos de esta oficina. Veo las cabezas encasilladas por encima de las separaciones del mobiliario. El calor lo han respirado todas las cajas torácicas, lo ha transpirado la piel, lo distribuye el movimiento emergente generado por las ondas y frecuencias sonoras y catódicas de los monitores de nuestros reducidos y asignados puestos de trabajo.

También contribuyen al bochorno Los teclados manidos, los cientos de conversaciones telefónicas, las conversaciones de nuestra materia orgánica impactada por la molicie que mantiene en vilo al mercurio del termómetro.

Todo el mundo repite de memoria consignas comerciales poco convincentes, nos escuchamos unos a otras percibiendo las variaciones en el tono nuestra voz mientras nuestros teléfonos lanzan llamadas una tras otra tras la pausa administrativa de la centralita. Absorbemos las conversaciones de colegas de trabajo sin registrarlas en el cerebro. La voz al otro lado de la línea puede centrarnos en un eje que se retuerce y nos acerca a la realidad de nuestro trabajo aquí.

Es una lástima que todas las voces al otro lado del auricular correspondan a uno de los cien patrones únicos ofrecidos por la interpretación de las líneas analógicas de la centralita. Escuchas voces jóvenes, medio graves o tildadas, y te imaginas la persona, pero es la imaginación la que te propulsa a comunicarte. Cuando te sientes biónica paras y te revisas.

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